Quien no acepta y quien escapa

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       El caos era una costumbre para cada persona en esa casa. Lo sabían, incluso cuando un nuevo inconveniente llegaba a sus vidas, la esperanza de solucionar todo no tardaba en aparecer. Probablemente porque gran parte de la fe recaía en los hombros de Ranma, quien de alguna forma se las ingeniaba para aceptar el golpe. ¿Pero qué pasaba cuando se ausentaba? ¿Cuándo él era parte del problema? 
—¡Eso es absurdo! —gritó Ryoga, viendo a la anciana comer un pastelillo dulce preparado por Kasumi. 
—No sé porqué te sigues sorprendiendo —dijo Cologne, limpiando su boca con una servilleta. 
—¿Pero qué fue tan terrible como para que Ryoga se alterara más? —preguntó Kasumi, quien se ausentó durante un momento. 
—La maldición se invirtió —explicó Nabiki—. Debido a que ahora es Ryoga quien tiene sentimientos por Ranma y Ranma decidió escapar: El amante rechazado es Ryoga.
—¡Qué amante ni qué nada! —exclamó molesto—. ¡Yo no amo a Saotome! 
—No importa cuanto lo niegues, tu vida seguirá estando en peligro —añadió Cologne, con un tono serio que hizo estremecer a Ryoga—. Tu corazón aceptó el suficiente cariño como para salvar a Ranma. Sé que lo sabes, después de todo, las toxinas sacan a luz esos sentimientos. 
       Ryoga se ruborizó al escuchar eso, pero parecía más que dispuesto a mantenerse firme. Enamorarse de un hombre ya sería algo extraño para él, mucho más cuando se trataba de Ranma. Su amigo, su rival, el maldito bastardo que lo dejó allí para explicar el desastre. 
—Lo único que causa Ranma en mí es un dolor de cabeza —dijo Ryoga, cruzándose de brazos. 
       El ruido de unos fuertes pasos se aproximaron al cuarto, seguido de la imagen viva de la desesperación y tristeza. Eran Ukyo, Shampoo y Akane, las que llevaban al menos dos horas fuera.  
—¡No está! —exclamó Ukyo, arrojándose al suelo de rodillas—. Buscamos en todos los sitios que él suele rondar, pero no hay señal de él... 
—La tierra se tragó a mi Ranma... —dijo Shampoo, limpiando sus propias lágrimas. 
       Akane bajó la vista, preocupada por lo que Ranma sería capaz de hacer. Ni si quiera se llevó dinero, mucho menos cambios de ropa o una tienda de acampar. ¿Cómo sobreviviría? 
—¿Llamaron a su mamá? —preguntó Akane. 
—Si —respondió Kasumi—. Intentamos que no se alarmase, pero ella enseguida hizo preguntas... Probablemente la vuelva a llamar. 
—¿Aún no vuelve el resto? —dijo Akane—. No creo que lo encontremos hoy, debió salir de Nerima. 
—¿Eso crees? —preguntó Ryoga, alarmado—. ¡Pero si el imbécil no llevaba nada consigo!
       Ryoga apretó los puños, ¿por qué tenía que preocuparse tanto por ese irresponsable? Lo peor de todo es que lo entendía, aunque no justificaba sus acciones, podía comprender perfectamente cuan aterrado debió sentirse. Ojalá se hubiese quedado, de ser así, pudo haber subido su ánimo de alguna forma. 
—Iré a casa —dijo Ryoga, inclinándose en señal de despedida—. Aún queda la posibilidad de que esté allí.
       Alcanzó a dar un solo paso, porque Cologne golpeó su pie con el bastón. Ryoga no tardó en tropezarse, sintiendo su rostro en el suelo.
—¡¿Y ahora qué pasa?! —gritó, poniéndose de pie. 
—No queremos dos extraviados —dijo Cologne—. Con el más mínimo descuido podrías ponerte en riesgo. 
—¿Ponerlo en riesgo? —preguntó Akane, levantando una ceja. 
—¿Qué tal si lo acompañas? —dijo Nabiki—. Allí te lo explicará.
       Tanto Ryoga como Akane bajaron la vista. Era un escenario muy parecido al de la búsqueda de la supuesta Ayame, pero al rebelar su identidad el contexto sufrió un cambio drástico. Aún así, Akane escuchó la explicación de Ryoga durante el camino, quien no dejaba de recalcar la ausencia de amor entre ellos. 
—Ryoga —pronunció Akane de repente, interrumpiendo a su amigo—. No es necesario que me mientas, eso no me hará sentir mejor. 
       El estómago del colmilludo se revolvió. La inexpresión de Akane se volvió tristeza a medida que avanzaban. Ryoga supuso que no quedaban palabras para levantarle el ánimo, al menos no suyas. 
—Yo me enteré hace poco —admitió Ryoga, llamando la atención de Akane—. Él estaba dispuesto a morir, ¿sabes? No parecía una opción traicionarte. 
