El futuro

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       Empacaron todo en unas cuantas horas. Fue un viaje corto, nadie esperaba que la solución se asomase el mismo día en el que llegaron. Nabiki lo consideró aburrido, planeaba visitar algunos restaurantes gracias al bolsillo de Kuno durante la siguiente semana. Quizás por eso dijo lo que dijo, llamando la atención del resto. 
—¿Qué planeas ahora? —preguntó Akane, frunciendo el ceño. 
—Solo digo la verdad —dijo, fingiendo estar preocupada—. La pequeña enamorada de Kuno sigue perdida y a nadie parece importarle. Deberíamos quedarnos. 
—Pero ella... La última vez que la vi se encontraba con ese sujeto —dijo, apuntando a Ryoga, que permanecía con los brazos cruzados junto a Ranma—. ¿Qué le hiciste, animal? 
—¡¿Por qué todos creen que le podría hacer algo?! —exclamó irritado—. Ranma, ¿puedes decirle la verdad? 
       Ranma no olvidaba que al llegar a Nerima tendría que hablar con su madre, y aunque sabía perfectamente que lo enfrentaría, aplazar un poco las cosas no le haría daño a nadie. 
—Tiene razón, la pobre debe estar tan asustada... —dijo Ranma, imitando el llanto—. Kuno, juro ayudarte en esta interminable búsqueda que podría durar meses.
—¿Lo dices en serio? —dijo Kuno, conmovido por su buena acción—. Ella estará tan feliz,,, 
       Akane frunció el ceño, buscando una botella de agua que tenía en su bolso, derramándola sobre Ranma. 
—La encontré —dijo Akane.
—¡Oye! —gritó Ranma—. ¡Por poco y mojas el yeso! 
—¡Querida pelirroja! —gritó Kuno, totalmente entusiasmado, para recibir un golpe de Ryoga y caer al suelo.
—¿No estarás retrasando tu visita con tu madre, verdad? —preguntó Akane. 
—¿Una visita? —preguntó Soun desde lejos—. ¿Cuál es el motivo? 
—Padre, ¿cómo puedes ser tan insensible? —dijo Nabiki, simulando una escena dramática—. Todos sabemos la respuesta. 
       La vista recayó de inmediato en el antiguo triangulo amoroso. 
—Ranma, ¿esta es la decisión que has tomado? —preguntó Soun, completamente serio—. ¿Dejarás el dojo? 
       No era precisamente de lo que deseaba hablar, pero supuso que tenía sentido. ¿Por qué viviría en un sitio donde ya no tenía una prometida? Nuevamente la tristeza apareció, era razonable, se trataría de algo así como una despedida. 
—Si —afirmó, notando como Akane evitaba mirarlo—. Es lo mejor. 
       Hubo un cambio abrupto en el ambiente, incluso los trabajadores del hotel observaban con curiosidad la escena. De pronto, tanto Soun como Genma se arrodillaban frente a Ranma. 
—¡Piensa en el futuro, Ranma! ¡En la vida de Akane! —exclamó Soun, en medio de un llanto. 
—¡Papá! —gritó Akane, avergonzada por su comportamiento.
—¡Piensa en lo bueno que es vivir! —dijo Genma—. ¡No hay forma de que tu madre perdone esto! 
—¡Ryoga, haz que entre en razón! —dijo Soun. 
—¿Qué...? —dijo Ryoga—. No creo que sea- 
—¡Insúltalo, llévense mal! —gritó Genma—. ¡Solían ser grandes enemigos! 
—¡Ya basta, esta es una actitud muy inmadura de su parte! —dijo Akane, molesta por lo que sea que planearan los adultos—. ¡¿No les da vergüenza?!
       Genma se levantó, sacando un micrófono de entremedio de sus pertenencias. 
—No quería llegar a esto... ¡Pero tengo pruebas de que su amor no triunfará! —dijo, iniciando su estrategia para separarlos—. ¡Ranma cree que eres un cobarde, patético y miserable que jamás logrará estar a su nivel! ¡Él siempre me comentó lo ridículo que te veías con ese tonto pañuelo amarillo y que odiaba tu sentido de la moda! 
—¿Qué...? —susurró Ranma—. No estarás hablando en serio... 
—¡¿Qué está diciendo?! —dijo Ukyo, golpeándolo con su espátula—. ¡No arruinará otra bella historia de amor! 
—Déjamelo a mí, Saotome —dijo Soun, elevando otro micrófono—. Lo siento, Ranma... ¡Pero te escuché decir que la desdicha de Ryoga no era más que una actuación para atraer el corazón de Akane! 
—¡PAPÁ! —volvió a gritar Akane—. ¡No saben lo que dicen!
       Hubo una pausa larga, donde aparentemente se esperó la respuesta de Ryoga. Él no hizo mucho, en el pasado hubiese sido suficiente para que perdiera la cordura, intentando asesinar a Ranma. ¿Pero ahora? En su lugar vio a Ranma, quien en serio intentaba que los adultos guardasen silencio, mientras desmentía las cosas con Ryoga. Lucía nervioso, como en cada malentendido que intentó aclarar y nadie lo escuchó. 
—No me importa —dijo Ryoga, muy tranquilo para ser él—. Fuimos unos cretinos en el pasado, lo sé. Pero sé que cambiamos o que estamos dispuestos a hacerlo, eso debería ser suficiente, ¿no?
       Y esa era precisamente la línea que mostró el cambio en Ryoga, aquel joven que soltaba definitivamente su rencor contra Ranma. Iba en serio, tanto que hizo ver a Genma y a Soun como unos demonios incompetentes. 
—¡Cuanta madurez! —dijo Soun, llorando desconsoladamente—. ¡Lo siento Akane, se nota que lo ama demasiado! 
—¡Mi hijo no te merece! —exclamó Genma, llorando de la misma forma—. Lo digo en serio, deberías replantearte- 
       Ranma lo bañó en agua helada, evitando que siguiese hablando. Pero eso nunca impediría su posibilidad de expresarse, porque automáticamente sacó un cartel: "Ryoga, puedes encontrar algo mejor". 
—¡¿Cómo puedes hablar tan mal de mí?! —dijo la pelirroja, dándole un golpe.
       Ranma volvió a estar tenso, envidiando la curiosa calma que emanaba Ryoga. No era justo, él solía ser el emocional, quien se alteraba fácilmente. 
—¡Lamento haberlos decepcionado! —gritó, volviendo a temblar, luchando contra ese deseo suyo de salir corriendo—. Pero lo compensaré de alguna forma, algo se me ocurrirá, no lo sé... 
       Ranma dudaba de que algún día dejaría ir la culpa, sus acciones seguirían allí, probablemente en menor medida que al principio, pero se asomarían en la más mínima oportunidad. Casi todos sintieron lástima por él, menos Kuno, quien permanecía inconsciente. 
—Ranma —dijo Akane, preocupada, acercándose a la chica—. No tienes que hacer esto, no nos debes nada... Incluso Kasumi dijo que aportaste con dinero los últimos meses. 
—Eso es más de lo que tu padre ha hecho —dijo Soun, mientras Genma escribía: "Lo eduqué bien". 
—Yo... —susurró, sin creer del todo lo que decían—. Debemos volver a Nerima. 
       Se fue, esta vez no para siempre y lo sabían. Porque si se subió al vehículo, atrás, deseando hundirse en sus propios pensamientos, sin que nadie lo molestase. Los demás tardaron en llegar, lo suficiente para que se acomodara y dejase derramar un par de lágrimas. Prefería no hablar al respecto y evadir nuevamente las incómodas preguntas, así que fingió dormir. 
—¿Estás despierto? —pregunto Ryoga, sentándose a su lado, siendo el único además de Ranma en el bus.
       Ranma intentó quedarse quieto, pero hizo involuntariamente una mueca de incomodidad. El pie comenzó a dolerle de nuevo, supuso que se debía nuevamente a su cambio de forma. Ahora el yeso estaba suelto y necesitaría pronto una ducha de agua caliente.
—Como siempre un mal actor —se burló Ryoga, intentando subir su ánimo.
—Este mal actor te ha engañado en reiteradas ocasiones —dijo, volteándose hacia él—. ¿Hablaron de mí? 
—Si —aclaró, viendo nuevamente su mirada desviarse—. No creo que vuelvan a insistir con el tema. 
—Perfecto, ahora me tienen que defender —dijo irritado.
—¿Por qué te molesta? —aclaró Ryoga—. No sería la primera vez, ¿recuerdas cuando perdiste tu fuerza? 
—¿Me sacarás en cara eso? —dijo burlándose, apoyándose en su hombro—. Gracias... 
—Bueno, no fui el único en intervenir —contestó avergonzado—. Podrías agradecerle a los- 
       Ranma lo tomó del rostro, como una forma sutil de decirle que se callara. Sus mejillas estaban rojas, pero su mirada lucía llena de determinación. Se le acercó en un torpe movimiento, tan gentil y suave como él mismo en aquella forma. Era otro beso, el segundo convertido en chica, lleno de otro tipo de sensaciones. Desde un curioso cosquilleo en sus partes íntimas, hasta un gran deseo por ser tocada. No estaba muy seguro de porqué, pero su osadía aumentaba en ese cuerpo. Tal vez era consecuencia directa a no haber experimentado aún en él, o porque disfrutaba ver a un Ryoga más inseguro. Le recordaba sus numerosos encuentros fingiendo ser su admiradora o prometida. ¿Eso lo calentaba? 
—Tócame —susurró sonriendo, entre juego y seducción. 
—¡Ranma! —exclamó, ruborizado al pensar en ello—. Estamos en... 
—No hay nadie —dijo, intentando llevarlo al límite—. ¿O no te gusto? 
       Ryoga tragó saliva, nervioso; alterado. El cuerpo femenino era distinto, otro nivel de excitación. Él sabía perfectamente que disfrutaba de ambos Ranmas, pero con el Ranma de siempre se mantenía en confianza, no era terreno nuevo. 
—¿Lo harás? —susurró, fingiendo tristeza. 
—¿Por qué ese repentino cambio de personalidad? —preguntó, sospechando de él y acorralándolo en su asiento—. Ayer hasta te costaba mirarme. 
       Ranma frunció el ceño.
—Es distinto.
—¿Por qué? —preguntó, viéndolo ruborizarse, era como si a Ryoga ya no le interesarse su propia vergüenza. 
—¿Qué te importa de todos modos? Te pedí que me tocases, si no qui- 
—Para con eso —lo interrumpió—. Estás a la defensiva. 
       Ranma se cruzó de brazos. Odiaba a ese Ryoga en particular, el astuto, el que veía a través de sus engaños. Rara vez ocurría, Ryoga solía ser mucho más ingenuo en el pasado. 
—¿Sabes lo que creo? —dijo Ryoga, riéndose—. Me parece que disfrutas de verme entrar en pánico.
       Las manos de Ryoga se deslizaron suavemente por las caderas de Ranma, atrayéndolo a él. 
—Pero ya no más —dijo Ryoga, con un tono serio. 
       Ryoga lo intentó, observó a la joven frente a él, dispuesto darle en el gusto. Ranma no habló, se sumergió en la curiosidad. Ryoga lucía violento en ese instante, capaz de hacer cualquier cosa para enfrentar a Ranma. ¿En eso se transformó todo? ¿En un desafío? 
—¿Ryoga? —preguntó Ranma, para saber si todo estaba bien, porque su "amigo" permanecía muy cerca y su toque se aproximaba muy lento por su estómago, deslizándose hacia su pecho.
Ranma quiso ayudarlo, porque claramente el colmilludo se estaba tomando su tiempo. Era casi como si hubiese olvidado el camino correcto a sus tetas. Así que tomó su mano y la encaminó a esa zona, apretando por él—. ¿Te gusta? 
       La sangre no tardó de brotar de su nariz, dejándolo en estado de shock, tan inmóvil como aquella vez en los camarines de mujeres. Ranma se alarmó, golpeando su rostro para que saliera de su trance, sacudiéndolo lo suficiente para que al menos dijese algo, viendo como no paraba de manchar su camiseta. 
—¡No has cambiado en nada! —exclamó Ranma ruborizado, acomodando a Ryoga en su puesto para buscar papel en su bolso—. Te comportas como un virgen. 
—Disculpe, voz de la experiencia —susurró, volviendo en sí—. Creí que podría...
—Supongo que las chicas te calientan más. 
       Ranma encontró unas cuantas toallas de papel, entregándoselas de inmediato al tipo del pañuelo. Él se puso algunas, para con el resto limpiar el desastre. 
—Me gustas en serio —dijo Ryoga de repente—. No me importa que cuerpo tengas. 
—¿Ah? —contestó sorprendido.
—¡Ninguno me calienta más que el otro! ¡Tu cuerpo normal es muy sexy también! 
—¡Oye! —dijo la pelirroja, cubriendo su boca—. ¡¿Dónde crees que estamos?!
       Ryoga miró a su al rededor, seguían solos, por lo que no dejó que lo silenciara. 
—Me siento comprometido a decírtelo —dijo Ryoga, viendo a Ranma arder—. ¿Crees que no disfruté el sexo contigo? Fue todo lo que me imaginé de un primer encuentro. 
—¿Cómo puedes tener el valor para decir semejantes cosas y no ser capaz de tocar un simple pecho? —dijo avergonzado.
—¡Ah, cállate! —dijo, sosteniendo su cara—. Mira Ranma, he estado pensando en que tú y yo... 
—¿Q-qué? —susurró nervioso. 
—Nosotros... Deberíamos... Oficialmente... 
—Espera —Ranma lo interrumpió, frunciendo el ceño—. ¡¿Se puede saber qué hacen?!
       Ranma miró los asientos delanteros, notando a un sujeto de lentes espiar junto a una castaña de pelo largo. A Ryoga le recordó esa época donde Ranma terminaba por ser el metiche en su relación con Akari. Debía ser el karma. 
—No se preocupen, mi único objetivo es ver que sean oficialmente una pareja —dijo Mousse.
—Yo me encargo de que Ryoga no se propase —dijo Ukyo, sonriendo.
—Ha... ¿Hace cuanto están aquí? —preguntó Ryoga. 
—Lo suficiente —dijo Ukyo, apretando el respaldo del asiento con tanta fuerza que llegó a romperlo—. Pero sigan, iban muy bien. 
—¿Ah? —dijo Ranma, pensando en el escenario actual—. Oh... 
—¡Olvídalo! —dijo Ryoga, ansioso por obtener una respuesta—. No tiene que ser ahora, lo entendería. ¡Sin presiones! 
—No es que me sienta presionado —susurró, comenzando a jugar con sus manos—. Es solo que... 
—¡Di que si, Saotome! —exclamó Mousse—. ¡No tenemos todo el día! 
       Ambos artistas marciales le dieron un golpe en el rostro, noqueándolo para que guardase silencio. Ukyo tras ver la tención, decidió sentarse en otro sitio, ya haría luego las preguntas pertinentes.
—No apresuremos nada —dijo Ryoga, entendiendo que esos días fueron mucho más acelerados de lo que cualquiera esperaba—. Yo... ¿te gustaría que te acompañase a lo de tu mamá? 
       Ranma frunció el ceño, notando el drástico cambio de dirección. Al final solo afirmó. 

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       Lo primero que hizo Ranma al llegar, fue darse una ducha de agua caliente. Era la segunda en el día y esperaba que se quedase así. Ranma estaba intentando evitar a toda costa el contacto visual, escabulléndose lo más rápido posible del bus y del propio dojo. Le fue difícil con su yeso, pero incluso perdió el rastro de Ryoga en el camino. "Ya enfrenté a la mayoría y lo dejaremos así", pensó. Cuando terminó de asearse salió por la ventana, realmente le era complicado mantener el equilibrio, pero por suerte era un experimentado en ese tema. Así que dio unos cuantos pasos por el patio de los Tendo, deseando no toparse con Ryoga. No era nada personal, pero prefería ir solo con su madre y quizás no ahora. Deseaba un poco de soledad y comer un helado con los miserables yenes en su bolsillo. 
—¿Dónde crees que vas? —preguntó una voz atrás de él, causándole escalofríos en la espalda. 
—¡Ryoga! ¡¿Cómo me encontraste?! —exclamó Ranma, viendo al colmilludo sonreír—. Estoy al menos a unas cuadras de... Espera, ¿te perdiste? 
—Intenté buscarte y terminé aquí. ¿Quién es tan imbécil para hacer piruetas estando lisiado? —dijo molesto—. Te vi saltando como siempre. 
—No me molestes, necesitaba un poco de aire —dijo, desviando su mirada en otra dirección—. ¡¿Esa es Akari?! 
—¡¿Qué?! —exclamó alarmado, viendo en esa dirección para perderlo unos segundos—. ¡No has cambiado en nada! 
       Lo vio a la distancia, saltar por algunos techos, era tan predecible que a Ryoga no le sorprendió. Aunque notó su dificultad de movimiento y como se tambaleaba al aterrizar. Probablemente le seguía doliendo y no lo iba a admitir. 
—¡Saotome! —gritó, cayendo cerca de él, viendo el charco de agua en el que aterrizaría—. ¡No! 
        Su forma cambió de inmediato. El pequeño cerdo no hacía más que gruñir, insultando a su
supuesto "amigo" por ser un idiota incompetente. Sin embargo, Ranma, quien pudo dejarlo allí tirado, lo recogió. 
—Ya, ya, cálmate —dijo Ranma, tomando las cosas de Ryoga para dejarlas en su espalda—. Mira, solo quiero relajarme antes de ir con mamá. ¿Puedes entender eso? 
—¡Cui! —gritó, mordiendo la mano del pelinegro. 
—Me estás tentando a echarte al río —dijo irritado. 
       Ranma liberó un gran suspiro, claramente sostenía a su brújula moral. Tal vez si debía jalar el parche de la maldita herida y no solo alargar la espera.
—Solo un pequeño paso —susurró Ranma. 

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       Ryoga no recordaba haber visitado su casa antes, en primer lugar, ni si quiera parecía seguro de escucharlo hablar de ella. Lo conoció como un nómada que iba de aquí para allá con su padre, dispuesto a entrenar y sobrevivir. Ni si quiera se imaginaba como podía ser su mamá, pero una parte de él supuso que debían parecerse. Porque al menos Genma era horrible y Ranma era sin duda muy atractivo. 
 —¿Hola? —preguntó Ranma desde afuera, abriendo la puerta corrediza—. Quizás no está... 
       Escucharon risas venir desde el interior de un cuarto, eran sin duda la voz de un hombre y una mujer. Le extrañó, ¿quién más podría estar allí? 
—¿Mamá...? —preguntó Ranma, asomándose en la sala—. ¡TÚ! 
       Eran ambos, tanto Nodoka como Genma tomaban té frente al televisor. ¿En qué momento Genma logró llegar antes que ellos? ¿Se debía a la cantidad de vueltas que decidieron darse? 
—¡Hijo! —exclamó Nodoka, corriendo a él—. ¡Tu padre me comentaba que estuviste en un muy duro entrenamiento y que te lesionaste! ¿Es eso verdad? ¿Por eso tardaste en aparecer?
       Ranma miró a Genma directo a los ojos, con cierta ira que intentó disimular perfectamente con una sonrisa. ¿Qué tramaba su papá? Claramente algo no muy bueno. 
—Si —afirmó Ranma, notando que para ese entonces la señora permanecía atenta a P-chan. 
—¡Que adorable! —exclamó, acariciando su cabeza, logrando que Ryoga se ruborizara—. ¿Es tu mascota? 
—No, él... ¿Recuerdas las pozas encantadas? —dijo, sonriendo nervioso—. Él es un amigo de entrenamiento... lo invité.
       Nodoka lo miró incrédulo, ¿cómo ese diminuto animal iba a ser una persona? Pero entonces Ranma pidió permiso, dirigiéndose al baño. 
—Bien, este es el plan —dijo el chico de la trenza, abriendo el agua caliente para rociarlo—. Hay que tantear el terreno, déjamelo a mí. 
—¿Y yo qué haré por mientras? —dijo curioso—. No tenía idea que vendría tu padre, estoy seguro que te intimidará. 
—No lo creas, tengo mucho que exponer del viejo —afirmó, pasándole la ropa a Ryoga—. Pero te lo advierto Ryoga y no lo repetiré dos veces... 
—¿Qué? 
—Si mamá se altera... —dijo, manteniendo expectante al otro—. Te dejaré ahí y escaparé. 
       Ryoga golpeó su cabeza, probablemente más despacio que en cualquier escenario anterior, pero lo suficientemente fuerte para que Ranma se quejase. 
—¡No aprendiste nada sobre enfrentar las consecuencias de tus actos! —gritó Ryoga. 
—¡¿Olvidaste que las consecuencias son mi muerte?! —dijo molesto—. Y nunca te dejaría para que pagases por mis actos... 
—Ranma... 
—Salvo que quieras —dijo sonriendo, esquivando otro posible puño. 
       Ryoga dejó de lado las prendas que le entregó Ranma, buscando otras cosas en su mochila. Se vistió con un suéter negro y pantalones verde oscuro. Claramente intentaba lucir bien para Nodoka, dar una primera buena impresión. 
—Oh, dios, ¿qué estás haciendo? —preguntó Ranma, viendo como arreglaba su cabello frente al espejo—. ¿No crees que ya es raro que fuese al baño contigo? 
—No quiero parecer un vagabundo —dijo, quitándose su distinguido pañuelo para guardarlo. 
—Oye, yo nunca dije que lo parecieras y- 
—Lo sé, tranquilo —dijo sonriendo.
       Ranma se ruborizó, le agradaba la idea de que se tomase tantas molestias por él y debía admitir que lucía mejor sin pañoleta. Así que al final salieron, intentando actuar lo más natural posible. Llegaba a dolerles las mejillas de tanto sonreír. 
—Tenías razón —dijo Nodoka, acercándose al colmilludo—. Lamento la confusión, yo soy Nodoka Saotome, la madre de Ranma. Será un placer que te reúnas con nosotros. 
—¡M-muchas gracias, el placer es mío! ¡Mi nombre es Ryoga Hibiki! —dijo sonrojado e inclinándose—. ¡Usted y Ranma son iguales! 
       Ranma frunció el ceño y lo pisó disimuladamente, pero su "amigo" casi no lo sintió. 
—¿En serio? —dijo alegre—. No es la primera vez que me lo mencionan, sobre todo en su forma femenina. Debes saber de ello, ¿no? 
—¡Por su puesto! ¡Se todo sobre él! —exclamó nervioso, recibiendo otro pisotón por parte del pelinegro. 
—¡Tú amigo es un encanto! —dijo Nodoka, retirándose para ir a la cocina. 
       Ryoga se sentó, viendo a Ranma aguantar las ganas de gritarle hasta que ella estuviese lo suficientemente lejos. 
—¡¿Qué crees que haces?! —dijo Ranma, sentándose y señalándolo con el dedo. 
—¡Perdón! ¡Cuando estoy nervioso hablo de más! —dijo retrocediendo—. Pero le caigo bien, ¿eso es algo, no? 
—¡Ja! —dijo Genma desde el otro lado—. Lo único que están haciendo es condenar nuestras vidas. 
—¡Creí que no nos molestaría más! —exclamó Ryoga. 
—Lo pensé mejor —dijo, cruzando sus brazos—. Voy a salvar nuestras vidas y me lo agradecerás. 
—¿Y cómo nos detendrás exactamente? —dijo Ranma, apretando sus puños. 
—Ya verás, muchacho —dijo riéndose—. Ya verás... 
       Ryoga sintió la tensión, notando el aura de batalla que emanaba de los contrincantes. Siempre le pareció curiosa la relación padre-hijo que ellos tenían. Si él tuviese que presentar a Ranma frente a sus padres, lo peor que obtendría sería un par de bromas viejas. El insensible núcleo en el que creció Ranma, explicaba bastante su forma de actuar. 
