IV

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a cualquier ser anti-natural, a todos los brujos –como ellos los llamaban-.

El chiquillo, tenía ocho años de edad, pero la madurez de un joven de dieciocho, alimentar a su madre, consolarla mientras leía cualquier cosa legible, le hablaba de cualquier objeto como si fuese el descubrimiento más interesante del ser humano, ocultarse de cualquier indicio de luz que los delatara, seguir oculto tomando la mano de su perdida madre, esperar el anochecer, esperar a que Victore consiga dormir, dormir. Esa fue su repetitiva rutina, durante más de un año.

Hasta que un joven brujo agradecido al cual Zach le había salvado la vida visito su repulsiva morada, llevaba un par de boletos de tren hacia New York, había escuchado rumores sobre Zach y como se aferraba a la vida, como Zach cuidaba de Victore ocultándose de los humanos y quiso ayudar, deseaba poder concederle una nueva esperanza de vida, como la que Zach le concedió a él cuándo enfermo sobrepasaba los límites de la humanidad. El rasgo que lo identificaba como brujo no era visible y ocultar este era demasiado sencillo, por lo cual seguía respirando y mezclado entre los humanos.

Victore, accedió a ir a NY con Zach. La pequeña familia Mitchell se marchó al día siguiente sin dudarlo. Días después Victore cocinaba emparedados y comía frambuesas, incluso sonreía al ir a comprar vianda para ella y su hijo, quien ahora era su completa preocupación, no la muerte de Gregory, no los humanos enfadados, era el, Zach. Los años de tranquilidad regresaron, la vida feliz que el caucásico hombre deseaba la tenían ellos. Nada había sido en vano,

Diecisiete años de vida festejaba Zach, mientras que a su feliz madre apenas se le notaban sus 40 primaveras. La mitad de ellas estaba llena de alegría y recuerdos que hoy sabia eran tormentosos, pero no en vano.

Pero Zach extrañaba Cherry Hill, New York no estaba mal, pero no lo llenaba. Así, comenzó a llevar a mas humanos en el barco mágico que su padre había construido, creo una barca para los vulnerables del lugar que eran ahogados por gente como el mismo.

Tenía amigos en todos lados, en cada esquina.

La esperanza de que la historia no se repitiese era basta para el muchacho, tenía seguidores, humanos y anti-naturales, pero ahora el mismo les llamaba brujos, el termino era parte de su vocabulario, era parte de su rutina, él era un brujo. El primero de muchos.

Era increíblemente feliz cuando veía los fenómenos que provocaban los brujos de la ciudad, le provocaba una inmensa alegría presenciar la superación de los demás. Pero todos tenemos una parte obscura, aunque este muy oculta, está ahí, arraigada, aferrada creando raíces que de vez en cuando sobrepasan el límite de nuestra piel dejando salir nuestro alter ego a la luz.

Zach se escabullía por las noches arruinando sus pijamas con los arbustos decorativos del patio de su casa, iba a las cantinas, bares y cervecerías, buscando alcohol, se embriagaba hasta dormir o caerse. Después el mismo se curaba y al día siguiente volvía a ser Zach Mitchell.

Cada vez se ensuciaba más las manos por ayudar a los nobles, pero un día molesto al hombre incorrecto sin darse cuenta, el tipo pelirrojo llamado Joshua MaxFeeld, se llevó a la fuerza su joven madre, atentando contra su vida, le arranco de las manos al tesoro más preciado que jamás tuvo, la asesino sin piedad y sin tentar su frio corazón, la asesino declarando el nuevo inicio de la caza de brujas, pero esta vez Zach no huiría, mas no podía quedarse a ver como lo cazaban. Así que decidió regresar a Cherry Hill.

La muerte de su madre no fue tan dolorosa, ella había vivido muy feliz y como últimas palabras eligió "Le enviare tus saludos a tu padre", sonrió y se fue. No la vio morir, pues Joshua le dio la oportunidad de escapar.

El tren era frio, no solo por el metal del que estaba hecho, si no porque era el segundo tren que el abordaba y su rubia madre no estaba. Pero una luz de esperanza lo ayudo a sobrellevar el viaje, una bella mujer de rizos castaños y acento español abordo el mismo tren, observaba al chico cada doce minutos, pero los pretextos para cruzar miradas se acababan, era algo descarada para ser una chica tan joven, tenía la piel muy blanca, los pómulos, clavícula y demás facciones/huesos demasiado pronunciadas, tanto que de cierto modo provocaba escalofríos en la espina dorsal de cualquiera a quien mirara fijamente. El tren llego a su destino, y no solo hablo de la ciudad, hablo del destino al que ella deseaba llegar.

EL ORIGEN DE LAS BRUJAS MITCHELL -MINI HISTORIA-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora