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Mientras subía aquellas escaleras oxidadas y notablemente peligrosas, comencé a plantearme si sería correcto o no intentar hablar con ella. Admito que lo dude por unos segundos, así descubrí que Iria es de las pocas personas con las que me cuesta afrontar una conversación. Es extraño, pero decidí dejar de cuestionarlo y no echarme atrás. Si la he cagado, es mi responsabilidad hablar con ella ahora.

La castaña se encontraba fumando con la vista fija en la calle y las personas que pasaban. No esperaba algo diferente, es probable que me mande a la mierda, pero debía intentarlo.

- Lo siento. -dije incorporándome también sobre la valla.

El silencio después de eso duró apenas unos segundos, pero para mi una eternidad. Detesto esas cosas. Primero no logro hablar con mi madre y ahora esto, y ni siquiera la conozco realmente.

- Lo sé.

Le dio una calada al cigarro para luego mirarme.

- Los dueños van a negarle el paso. No te preocupes.

Asentí. Su actitud me sorprendió, la verdad es que parecía bastante tranquila.

- Iria. -expresé al cabo de unos segundos. Volvió a mirarme y dejó escapar un poco de humo entre sus labios- ¿Ese tipo... te ha hecho daño?

Negó y se acomodó un poco. Me observó por unos segundos, parecía estar pensando demasiado.

- No exactamente a mi. -dijo al fin con la mirada algo pérdida esta vez- ¿De verdad quieres saber?

Me encogí de hombros y alcé un poco las cejas.

- ¿Aquí estoy no? Desde que hablamos por primera vez no se nada de ti, Iria.

- Si quieres huir mejor que sea ahora, porque si lo haces al final de la historia te odiaré aún más.

Suspiré.

- Vaya que es difícil hablar contigo...

- Bueno, nunca tuvimos una conversación del todo seria. Ahora lo sabes. -estableció- Será sin rodeos.

- Menos mal. -reí.

- Mi madre esta en la cárcel. -escupió sin más, sin esperar nada pero a la vez dándome unos segundos para comprender. No dije nada, esperé a que continuara- Espero que no sea demasiado para ti porque de eso se trata todo.

Asentí y miré hacia un costado.

- Va siendo hora de que dejes de subestimarme.

Nos mantuvimos en silencio unos segundos. Apagó el cigarro y volvió a mirarme.

- A ella jamás le gustaron las reglas, ni las rutinas... al principio todos creen que es una hippie a la que le apetece vivir la vida. Eso si sería cool. -rió un poco- Pero no es la realidad. Nunca nada fue suficiente, supongo. Crees que si tienes lo que quieres podrás ser feliz y salir adelante pero... sorpresa, no siempre es así. El alcohol fue lo primero. -hizo una pausa- Allí cayó de a poco... Mientras tanto conoció a mi progenitor, un tipo con dinero... y vaya que tenía. ¿Lo imaginas? Todo un señor de negocios, serio, narcisista y mujeriego... No lo he conocido, por suerte, todo lo que sé fue por mi abuela. -sonrió- Que en paz descanse. En fin, todo parecía ser una película romántica extremadamente cliché hasta que... pum. -hizo un chasquido con sus dedos- La realidad golpeó sus puertas. Detesto a los ricos, un gran monto de dinero y ya lo tenéis todo.

Fruncí el ceño.

- ¿Por qué siento que intentas decírmelo a mi? -intervine sin pensarlo. Me arrepentí rápidamente pero era tarde.

La chica del bar. [lgbt]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora