✾ FINAL ✾

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✾ CAPITULO 13 ✾

Tres días más tarde Krist llegó a la conclusión de que su constante aumento de peso iba a dejar de ser un problema.

No quería comer, no podía dormir y le dolía cada centímetro del cuerpo, como si lo hubieran arrojado desde el tercer piso de un edificio. Se obligaba a sí mismo a probar bocado por el bebé. Y por la misma razón se iba a la cama cada noche.

Pero mientras Singto dormía, él miraba fijamente al techo. Y en cuanto al dolor... sabía que se trataba sencillamente de la manifestación física de su espíritu roto. Había jugado un partido en la primera división y lo había perdido.

Con el frescor de la mañana caminó hacia el jardín para encontrarse con el Rey. Llevaba puesto un traje azul y había hecho un esfuerzo por disimular su tristeza. Consiguió incluso sonreír ante la visión del Rey sentado en un banco con dos gatitos en el regazo.

Mike lo oyó llegar y levantó la vista. Sonrió en señal de bienvenida, dejó a los gatitos en el suelo y se levantó. Su expresión pasó de alegre a enfadada en cuestión de segundos.

— ¿Qué te pasa? —preguntó el Rey a modo de saludo.

Al parecer Krist no había hecho un buen trabajo disimulando su pena.

—Nada. Estoy bien. Hace un par de días que no me encuentro muy bien. Creo que tengo un poco de gripe —respondió.

El Rey le tomó el rostro con la mano y lo miró fijamente a los ojos.

—Mi niño, para mí eres siempre motivo de satisfacción. Sin embargo no eres un buen mentiroso. Lo que veo en tus ojos no tiene nada que ver con la gripe. Dime qué te preocupa —la preocupación del Rey era más de lo que podía resistir.

A Krist se le llenaron los ojos de lágrimas que fue incapaz de reprimir. Cerró los ojos y le contó la verdad.

—Me estoy muriendo por dentro —susurró Krist. —Por favor, Majestad. No me obligue a quedarme aquí.

El Rey lo guió hacia el banco.

Cuando estuvo sentado le pasó a uno de los gatitos. Krist le acarició la suave piel y sintió el calor del cuerpecito del animal. El cachorro se acomodó en la palma de su mano y cuando Krist se lo llevó al pecho comenzó a ronronear.

Krist sonrió entre lágrimas.

—Es precioso —susurró Krist acariciándole la cabeza.

—Éste tiene mucho carácter —aseguró el Rey tomando asiento a su lado y agarrando al otro gatito. —Su madre es una de mis gatas favoritas. Tiene mucho corazón. Creo que ésta será su última camada. Cuando sus cachorros crecen y se los regalamos a alguien ella sufre mucho. Se pasa semanas triste. A veces ni siquiera come y tengo que darle yo mismo el alimento. Al parecer nadie le ha dicho que soy el Rey —aseguró encogiéndose de hombros.

—Por lo que cuenta tampoco le importaría, seguramente —comentó Krist entre sollozos.

—Seguramente no —dijo el rey con una mueca antes de volver a ponerse serio. —Por mucho que me gusten sus gatitos no podría soportar verla pasar por esto de nuevo. Su infelicidad me duele. Es sólo una gata —continuó mirando a Krist. —Tú eres el hijo de mi corazón. Cada día que no estés mi corazón sangrará un poco. Pensaré en ti a menudo. Llegado el momento tendremos que llegar a un acuerdo en lo concerniente a mi nieto. Pero por ahora eres libre de marcharte —dijo el Rey con la mirada triste.

Krist no entendía bien a qué venía la historia de la gata. Pero ahora que tenía permiso para salir de la isla, la losa que le oprimía el pecho pareció algo menos pesada y fue capaz de respirar.

[Terminado] El Secreto Del PrincipeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora