La tercera prueba
—¿También Dumbledore cree que Quien-tú-sabes está recuperando fuerzas? —murmuró Harry.
Hermione ya había hecho participe a Harry de todo cuanto había visto en el pensadero y de todo lo que Dumbledore le había dicho y mostrado después. Y, naturalmente. Aquella noche los dos volvieron a quedarse hasta tarde hablando de todas esas cosas en la sala común, hasta que a Harry empezó a darle vueltas la cabeza y comprendió a qué se refería Dumbledore cuando le había dicho a Hermione que tenía tantos pensamientos en la cabeza que resultaba un alivio sacarlos.
Hermione miraba la chimenea. A Harry le pareció que su amiga temblaba un poco, aunque la noche era cálida.
—¿Y confía en Snape? —preguntó Harry—. ¿De verdad confía en Snape, aunque sabe que fue un mortífago?
—Sí —respondió Hermione.
Hermione luego quedo en silencio. Estaba sentada con la frente apoyada en las manos y mirando al suelo. A Harry se le ocurrió que también a ella le hubiera sido útil un Pensadero.
—Harry, si es verdad todo esto...—
—Él esta cerca.— Ambos sintieron una corriendo en sus cuerpos.
Al empezar junio, volvieron la excitación y el nerviosismo al castillo. Todos esperaban con impaciencia la tercera prueba, que tendría lugar una semana antes de fin de curso. Hermione aprovechaba cualquier momento para practicar los maleficios, y se sentía más confiada ante aquella prueba que ante las anteriores. Aunque indudablemente sería difícil y peligrosa, después de todo no sabría que le esperaba en un laberinto.
Harta de pillarlos por todas partes, la profesora McGonagall había dado permiso a Hermione para usar el aula vacía de Transformaciones durante la hora de comer. No tardó en dominar el embrujo obstaculizador, un conjuro que servía para detener a los atacantes; la maldición reductora, que le permitiría apartar de su camino objetos sólidos, y el encantamiento brújula, un útil descubrimiento de Hermione que haría que la varita señalara justo hacia el norte y, por lo tanto, le permitiría comprobar si iba en la dirección correcta hacia el centro del laberinto. Harry, intento romper el encantamiento escudo que la castaña había conjurado sin tener mucho éxito.
—Lo estas haciendo grandioso, Mione —la animó Harry, comprobando la lista y tachando los encantamientos que ya tenían bien aprendidos, luego de todas las confesiones el día anterior, se sentía mas unida a su amiga, hasta Ronald había dejado de ser un completo imbécil, disculpándose con Hermione y uniéndose a ellos para ayudarla a practicar, obviando el tema de 'Fleur, Viktor'—. Algunos de éstos te pueden ir muy bien.
—Tienen que ver esto —dijo Ron desde la ventana. Estaba observando los terrenos del colegio—. ¿Qué estará haciendo Malfoy?
Fueron a ver. Malfoy, Crabbe y Goyle estaban abajo, a la sombra de un árbol. Los dos últimos sonreían de satisfacción, al parecer vigilando algo, mientras Malfoy hablaba cubriéndose la boca con la mano.
—Parece como si estuviera usando un walkie-talkie —comentó Harry intrigado.
—Es imposible —repuso Hermione—. Les he dicho: ese tipo de aparatos no funcionan en Hogwarts. Vamos, Harry —añadió enérgicamente, dejando la ventana y volviendo al centro del aula—, repitamos el encantamiento escudo.
Hermione se fue poniéndose más nervioso conforme se acercaba el 24 de junio, pero no tanto como ante las dos pruebas anteriores: por un lado, tenía la confianza de que, esta vez, había hecho cuanto estaba en su mano para prepararse para la prueba; por otro, aquél era el último tramo, y, lo hiciera bien o mal, el Torneo iba a finalizar, lo que sería un gran alivio.
ESTÁS LEYENDO
Love
ActionHermione Granger, la bruja más inteligente de su generación, su intelecto podría rivalizar al de Rowena Ravenclaw. Su vida no era perfecta pero al entrar a su cuarto año en Hogwarts se dará cuenta que las sorpresas no siempre son malas.