Capitulo 4

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Empuje la puerta y solté el picaporte. Mi hermana se levantó, había estado sentada todo este tiempo, le costo un poco levantarse, tuvo que usar las manos para ayudarse. Di un paso hacia ella, noté que abrió la boca, iba a decir algo, pero antes de que lo haga me abalance sobre su cuerpo, abrazándola con algo de fuerza, no quería perderla, no quería estar solo otra vez. Me siento como un niño, estoy perdido, con miedo, pero como siempre, ella es mi salvación. Me devuelve el abrazo, acariciando con cuidado mi cabeza.

—Tranquilo, todo esta bien, estamos juntos—. Dice con voz dulce, haciéndome sentir mas seguro.

Cierro los ojos aún abrazándola, mi garganta duele mucho y eso acorta mi respiración. Mi cuerpo tiembla, es difícil estar parado, a pesar que mi hermana me este sosteniendo con el abrazo, necesito apoyarme de algo que pueda aguantar mi peso.

—¿Te gustaría ir a mi cama?— Preguntó como si supiera que no puedo mantenerme mucho mas tiempo así —. Puedo prepararte leche con chocolate.

Intento responder que si, pero lo único que sale de mi boca es un susurro quebrado por el llanto. Me siento horrible, seguro me veo tambien muy mal, por suerte no hay muchos espejos en casa, un día mi hermana los sacó, aunque no estoy seguro del por que.
Brigitte dejo de abrazarme, por lo que hice lo mismo, pero apoyándome en la pared para no caer. Ella extiende su mano y toma la mía con delicadeza. Miro nuestras manos juntarse, la suya es algo mas pequeña y bronceada, en cambio la mía es mas delgada pero también mas grande, mis dedos son largos y finos, escuché algunas veces que tengo manos de pianista, pero no se a que se refieren, o el por que para ser pianista necesitas un tipo de mano en especial. Mi piel es muy blanca, lo que hace que algunas lastimadúras, muy chicas en realidad, se noten mucho mas, como quemaduras por no tener donde mas apagar los cigarrillos, o algunos moretones y cortes por golpear la pared. Levanto la mirada para ver su rostro, estaba sonriendo, pero no era felicidad o tranquilidad, era preocupación, esa sonrisa rendida, cuando ya no sabes que mas hacer, como seguir ¿Provoco eso en ella? Claro que si, lo hago, desde siempre es ella quien me cuida, no debe tener muchos amigos, no recuerdo haber visto que traiga a alguien a casa, sale pocas veces y la mayoría es solo para hacer ejercicio o ir al mercado a comprar comida o cosas para mi.
Volví a abrazarla, de verdad le arruine la vida, se la arruine, siempre está pendiente de mi ¿hay algún espacio para ella misma en su vida? Me siento terrible, soy un monstruo, un monstruo egoísta.

—Perdón —. Susurro con la poca voz que me queda.

Quiero que ella sea feliz, de verdad lo quiero, si pudiera dar mi vida por su felicidad lo haría, pero estando vivo no se como ayudarla, intenté algunas veces, incluso intente encontrar trabajo, nunca me aceptaron en ninguno.

—Tranquilo, no hay nada de lo que te tengas que disculpar —. Dice con voz suave ella volviendo a acariciar mi cabello.

Se que si lo hay, tengo que disculparme por muchas cosas, demasiadas. No puedo dejar de llorar, mi pecho se siente como si lo hubieran golpeado con fuerza, como en el servicio militar, pero la diferencia era que ahora nadie me había pegado en realidad.

—Vamos, vamos a la cama —. Pidió mi hermana otra vez, tal vez le peso demasiado.

Asiento con la cabeza un poco y, a pesar que no quiero soltarla, lo hago para poder caminar a su habitación.
Con cautela ella me lleva hasta ahí, cuidando que no caiga, despacio y sin dejar de mirarme. Abre la puerta para hacerme entrar, nuestras habitaciones son en realidad del mismo tamaño, pero la mía parece mucho mas chica, tal vez es el desorden.
Me sienta en la cama y mientras me deja para que me saque las zapatillas toma una toalla y tapa con esta la televisión. Ella sabe que no me gusta ese aparato, me da mucho miedo, me parece extraño. De chicos, nuestro padre tenía una, no lo recuerdo muy bien, pero el ruido alto me molestaba, hacia que la cabeza me duela, él se enojaba con esa caja con imágenes y gritaba, a veces golpeaba cosas, recuerdo también que una vez le tiró una botella, mi madre estaba cerca y la golpeó fuerte, eso me asustaba mucho, por eso nunca me acerqué a esa cosa.

—Var, ¿necesitas ayuda? —. Hablo mi hermana.

Levante la vista para mirarla a la cara, otra vez me había quedado quieto mientras pensaba. Ella sonrió un poco y se agachó, desatando los cordones y quitándome las zapatillas. Otra vez ella hace algo por mi, otra vez soy tan inútil que no puedo ni hacer algo tan básico como eso.

HeimwehDonde viven las historias. Descúbrelo ahora