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Había pasado exactamente una semana desde que los chicos me rescataron de las garras de mis tíos y en todo ese tiempo, jamás había sido tan feliz. Pasar el resto del verano en La Madriguera fue lo mejor que me había pasado, en definitiva no se parecía en nada a la vida que tenía en Privet Drive. Los Dursley lo querían todo limpio y extremadamente ordenado; en cambio, la casa de los Weasley estaba llena de sorpresas y cosas asombrosas. Me llevé un buen susto la primera vez que me miré en el espejo que había sobre la chimenea de la cocina, y el espejo me gritó: « ¡Vaya pinta! ¡Qué pálida estás!». El espíritu del ático aullaba y golpeaba las tuberías cada vez que le parecía que reinaba demasiada tranquilidad en la casa. Y las explosiones en el cuarto de Fred y George se consideraban completamente normales. Lo que encontraba más raro en casa de Ron, sin embargo, no era el espejo parlante ni el espíritu que hacía ruidos, sino el hecho de que allí, al parecer, todos me querían.
Gustosamente me dejé consentir por la señora Weasley, quien se preocupaba por el estado de mi ropa e intentaba hacerme comer cuatro raciones en cada comida. Su manera de cuidarme me hacía sentir muy querida. Al señor Weasley le gustaba que me sentara a su lado en la mesa para someterme a un interrogatorio sobre mi vida con los muggles, y me preguntaba cómo funcionaban cosas tales como los enchufes o el servicio de correos. Jamás había conocido a un mago tan apasionado con los muggles y eso que había conocido a unos muy raros. En lugar de incomodarme, siempre terminaba por divertirme.
— ¡Fascinante! —Decía, cuando le explicaba cómo se usaba el teléfono—. Son ingeniosas de verdad, las cosas que inventan los muggles para apañárselas sin magia.
Los chicos Weasley no dudaron en adoptarme como a una hermana que nunca tuvieron. Procuraban llevarme todas las tardes a jugar quidditch hasta cansarnos y yo quedaba encantada. Hacía un buen equipo con Fred, jugando en contra de Ron y George, mientras que persuadíamos a Will de dejar su lectura para que actuara como nuestro árbitro.
Sin embargo, los peores momentos que pasaba en La Madriguera eran en la noche. Mis pesadillas lograron alcanzarme en el único lugar (a parte de Hogwarts) en el que me sentía bienvenida. Durante el día me proponía agotarme todo lo que podía para no despertar gritando porque no quería que los Weasley me vieran con lástima.
Esta mañana era muy soleada. Después de un largo sueño, Ron y yo bajamos a desayunar. Los únicos en la cocina eran los señores Weasley, Will y Gideon.
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𝐴𝑙𝑦𝑠𝑠𝑎 𝑃𝑜𝑡𝑡𝑒𝑟|| ᶜ ᵃ ᵐ ᵃ ʳ ᵃ ˢ ᵉ ᶜ ʳ ᵉ ᵗ ᵃ (EDITANDO)
Фанфик𝙵𝚞𝚒 𝚙𝚛𝚒𝚜𝚒𝚘𝚗𝚎𝚛𝚊 𝚙𝚘𝚛 𝚕𝚊 𝚌𝚛𝚞𝚎𝚕𝚍𝚊𝚍 𝚍𝚞𝚛𝚊𝚗𝚝𝚎 𝚞𝚗 𝚕𝚊𝚛𝚐𝚘 𝚝𝚒𝚎𝚖𝚙𝚘 𝚢 𝚕𝚊 𝚕𝚕𝚎𝚐𝚊𝚍𝚊 𝚍𝚎 𝚞𝚗𝚊 𝚖𝚒𝚜𝚝𝚎𝚛𝚒𝚘𝚜𝚊 𝚌𝚊𝚛𝚝𝚊 𝚌𝚊𝚖𝚋𝚒𝚘́ 𝚖𝚒 𝚟𝚒𝚍𝚊. 𝙻𝚊 𝚖𝚊𝚐𝚒𝚊 𝚚𝚞𝚒𝚣𝚊́𝚜 𝚏𝚞𝚎 𝚖𝚒 𝚜𝚊𝚕𝚟𝚊...