xxi. another brick in the wall

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capítulo veintiuno: otro ladrillo en la pared

capítulo veintiuno: otro ladrillo en la pared

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La luz del sol se las arregló para pasar entre las ranuras que le permitían los frondosos árboles que componían al Bayou; esa mañana la brisa era más fría que nunca siendo quizás la sensación de que la batalla estaba por arribar la que propiciaba aquel sentimiento más frío,  a su caminar las hojas caídas de los árboles quedaban aplastadas bajo sus pies. Los pensamientos de Alexandra deambulaban de un lado al otro sin rumbo fijo, pues así había sido desde la noche anterior cuando una vez más, la privación del dormir fue lo que la llevó a caminar con la esperanza de despejar su mente.

Pero para ella fue tarea imposible, puesto que, su mente no se detenía.

Por lo que después de un buen rato de caminar por el pantano, sus pies la llevaron a donde su mente ni lo pensaba, la casa de Mary Dumas se encontraba ahora a la espalda de Alexandra para cuando ella se detuvo más temprano ahí. Quizás necesitaba un respiro o simplemente alguien que no hiciera tantas preguntas, ya que Hayley no paraba de hacerlas, a lo que Alexandra no tenía respuesta a ninguna de ellas.

—He traído té —la voz profunda a sus espaldas fue la que sacudió su soledad. Para cuando la joven Alfa se dio vuelta Nathaniel Labonair se hallaba a unos pasos de ella con dos tazas en mano, la de su mano derecha estirada en su dirección —. Mary a dicho que lo necesitarías. —después de analizarlo, Alexandra asintió para tomar la vasija recibiendo la calentura de la misma. Un breve sorbo le dio antes de volver la mirada al frente.

Por el rabillo del ojo pudo ver como Nathaniel se poso a su costado. —¿Te contó, no es así? —un largo silencio pasó para cuando la interrogante abandonó los labios de Alexandra. El lobo siguió con la mirada clavada en el lago para cuando asintió.

—No la culpes a ella, le he preguntado que te a pasado. No es normal que alguien deambule en el Bayou durante la madrugada —expuso. Siendo así lo sucedido, la Alfa no se dio cuenta que horas eran para cuando tocó la puerta de la señora Dumas, después de ello, decidió sentarse a la orilla del lado —. Pero el pantano es un lugar silencioso, a diferencia de la ciudad. Te ayuda a despejarte, a pensar.

—A veces olvido que residiste aquí por un tiempo. —alegó dando otro sorbo a lo que Nathaniel bajó la cabeza. Claramente ese era su recuerdo menos favorito, pero para Alexandra era la prueba de que las personas merecían segundas oportunidades. La Alfa lo miró —¿Qué se sintió cuando viviste aquí? —indagó. Esa pregunta era una de muchas que le arrebataban el sueño, el lobo frunció el ceño —. Hablo de antes de la maldición, cuando eran una manada.

Nathaniel volvió la mirada al frente con una sonrisa, una sonrisa que Alexandra jamás había visto.

—Era algo especial, a pesar de que habíamos sido apartados hacía el pantano, aprendimos a convivir más como una manada. A sentir unos por los otros, a cuidarnos —tomó una inhalación los recuerdos eran algo difícil de rememorar, puesto que, no todos ellos eran bonitos —. Por un tiempo fuimos inseparables. Aiden, Jack, Oli. Éramos hermanos —miró hacía la cabaña —. Cuando mis padres fallecieron la noche de la sublevación, Mary se encargó de mi aún cuando la manadas decía cosas —sonrió con pesar —. A ella no le importó, ella decía que solo era un niño y que...

² 𝐖𝐈𝐂𝐊𝐄𝐃 𝐁𝐋𝐎𝐎𝐃 | Klaus Mikaelson ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora