✾ CAPITULO 10 ✾

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✾ CAPITULO 10 ✾

Aduciendo que estaba exhausto, Krist se escapó de la fiesta poco después de cenar. No podía evitar comparar su pequeño banquete, organizado a toda prisa, con la recepción que siguió a la boda de New.

Desde luego no podía culpar a nadie que no fuera él mismo de aquellas circunstancias tan diferentes.

New había sido lo suficientemente inteligente como para enamorarse de alguien que también estaba enamorado de él. Y como para no quedarse esperando un hijo. Krisy se detuvo en medio del pasillo sin saber muy bien qué dirección tomar.

Entonces recordó que uno de los criados le había informado de que trasladarían sus cosas a la suite del Príncipe durante la ceremonia. Esperaba que nadie hubiera abierto las cajas que habían llegado de Bahania y se preguntó qué cara pondría Singto si viera su colección de ositos de peluche. No era algo que pegara demasiado con su exquisita decoración de interiores.

Krisy giró a la izquierda en el siguiente pasillo y se detuvo frente a la puerta de Singto. Su puerta también a partir de aquel momento, recordó. Su mundo. Su vida.

Entró y cerró tras él. Había visto el salón de la suite al menos una docena de veces y seguía resultándole extraño. Se fijó en los muebles oscuros, en las pinturas originales de la pared y en las vistas, que eran parecidas a las de su antiguo dormitorio.

Sabía que aquella suite tenía una disposición distinta. Constaba de tres dormitorios en lugar de dos. La habitación principal era más grande y había dos estancias pequeñas al otro lado del salón. Krist fue hacia allí.

En la habitación de la izquierda se había instalado un despacho. La ausencia de papeles en el escritorio y el polvo que tenía la pantalla del ordenador daban a entender que Singto no trabajaba allí. Su despacho actual estaba a menos de cinco minutos andando, por lo que era lógico que fuera hasta allí cuando tenía que trabajar.

La segunda habitación estaba situada en una esquina del palacio que tenía vistas al mar y a los jardines. Estaba completamente vacía a excepción de un armario de doble cuerpo. En las paredes tampoco había nada. Krisy no recordaba haber estado nunca allí, pero sabía que la habían vaciado para el bebé.

Se llevó la mano al abdomen y lo acarició con suavidad mientras se giraba para echarle un vistazo al lugar. Era fácil imaginarse una cuna apoyada en la pared del fondo y un cambiador entre las ventanas. A la larga, cuando tuvieran más hijos, y no tenía ninguna duda de que Singto querría tener muchos, tendrían que trasladarse a una de las suites familiares.

Pero por el momento aquello sería su hogar. Krist se acercó a la pared y acarició la suave superficie.

¿Qué color sería más adecuado?.

Tal vez un amarillo pálido. O quizá debería dejarla en tono crema y colocar una tira de papel pintado. Tal vez de ositos, para que pegara con su colección. Cerró los ojos e imaginó el sonido de los suspiritos de su hijo. Aspiró el dulce aroma de su piel y de los polvos de talco, sintió la suavidad de las sabanitas de algodón.

Se apretó suavemente el abdomen con los dedos como si pudiera tocar a su hijo.

—Te prometo que estaré aquí para ti —susurró Krist.

Sabía que aquello era la cosa más importante que podía hacer por su hijo: darle a sus padres y que lo quisieran. Aunque dudara mucho de la capacidad de Singto para amarlo estaba seguro de que sería un buen padre.

Si para darle a su hijo el mejor comienzo posible tenía que renunciar a su propia felicidad, lo haría.

—Me preguntaba dónde te habías metido.

[Terminado] El Secreto Del PrincipeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora