εφτά

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Oh, las goteras de esa pequeña habitación del barco eran algo que Shang Qinghua sin ninguna duda no extrañaría.

Ese molesto sonido se había metido en el fondo de su cabeza llevándolo a soñar con él incluso ahora, que se suponía que no estaba en el barco.

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No eran gotas, sólo su imaginación.

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Porque era su imaginación ¿no?

Clap
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Exasperado Qinghua decidió abrir los ojos para encontrarse cara a cara con la mirada penetrante de unos ojos totalmente negros.

La criatura abrió la boca y exhaló un aire asqueroso que revolvió las tripas de Shang Qinghua.

Asustado y somnoliento Qinghua se arrastró para chocarse contra una pared rocosa.
Miró entonces más a fondo a la cosa con la que hasta hace a penas unos segundos había compartido aire.

Parecía una pequeña montaña de color rosa similar a la carne y de aspecto viscoso. Una gran nariz destacaba en su cara dándole un aspecto aun más horripilante, mientras que sus ojos eran como dos botones de color carbón.

Ya sin el efecto del sueño, Qinghua razonó su situación de la manera más lógica posible.

Lógica...

¿Lógica?

Entonces, de una forma lógica, un pez gota, proveniente de Australia, de las profundidades marinas estaba delante suyo, lógicamente por su supuesto.

Bien,  bien...

Shang Qinghua decidió no prestarle más atención al pez que lo miraba con una expresión triste.

No me mires así, yo no tengo la culpa de que estés aquí, es decir acabo de despertarme y ni si quiera sé dónde estoy.

Se levantó con cuidado y observó a su alrededor para encontrarse con peces, y lo que no parecían peces sobre el frío y húmedo suelo.

Qinghua contuvo un grito, casi todos tenían un aspecto fiero, grandes y afilados dientes decoraban la dentadura. Amontonados en montañas y de diferentes tamaños se encontraban allá donde Qinghua moviese la mirada.
No se movían ni tampoco respiraban, el único que seguía con vida y a malas penas era el pez gota quien seguía abriendo la boca levemente y probablemente ya en sus últimas.

Shang Qinghua miró entonces a su alrededor, a su derecha había agua, cristalina y celeste, cuyos reflejos iluminaban las paredes rocosas de la ruta.

Encontró entonces unas escaleras ascendentes, cuando fue hacia ellas oyó una gran exhalación.
Volteó la vista para encontrar a su viscoso compañero intentar moverse hacia el agua.

Con un suspiró y conteniendo las ganas de vomitar ante el tacto, Qinghua decidió ayudarlo a alcanzar su meta, dándole un pequeño empujón e intentando no prestarle mucha atención a la sensación viscosa en sus manos.

Una vez que el pez, o lo que fuera eso, volvió al agua, Shang Qinghua subió por las escaleras.

"— Oh Qinghua, buenos días." - Shen Qingqiu lo saludó despreocupadamente-  "— ¿Has comido?"

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