—Pero lo hizo —dijo molesta—. Todo ese tiempo en el que sintió atracción por ti y lo ocultó, fue una traición. 
—Akane... 
—Debió decirme —contestó tajante—. Le encanta tomar la salida compleja para que al final sus decisiones le exploten en el rostro. ¿Ahora qué? Escapó de todos y te dejó aquí, en peligro de muerte. 
—Él no lo sabe —dijo Ryoga, intentando defender a su amigo—. Mira Akane... Sé que Ranma no es el hombre más sincero cuando se trata de lo que siente y estás en todo tu derecho de estar molesta. Pero tú mejor que nadie debería entender la cantidad de cosas por las que pasó y el estrés que llevaba encima. 
       Ryoga pudo ver como las lágrimas de Akane se asomaban por su rostro, mientras fruncía el ceño. 
—Lo siento —dijo Ryoga, haciéndole cariño en el hombro.
—No lo hagas. Pienso en que todo sería distinto si él hubiese dicho la verdad, pero no, me conozco, sé que estaría tan molesta como ahora. Estoy segura que él lo sabía y no quería cargar con mi desaprobación. 
       Akane se quedó en silencio un instante, contemplando las nubes rojas y el fin del atardecer a lo lejos. Era tan lindo, desearía estar viéndolo con alguien más. 
—Ojalá esté bien... —dijo lamentándose.
       Al llegar a su casa notaron las luces apagadas y supusieron que no debía estar allí. Tenía sentido después de todo, ni siquiera él era tan estúpido como para mantenerse al alcance de ellos. Ryoga abrió los muebles donde sus pertenencias debían estar, topándose con la ausencia completa de estas. Eso quería decir que Ranma si fue, pero con la mera intención de tener algo de equipaje. El asunto allí era que la mayoría de las prendas eran femeninas, debido a la apuesta en cuestión. 
—Eso es una pista —dijo Akane—. Significa que pretende estar como chica... Tiene sentido, se le hará más fácil conseguir cosas. 
—Pero me preocupa que le ocurra algo —dijo Ryoga, viendo un mapa tirado en el suelo, cerca de la entrada—. Esto es mío... 
       Ciertamente nunca supo utilizar muy bien uno, por más que estuviese bien señalizado. Ni si quiera recordaba que tenía eso, era de Yokohama, de una de las tantas veces que se perdió allí. 
—Se le debió caer... —preguntó Akane—. ¿Qué tan altas son las probabilidades de que fuese? 
—No lo sé... —susurró Ryoga, intrigado por el destino del pelinegro. 

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       De regreso al dojo todo permanecía igual, ninguno volvió a sus respectivos hogares a continuar con sus vidas. Ni si quiera quienes eran dueños de restaurantes o los que debían asistir a clases al día siguiente. Aparentemente, Ranma era más importante de lo que él mismo creía. 
—¿Qué opinan? —dijo Akane, señalando el mapa colocado en la mesa, mientras la gran mayoría tomaba una taza de té. 
—Yokohama es enorme —señaló Ukyo, pelando una manzana—. Conociendo a Ranma, conseguirá un trabajo esporádico para tener que comer. 
—Ranma ser bueno en la cocina —añadió Shampoo, esbozando una sonrisa—. Además, una cara bonita atraer mucha clientela. 
—Tienen un buen punto —dijo Nabiki—. Salvo que prefiera el camino fácil... 
       Retorcidas imágenes de él en las calles vinieron a la mente de algunos, causando que tanto Soun como Genma explotaran en lágrimas de deshonra. 
—¡Él nunca haría algo así! —exclamó Akane, golpeando la mesa con rabia. 
—Solo doy alternativas —dijo Nabiki, con los brazos cruzados—. Lo que ustedes no están tomando en cuenta es que para los trabajos formales, se necesitan una cantidad de documentos que estoy muy segura que Ranma no tiene idea como conseguir. 
       Hubo un intercambio de miradas inmediato, Nabiki no podía estar más en lo correcto aunque lo intentase. Genma nunca le enseñó sobre ese tipo de cosas, principalmente porque el "destino" de Ranma era y siempre sería el dojo. 
—Pero él trabajó con Ukyo y Shampoo... además de en algunas tiendas en el centro —dijo Kasumi, con preocupación. 
—Bueno... casi siempre era informal —confesó Ukyo—. ¡Aún así mi Ranma no es un imbécil, sé que se las arreglaría para obtener dinero de una forma honesta! 
—¿Honesta? —preguntó Nabiki, mirando a Genma. 
       Todos la imitaron, acusando al hombre de forma implícita. 
—Tío Genma... ¿Cómo conseguían el dinero para sobrevivir durante su viaje? —preguntó Akane, con cierta aura negra a su alrededor. 
—Me parece muy descortés que desconfíen de la forma que eduqué a mi hijo —dijo Genma, recibiendo un ataque directo de la mayoría de los presentes—. ¡Esperen, esperen! ¡Si, tal vez robamos un poco, pero todo dentro de lo legal! 
—¡¿En qué mundo robar es legal?! —exclamó Ukyo, recordando como salió corriendo con el puesto de su padre. 
—¡Se llama sobrevivir! —gritó Genma—. ¡Aún así mi hijo es un hombre honorable y sé que cada uno de sus actos estarán más que justificados de acuerdo a la situación en la que se encuentre! 
—Tío Genma... —susurró Akane sorprendida, viendo cuan bien podía hablar de Ranma. 
—¡Así que si utiliza sus encantos para estafar a algún millonario despistado, para luego entregarme parte de ese dinero, no podría juzgarlo en lo absoluto! —dijo con convicción, para ser arrojado por los aires, en un solo golpe colectivo. 
       Parecía que esa conversación grupal no estaba llegando a ningún lado, y la derrota perseguía a cada uno de los presentes. De pronto Cologne frunció el ceño, tirando su bastón en dirección al patio, botando a Ryoga. 
—¿Ryoga? —preguntó Akane, viendo como este logró despertar de un trance—. ¿En qué momento salió? 
—¿Qué pasó? —dijo el colmilludo, poniéndose de pie. 
—Esto es grave —señaló la anciana, dando brincos hasta llegar a él—. Ukyo, ¿no estabas pelando una manzana? 
—Si, ¿por qué? —preguntó la joven, notando la ausencia del utensilio que utilizaba—. ¿Pero dónde...? 
       Cologne levantó el afilado cuchillo al lado de Ryoga, dejando a todos impactados. Nadie fue capaz de verlo, su velocidad era incluso más rápida que antes. Cologne supuso que el viaje le sirvió, pero que eso solo lo convertía en un mayor riesgo para él. 
—¿Me crees ahora, muchacho? —dijo Cologne, viendo a Ryoga asustado por su propia vida. 
—Tengo una idea —dijo Nabiki—. Denme diez minutos en el teléfono. 
       Cada uno de los presentes la observó con intriga, atento a la propuesta que estaría por dar. 
—¿Qué planeas? —preguntó Akane, viéndola sonreír. 

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       A la mañana siguiente un hermoso y elegante bus se estacionó delante de ellos. Nabiki no fue demasiado clara, pero con lo poco que dijo, dio a entender que tendría los gastos pagados para encontrar a Ranma. He allí donde vieron bajar a Kuno.
—Será un placer buscar a la pelirroja junto a ustedes —admitió el hombre de la espada—. No tenía la más mínima idea de que se encontraba extraviada. 
—¿Este era tu plan...? —preguntó Akane, llevando su mano a su rostro. 
—Pagará el hotel de cuantos días nos demoremos —dijo Nabiki, colocándose su mochila en su espalda—. ¿Quiénes vendrán? Puede que sea un viaje largo, sin tiempo para negocios. 
—El restaurante no puede cerrar por tanto —dijo Cologne—. Shampoo, deberías dejar esto en manos de los demás. 
—¡Pero bisabuela! —gritó triste.
—¡Te enviaremos un postal! —exclamó Ukyo, sacando de quicio a la amazona. 
—¡No te preocupes, Shampoo! ¡Traeré a ese ingrato devuelta! —exclamó el joven de los anteojos. 
—Shampoo no creer —dijo molesta. 
       Mientras tanto, Ryoga parecía el más deprimido en ese bus. Sentado al final, apoyando su rostro en la ventana. Estaba seguro que Ranma le habría dicho algo estúpido para subirle el ánimo o distraerlo. Le irritaba que la mayoría viera ese viaje prácticamente como unas vacaciones, que actuaran como si nada serio estuviese por ocurrir. ¿Pero qué esperaba? Era el entorno que siempre lo rodeó, incluso en situaciones más tensas se comportaban como niños en un paseo escolar. 
—Es curioso que la extraviada no sea yo —dijo Akane, sentándose a su lado, notando una sonrisa forzada por parte del colmilludo—. ¿Recuerdas cuando "escapé" de casa? 
       Ryoga soltó una risa auténtica, viendo el pasado con nostalgia. 
—¿Cómo lo olvidaría? Culpé a Ranma de eso —dijo Ryoga, lamentándose porque no quiso escuchar la versión de su amigo. 
—Tuviste razón con lo de ayer —admitió Akane, respaldándose en el asiento—. Si cargó con muchas más cosas de las que debería. Eso no lo hace un santo... Pero si la pasó mal. 
—Si... —susurró apenas, con su rostro ojeroso y completa ausencia de motivación. 
—Ryoga, deberías dormir —dijo Akane sonriendo—. La noche fue dura para ti, ¿no? 
       Lo fue, el miedo de intentar quitarse la vida lo rondaba. El paradero de Ranma y su futuro solo empeoraba las cosas. Normalmente no podría relajarse tanto en un sitio tan bullicioso, pero se adaptó, como siempre lo hizo. 

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