¿Ryoga tiene novia?

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       Estuvieron toda la semana entrenando en las montañas, dando lo mejor de sí. De cierta forma lo extrañaban, después de todo, Ryoga se mantuvo un año completo fuera de Nerima. A Ranma no le terminaba de convencer eso de que fue por voluntad propia, considerando la horrible desorientación de su amigo. Pero supuso que tal vez deseó recorrer tierras latinoamericanas, al menos durante un par de meses. El problema quizás surgió cuando no tenía la más mínima idea sobre como regresar. Para suerte de Ryoga y por primera vez, se topó con autoridades que lo consideraron un inmigrante ilegal, enviándolo directamente hasta japón. Entonces, luego de un mes, logró llegar intacto al dojo Tendo. Allí tanto Ranma como Akane lo saludaron con entusiasmo y fue el mismo Ranma que le propuso ir a entrenar.
—Oye Ranma —dijo Ryoga, terminando de comer el estofado que él mismo preparó—. ¿Recuerdas a Hiyori? 
—¿Quién? —preguntó Ranma, concentrándose en disfrutar de la comida. 
—Ya sabes, nuestro compañero de clases. El más alto del salón.
—¡Oh! —exclamó—. ¿El que se burlaba de mi cabello? 
       Ryoga se río, era precisamente lo que esperaba comentar. 
—Lo vi durante mi viaje —se burló—. Tiene novio.
       Ranma se atoró en ese mismo instante, golpeando su pecho en reiteradas ocasiones. No podía creer lo que Ryoga le decía, era absurdo. Hiyori era probablemente el más homofóbico que jamás conoció. Siempre lo insultaba por su pelo largo, porque al menos para él, eso era cosa de mujeres. Ranma nunca lo tomó muy en serio, era un imbécil que nadie quería demasiado, y más que odio, solo llegó a sentir lastima por él. 
—Supongo que es cierto eso de que eres lo que odias —dijo Ranma. 
—¿Quién dice eso? —dijo Ryoga, incrédulo. 
—Sabes a lo que me refiero. El pobre tipo parecía empeñado en juzgar la orientación de la gente y al final se debía al temor de aceptarse a sí mismo. 
—Me recuerda a alguien —dijo Ryoga. 
—¿Qué insinúas? —contestó Ranma, sintiéndose inmediatamente aludido. 
       Ryoga se burló de aquel comportamiento, viendo como Ranma no tardó demasiado en fruncir el ceño. 
—¿Sabías que también me molestaba? Creía que fingía perderme para que me acompañaras a casa. Estoy muy seguro que le gustabas en secreto —dijo Ryoga. 
—¡Ah! ¡No vuelvas a decirlo! —dijo Ranma, sintiendo un escalofrió en el cuerpo—. Era horrible. 
—¿Acaso le hubieses dado una oportunidad si era bien parecido? 
       Ranma se cruzó de brazos, esperando que Ryoga admitiera que se trataba de una broma de mal gusto, porque no estaba disfrutando en lo absoluto de esa conversación.
—¿Puedo hacerte una pregunta? —dijo Ryoga. 
—No soy gay —contestó tajante. 
—¿Te pones el parche antes de la herida? —volvió a reír—. Estuve reflexionando sobre el comportamiento de quienes me rodean, tuve bastante tiempo para pensar. Tengo cierta curiosidad con respecto a tu transformación, porque cuando yo me vuelvo un cerdo, sin importar la situación en la que me encuentre, mantengo mi mentalidad humana. ¿Tú igual, no? ¿Sigues siendo un hombre? 
—Acabas de descubrir América —dijo Ranma, sirviéndose más comida.
—Tan agradable como siempre —dijo molesto—. Mi punto es... ¿disfrutas coquetear y vestirte de mujer? 
       Ranma botó su plato al escuchar aquello, siendo lo suficientemente rápido como para atraparlo en el aire, sin derramar gota alguna. 
—¿A qué quieres llegar? Te recuerdo que eres tú el que saca provecho de su maldición y se acuesta con Akane. 
—Si... Pero a mí me gusta ella, ¿cuál es tu excusa? —dijo Ryoga, viendo como el rostro de su amigo se ruborizaba—. Es decir, sé que en esos momentos no te importa porque luces como mujer, pero sigues siendo tú. Bajo ese criterio, no te molesta ser lindo, lo disfrutas.
—Lo uso para manipular, no porque lo pase bien —añadió Ranma. 
       Ryoga sacó un pequeño termo de su bolso, el cual llenó con agua caliente hace menos de una hora. 
—Mira Ranma, si te gusta vestir así, está bien, no debería avergonzarte. Seguirías siendo hombre, aún con un hermoso vestido —dijo, mofándose y llevando a Ranma hasta su limite—. Pero bueno, como veo que tu masculinidad es tan frágil...
—Solo es ropa, no significa nada —gruñó. 
—¿En serio? —dijo Ryoga, sorprendido—. ¿Serías capaz de estar una semana con atuendos femeninos? 
—¡Por supuesto! 
—¿Convertido en hombre? 
       Ranma se quedó quieto, sin saber que responder. Honestamente le avergonzaría aquello. Ser observado era común cuando luchaba, pero vestir así era otro tipo de atención. Él recordaba perfectamente cuando lo golpearon por ello.
—Obvio que lo haría —admitió inseguro—. Es más, podría estar un mes completo así y seguir siendo más masculino que tú. 
       Ryoga se sintió ofendido por unos segundos, al menos hasta entender que ese era un buen momento para apostar. Extrañaba las competencias y probar los límites de cada uno, sobre todo cuando arriesgaban cosas importantes. 
—¡Es una apuesta! —exclamó Ryoga—. Si pierdes... deberás anular tu compromiso con Akane. 
—¡Debí adivinar de que se trataría de algo así! 
—¿Temes no ser capaz? —dijo, en tono burlón. 
—Temo que la familia Tendo me destierre —dijo asustado—. Tú no los conoces. ¡Akane me mataría! 
       Ryoga se sirvió té en una taza, luciendo increíblemente calmado. 
—Ya veo... —susurró Ryoga—. Veo que los años te han vuelto un cobarde sin honor. 
       Ranma tiró su taza al suelo, tomando a Ryoga del cuello de la camiseta. 
—Es fácil decirlo cuando no pierdes nada —pronunció, teniendo cierto tic en el ojo—. Hagamos algo, p-chan. Lo haré, solo si tu logras estar un mes sin extraviarte. Pero si pierdes... Deberás decirle a Akane que tú y su estúpido cerdo son uno. 
       Ryoga sintió en ese mismo instante que todo se derrumbaba frente a él. Casi pudo imaginar la dramática escena, la de él reuniéndose con Akane para contarle tan dolorosa verdad. Ella quedaría en shock, sus lágrimas caerían y comenzaría a cuestionarse cada instancia en la que lo tuvo frente a él. "Sería demasiado para un corazón tan frágil como el suyo", pensaba Ryoga, mientras una triste melodía sonaba en su mente. 
—¡No es justo! —gritó él—. ¡Es una condición! ¡Es como si me pidieras que dejara de respirar! 
—Ya veo... —dijo Ranma, soltándolo—. Veo que los años te han vuelto un cobarde sin honor. 
—¡¿Te atreves a usar mis palabras en mi contra?! —exclamó molesto. 
—No lo sé p-chan, ¿lo hago? 
       Ryoga le dio un golpe en la cabeza, pero Ranma solo sonrió. 
—¡Acepto! —dijo finalmente Ryoga, liberando un suspiro—. Pero necesitamos condiciones, ya sabes, para evitar problemas externos. 
       De inmediato llegaron a un acuerdo. En primer lugar, vivirían juntos. No estaban interesados en involucrar directamente a los Tendo o a nadie de la larga lista de lunáticos que andaban por la ciudad. Segundo, Ryoga no podría llegar más tarde de las 11:59 de la noche, o eso significaría que se encontraba extraviado.
—¡Juro que te derrotaré y finalmente obtendré el corazón de Akane! —exclamó, viendo como Ranma se iba a dormir. 
—¿Sabes que estás en desventaja, verdad? —preguntó Ranma, liberando un bostezo. 
—Eso es lo que crees... —susurró—. Pero el que no sale, no se pierde. 

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       Ranma no duró demasiado junto a los Tendo. Al día siguiente ya se encontraba nuevamente guardando ropa en su mochila, de forma discreta, sin que nadie lo notase. Fue hasta el desayuno que recién le contó al resto sobre un supuesto entrenamiento que mediría su paciencia. 
—Pero Ranma, ¿no es peligroso que te sobre exijas tanto? —preguntó Kasumi, tan preocupada como cualquier madre—. Quizás sea bueno esperar un poco... 
—No te preocupes Kasumi, ¡mi hijo está acostumbrado a los desafíos! —aseguró Genma—. Ranma, me entusiasma tu espíritu luchador, me recuerdan mis hermosos días de juventud. ¿Crees que exista un lugar para tu viejo en ese entrenamiento tuyo? 
—No —contestó tajante. 
—¡Veo que mi hijo me odia! —exclamó Genma, como si se siéntese afectado—. Tendré que quedarme aquí a dormir en su lugar, ¡que desdicha la mía! 
       Ranma tomó sus cosas y se despidió en ese mismo instante, sin realizar otro tipo de comentario, lo cual causó curiosidad en todos, sobre todo en Akane quien no tardó en seguirlo. 
—¿En serio irás solo? —preguntó sorprendida—. Yo podría... Si quisieras podría ir, ya sabes, luchar juntos, te cocinaría... 
       Ranma negó con la cabeza, viendo como Akane se molestó. 
—¡Sabes que ya no cocino tan mal! —exclamó. 
—¡No es por eso! 
—¿Entonces? 
       Ranma se sonrojó de inmediato. ¡Jamás le diría sobre tan vergonzosa apuesta! Ni si quiera estaba seguro de que la completaría, parte de él entendía perfectamente que no era la gran cosa, que lo hizo durante bastante tiempo, con la única diferencia de que era mujer. Pero quizás las circunstancias también cambiaban todo, porque tendría que convivir con Ryoga, quien probablemente lo molestaría y jugaría sucio. Pero él también podía. ¡Ganaría sin importar qué!
—¡Adiós! —se despidió Ranma, corriendo lo más rápido que pudo. 
       Akane se limitó a suspirar. 

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       Ranma llegó a la casa sin demasiados problemas, demorándose el tiempo correspondiente a su distancia. Golpeó la puerta un par de veces, consiguiendo que Ryoga se asomase por la ventana del segundo piso. 
—¿Vas a bajar a abrir? —preguntó Ranma. 
—¿Quieres esperar tres horas? Escala hasta aquí. 
       Ranma se burló de la situación, se preguntó si existiría alguna forma de hipnotizar a Ryoga para eliminar su problema. Él pagaría por verlo, quizás se lo recomendaría después, porque no estaba dispuesto a darle ideas para ganar. 
—¿Listo para perder? —dijo Ryoga, ayudándolo a entrar por la ventana. 
—Esa es mi línea. 
       Ryoga vio a Ranma dejar sus pertenencias en el suelo, preguntándose exactamente que traería allí. De pronto, Ranma sacó de un bolsillo al rededor de cuatro mil yenes, dejando a Ryoga con la duda sobre porqué le entregó ese dinero, al menos hasta que Ranma le explicó. Se trataba de algunos ahorros suyos, de algunos trabajos que realizó en el centro y en el restaurante de Ukyo. 
—No es mucho, pero si estaré viviendo aquí, considéralo como mi parte para la comida —dijo Ranma. 
—Quien lo diría, te creí un sinvergüenza que se aprovecharía de mi generosidad —admitió Ryoga. 
—No soy mi padre —dijo molesto—. Ok, ¿iniciaremos ahora? 
—¿Crees que te invité a pasar la tarde? ¡Por supuesto que iniciaremos ahora! 
       Ranma tomó algunas cosas de su bolso, entre ellas una blusa rosa, unas panties negras y una falda burdeo. Y lo que parecía una caja con un set de maquillaje, completamente nuevo. Ranma liberó un suspiro, como si se estuviese preparando para algo que ni si quiera consideraba tan grave, pensando en la cantidad de veces que se vio a sí mismo de esa forma.
—¿Qué pasa? —preguntó Ryoga, viendo a Ranma avanzando en cámara lenta hacia el baño. 
—Quedarás encantado —se burló, consiguiendo una mirada de desagrado por parte de su amigo, que no tardó en reírse. 
       De esa forma inició. Ranma se demoró en arreglarse y Ryoga escuchó como este perdió el equilibrio en algún punto y se azotó con el suelo, pensando en el desastre que debía tener allí. Era  absurdo lo mucho que tardaba, también dudó de si siempre era así, considerando la cantidad de veces que lo intentó engañar con sus pseudo encantos, fingiendo ser su prometida, amiga, admiradora o cualquier cosa para humillarlo. "¡Ese bastardo!", pensó enrabiado, dispuesto a reírse apenas se mostrase ante él. Sin embargo, lo que consideró sería tan horrible como aquella vez en la que se enfrentaron con ese monstruo de ocho cabezas, fue mucho más normal. No recordaba la ultima vez que vio su cabello suelto, era largo, probablemente alcanzaba su pecho. El maquillaje también jugó un rol importante en su presentación. Quizás por eso se tomó aún más tiempo allí, porque la sombra roja le quedó bien en alguno de sus tantos intentos y de alguna forma combinaba con todo. ¿Eso lo hacía un experto? Ryoga supuso que lucir tan bien era una forma de ocultar por completo su identidad. O quizás, una manera de demostrarle lo poco que le importaba verse así. 
—Ve preparando tus palabras para enfrentar a Akane —dijo Ranma, apoyándose en una de las paredes. 
       Ryoga se aproximó a él y le abrió la blusa, confirmando que Ranma no estuviese haciendo trampa, convirtiéndose en chica para pasar menos vergüenza. Esa acción le costó un golpe directo en la cara. 
—¡¿En qué momento te volviste un depravado?! —exclamó Ranma, abrochando su ropa. 
—¡Es por seguridad! —gritó Ryoga—. Siempre me estás engañando. 
—¿Acaso no me ves? ¡Obviamente soy un hombre! 
       Ryoga no contestó, viéndolo avanzar hasta el sillón. 
—Lo único bueno de esto es que no tendré que salir mucho.
       El sonido de un timbre se escuchó de pronto y Ranma no tardó en preocuparse. Giró la vista en dirección al bastardo del pañuelo amarillo, quien no paraba de reír con malicia. 
—¿Qué hiciste? —preguntó Ranma. 
—¡Ryoga, ya llegué! —exclamó Ukyo desde afuera. 
       Las miradas de ambos rivales se cruzaron tan pronto como el grito de la castaña se hizo presente. Era casi una amenaza de muerte por parte de Ranma, que estaba dispuesto a ahorcarlo mientras dormía.
—¡¿La invitaste?! —exclamó irritado.
—No te preocupes —dijo el otro, dándole palmaditas en la cabeza—. Solo encargué comida. Si voy yo, me perderé dentro de la misma casa y quizás Ukyo entre a la fuerza, no lo sé. ¿Quieres arriesgarte? 
—Me pregunto como se tomará Akane lo de que eres p-chan —dijo Ranma, tomando el dinero que Ryoga le entregaba. 
—¡Oye! —gritó asustado.
       Ranma abrió la puerta, asomándose cuidadosamente para que Ukyo no lo viese demasiado. Le entregó los billetes y no se atrevió a decir gracias, en su lugar hizo una reverencia, inclinándose un poco para luego irse. 
—¿Fue tan difícil? —dijo Ryoga—. Esto es una apuesta Ranma, más te vale estar atento a... ¡ESPERA NO! 

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       Ukyo caminaba en dirección a su restaurante, preguntándose quién sería la chica pelinegra que aceptó su comida. Era linda, aunque no estaba muy segura de su relación con Ryoga. Supuso que se trataba de un tipo de pretendiente, porque lucía ruborizada en ese momento. Tal vez su llegada interrumpió una instancia importante sin darse cuenta. 
—¡Ukyo! —saludó Akane, acercándose a ella. 
—¡Akane! —exclamó contenta—. Espera, ¿dónde está Ranma? ¡Le tengo un chisme! 
       Akane la miró intrigada, explicándole que su prometido fue a las montañas a entrenar solo y que no deseaba ser molestado por nadie. Ukyo se desanimó al escuchar eso, ella realmente esperaba invitarlo a salir esa semana. 
—¿Pero que es lo que pasó? —preguntó Akane. 
—Bueno... creo que Ryoga tiene novia —dijo amistosamente—. No sé mucho más de ella. 
—¡¿Qué?! —exclamó sorprendida—. ¿Estaba en su casa? 
—¡Si! Me encargó comida por teléfono y ella me recibió. Me sorprende que Ryoga consiguiese a alguien después de tanto. 
       Akane frunció el ceño incrédula, no porque no confiara en los dotes de Ryoga para obtener una pareja, pero se le hacía extraña la coincidencia. Es decir, Ranma no estaba y era bien sabido que disfrutaba engañarlo con ese tipo de disfraces. 
—Pobre Ryoga... llegar después de tanto tiempo perdido y ni en su amigo puede confiar —susurró—. ¡Esto no se quedará así, detendré a Ranma! 
—¿A Ranma? —preguntó Ukyo, viéndola salir corriendo—. ¡Espera Akane! ¡¿Qué planeas?! 
       Y ambas fueron hacia el mismo punto. 

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       Se escuchaban fuertes ruidos en la casa de Hibiki, lo cual era extraño considerando la ausencia de su familia durante tanto tiempo, era casi como si le estuviesen dando vida a esa silenciosa zona, aunque quizás no de la mejor manera. Ryoga se preocupaba en no dañar las paredes, mientras Ranma hacía completamente lo contrario, botando al suelo los maceteros y ciertos artículos de loza que Ryoga alcanzaba a sostener en el aire. 
—¡Te haré tocino! —gritó Ranma, golpeándolo con fuerza en el estomago, para solo ver que Ryoga consiguió esquivarlo. 
—¿La falda te hace lento? —preguntó Ryoga, burlándose a duras penas, porque por poco y no lo conseguía—. ¿O quizás es la ropa intima? 
—¡No fui tan lejos! —exclamó irritado, rompiendo accidentalmente la vitrina—. ¡Te empujaré a la calle y llegarás a Moscú! 
—¡Deja de romper todo, mis padres me matarán! —dijo alterado, tirando a Ranma al suelo de un golpe en la cabeza—. Llevemos esta discusión afuera. 
—¡Bien! 
       Ranma buscó entre sus cosas una mascarilla que encontró en su armario, esta era negra y tenía lo más parecido a una flor, casi como si estuviese pintada con acuarelas. Se la puso de un momento a otro, no permitiría que lo reconocieran en la calle.
—¡No te distraigas! —dijo Ryoga, tomando a Ranma por la espalda para elevarlo en el aire y tirarlo por las escaleras, sin embargo, Ranma agitó ambos pies, con tal fuerza que por accidente pasó a llevar la entrepierna de Ryoga, quien no tardó en soltarlo. 
—¡Oh, lo siento! —gritó alarmado, porque un golpe como ese siempre solía descartarse, era caer demasiado bajo en una lucha—. ¿Estás bien? 
—Si —dijo Ryoga, con voz aguda y estirándose en el suelo.
       El sonido de un timbre volvió a alarmar a Ranma, quien acusó a Ryoga de ser un bastardo. Pero Ryoga negó con la cabeza, él no invitó a nadie más ese día. 
—Ve tú, es tu casa —dijo Ranma, viéndolo colocarse de pie—. Es solo bajar por allí, ¿cómo podrías perderte? 
—Ok —dijo Ryoga—. Pero esconde tus cosas, no sabemos de quien se trate. ¿Qué pasa si te siguieron? ¡Dios, no quiero que me vinculen a un fenómeno como tú! 
       Ranma le dio un codazo en la cara, para de inmediato acomodar su mascarilla. ¿De quién podía tratarse? El pelinegro guardó cada una de sus pertenencias en un closet, escuchando con claridad la voz de Akane y Ukyo subir. ¿Por qué se tenían que complicar las cosas? Este debía ser sin duda el momento mejor actuado de toda su carrera manipulando, no sería fácil, Akane era astuta cuando se trataba de él, pero ciega con respecto a P-chan. Nadie podía ser perfecto, supuso. 
—Uh... hay vidrios rotos en el suelo —dijo Ukyo—. ¡Y mis panes también están allí! 
       Ryoga tomó una escoba y comenzó a barrer, pidiendo disculpas a ambas por el desorden. 
—Fue un accidente, me tropecé —dijo Ryoga, viendo a Ranma al otro lado de la habitación sin decir nada—. ¡Oh! ¡E-ella es Ayame! 
       Akane no tardó en aproximarse a ella, tirando del cabello que consideraba una peluca. Ranma se esforzó en no quejarse, fingir ser muda era vital en ese momento. Ranma se limitó a empujarla y a fruncir el ceño, como señal necesaria para que Akane entendiese su disgusto.
—¿Qué le haces a la pobre chica, la conoces? —dijo Ukyo. 
—Creí... ¡Estoy segura que eres Ranma! —exclamó, viendo cuan plana era en comparación a la versión femenina de este—. Espera... 
—Akane, ella es una amiga —afirmó Ryoga—. Es imposible que sea Ranma, porque él vino aquí antes de ir a su entrenamiento. 
—¡¿Qué?! —exclamó ella y el mismo Ranma se sorprendió. 
—Si... —afirmó Ryoga, sin saber como continuar con la excusa—. Es que... me debía unos yenes y vino a pagar. ¿No es así, Ayame? 
       Ranma afirmó con la cabeza, viendo como Akane se ruborizaba por sus propias acciones. 
—¡Lo siento! —dijo ante Ayame—. Creí que... bueno... Es que Ranma siempre hace este tipo de cosas.
       Ranma se aproximó a ellas, con sensación de alivio. Le debía una a Ryoga, aunque estaba seguro de que lo hizo por él mismo. 
—Ya que estamos aquí, ¿no les gustaría comer algo? —preguntó Ukyo, emocionada—. Ya sabes, para pasar la tarde y que nos presentes mejor a Ayame. 
       Ranma negó con la cabeza, viendo como Ryoga observaba a Akane con dulzura. Pensó en lo lindo que sería tener una tarde junto a ella, aunque no estuviesen completamente solos. 
—¡Me encantaría! —exclamó Ryoga, ignorando la opinión de Ranma. 
       Y así pasaron el resto del día, cocinando y disfrutando de un almuerzo y merienda, contando anécdotas medianamente inventadas, cosas que originalmente le pasaron a Ranma y Ryoga. Para ese punto ellas notaron que "Ayame" carecía de voz y no se veía muy interesada en sociabilizar. Si comía, era tan rápida que no lograban ver la forma en que corrió su mascarilla, lo cual la describía como una chica ágil. 
—¿Por qué no hablamos un poco de ustedes? —preguntó Akane—. Parecen muy unidos. 
—¡Cierto! —dijo Ukyo—. Sean honestos con nosotras, ¿realmente son amigos? Porque estaban muy solos en esta casa... 
—¡¿Qué?! —exclamó Ryoga, consternado por la insinuación—. ¿En serio creen que podría mantener algún tipo de unión con ella? ¡Jamás! 
       Ranma se cargaba en una de las paredes de la habitación de Ryoga, sin estar dispuesto a salvarlo de la situación. A él no le importaba, no le afectaba directamente, fue Ryoga el que aceptó invitarlas a comer. 
—¿Pero por qué no? —preguntó Ukyo—. Ella es linda, según tú una experta en artes marciales y estoy segura que tienen la suficiente química como para comprenderse sin necesidad de escucharla. ¿No es así, Ayame? 
—¡Pero no es mi tipo! —exclamó Ryoga—. Es tonta, egoísta, presumida y horrible. ¡No saben cuanto ha arruinado mi vida! 
       Ranma se contuvo, quizás eso de entrenar su paciencia era más cierto de lo que él creía. ¿Pero en serio lo estaba juzgando tanto? Como insistía Ryoga con eso de que le arruinó la vida, como si él se tratase de un antagonista que jamás hizo nada por él. Si fuese así, hace mucho tiempo le hubiese dicho la verdad a Akane, pero aún así lo protegía. Se molestó, había que ser ciego para no notarlo y es que no cualquiera se iba en medio de una conversación. 
—Oye Ryoga... fuiste un poco grosero con ella —dijo Akane—. No creo que esté muy feliz. 
—¿Qué? —dijo Ryoga, con completa despreocupación—. No te preocupes, ella está acostumbrada, así nos llevamos. 
—Pues que mal —señaló Ukyo, con los brazos cruzados—. ¡No puedes ser tan odioso con ella! ¡Ni si quiera te dio motivos! ¡Ve a disculparte! 
—¡Pero si no dije nada malo! —exclamó molesto. 
—Si lo hiciste —dijo Akane, intentando ser amable con él—. Quizás ella no admita que le dolieron tus palabras... pero probablemente esté disgustada. Ve a disculparte, es lo más sensato. 
       Ryoga sintió que el corazón se le apretaba. Por culpa de Ranma estaba quedando mal con el amor de su vida. Probablemente lo planeó desde el principio, fingir una escena para lucir como una damisela maltratada. No se lo perdonaría. Ryoga se levantó y avanzó hasta el final del pasillo, sin saber si quiera donde se encontraría Ranma. No le tomó mucho tiempo llegar a la cocina, encontrándose con su rival preparándose una sopa instantánea. 
—Oh, Ryoga —dijo él, revolviendo los fideos—. ¿Quieres? 
—¿Cómo que si quiero? —dijo irritado—. ¡¿Sales de forma dramática del dormitorio para prepararte una maldita sopa?! 
       Ranma bajó su mascarilla, era tan gruesa que si pasaba mucho tiempo le costaba respirar en ella. 
—He podido comer muy poco en este rato y sé que si muestro mi rostro, Akane será la primera en reconocerme —dijo, dando un bocado—. ¿Por qué viniste? Creí que estabas a gusto señalando mis defectos. 
—¿De dónde salió esa actitud agresivo pasiva tuya? Te comportas como una chica. 
—Que bien.
       Ranma dio un sorbo al caldo en aquel tiesto de plumavit, sintiéndose bien por el exquisito sabor.  
—Ok... —susurró Ryoga—. Lo siento. 
       Ranma limpió su boca con una servilleta, cuidando de no derramar nada, viendo a su amigo al lado de él. Estaría mintiendo si no dijese que disfrutaba verlo preocupado por las acciones cometidas. Se lo merecía, probablemente la indiferencia y esa forma de actuar servían mucho más que las peleas contra él. 
—¿Por qué te disculpas? —preguntó Ranma, terminando de comer. 
—Exageré insultándote —admitió. 
—En realidad piensas todo eso, así que no me sirve tu perdón.
       Ryoga jaló a Ranma del brazo, manteniéndolo más cerca de él. 
—¿Por qué haces esto más difícil? —preguntó irritado—. ¡Solo acepta mis disculpas! 
       Ranma aguantó reírse en su cara, frunciendo el ceño. 
—¿O qué? —preguntó Ranma—. Si me golpeas Akane se sentirá decepcionada.
—¿Y cómo le dirás? —preguntó Ryoga—. Se supone que eres muda, ¿no? 
       Poco a poco Ranma retrocedió hasta ser acorralado, intentando calmar a un Ryoga que ya no deseaba dialogar. 
—Pobre Akane —dijo, acomodando su mascarilla—. Debe estar muy decepcionado de ti ahora. 
—¿Qué? ¿Por qué? 
—¿Chicos...? —pronunció Akane desde atrás, quien estaba junto a Ukyo con el rostro ruborizado. 
—¡Perdón! —exclamó Ukyo—. No sabíamos que estábamos interrumpiendo algo, ¡solo veníamos a avisar que ya nos íbamos! ¿O no, Akane?
—¡Si! —exclamó apenada, viendo cuan cerca estaban ellos dos—. ¡Agradecemos su invitación, esperamos verlos otro día! 
       Ranma levantó su mano en dirección a ellas, despidiéndose con cordialidad.
—Ryoga... —dijo Akane sonriendo, justo antes de irse—. Me alegra que estés feliz. 
       Ryoga no se movió en los siguientes cinco minutos, pensando en como Akane la había visto con Ranma, creyendo que se trataba de su novia. Sintió que su corazón se oscurecía y llenaba de odio, mirando al imbécil frente a él. 
—Ni te atrevas a culparme —dijo Ranma—. Tú te acercaste a mí. 
—¡Cállate! 
       Y aún era el primer día. 
       


       


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