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Las cosas iban de mal en peor, ya no se sentía seguro en su apartamento, la policía había llegado y estaban revisando todo, preguntando a todos si habían visto algo, pues para la desgracia de Darwin, las cámaras no habían funcionado en ese momento, cómo si alguien las hubiera desactivado.

Solo una señora había visto a alguien, aunque no sabía si era chico o chica, de cabello morado largo con una máscara, sudadera, buzo y zapatillas pasear por allí.

Al menos tenían una pista, que quizá no servía mucho, pero servía.

Darwin sabía que ese sujeto era el mismo que asesinó a su amigo. Lo sabía.

—¿Señor Darwin?— preguntó un oficial.

—¿Si?

—¿A qué hora le llegó este paquete?

—A eso de las 7:30 pm aproximadamente.

—Solo era eso. Muchas gracias.

Y el oficial siguió revisando el apartamento, Darwin se sentó en un sofá, llevándose las manos a la cabeza. ¿Cómo se supone que seguiría lidiando con esto? ¿Qué se supone que haría? ¿Dejar de juntarse con todos solo porque un psicópata lo perseguía?

...

Aparentemente la respuesta era un rotundo si.

—Señor, necesitamos que se retire del apartamento unos días, ¿Tiene un lugar donde ir?

—A-Ah, si, puedo ir con mi familia...

—Bien, debe retirarse ahora mismo, así que por favor empaque sus cosas.

Y así hizo, tomó sus cosas, y se encaminó a su hogar, prefirió ir caminando.

Llegó de noche tocando la puerta, dónde fue recibido por su madre, quién sabía lo que estaba ocurriendo en torno a su hijo, y lo abrazó fuertemente.

Darwin no pudo contener las lágrimas y se colocó a llorar en el hombro de su madre.

—Ya, cariño, estará todo bien...

Se sentía más protegido ahora, su madre sin dudas lo defendería.

Oh Darwin, tan ingenuo...

Enfermiza obsesión.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora