𝚚 𝚞 𝚒 𝚗 𝚌 𝚎

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Recuerdo que cuando tenía cinco años, tenía un muñeco de felpa. Era mi mayor tesoro y mi único juguete. Amaba tanto a ese muñeco porque era mi mayor consuelo cuando me sentía desolada. Fue como tener un amigo secreto que podía llevar en el bolsillo. Pero un día simplemente desapareció; mi primo Dudley se burló porque había estado llorando y yo, harta de sus abusos, le di un puñetazo en el ojo. Recibí un buen castigo, pero eso no fue nada comparado con el triste sentimiento que surgió en mi pecho. Fue ahí cuando me di cuenta de que estaba realmente sola en el lugar que decían que era mi hogar.

Y ahora, era la misma sensación que me embargaba en estos momentos. Sin Dumbledore y Hagrid, era como si Hogwarts hubiera perdido su calidez y su brillo. La profesora McGonagall tomó el puesto de directora suplente, pero no sabíamos cuando duraría este nuevo cambio.

El verano estaba a punto de llegar a los campos que rodeaban el castillo. El cielo y el lago se volvieron del mismo azul claro y en los invernaderos brotaron flores como repollos. Pero sin poder ver a Hagrid desde las ventanas del castillo, cruzando el campo a grandes zancadas con Fang detrás, aquel paisaje no me gustaba; y lo mismo podía deirse del interior del castillo, donde las cosas iban de mal en peor.

Daisy parecía haber apagado su brillo y era alarmante ver que ya no usaba cosas coloridas. Se mantenía en silencio el mayor tiempo y siempre tenía los ojos enrojecidos.

Habíamos intentado visitar a Hermione, pero incluso las visitas a la enfermería estaban prohibidas.

—No podemos correr más riesgos —nos dijo severamente la señora Pomfrey a través de la puerta entreabierta— No, lo siento, hay demasiado peligro d que pueda volver el agresor para acabar con esta gente.

Ahora que Dumbledore no estaba, el miedo se había extendido más aún, y el sol que calentaba los muros del castillo parecía detenerse en las ventanas con parteluz. Apenas se veía en el colegio un rostro que no expresara tensión y preocupación, y si sonaba alguna risa en los corredores, parecía estridente y antinatural, y enseguida era reprimida.

𝐴𝑙𝑦𝑠𝑠𝑎 𝑃𝑜𝑡𝑡𝑒𝑟||  ᶜ ᵃ ᵐ ᵃ ʳ ᵃ  ˢ ᵉ ᶜ ʳ ᵉ ᵗ ᵃ (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora