I.

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Narra Calum.

En el momento en el que me llegó su mensaje, pensé que era una broma. Es decir, ¿la chica de la que había estado enamorado desde primaria y no veía desde hacía como dos años ahora me enviaba un mensaje preguntándome que si nos veíamos?

Michael decía que era normal, éramos mejores amigos y era normal que quisiera verme, después de casi dos años sin apenas podernos hablar entre la banda y sus estudios. Pero yo seguía sin poder creérmelo.

Aunque ya no estaba enamorado de ella -la había superado con el tiempo-, tenía muchísimas ganas de verla. Tantas que llegué diez minutos antes.

Si no había cambiado, ya debía estar allí, al menos hacía dos años, cuando quedaba con alguien que sabía que era puntual, llegaba cinco o diez minutos antes y así le daba tiempo para escuchar dos o tres canciones con los auriculares blancos que siempre llevaba encima y pensar sobre qué podría hablar o cualquier otra cosa. Era bastante tímida y no se le daban bien las palabras, incluso conmigo, que fui su mejor amigo desde primaria.

Esperé tres minutos en el coche por si acaso, y cuando no aguanté más, salí.

Miré a través de la cristalera de la cafetería y allí estaba, no había cambiado nada. Estaba sentada en una de las mesas del fondo, cruzada de piernas y apoyada sobre la mesa leyendo algo.

Llevaba sus auriculares en sus oídos, y creía poder escuchar la música desde donde estaba. Siempre se ponía la música a todo volumen, y yo siempre le decía que se iba a quedar sorda algún día, y ella siempre me respondía que si se iba a quedar sorda, que mejor que fuese escuchando música.

Tenía su pelo castaño echado a un lado y no parecía maquillada, llevaba unos vaqueros pitillo, una camiseta gris de mangas cortas y unas zapatillas, o converse o mustangs, eran sus favoritas, y apostaba lo que sea a que estaban llenas de dibujos o palabras como todas sus zapatillas.

Vi cómo guardaba las cosas en una mochila que había en la otra silla y se quitaba los auriculares.

Giró la cabeza y se movió su pelo, cayendo despreocupadamente por sus hombros, lo tenía más largo y más liso que de costumbre, me miró y en ese momento, sonreí.

Y ella sonrió, de tal forma que se le veían los dientes. Ya no llevaba brackets. Tenía la sonrisa más bonita que de costumbre.

Sí, seguía malditamente enamorado de ella.

No la había superado y no iba a poder superarla nunca.

Entré en la cafetería y la vi, ahora se había levantado y vino hacia mí para abrazarme.

- ¡Cal!

- ¡Violet!

Envolvió sus brazos alrededor de mí y yo hice lo mismo por sus hombros. Le sacaba una cabeza. Hacía dos años solo era media cabeza más baja que yo. Le di un beso en el pelo y me paré varios segundos, deseando que ese momento no se acabase nunca. El pelo le olía a vainilla.

- Dios mío estás muy alto, soy como un maldito llavero a tu lado. -dijo con su melodiosa risa cuando nos separamos.

- El momento perfecto para ponerte tacones. -sonreí, recordaba que le encantaban los tacones pero nunca se los ponía porque decía que parecía un pato mareado cuando andaba con ellos.

- Además ya he aprendido a andar con ellos, mi vida será muchos más fácil ahora -bromeó animada, tirando de mi brazo hacia la mesa.

- Estás más... -la señalé de arriba a abajo. Tenía un millón y medio de adjetivos que podía decirle: increíble, preciosa, maravillosa, genial, bonita... y aún así ninguno de ellos llegaba siquiera a describir su silueta-... desde la última vez que te vi.

I wanna be yours. {c.h}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora