Capítulo VII

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Pensadero, discusiones y declaraciones inesperadas.

Varios meses luego del Baile.

POV Hermione

Luego de aquel momento de debilidad junto a la pequeña Delacour, volví al castillo y me encerré en mi habitación no quise saber de nadie mas, ni mucho menos escuchar a Lavender o Parvati, se suponía que la prueba seria en unos pocos días, estaba sumamente cansada de fingir, sin contar el hecho que la mitad de la población femenina la odiaba, sin encontrar respiro ni en su amada biblioteca, Ronald seguía siendo un idiota y Harry intentaba mediar entre ambos pero era inútil, cansada decidí hablar con el profesor Dumblendore, yo solo quería salir de ese infierno de torneo, todo era tan extraño, las cosas que seguían pasando, cada vez me sentía mas aislada y sola.

POV Normal

Se abrió la puerta del despacho.

—Hola, Granger —dijo Moody—. Entra.

Hermione entró. Ya en otra ocasión había estado en el despacho de Dumbledore: se trataba de una habitación circular, muy bonita, decorada con una hilera de retratos de anteriores directores de Hogwarts de ambos sexos, todos los cuales estaban profundamente dormidos. El pecho se les inflaba y desinflaba al respirar.

Cornelius Fudge se hallaba junto al escritorio de Dumbledore, con sus habituales sombrero hongo de color verde lima y capa a rayas.

—¡Señorita Granger! —dijo Fudge jovialmente, adelantándose un poco—. ¿Cómo estás?

—Bien —mintió Hermione.

Con ojos risueños, Dumbledore le sonrió a espaldas de Fudge.

—Sí, bien —dijo Fudge —. Estábamos a punto de bajar a dar un pequeño paseo, Señorita Granger. Si nos perdonas... Tal vez sería mejor que volvieras a clase.

—Yo quería hablar con usted, profesor —se apresuró a decir Hermione mirando a Dumbledore, quien le dirigió una mirada rápida e inquisitiva.

—Espérame aquí.—le indicó—. Nuestro examen de los terrenos no se prolongará demasiado.

Salieron en silencio y cerraron la puerta. Al cabo de un minuto mas o menos dejaron de oírse, procedentes del corredor de abajo, los secos golpes de la pata de palo de Moody. Hermione miró a su alrededor. El profesor Moody, era realmente extraño y estar en su presencia le producía un escalofrío, despectivamente miraba a cada estudiante como si fuera sucio en la suela de sus zapatos o en este caso su pata de palo.

—Ohh vaya. —Murmuro la leona al ver a la majestuosa ave, Harry le había comentado sobre ella pero verlo en persona era...

Fawkes, el fénix del profesor Dumbledore, estaba posado en su percha de oro, al lado de la puerta. Era del tamaño de un cisne, con un magnifico plumaje dorado y escarlata. Lo saludó agitando en el aire su larga cola y mirándola con ojos entornados y tiernos.

Hermione se sentó en una silla delante del escritorio de Dumbledore. Durante varios minutos se quedó allí, contemplando a los antiguos directores del colegio, que resoplaban en sus retratos.

Se sentía mucho más tranquila hallándose en el despacho de Dumbledore y sabiendo que no tardaría en hablar con él. Hermione miró la pared que había tras el escritorio: el Sombrero Seleccionador, remendado y andrajoso, descansaba sobre un estante. Junto a él había una urna de cristal que contenía una magnífica espada de plata con grandes rubíes incrustados en la empuñadura; Hermione la reconoció como la espada del Sombrero Seleccionador aquella que Harry había usado en su segundo año. Era la espada de Godric Gryffindor, el fundador de la casa a la que pertenecía Hermione. La estaba contemplando, cuando vio que sobre la urna de cristal temblaba un punto de luz plateada. Buscó de dónde provenía aquella luz, y vio un brillante rayito que salía de un armario negro que había a su espalda, con la puerta entreabierta. Hermione dudó, miró a Fawkes y luego se levantó; atravesó el despacho y abrió la puerta del armario.

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