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Mi padre llevaba casi media hora al teléfono. Iba de aquí para allá en el patio trasero. Durante la conversación intenté preguntar a mi madre si algo no iba bien, pero es muy buena para evadir temas. Supongo que nos parecemos en eso.

A pesar de que me gustaría marcharme ya, no podía dejar todo en la nada. Me había propuesto plantarle cara y lo único que había hecho hasta hora es comportarme como una cobarde. Y últimamente empiezo a cansarme de ese papel en mi vida.

- No me importan las razones. -me atreví a decir saliendo ya de mis pensamientos.

La discusión comenzó porque decidí preguntarle con que permiso le dio una copia de mis llaves a Álvaro. Ella me observó casi horrorizada, como si le aterrara que me defendiera.

- Está mal, y lo sabes. -añadí- Yo no voy por la vida regalando las llaves de tu casa a las personas.

Rió.

- Y menos mal, si no ya bastantes problemas tendrías. -hizo una pausa y le dio un sorbo al trago. Porque así es mi madre, el que sea un trago caro justifica beber a cualquier hora de la tarde- La madre soy yo, y Álvaro no es cualquier persona. ¿O me equivoco?

- Es que da igual, es mi vida. ¿No crees? -fruncí el ceño.

- Y por eso lo hago, cariño. -insistió con hipocresía y descaro- Es exactamente por eso que me preocupo tanto. Soy tu madre, quiero verte crecer... Llegar al lugar que mereces como un miembro de esta familia.

Suspiré.

- No entiendo que tiene que ver eso con...

- Que no puedes seguir esperando. -me interrumpió en un tono menos calmado- ¿O es que no lo entiendes? Cumplirás veintiún años, tienes un trabajo en el mejor gimnasio de la ciudad y la jefa es tu propia madre, vas a la universidad y además tienes un novio adecuado. ¿Por qué seguir esperando? Cuando termines los estudios serás independiente y podrás replantearme mis consejos, no ahora.

- ¿Adecuado? ¿Y... qué es adecuado para ti, madre?

Sonrió y dejó la copa sobre la mesada de la cocina.

- No sé, dímelo tu. Porque al parecer nada es suficiente. -negó un par de veces con la cabeza y me observó pensativa- ¿Te ha faltado algo alguna vez? -cuestionó con cierta frustración, probablemente fingida- Porque que yo sepa aquí se te ha dado todo, y lo sabes muy bien. ¿Sabes cuántas de tus amigas querrían tener lo que tu tienes?

- Es que no me importa. -sonreí casi sin poder creerlo- No voy por la vida pensando en lo que no tienen los demás. Lamento que no compartamos pasatiempos. -expresé con enfado- Todo lo que tengo lo he ganado, he pagado mis cosas siempre y...

- Te equivocas. Una parte de tus estudios es gracias a nosotros. -intervino con satisfacción- Pero entiendo que lo pases por alto, si es que últimamente solo te portas como una desagradecida. Lo tienes todo y te quejas de que tu novio quiera pasar tiempo contigo.

- Tampoco he tenido demasiada opción con mis estudios, ¿sabes?

- ¿Qué quieres decir? -inquirió casi de manera demoniaca.

Suspiré ya casi rendida.

- Nada. -contesté- Pero no lo sabes todo, mamá. ¿Qué tal si... Álvaro fuera infiel? No digo que lo sea pero, imagina que lo es, ¿seguirías idolatrándole?

Chistó y volvió a servirse de la botella brillante. Fingió pensar por un momento y volvió la vista hacia mi.

- No puedes esperar la perfección, ¿o no?

Alcé las cejas atónita. Todo era analizable en esta situación ya que... técnicamente ambas estábamos siendo hipócritas.

- No lo dices en serio...

La chica del bar. [lgbt]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora