La primera semana Ranma la sintió como un martirio. El comportamiento de Ryoga iba de mal en peor desde lo ocurrido con Akane y eso lo irritaba. No sabía en qué idioma decirle que no era su culpa. Lo peor, era que Ranma se estaba empeñando en ser agradable, pero como Ryoga no ponía de su parte, terminaban gritándose por la más mínima estupidez. Tal vez si la apuesta no hubiese existido seguirían como siempre. Porque si, ellos eran medianamente conflictivos, pero la mayoría del tiempo debido a que Ranma lo provocaba. Quizás Ryoga acumuló demasiado resentimiento durante esos años. Aún así, no es como si él fuese un ser inocente. Ambos hicieron cosas cuestionables y ambos se dieron el más leal apoyo en situaciones complejas, punto. ¿Estaban a mano, no?
—Ese pijama no es muy de chica que digamos —cuestionó Ryoga, viendo a Ranma con intenciones de cocinar.
—Perdón, ¿quieres que use un camisón lindo para ti? —se burló Ranma, mientras revisaba el refrigerador.
—Luces lindo en delantal rosa —aseguró Ryoga, devolviéndole la broma.
Ranma le tiró un cuchillo, el cual se clavó con fuerza en la pared cercana a él, haciendo sudar a Ryoga. Ranma abrió el mueble de cocina, notando que solo quedaba arroz y un poco de salsa de soja. Liberó un suspiro, entrando al baño para ducharse y vestirse con alguna de sus prendas, dispuesto a salir a comprar. Cuando finalmente estaba listo y se dirigió hacia la puerta de salida, Ryoga le habló:
—Si pones un solo pie afuera de esta casa usando ese atuendo, perderás la apuesta —dijo el hombre del pañuelo,
—¿No te gustan mis pantalones de mujer? —dijo Ranma, con obvia ironía—. ¡Déjame en paz, Ryoga! Llevo maquillaje y el cabello suelto, ¿no es suficiente?
—Oh... Me pregunto como debería proponerle matrimonio a mi linda y dulce Akane —dijo, mirando al techo como si estuviese soñando.
—¿Cuál, la que te cree mi novio?
Ryoga le tiró de vuelta el cuchillo de hace un rato, consiguiendo que Ranma solo se burlase de él. Liberó un suspiro y subió a cambiarse, colocándose un suéter rojo, falda negra, panties plomas y su mascarilla de siempre.
—Acompáñame —dijo Ranma, tomando un bolso de genero colgado en la entrada.
—¿Por qué tendría que hacerlo? —preguntó Ryoga.
—No lo sé... quizás esté Akane en el centro. A veces va con Kasumi a hacer la compra —dijo Ranma, intentando engatusarlo.
Ryoga sabía que esa era la oportunidad para él, la de desmentir ese estúpido escenario que lo vinculó directamente a una relación con ese imbécil. Entonces se puso zapatos en la entrada y caminaron juntos, o así fue hasta concluir la primera cuadra.
—¿Ranma? ¡RANMA! —exclamó, viendo como el otro no dejaba de correr lejos de él—. ¡Querías que me perdiera!
—¡Lo siento p-chan! —gritó Ranma, esquivando algunas piedras tiradas por su amigo.
Ryoga intentó alcanzarlo, lamentablemente llegó a una zona donde existían dos caminos y no supo qué decisión tomar. Como disfrutaría matar a Ranma cuando lo encontrase. De ser posible, le causaría la mayor de las humillaciones estando en público.
Mientras tanto y no menos importante, Ranma logró llegar sin demasiados problemas al centro, perdiendo por completo a su despistado rival. Debía admitir que le daba pena jugar sucio, porque estaba seguro de que él no conseguiría llegar a tiempo. Probablemente no aparecería durante el resto del mes. Fue así que lo pensó mejor y se prometió a sí mismo buscarlo cuando estuviese de regreso. Por ahora se concentraría en comprar mercadería, llenando su gran bolso de género con lo necesario para la semana. Y así lo hizo, recorrió cada almacén para buscar ofertas y evitar rostros conocidos. Cuando logró terminar fue a su tienda favorita. Eran helados, las deliciosas copas que tanto le encantaban y seguiría disfrutando hasta sus últimos días, porque a fin de cuentas, vestía como una chica y nadie podía juzgarlo.
—¿Qué necesita? —preguntó la cajera, viendo a Ranma señalar la opción número tres, la cual llevaba fresas y crema de chocolate.
Cuando Ranma recibió su postre y se sentó a disfrutarlo, el sonido de dos personas familiares llamaron su atención. Él decidió ir hasta el rincón de la heladería para que no lo mirasen, pero aparentemente fue para peor. Kuno y Nabiki estaban dos asientos atrás de él, conversando de una forma no tan discreta sobre lo que él suponía eran sus fotos.
—¡Subiste el precio! —exclamó Kuno.
—Es complicado —dijo Nabiki—. Tu dulce y delicada chica de cabellos rojos se encuentra entrenando. Este es mi material de reserva y lo último que verás por un tiempo.
Kuno tragó saliva, no podía creer que su futura novia se mantenía tan lejos de sus brazos.
—¿Y dónde fue? —preguntó Kuno.
—Esa información te costará diez mil yenes —dijo Nabiki, para luego beber de su café.
—Te estás aprovechando... pero desde que me gradué que no la he visto y eso me tiene en la completa miseria —dijo, soltando lagrimas falsas—. ¡Lo pagaré! ¡Todo sea por el amor!
Ranma terminó de comer lo más pronto posible, deseando no toparse con ese par que no tardaría en reconocerlo. Sin embargo, fue demasiado estúpido como para olvidar la bolsa dentro del local y cuando intentó devolverse, se topó con un Kuno que la llamaba.
—¡Chica del suéter rojo! —exclamó desde la entrada junto con Nabiki, probablemente ellos ya se iban—. ¡Casi pierdes esto, debes ser mas cuidadosa!
Ranma afirmó con la cabeza, tomando lo que él le entregó para de inmediato retirarse, o esa fue su intención hasta que sintió a Ryoga a su costado. Este tiró una patada que Ranma consiguió esquivar a la perfección.
—¡¿Cómo te atreves a dejarme tirado?! —exclamó Ryoga—. ¡Estás jugando sucio!
Ranma negó, señalando a los dos conocidos que estaban allí. Era una advertencia para que no fuese un imbécil, pero Ryoga no prestó atención.
—¡Te conozco! —gritó Kuno, poniéndose entremedio de ambos—. ¡Eres el amigo de Ranma Saotome!
—¡Mi nombre es Ryoga! —dijo molesto.
—¡Como sea! —exclamó, sacando su tan llamativa espada de madera—. ¿Sabes cuanto odio a los desgraciados que golpean a las chicas indefensas?
—Apártate —dijo Ryoga—. ¡No es asunto tuyo!
Nabiki veía como la pelinegra recogía las cosas que se le cayeron, era la viva descripción de lo que dijo Akane y debía coincidir con ella, se parecía a Ranma. Era una mezcla extraña entre su versión femenina y masculina, que además compartía esa enemistad con Ryoga, a pesar de que Akane dijo que eran una pareja. La castaña volteó a su derecha, notando a un Kuno inconsciente y a un Ryoga deseoso de darle una lección a la mujer de la mascarilla.
—¿Vas a golpear a una chica, Ryoga? —preguntó Nabiki.
—¡Ella no...! Nabiki... ¡Es una pelea justa, ella es tan fuerte como yo!
—Pero no desea atacarte, ¿eso no la deja en desventaja? —preguntó, para enseguida reírse de cuan serio se puso él—. Es broma, te creo, no cualquiera esquiva golpes con tanta habilidad. ¡Debe ser increíble que tengas una novia tan poderosa!
—¡Espera! —gritó Ryoga—. Necesito... yo... ¡¿Puedes decirle a Akane que entre Ayame y yo no hay nada?!
—Mil yenes —dijo Nabiki, estirando su mano.
Ryoga no trajo dinero consigo, era Ranma el que estaba con la billetera para la comida, el mismo a quien atacó recientemente y ya no estaba allí. ¿Cómo pudo escaparse de forma tan sigilosa?
—¿Quieres saber dónde fue? —preguntó Nabiki—. Son tres mil yenes, los cargaré a tu cuenta.
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Ranma corrió por unos pocos minutos, sintiendo la adrenalina recorrer su cuerpo. No quería seguir peleando con Ryoga, por supuesto que disfrutaba de entrenar y de una buena batalla, pero a nadie le hacía bien convivir con el mal genio. Además la situación le parecía injusta, él tenía toda la voluntad de ir a buscarlo y aunque no fuese así, no existía una condición en su apuesta que definía eso como trampa. ¿Se estaba excusando?, tal vez.
Ranma decidió esconderse por un rato en un diminuto callejón, detrás de una maquina expendedora de bebidas, esperando a que Ryoga pasase de largo por allí. ¿Cuánto tiempo debió quedarse en esa zona? Estaba seguro de que fueron por lo menos quince minutos y aún no existía presencia alguna de él. Salió de allí con sus compras, claramente le preocupaba la dirección de su desorientado amigo y es que más allá de la apuesta, no se encontraba con ninguna de sus pertenencias para acampar. Ranma dio pequeños pasos frente al río. Era abundante, porque tanto el invierno como el inicio de la primavera, tuvieron más lluvias que otros años. Entonces, casi como por casualidad, la vista de Ranma se desvió a un punto negro en medio de la corriente, la cual no paraba de arrastrar algunas ramas. ¿Era p-chan? ¡Por supuesto que lo era! No lo entendía en lo absoluto, ¿cómo pudo ser tan descuidado? Ranma tiró sus cosas al suelo, no era momento de cuestionarse nada, solo de ayudar a ese bastardo malagradecido. Saltó directo al agua y la corriente lo arrastró con fuerza. Nadó con toda la velocidad que su cuerpo pudo permitir, hasta que finalmente alcanzó al pequeño cerdo sinvergüenza.
—Te tengo —susurró, aferrándose a una piedra en la orilla.
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El camino de regreso fue aún más agotador, aunque para suerte de Ranma, nadie robó su comida, pero si el monedero con unos pocos yenes. Al entrar al domicilio fueron directamente a darse un baño. Ranma llenó la tina y arrojó al inconsciente puerco en ella, permitiendo que de inmediato se despertase y cambiara de forma.
—¡¿Qué pasó?! ¡¿Dónde estoy?! —exclamó, viendo a Ranma en su forma femenina frente a él, con la ropa húmeda y pantis rotas, como si se hubiese cortado.
—¡¿Cómo fuiste a dar al río?! —gritó la pelirroja—. Perdiste el conocimiento, ¡pudiste ahogarte!
Ryoga no supo que responder en ese momento, se quedó paralizado por un instante, intentando recordar lo ocurrido.
—¿Estás bien? —preguntó Ryoga, viendo la sangre brotar de sus heridas—. Hay un botiquín en el mueble de allá, para que lo ocupes después del baño.
Ranma fue hasta allí de mala gana, tomando un poco de algodón y yodo de la caja. Volvió donde Ryoga, entregándole ambas cosas a él.
—¿Y esto para qué? —preguntó Ryoga.
—Cortaste tu mejilla —dijo Ranma, viendo como su amigo comenzaba a limpiar el corte—. A las mujeres les encantan los hombres con cicatrices, no te preocupes.
—¿Te das cuenta que en teoría perdiste la apuesta?
—¿Te das cuenta que sin mí estarías muerto?
—Si —dijo apenado, mirando el suelo—. Gracias.
Ranma esbozó una sonrisa.
—¿Cómo pudiste caer? —preguntó Ranma—. Sueles tener buenos reflejos.
—Kuno —pronunció de repente—. ¡Ese idiota!
Ranma se cubrió el rostro con una mano, no podía creer que el responsable de esa situación fuese el rey de los imbéciles.
—¿Me estás diciendo que Kuno te derrotó? ¿En serio? —preguntó incrédulo.
—No me derrotó, ¡nunca lo haría! —exclamó molesto—. Yo estaba caminando por el puente, justo en la zona sin barandal y que está en reparaciones. ¡Y kuno apareció por mi espalda, golpeándome con su mugrosa espada de madera, por eso me tropecé y caí!
Ranma levantó su mano y le dio un fuerte golpe en la cabeza.
—¡¿Y eso por qué fue?! —exclamó alterado.
—¡¿Y por qué estabas en una zona en reparaciones en primer lugar?! ¡¿Qué tan idiota eres?!
Ryoga bajó la mirada, avergonzado de sí mismo y de su horrible sentido de la orientación. Ranma tenía razón, probablemente perdería la apuesta. La pelirroja notó su expresión triste y le dio unas cuantas palmaditas en el hombro.
—¿Cómo aguantabas a ese cretino todos los días? —preguntó Ryoga—. Parece bastante hostigoso.
—Hoy me defendió de ti, así que de vez en cuando tenía sus ventajas —se burló—. Pero si, era repugnante. Después del beso las cosas empeoraron.
Los ojos de Ryoga se ensancharon de sorpresa, quedando en completo shock ante lo que él creía era una broma.
—¿Lo dices en serio? —preguntó, apoyándose en el borde de la tina—. ¿Cómo pudo obligarte...?
—Bueno, siendo completamente honesto...
—¡¿Qué?! —exclamó atónito—. ¡Ranma! ¡¿Lo besaste voluntariamente?!
—Creí que lo sabías —dijo como si no fuese tan relevante—. Fue con cinta, aquella vez en la obra de Romeo y Julieta. Akane y yo también tuvimos que... Mira Ryoga, no cuenta.
—Eres un cualquiera —dijo Ryoga—. ¿Dónde quedó ese Ranma que se fue llorando al recibir un beso de Mikado Sanzenin?
—¡Eso es injusto! —exclamó Ranma—. Era mi primer beso.
—¿Pero y los demás no cuentan? —preguntó con seriedad—. ¿Cuántas veces has sacado provecho de tu linda figura?
—¿Crees que soy linda? —dijo de repente, repitiendo la palabra de su amigo—. Te lo tenías muy guardado.
Ryoga se ruborizó ante el comentario, tomando la regadera de la ducha para bañarlo en agua caliente.
—¿Te sigo pareciendo lindo? —preguntó burlándose.
—¿Por qué no vas con Kuno? Él no perdería la oportunidad de llamarte así.
Ranma sintió repulsión inminente.
—Aprende a diferenciar entre coqueteo, cortesía y clara manipulación —afirmó Ranma.
Ryoga se cruzó de brazos.
—Enséñeme don semental —bromeó Ryoga.
—No voy a coquetearte —dijo con el ceño fruncido.
—¿Por qué no? No tuviste problema las otras cien veces. ¿Es porque estás convertido en hombre?
—Mira depravado —dijo, apuntándole con el dedo—. Llamar la atención de tu oponente con tus encantos, es una técnica vital para sacar ventaja. ¡No tiene que ver con ser hombre o mujer!
Ryoga se mantuvo en la misma postura, totalmente escéptico ante la teoría de Ranma. Por supuesto que dependía del género de la persona, era una cuestión de atracción sexual e interés. Eso y que a Ranma le avergonzaba la idea de comportarse de la misma manera a cuando se convertía en chica.
—Ranma... —dijo Ryoga, tomando su mano para atraerlo frente a él, logrando que se sentara en un pequeño banco—. No importa cual sea la forma que tomes, personalmente me seguirás pareciendo lindo.
El rostro de Ranma estalló en un fuerte rubor, dejándolo inmóvil y sin saber qué decir. De pronto el agarre suave de Ryoga se transformó en mera fuerza bruta, la cual lo jaló directamente a la bañera.
—Ya veo, el coqueteo es una técnica poderosa —dijo Ryoga, riéndose del pelilargo, ahora junto a él.
—Que me tomaras por sorpresa no significa que funcionase —mintió Ranma, con la ropa más mojada que antes—. No me gustan los hombres.
—¿Pero te gusto yo?
Ryoga no solía ser del tipo que sacaba de quicio a Ranma, no le seguía la corriente en cuanto a sus bromas, solía irritarse, golpearlo o simplemente irse. ¿En qué momento comenzó a pasarla bien? En el fondo le agradaba, disfrutaba verlo feliz, al menos momentáneamente.
—¿De qué te ríes? —dijo Ryoga, curioso por la carcajada repentina de Ranma.
—Nada, nada.
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En la casa Tendo, un pequeño y pervertido anciano buscaba entre cada cajón de la casa. Parecía preocupado, ansioso por algo que seguramente extravió. El resto de la familia estaba comiendo la cena para ese entonces, preguntándose que podía ser tan importante como para que el viejo interrumpiera su comida.
—¿Qué le ocurre al maestro? —preguntó Akane.
—No lo sé, lleva desde la mañana así —dijo Kasumi, viéndolo entrar derrotado.
—¿No han visto una mascarilla negra? Tiene una estructura firme y dibujos de flores al frente —dijo Happosai.
—Usted y sus cosas —dijo Akane—. ¡Seguramente la robó de algún lado!
—Akane ¿por qué me dices eso? —dijo con tristeza—. ¡Era un objeto preciado para mí!
—¿Y para qué la necesita? ¿Está enfermo? —preguntó Kasumi.
—¡No! —exclamó Happosai—. Es mágica. Libera unas toxinas en el cuerpo de quien la utilice, siendo tan potente que tanto su portador como la primera persona que la toque, lograrán enamorarse. ¡Es tan potente que las toxinas quedan en ti aún si ya no la utilizas!
—Demasiado especifico —interrumpió Nabiki—. La mitad de las cosas que usted consigue, funcionan a medias. Probablemente lo estafaron.
—Nabiki tiene razón —dijo el señor Tendo—. Probablemente la perdió mientras corría por allí.
—¡Y me alegra! —dijo Akane—. O una pobre mujer estaría condenada a usted.
—¡Pero Akane, yo solo quería ser feliz! —gritó, saltando en dirección a ella pero consiguiendo un duro golpe que lo arrojó por los aires.
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Ryoga y Ranma colaboraban para cocinar el curry, cortando las verduras correspondiente mientras el arroz hervía. Ryoga no pudo evitar mirar a Ranma, quien llevaba una camisa negra y una falda del mismo color. Tenía el cabello tomado, una alta cola de caballo que dejaba relucir su pálido cuello. A Ryoga esto último le molestaba, le causaba una sensación extraña en su estómago. La pregunta era ¿por qué? Si bien era cierto que podía sentirse atraído por el cuerpo femenino de Ranma, cosa normal, considerando que era atractiva. Jamás sintió lo mismo por el original. Es más, le dio una vergüenza indescriptible por lo que ocurrió en el baño, no necesariamente por lo que dijo, sino por su reacción. Él creyó que Ranma no caería tan fácilmente, que lo golpearía de inmediato por semejante estupidez, pero en su lugar vio su rubor. Lucía vulnerable, ¿tierno? Como si por un segundo hubiese creído en él. Lo peor fue que no logró fastidiarlo después de eso, que aún estando en la bañera solo se rio. ¿Acaso se trataba de una trampa? No estaba seguro si debía mantenerse atento, siendo completamente justo, Ranma parecía dispuesto a cooperar con él desde el principio, dejando de lado el hecho de que intentó que se extraviara. Técnicamente Ranma no jugó sucio, técnicamente si él hubiese querido ganar, lo hubiese dejado en el río.
—¡Ryoga! —exclamó Ranma, sacándolo de sus pensamientos—. Te dije que vigilaras el maldito arroz.
—¡Oh! ¡Lo siento! —respondió alterado, terminando de cortar las zanahorias—. ¿Se quemó?
—Solo el fondo —dijo, probando la parte de arriba—. ¿En qué estabas tan perdido? ¿Pensabas otra vez en Akane?
Ryoga afirmó con la cabeza, evitando si quiera mencionar que pensaba en él. Eso sería muy extraño para su convivencia.
—Pues te recuerdo que no ganarás la apuesta —dijo el pelinegro, vaciando las verduras en una sartén, esperando a que su amigo hiciese lo mismo.
—¿Cómo conseguiste tanta ropa femenina? —preguntó Ryoga.
—La mayoría son regalos. Por suerte muchas de estas son elásticas.
—¿Regalos?
Ranma se quedó pensando, no recordaba a cada uno de ellos.
—Te sorprendería la cantidad de hombres que me cortejó —dijo burlándose.
—Mira tú —dijo Ryoga, añadiendo aliños a la comida para revolverla y colocarle agua—. Las mujeres te dan comida y los hombres te envían ropa. ¿Sabes cuál fue el último regalo que me llegó? Una taza de té, de parte de un anciano al que le despejé la entrada de nieve.
Ranma no pudo evitar burlarse.
—Pero ese té no tenía somníferos o algo peor. ¿Sabes cuantos de esos regalos me mantuvieron inconsciente? Al menos el treinta por ciento, luego te acostumbras y los botas a la basura dependiendo de quien se trate. Podrá parecer muy agradable la atención, pero si no estás en alerta terminas en la cama de alguien que no conoces.
Ryoga no tenía idea cuan complicado podía resultar todo para Ranma, la mayoría del tiempo lo consideraba un exagerado. Claramente disfrutaba de los halagos y los buenos tratos, lo recordaba perfectamente y no lo culpaba. Pero no lo valía si no sabía en quien confiar. Al final, no importaba el coqueteo de Ranma, ni que tan manipulador pudiese ser para lograr un objetivo. Si en cualquiera de sus dos formas, él se negara a ir más adelante, estaría bien. Quizás sería lamentable por el pobre iluso al que engañó, pero tampoco podían obligar a Ranma a hacer algo que no quisiese. Nadie a su al rededor parecía aceptar un "no" como respuesta.
—Está listo —dijo Ryoga, después de un buen rato esperando.
Se sirvieron como el resto de los días, sentándose uno frente al otro mientras mantenían prendido el televisor en alguno de tantos canales, entre ellos uno que ponía "El resplandor". Película medianamente vieja que Ranma jamás vio.
—¿Sabías que en algunos países no acostumbran cenar? —dijo Ryoga, viendo que el film estaba por terminar y sería inútil prestarle atención—. Bueno, principalmente porque es más costoso, así que prefieren el té y el pan.
—¿En serio? —preguntó Ranma, disfrutando de esa cena-almuerzo que tan bien les quedó—. ¿Por qué me dices esto?
—No lo sé... quería conversar —dijo Ryoga, comiendo al igual que su amigo.
Claramente el televisor se mantenía encendido para que el incómodo silencio no los abrumara. Aunque siendo claro, ese era Ryoga. Ranma se concentraba netamente en su platillo y disfrutaba de los placeres de la tranquilidad, o eso parecía hasta que preguntó algo.
—¿Por qué te decidiste por Akane? —preguntó Ranma, viendo a Ryoga parar de comer.
—¿Qué quieres decir? —preguntó Ryoga, viendo como el contrario jugaba con el arroz en su plato.
—Ya sabes, pudiste tener a Akari. Ella era linda y te aceptaba tal y como eres. ¿No es eso mejor?
—Eran relaciones distintas... —dijo, apoyando ambos codos en la mesa—. Ya soy un adulto de dieciocho, no podía mantenerme en un limbo. Akari era grandiosa pero no importaba cuanto lo intentase, siempre la comparaba con Akane y esa no es la idea de una verdadera relación.
—En serio quieres a Akane... —dijo Ranma, con voz monótona—. Quizás hasta más que yo.
Ryoga quedó sorprendido ante ese comentario. ¿Cómo era posible que Ranma admitiera tal cosa como si nada?
—No me malentiendas —dijo Ranma, con cierto rubor en su rostro—. ¿Puedo confiarte algo?
Ryoga asintió, esperando atentamente lo que Ranma estaba por decir. Pero al final pareció arrepentirse. Se quedó mirando a la distancia, con una tristeza que no era muy común en él.
—Olvídalo —dijo al fin.
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Ranma despertó tarde al día siguiente, no tenía ganas de levantarse o de prepararse algo. Ryoga intentó despertarlo en más de una ocasión pero él solo fingió dormir. Le pareció extraño, considerando cuan temprano Ranma decidió acostarse. Se preguntó si se sentía bien, si algo de eso tenía que ver directamente con lo que él deseaba confesarle pero terminó repentinamente por evitar. ¿Se relacionaría directamente con Akane?
—¿Ranma? —preguntó, entrando a su dormitorio, notando la ausencia de este—. ¿Dónde podrá estar...?
Lo llamó por toda la casa, sin conseguir respuesta alguna. Eran las una de la tarde y como sobró curry del día anterior, Ryoga decidió comer solo. Pasó el resto de la tarde comiendo algunos snacks y disfrutando de películas en la tele. Debieron ser al menos tres, porque sin darse cuenta ya eran las siete de la tarde y no existían noticias de su rival.
—Ese imbécil —dijo Ryoga, pensando seriamente en ir a buscarlo.
¿Podía eso tratarse de una táctica para despistarlo? Quizás su único objetivo era que él se perdiera, y terminaran con esa estúpida apuesta de una vez por todas. Aunque no tendría sentido, Ranma no parecía muy dispuesto a ser malo después de lo de ayer. ¿Por qué se preocupaba? ¡Ranma era un adulto sin problemas de orientación!
—Si pones un solo pie afuera... te perderás —se dijo Ryoga a sí mismo.
Aún así lo hizo.
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La apuesta
Fanfiction"Ryoga vuelve a Nerima después de un año vagando por tierras extranjeras. No pasa demasiado tiempo para que tanto Ranma como él hagan un pequeño viaje de entrenamiento, donde surgen todo tipo de preguntas con respecto a su ausencia. He allí donde in...