Me llamo Trevor y vivo con mi madre junto a mi hermana pequeña Phoebe en Anderson East Estates en Barneson Street en Chicago. Al principio sobrevivimos con lo poco que teníamos. A veces debíamos de restringir los gastos para llegar a fin de mes si queríamos pagar el alquiler del apartamento.
Incluso en ocasiones mi madre me cortaba el cabello, porque me crecía demasiado.
Nuestro problema llegó cuando mi madre fue despedida de su trabajo. Lo peor, nos desahuciaron por no pagar lo que debíamos al casero. Ella no era capaz de admitir que estábamos arruinados.
Siempre ha sido fuerte, ante las adversidades, buscaba el lado bueno de las cosas. Ya que, desde que nos abandonó nuestro padre, el peso de la familia recayó sobre ella. De modo que nos tocaba sobrevivir con los recursos que teníamos a mano.
A la mañana siguiente, cuando creía que el día iba a ser peor aparece mi madre feliz, nunca lo había visto de esa manera tan risueña. Lo único que sé es que una llamada lo cambió todo.
—Chicos, nos vamos a Summerville, Oklahoma.
Contemple a mi hermana pequeña Phoebe, quien me devolvió la mirada un tanto desconcertada ante la nueva noticia.
-¿Por qué? Qué se nos ha perdido en Summerville.
Entonces mi madre nos hizo sentarnos en el sofá de la sala de estar, así explicar por encima las nuevas noticias, que nos había cambiado la situación actual en la que vivíamos.
-Herede unas tierras. Que mi padre me dejó. —Hizo una pausa larga y añadió con rapidez para no prolongar el momento.
Vuestro abuelo Egon. —Mi madre nunca nos habló de su padre. En realidad, es todo un misterio lo que esconde nuestros antepasados.
Por eso, resulta difícil creer que alguien nos echara una mano en una situación como esta.
Cuando en verdad, estamos con la soga al cuello. Igual este cambio nos vendría más que bien.
-¡Genial! Voy a hacer las maletas.
Luego más tarde nos despedimos de la que fue nuestro hogar en Chicago.
-Podría haber sido peor. Dormir bajo un puente o vivir en la calle o cualquier motel de mala muerte –
Mi hermana me miraba con cara de no querer mudarse a ninguna parte. Yo sabía que no era precisamente muy sociable y le costaba mucho relacionarse con las personas. Pero no había otra manera que hacer lo que nuestra madre quería que hiciéramos.
Así que eche todo dentro del maletero. —Todo va a salir bien. Además, tendremos otra vida, y nuevos amigos.
Ya montado en el coche escuchamos como mi madre hablaba entusiasmada de proyectos futuros, parecía estar segura de que a partir de ahora, todo nos iría muy bien.
Cuando llegamos a la supuesta casa no pude evitar hacer una broma ante la apariencia de la que sería nuestro nuevo hogar espeluznante.
– Quién vive aquí ¿La familia Adams? –
Al abrir la puerta del coche vi aquella casa por fuera, tenía el kit completo de ser el hogar más aterrador de todo Summerville. Había un enorme cobertizo y unos depósitos de agua, aparte de un gigantesco árbol, y un montón de autos viejos sin motor ¿A qué se dedicaría el abuelo?
Cuando entramos en la casa el suelo crujía debajo de nuestros pies. Apuesto mi cabeza que las termitas se dieron un festín con esa madera cuyas vigas parece venirse abajo en cualquier momento.
-¡Ah! Es peor de lo que imaginaba. — Mi madre se asomó por la puerta.
Aparentaba como estar recordando algo de su niñez mientras miraba una vieja fotografía de nuestro abuelo y compañeros de trabajo.
Tenía esa misma expresión cuando abandonamos Chicago.
Pese a sus años mi madre siempre se ha cuidado mucho, rubia, esbelta figura. Ella tiene los ojos claros, al igual que mi hermana pequeña, Phoebe. Yo los tengo marrones como mi padre, la verdad, apenas sé mucho de él ni tampoco quiero.
Estaba tan distraído en mis pensamientos, mirando aquella destartalada casa cutre, en la que debíamos vivir. Qué me pilló por sorpresa el terremoto.
-Abajo ¡Rápido! —Grito mi madre.
Descolgué la mochila con rapidez para meterme bajo la mesa. Los tres apelotonados esperando a que cesará el temblor.
- Oye, recuérdame ese verano cuando morimos debajo de una mesa.
Tan pronto como terminó nos sacudimos el polvo de nuestras ropas.
-Hogar dulce hogar. Tener cuidado al subir las escaleras o nos encontramos con el piso de abajo. —Respondí con sarcasmo.
-¡Trevor! – Me regaño mi madre, quien parecía más optimista que de costumbre.
-Hay un cobertizo afuera – dijo Phoebe, asomándose por la ventana. — Sí, seguro que debe estar repleta de cacharros. De tela de arañas... Oye, igual para Halloween podríamos usarlo – Mi hermana rodeo los ojos, porque no aguantaba mucho mi sentido del humor especial – ¿Qué? Desde afuera da bastante repelús. Menos mal que no hay fantasmas.
Mi hermana subió a la parte de arriba buscando su habitación, detrás iba en cabeza. Al fin encontré el que sería mi cuarto —Me quedo con esta. — Abrí la puerta que crujió como unas de esas casas de películas de terror de los años 80.
-Espero encontrarme con un fantasma que me dé los buenos días. Porque me olvidé de un despertador
Mi madre se asomó para ver cómo no los arreglábamos, y si no habíamos muerto aplastados porque se nos cayó el techo encima.
-Una vez limpia, la veremos de otra manera. Por lo pronto, necesito tablas para el agujero, y algunas cosas más. ¿¡Ah! Por la mañana me acercaré para ver en qué colegio inscribiros
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Cómo acabé siendo un Ghostbuster
Science FictionHace una semana que la familia de Trevor fueron desahuciados. Justo entonces, su madre heredó unas tierras en Summerville, Oklahoma. ¿Podría ser que no fuera una coincidencia? Tal vez todo estaba planeado de modo que descubriera su vínculo con los...