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—¡Ron! ¡Will! —exclamé, pero inmediatamente me llevé las manos a la boca. Escuché atenta, temiendo haber despertado a los Dursley, pero sentí alivio al escuchar sus ronquidos. Abrí la ventana para poder hablar con ellos a través de la reja—. ¿Cómo han logrado...? ¿Qué...?
Pero me quedé boquiabierta al darme cuenta de lo que veía. Ron y Will sacaban las cabezas por la ventanilla trasera de un viejo coche de color azul turquesa que estaba detenido ¡ni más y menos que en el aire!
Sonriéndome idénticamente desde los asientos delanteros, estaban Fred y George, los hermanos mayores de Ron.
—¿Todo bien, Allie?
—¿Qué ha pasado? —preguntó Ron ceñudo—. ¿Por qué no has contestado nuestras cartas? Te he pedido doce veces que vinieras a mi casa a pasar unos días, y luego vino mi padre diciendo que te habían enviado un apercibimiento oficial por utilizar magia delante de los muggles.
—No fui yo—negué con la cabeza—. Pero ¿cómo se enteró?
—Trabaja en el Ministerio—explicó Will—. Pero eso no es la cuestión... sabes muy bien que no podemos hacer ningún tipo de magia.
Podía notar un poco de reproche en su voz.
—¡Tiene gracia que tú me lo digas, señor Yo-no-rompo-reglas! —repuse sonriendo, echando un vistazo al coche.
—¡Esto no cuenta! —dijo Ron quitándole importancia—. Sólo lo hemos tomado prestado. Es de mi padre, nosotros no lo hemos encantado. Pero hacer magia delante de los muggles con los que vives...
—No he sido yo, ya se los dije—lo interrumpí— Pero es demasiado largo para explicarlo ahora. Miren, pueden decir en Hogwarts que mis tíos me tienen encerrada y que no podré volver al colegio, y está claro que no puedo usar magia para escapar de aquí, porque el ministro pensará que es la segunda vez que uso hechizos en tres días, de forma que...
