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Llevaba varias mañanas despertando con Álvaro a mi lado, luego de aquel último encuentro con Iria en el apartamento no he sentido más que culpa. Me sorprendió que el no reprochara nada sobre la mentira, quizá justamente por eso me siento en deuda... se que no esta bien, pero al fin y al cabo lo ha dejado pasar, y siendo el en cualquier otro momento habría hecho un escándalo. Y ni hablar del suceso en el aparcamiento, todo eso invadía mi paz, nunca he tenido demasiada pero esta vez me sentía aturdida por mis propios pensamientos. Si se hablara de paz, no es verdad que no he tenido, pero a lo mejor no la paz que merezco. Y ahí va de nuevo, más dudas. ¿He estado realmente en paz todo este tiempo o simplemente he obedecido?

Pensar estas cosas en este preciso momento no es la mejor opción, ya que para mi sorpresa todavía tengo preocupaciones de sobra. Álvaro me observaba cruzado de brazos sobre el marco de la puerta de mi cuarto. Todavía sin camiseta y recién levantado.

- Es que no te entiendo, Mia. -negó- ¿Te molesta verme aquí? ¿Es eso? Porque soy tu novio, y si...

- No es eso, Álvaro. -insistí sirviéndome la segunda taza de café- Es solo que... no es correcto lo que ha hecho mi madre, nada más. No me molesta verte aquí, nos lo pasamos bien estas noches que te has quedado pero... -suspiré ya rendida de mi misma- No puede darte la llave de mi apartamento sin primero consultarlo conmigo, ¿comprendes? -fruncí un poco el ceño- No esta bien que tome decisiones por mi- mascullé.

- Es tu madre, yo tu novio, la verdad no veo el error. ¿O es que soy una molestia para ti?

- Claro que no. -volví a dejar el café sobre la mesada- ¿Por qué crees que todo pasa por ti?

- Comienza a cansarme todo esto, Mia. Intento ser comprensivo contigo pero no lo entiendo, se que quieres privacidad pero también puedes compartirla conmigo.

Técnicamente no, ya que dejaría de serlo. Suspiré.

- No es solo eso. Siempre hay un límite y... aún somos jóvenes. ¿No crees? -me acerqué a el con intenciones de calmar las cosas. Acaricié su rostro tomándolo por sorpresa y noté como relajó los músculos de la cara.- Tenemos mucho por delante, ¿por qué la prisa? -sonreí intentando sonar lo mas sensata posible- Siempre hemos cumplido los caprichos de nuestros padres, y no digo que esté mal, ¿pero realmente es lo que deseamos? -hice una pausa algo dudosa. No tenía idea de lo que estaba haciendo.

- No lo entiendo... -frunció el ceño algo confundido- Hemos tenido la adolescencia más... adolescente posible. -rió un poco- ¿No crees? Quiero decir, ¿te ha faltado algo? Un novio que te desea, fiestas, amigos... siempre has sido popular. Por mucho que odie decirlo todos te han deseado siempre. -masculló la última oración tensando un poco el mentón- Y aún así, con todo eso incluido, siempre has sacado buenas calificaciones. No entiendo tu punto.

- Es que no me refiero a eso. Eso... ha estado bien. -dije en un tono más bajo y apartando un poco la vista- Pero tenemos veinte años Álvaro, no treinta. No hace falta seguir absolutamente todos los pasos de nuestros padres, ¿no? Somos una bonita pareja y... nos queremos. ¿Por qué arruinarlo?

- ¿Crees que mudarnos juntos lo arruinaría? -se apresuró a decir.

- No, yo... no lo sé. -me encogí de hombros algo pensativa- ¿No quieres un poco más de... acción antes de eso?

Sonrió a medias y se acercó un poco.

- ¿Insinúas que no tienes suficiente? -cuestionó.

- No me refería a eso. -reí.

Besó mis labios por unos segundos presionando un poco mi trasero y sonrió.

- Puedo darte acción si quieres. ¿Te gustaría... llegar tarde a clase por un asunto de último momento? Eso si que no sería usual en ti, y requiere acción.

La chica del bar. [lgbt]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora