Debió pasar una semana y media desde entonces, desde el gran escape, desde que vio a Ryoga por última vez. Para ese momento ya no vivía con los Tendo. Fue difícil despedirse, olvidar el compromiso de un día para otro y separarse de su ex prometida. Aún le preocupaba la actitud de Akane, quien se mantenía dulce y comprensiva hacia él, aún después de lo ocurrido. Supuso que donde Akane se descargaba, era en la responsabilidad afectiva con Ryoga. Porque le advirtió más de una vez que no se atreviera a hacerle daño, casi como si Ryoga se tratase de un ser de cristal.
Esa tarde no fue como las de siempre, si bien seguía esperando una llamada de su "amigo", una parte de él le recordaba que debían ir lento. "No quieres que pase lo que con Akane", pensó. Aún así, deseaba desde el fondo de su alma visitar a Ryoga y olvidar todo ese proceso inicial entre citas. Ranma no deseaba ser insistente. ¿Qué pasaba si Ryoga no estaba listo? Tal vez su ausencia era una señal, porque en el fondo seguía pensando en Akane. "Pensando en Akane...", se escuchó en su mente. Debía dejar ir esa idea.
El timbre sonó de pronto, llamando la atención de Ranma, quien no tardó en ir. Sus padres se estuvieron ausentando esos últimos días, sin explicaciones. Por lo que él se encargó de los respectivos cuidados de la casa.
—¡Ya voy! —exclamó, caminando lento por culpa del yeso.
Su sorpresa fue grande al notar al colmilludo en la puerta. Parecía agotado, un desastre bañado en sudor y unos cuantos rasguños. Sus manos sostenían lo que en algún momento debieron ser flores, probablemente tulipanes rosas.
—Tú... No me digas que estuviste todo este tiempo... —susurró Ranma, notando las malas condiciones en las que llegó—. ¿Qué te pasó?
—Tu mamá me dio un mapa y creí que esta vez si sería más fácil —dijo avergonzado—. Terminé en alguna zona aislada peleando con un cocodrilo... ¡Pero lo conseguí!
Ranma soltó una pequeña carcajada, le parecía adorable la idea de Ryoga sacrificando tanto por él.
—¿Me trajiste flores? —se burló—. Eres un romántico.
—¡Ah, cállate! —exclamó molesto—. Son... eran para tu mamá.
Ranma lo miró con sorpresa. Tenía sentido, ¿por qué Ryoga se las llevaría a él?
—¿Te gustaría pasar a ducharte? —preguntó Ranma.
—¡Por favor! —gritó feliz, entrando entusiasmado. Ranma recibió sus cosas y las llevó a su habitación, guiando a su "amigo" a la zona de baño. Lo esperó, dejando que se tomase lo necesario para sentirse cómodo, porque él entendía cuan estresante debía ser estar allá afuera, solo y perdido. Miró las destrozadas flores a su costado, Ryoga siempre fue muy detallista con las mujeres, supuso que por ello ese regalo no era particularmente para él. Le molestó un poco.
Cuando lo vio salir con el cabello húmedo y una toalla al rededor de su cintura, llamó su atención para que viese donde debía ir. Ryoga abrió su mochila, sacando una muda de ropa que no tardó en colocarse frente a Ranma, consiguiendo que este obtuviera un poco de rubor.
—Espera —dijo Ranma, evitando que continuara cambiándose—. Vuelvo enseguida.
Ryoga no terminó de comprender su forma de actuar, pero ahí estaba él, solo con sus pantalones puestos. Vio las flores, recordando la torpe mentira que inventó. Obviamente eran para Ranma.
—Aquí estoy —anunció Ranma, volviendo con su cuerpo de chica y camiseta desabrochada.
—¿Ah...? —dijo Ryoga, sin alcanzar a formular una oración—. Espera, ¿por qué cambiaste?
—¿Por qué crees tú?
Ryoga se puso a relacionar factores en común. Ranma tenía rubor en sus mejillas, Ranma cerró la puerta atrás de él y comenzó a acercarse. ¿Qué otra cosa podía significar?
—Oye, oye, oye... —dijo Ryoga, tomándolo de los hombros—. ¿De verdad quieres...?
—¿Hace cuánto que no nos vemos? —dijo molesto.
—¡Lo sé, lo entiendo! Pero en esta forma... tú, yo... ah... —pronunció nervioso, aún le costaba tratar con el cuerpo femenino.
—Tengo la suficiente curiosidad, ¿tú no?
Ryoga presenció como se desvestía, un acto medianamente lento que lo excitó aún más. Aunque curiosamente no sangró, como si su mente le dijera que ahora sería diferente, que debía controlarse si deseaba conseguir su objetivo. Así que él lo imitó, quitándose los pantalones y calzoncillos que minutos atrás se puso.
—Bien, ¿tienes condones? —preguntó Ryoga, viendo a Ranma sonreír.
—No —contestó, sacando la lengua—. Pero no creo que importe, dudo que tengas algo que contagiarme.
—¡Pero Ranma! —exclamó nervioso—. Tú podrías...
La pelirroja no tardó en fruncir el ceño ante la idea, siendo recorrido por un escalofrío que le puso los pelos de punta.
—¡No digas tonterías! —dijo, volteándose con los brazos cruzados—. Es imposible que algo así me pase.
—¿Seguro? —preguntó Ryoga, inquieto—. Si algo ocurriese, ¿sabes que me haría responsable, verdad?
—¡Pero no va a pasar! —volvió a decir—. Así que quítate esa enferma fantasía.
Ryoga lo abrazó por la espalda, subiéndolo a su regazo. Siempre fue divertido sacar a Ranma de quicio, el hombre que generalmente disfrutaba de molestar a otros.
—¿Cómo se te ocurrió insinuar algo así?
—¿Estás molesto? —dijo el colmilludo, comenzando a besar sus hombros—. ¿Quieres parar?
—Obvio que no —susurró, estremeciéndose por las caricias en su abdomen.
Ranma no terminaba de entender de donde sacó Ryoga su osadía para iniciar, él creyó que le tomaría mucho más tiempo el adaptarse. Tal vez la escena del supuesto enojo calmó sus tensiones y lo distrajo. Cual fuese el motivo, lo aprovecharía a su favor. Ranma sintió como un bulto bajo de él crecía, frotándose levemente en su intimidad. Prefirió no decir nada, guiando a Ryoga con sus manos a que masajeara sus enormes pechos, sintiendo como este temblaba.
—Tranquilo —susurró Ranma, girando un poco para besar sus labios—. Lo estás haciendo bien...
A Ryoga le sorprendió lo distinto que era tomar a Ranma en ese estado, como si le avergonzara mucho menos de esa forma. Pero a Ryoga le importaba tan poco el cambio, él seguía disfrutando de hacerlo sentir bien, de escuchar sus gemidos como recompensa, cada vez que tocaba un nuevo punto sensitivo.
—Baja... —dijo Ranma, guiando a Ryoga a su entrepierna—. Quiero que... ¿Sabes que tocar?
—Si... —aseguró Ryoga, deslizando sus dedos hasta allí, notando cuan húmedo estaba—. Estás muy mojada, Ranma.
—No uses... es mojado... —intentó corregir, jadeando mientras uno de sus pezones era pellizcado—. Soy un...
—Lo sé —susurró, tocando su clítoris en forma de circulos—. ¿Está bien así?
Ranma comenzó a moverse, intentando cubrir su boca por los fuertes ruidos que liberaba. Se sentía excelente, era una sensación muy distinta al placer de un chico, algo medianamente desconocido para él. Si bien deseó tocarse y experimentar con ese cuerpo, él nunca tuvo demasiada privacidad para probarlo. Aunque siendo justo, en un par de ocasiones que tuvo que utilizar ropa interior ajustada, el roce hizo el suficiente trabajo para sentirse extraño.
—R-Ryoga... —gimió Ranma, sintiendo que estaba en su límite—. ¡Por favor sigue!
El joven entendió lo mucho que le gustaba, porque las interacciones de Ranma durante el sexo no solían ser las más comunicativas. Así que presionó con más velocidad, causando que Ranma gritara de placer, intentando a duras penas morderse para guardar silencio. Ryoga aprovechó esa instancia para besar su cuello, deseando morderlo, con la intención de marcarlo como suyo. Pero al final no lo hizo, en su lugar continuó dejando un pequeño rastro de besos.
—R-Ryoga... —susurró Ranma, dándose la vuelta para poder mirarlo, agotado por sentir sus primeros orgasmos como mujer—. ¿C-cómo puedes ser tan bueno?
—¿Ah? —dijo nervioso—. ¿De verdad te gustó?
—Fue... hubieron tres de ellos —dijo, apoyándose en su pecho.
—¡¿Tres?! —dijo sorprendido—. ¿Cómo...? Digo, sé que las chicas pueden tener orgasmos múltiples, pero creí que era muy complicado y no le pasaba a todas... ¿Tan bueno soy?
Ranma frunció el ceño, golpeándole la nariz.
—Presumido —pronunció, acariciando su rostro—. Quiero que entres...
—¿Aún puedes con esto?
—¡Por supuesto que si! —dijo entusiasmado, deseando ir más allá—. Además, quiero que también lo disfrutes.
Ryoga sonrió, juntando los labios con la pelirroja.
—Tan lindo... —susurró, abrazándolo—. Ranma, no puedo creer cuanto te amo.
Ranma se puso rojo ante esa confesión, ¿había usado esas palabras antes? Estaba seguro que no. Se quedó inmóvil por un rato, para al final alejarse de él y mirarlo directo a la cara. ¿Ryoga decía la verdad o se dejó llevar por el momento?
—¿Lo dices en serio? —preguntó Ranma, un poco inseguro—. ¿No es un poco pronto para que pienses de esa forma? Tal vez necesitas volver a planteártelo...
—Ranma —dijo, acariciando su mano con cariño—. Yo en serio-
Un panda abrió la puerta de golpe, levantando un cartel: "Oh, lo siento. Pero tu madre quería que viniesen a comer". Entonces salió, dejando a los pretendientes ardiendo en una obvia vergüenza. ¿Hace cuanto habían llegado?
—No puedo creerlo —dijo Ranma, vistiéndose enojado—. Nadie conoce el concepto de privacidad, ¡¿qué tan difícil es tocar la puerta?!
—Ni si quiera los escuchamos llegar —dijo Ryoga, colocándose un suéter negro y el resto de su ropa—. Ay no... ¡¿Cómo voy a mirarlos ahora?!
—¡Eso debería preguntar yo! —exclamó nervioso—. Todos esos sonidos que salieron de mí...
Ranma abrió la ventana con la intención de escapar, pero Ryoga lo afirmó.
—Ranma... ¿No planearás dejarme solo, verdad? —dijo sonriendo.
—¡Por supuesto que no, cariño! —sonrió, intentando ser linda para engañarlo, pero Ryoga lo tomó en sus brazos, sin dejarlo escapar—. ¡Oye espera, cuidado con mi pie!
—¡Entonces no lo muevas, iremos a comer y enfrentaremos el horror juntos!
—¡No quiero, no quiero! —dijo, intentando zafarse a toda costa, pero la fuerza de Ryoga era descomunal—. Ryoga... me haces daño.
—¡No me engañarás con eso! —exclamó, ruborizado por la suavidad y ternura con la que Ranma intentó convencerlo.
—¡Cerdo imbécil! —dijo, saliendo de allí junto a él, en dirección al baño. Ambos se limpiaron adecuadamente, porque aunque no completaron su objetivo, hicieron lo suficiente para sentirse sucios.
—¿Qué pasa con esos gestos? —dijo Ryoga, viendo a Ranma volver a ser hombre y practicar un rostro intimidante—. ¿Intentas lucir masculino...?
—No lo intento, lo soy —dijo, engruesando su voz.
—Tienes que estar bromeando —dijo Ryoga, abriendo la puerta del baño y dándole unas palmadas en la espalda—. Ahora ve allí y finge que nada ocurrió.
Ranma se paró firme, armándose del valor que no tenía, recordando los gemidos. Pero aún así continuó avanzando, porque Ryoga permanecía atrás de él, vigilándolo de cerca.
—¡Oh, ahí están! —exclamó Nodoka, sirviendo unos trozos de tarta y unas cuantas tazas de té.
—Buenas tardes señora Saotome —dijo Ryoga, inclinándose ligeramente.
—¿Hace cuanto llegaste? —dijo Ranma, con un tono tímido—. Yo... no los sentí.
—Recién, querido —dijo feliz, mientras el panda tomaba té a su lado, evitando exponerlos—. Siéntense, necesitamos hablar.
Tanto Ranma como Ryoga intercambiaron miradas, sospechando de su actitud. ¿Qué podía estar pasando? Ranma fue el primero en disfrutar de la tarta, apreciando el buen sabor. Estaba casi seguro de que lo compró en su cafetería favorita. Por otro lado, Ryoga tomó unos cuantos sorbos de su té, deleitándose por el buen aroma.
—Supongo que has notado nuestra constante ausencia esta semana —comenzó a decir Nodoka, sin comer—. El motivo es muy simple, estuvimos llegando a un acuerdo con Soun.
Ranma miró inmediatamente a su papá, que no hacía otra cosa que desviar la vista, un poco nervioso por lo que podría pasar.
—¿Qué hicieron? —dijo Ranma, intentando no sonar grosero con su mamá.
—Ryoga —dijo Nodoka, tomando la mano de este—. ¿Tú realmente quieres a mi hijo?
—¿Qué? —preguntó Ryoga, viendo como el mismo Ranma lucía alterado—. Si... ¡Por supuesto!
—¿Entonces, heredarías el dojo Tendo junto a Ranma?
Ambos levantaron sus cejas, sorprendidos, sin entender en lo absoluto lo que intentaba decir. Pero cuando Ryoga intentó responder, su cuerpo se sintió débil, desplomándose en el suelo.
—¡Ryoga! —gritó Ranma, viendo a su papá sacar un cartel: "Muchacho, hice lo mejor que pude"—. ¿Qué...?
Ranma se sintió igual de débil, agotado como si llevara días sin dormir. No era la primera vez que lo drogaban, pero no podía creerlo viniendo de su mamá. ¿Qué pasaría ahora? No lo supo, pero también cayó.
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Ranma despertó en el cuarto de Nabiki, viendo a tres chicas que lo miraban expectante. No lo terminaba de entender, ¿por qué estaba allí en primer lugar? Lo siguiente que notó era su forma femenina, acompañada de un bonito vestido de novia occidental y un delicado velo que le llegaba hasta la cintura. Además de mantener su cabello suelto deslizándose por su rostro.
—¿Qué es esto...? —dijo Ranma, sintiendo náuseas—. ¡¿Por qué estoy aquí?!
—Ranma —dijo Akane, abrazándolo—. Lo lamento, intenté detener a nuestros padres pero no hay forma de que entren en razón.
—¿Entrar en razón...? —preguntó confundido, soltándola.
—Yo te explicaré. Akane le mencionó a papá que deseaba ir a la universidad —dijo Nabiki, cruzándose de brazos y apoyándose en la pared—. Así que se asustó tanto que terminó conversando con la señora Saotome, para que tú te hicieses cargo del dojo.
—Eso no explica el vestido —dijo Ranma, sintiendo frío por sus descubiertos hombros.
—Bueno, es que... Lo que ocurre es que no estamos tan bien financieramente y el anuncio de Akane retrasaría indefinidamente las clases en el dojo —aseguró Kasumi—. Y la señora Saotome pensó que sería buena idea dejarlo a cargo de dos grandes artistas marciales...
—¿Dos grandes artistas marciales? —pronunció, aún más confundido—. No lo entiendo. ¡No tiene sentido!
—Ay, Ranma... —susurró Akane—. Tu madre no quería que te hicieses cargo del dojo tú solo... y ella creía que tú querías esto...
Ranma estaba cada vez más perdido, nada de lo que explicaban era razonable, nada de ello era normal. Nabiki lo notó, sacando un micrófono para dar el anuncio final.
—Necesita que seamos directas —dijo la castaña—. ¡Te vas a casar con Ryoga!
El shock fue grande, pudieron ver el momento exacto en el que se hizo piedra. ¿Nuevamente lo iban a obligar? ¿Nuevamente lo involucraron en un absurdo desastre?
—¿Cómo...? —dijo Ranma.
—Ranma, lo siento —volvió a decir Akane—. ¡Yo si planeaba hacerme cargo del dojo! ¡Iba a hacer las dos cosas!
—Akane —dijo la pelirroja, frunciendo el ceño—. Esto no tiene nada que ver contigo, son nuestros padres los que se vuelven a entrometer.
—Pero... —pronunció Akane, con lágrimas en los ojos.
Ranma se paró, levantando el incómodo vestido para poder avanzar por la casa. Sería muy claro esta vez, y de ser posible, arrancaría junto a Ryoga para detener esta locura. Estaba harto.
—¡¿Dónde me trajeron?! —exclamó un Ryoga molesto, saliendo de un cuarto oscuro. El colmilludo llevaba un smoking negro y el cabello peinado hacia atrás. Ranma casi no lo reconoció de lo atractivo que lucía—. ¿Ranma...?
El rostro de Ryoga ardió, comenzando a entender donde iba todo eso. No era difícil de suponer, sus atuendos hacían el suficiente juego para que fuese casualidad.
—¿Por qué...? —dijo el Hibiki, jugando con sus dedos—. Creí que nos tomaríamos... ¡Esto es muy apresurado!
—¡¿Crees que no lo sé?! —exclamó Ranma—. ¡No me mires como si yo hubiese planeado esto!
—¿Entonces quién? —preguntó, recordando el instante en el que se desmayó—. Espera... ¿Tus padres?
Ranma avanzó junto a Ryoga, notando la decoración afuera del dojo. Claramente se celebraría allí.
—¡Lo siento! —dijo enrabiado, cayendo al suelo con cierta decepción—. Yo creí... creí que podíamos zafarnos de este tipo de cosas... Que todo había terminado... No te culpo si deseas irte.
—Ranma...
—¡Ve, vete! —exclamó Ranma—. ¡No mires atrás! ¡Solo corre!
—Oye, Ranma...
—¡¿Qué estás esperando?! ¡Haz tu vida sin mí!
—¿Tienes que ser tan dramático? —preguntó, levantando una ceja—. Solo es una boda, podemos decir que no.
—Oh... bueno, supongo que si —dijo, avergonzado por la escena—. Pero, ¿por qué mi madre querría que me casase vistiendo de mujer? ¡Está en contra de todo lo que ella cree!
—Debió pensar que era lo que tú querías —dijo Ryoga.
—Pero ni siquiera me preguntó...
Ranma tomó la mano de Ryoga, corriendo en dirección al mismo dojo, deseando pedir explicaciones. Cuando lo abrieron de golpe, notaron la cantidad de invitados que permanecían en su interior, desde amigos cercanos hasta simples conocidos de la familia. ¿Así que Nodoka se encargó personalmente de invitar a tantos? ¿Y en conseguir tan fina decoración y alimentos? ¿Cuánto debió costar todo?
—Mademoiselle Ranma —dijo Picolet, acercándose a la chica—. Es un placer volver a verla, no tenía la más mínima idea de que al fin formalizaría.
—¿Francés? —preguntó Ryoga, observando la cortesía de este con Ranma, obteniendo una mirada del rubio.
—Mademoiselle Ranma, con todo respeto y el cariño que le tengo... —le susurró en el oído—. Pero pudo obtener algo mejor.
Ryoga lo golpeó en el rostro, con tal fuerza que lo tiró al suelo.
—¿Por qué te siguen puros cretinos? —dijo Ryoga.
—¡Ranma! —exclamó Shampoo, corriendo en su dirección—. ¡¿Qué significar esto?! ¡Tú no casar con chico cerdo!
Ukyo se aproximó a los novios, con una mezcla de felicidad y preocupación.
—¿Están seguros? Ranma, no es que no quiera tu felicidad... ¿Pero no es muy pronto? —dijo la castaña.
—Los efectos de la mascarilla ya debieron haber pasado —dijo la anciana, llegando a él mientras saltaba en su bastón—. No es necesario que se casen, podrían fingir que nada de esto ocurrió. Solo es un consejo.
—¡No la escuchen! —gritó Mousse, juntando las manos de Ryoga y Ranma—. Ustedes son mis más grandes amigos y estoy contento por ustedes. ¡Así que adelante, que siga la celebración!
Tanto Kuno como Shampoo le dieron un golpe a Mousse, apuntando con sus respectivas armas a los artistas marciales.
—¡No lo permitiremos! —exclamaron al unísono—. ¡Prepárate Ryoga!
Enseguida Ranma los alejó, frunciendo el ceño hacia ambos.
—No nos vamos a casar —afirmó la pelirroja—. Este es un horrible malentendido.
—¡Lo sabía! —dijo Kuno, abrazándola—. ¿Te casarás conmigo, verdad?
Ranma le dio un golpe en el rostro.
—¡Escúchenme, porque no lo diré dos veces! —gritó con fuerza, llamando la atención de sus padres y de Soun a la distancia—. ¡Nadie va a casarse hoy! ¡Mucho menos lo haré siendo una novia!
Nodoka se acercó a él, preocupada por lo que acababa de decir.
—Ranma... —dijo su madre—. Creí que era lo que querías...
—¿Qué creías, mamá? —dijo la pelirroja.
—Bueno... pensé que tu amor por Ryoga inició al haber aceptado tu cuerpo... Creí que en el fondo deseabas ser una chica por tu amado —dijo, intentando sonreír—. Y nos pareció una buena idea que se encargasen del dojo, juntos. Velamos por tu futuro, por el de ambos.
Ranma la vio con cierta molestia. Él de verdad creyó que Nodoka entendió a la perfección como se sentía, pero en vez de eso solo lo malentendió. Quizás porque en el fondo continuaba negándose a la idea de que un hombre pudiese amar a otro.
—¡Por supuesto que no! —gritó, intentando calmarse al recordar con quien trataba—. Mamá... ¿Crees que Akane y yo nos sentíamos cómodos con el matrimonio arreglado? ¿Te parece que me sentía bien al no poder elegir ningún aspecto de mi vida?
Nodoka sintió un nudo en el estómago, viendo como las hermanas Tendo se asomaban a escuchar.
—Yo... Yo no rompí mi pie en el entrenamiento, había escapado —admitió Ranma, siendo escuchado por cada uno de los presentes—. Estaba harto de que me juzgaran y no me preguntasen lo que realmente quería. Fue Ryoga quien me hizo entrar en razón... ¡Pero no quiero casarme y heredar el dojo! ¡El dojo le pertenece a Akane!
—Ranma... —murmuró Akane, admirando su valentía.
—Hijo... —susurró Nodoka—. Pero entonces, ¿qué es lo que quieres?
Esa era probablemente la pregunta que se hacía a diario. ¿Qué quería en realidad? Cada uno en ese sitio esperaba una respuesta, impacientes por la conclusión de todo. Ranma miró a Ryoga una última vez antes de hablar, notando como este le sujetaba la mano. Le dio seguridad dentro de su propia incertidumbre, la confianza que por años le sobró pero ahora le faltaba.
—No lo sé —admitió al fin, sonriendo con tristeza—. Pero quiero averiguarlo, comportarme por primera vez como alguien de mi edad. Encontraré mi camino. Ambos lo haremos.
Y Ranma esperó una respuesta, pero nadie parecía querer hablar. Lo entendió, era otra decepción en sus vidas, pero esta vez no era su culpa, no cargaría con esa responsabilidad. Aún así, se inclinó un poco, despidiéndose cordialmente de todos y salió de allí junto a Ryoga.
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Todos miraban a los supuestos esposos en aquella cafetería, era un escenario curioso, como si hubiesen puesto de acuerdo para escapar de su boda (lo cual fue exactamente así). Ranma disfrutaba de una copa de helado y Ryoga de una hamburguesa, porque aparentemente añadieron más cosas al menú.
—¿Y qué harás ahora? —preguntó Ryoga, tragando su comida—. Esto fue muy repentino, ¿crees que tu madre esté molesta?
—Feliz no está —dijo sonriendo—. Tampoco el tío Soun. Quizás a mi padre le de igual... No lo sé. ¿Sonaría muy egoísta si digo que no me importa?
—Todos merecemos ser un poco egoístas —contestó Ryoga, tomando un sorbo de su bebida—. Así que... tenemos el lienzo en blanco.
—Qué extraña sensación —admitió Ranma, mirando a Ryoga más de la cuenta—. ¿Alguna vez te imaginaste que terminaríamos así?
—¿Cómo? —preguntó Ryoga—. ¿Comiendo juntos después de una boda fallida? Supongo que no... De ser así hubiese apostado por la de Mousse y Shampoo.
—O Kuno y Nabiki —dijo burlándose.
—¡Divorcio seguro! —se rio, viendo la copa vacía de Ranma—. ¿Quieres otro?
Afirmó con la cabeza, viendo a un par de camareros llorar en la cocina. Probablemente porque su clienta favorita se "casó".
—Así que rompiendo corazones —dijo Ryoga, observando lo mismo que Ranma—. ¿Cómo podías tener tantos pretendientes?
—Ay, por favor... Tú también los tenías.
—Claro, la mayoría eras tú con disfraz —dijo, soltando una carcajada.
—Y cada una de ellas era hermosa —se burló, mirando la carta para elegir un sabor distinto de helado—. ¿Frutos rojos o menta chocolate?
Ryoga se le quedó mirando, esa serenidad que mostraba tener después de lo ocurrido. ¿Finalmente dejó de sentir culpa? ¿Realmente parecía dispuesto a ser feliz?
—Oye Ranma... —pronunció inseguro, un tanto inquieto por lo que podría obtener como respuesta—. Sé que hablamos del tiempo y... tú sabes, acabamos de escapar de un matrimonio... Pero a mí me gustaría... Digo, yo sé que también importa lo que a ti te gustaría y es que-
—Ryoga —dijo sonriendo, sabiendo perfectamente a qué se refería—. ¿Quieres ser mi novio?
—Oye —dijo avergonzado—. ¡¿Acabas de robar mi propuesta?!
—Fue un pequeño empujón, no es para tanto —dijo, sacándole la lengua—. Supongo que aceptas.
—¡Por supuesto! —gritó con convicción—. Pero... ¿y tú?
Ranma volvió a sonreír.
—Me encantaría —respondió.
Definitivamente esa era la definición de felicidad.
Fin.
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La apuesta
Fanfiction"Ryoga vuelve a Nerima después de un año vagando por tierras extranjeras. No pasa demasiado tiempo para que tanto Ranma como él hagan un pequeño viaje de entrenamiento, donde surgen todo tipo de preguntas con respecto a su ausencia. He allí donde in...