—¿Ranma, me ayudarías a poner la mesa? —dijo Nodoka, asomándose en el cuarto, notando el severo intercambio de miradas entre su esposo y su hijo—. ¿Qué ocurre? 
—¡No es nada! —exclamó Ryoga—. ¡Si quiere puedo ayudarle! 
—Oh... ¡Eres tan generoso! —dijo feliz, guiándolo a la cocina. 
       Afortunadamente pudo seguirla, comenzando a dudar de si podría llevar los platos de regreso. Quizás no fue una buena opción eso de ayudarla. 
—Ryoga —dijo Nodoka, sacando unos hermosos platos blancos—. ¿Cómo conociste a Ranma? 
       Ryoga veía cuan entusiasmada parecía Nodoka por escucharlo. Incluso se tomaba su tiempo para servir el almuerzo. 
—Él... bueno, él y yo peleábamos por la comida en los recreos de la escuela —dijo, riéndose de cuan tonto sonaba—. Ha decir verdad, éramos rivales.
—¡Oh! —dijo sorprendida—. ¿Por qué odiarías a mi Ranma? ¿Hizo algo malo? 
       Ryoga ya no tenía rencores en él. Era agradable pensar en los buenos recuerdos. Como las innumerables veces en la que lo trajo de regreso a su casa, aún en los días de lluvia. Le pareció humillante en ese entonces, pero Ranma si fue un buen amigo. No se veía en la obligación de hacerlo, no era su responsabilidad. Pero aún así, cuando se le hacía demasiado tarde, Ranma generalmente lo esperaba a la salida. 
—No... fueron malentendidos —dijo, esbozando una sonrisa cálida—. Él es mucho más bondadoso de lo que sabe... Él es...
—Oye —dijo Ranma, apareciendo a su lado como un espectro, causando que Ryoga soltase un grito—. Yo iba a ayudar a mamá. 
—¡Imbécil! —contestó alterado—. Ella aceptó mi ayuda. 
—Ryoga tiene razón —dijo Nodoka, casi sin inmutarse—. Tú y tu padre parecían en medio de una pelea.
—No es así —dijo Genma, presentándose de la misma forma que Ranma, provocando otro grito en Ryoga—. Creo que todos podemos poner la mesa, ¿no? 
       Si bien a la mujer le extrañó lo servicial que parecían todos, disfrutó de la buena voluntad. Así que cada uno llevó algunas cosas, sin necesidad de regresar a la cocina. 
       La tensión era inevitable y el mayor afectado parecía ser Ryoga, quien casi no lograba disfrutar de la comida sin esperar un ataque por parte de alguno. Mientras tanto se mantenía al margen, deseando no hablar de más. 
—¿Tienen alguna anécdota que contar sobre ustedes? —dijo Nodoka, esperando escuchar una épica historia de viaje. 
—¡Por supuesto que las tienen! —exclamó Genma—. ¿Recuerdan esa vez en la que fueron pareja de patinaje? 
       Se hicieron piedra al instante. No lo entendieron, ¿qué mierda fue eso en primer lugar? Genma era la calma hecha persona, soltando cosas que en realidad pondrían en riesgo la masculinidad de Ranma. ¿No se suponía que deseaba impedir ese tipo de comentarios? ¿O era esa una lección sobre los límites que soportaría Nodoka? 
—¿Patinaje... los dos? —preguntó su madre, medianamente preocupada. 
—¡Eran artes marciales sobre hielo! —gritó Ranma—. ¡Fue muy peligroso! 
—¿En serio? —dijo emocionada—. ¡Nunca escuché hablar de ello! 
       Los corazones de ambos se aceleraron en exceso, tanto que en cualquier segundo los verían salirse. Era comparable a una batalla, debían ser estratégicos con el rey de los estafadores. Así que Ryoga intercambió una pequeña mirada con Ranma. "Prepárate, te toca a ti", pensó el colmilludo y el otro no tardó en comprender. 
—Madre, ¿sabes quien es Ukyo? —dijo Ranma, sintiendo la victoria acercarse. Ryoga lo entendió, realmente sacaría los trapos sucios a relucir. ¿Cómo actuaría Genma ante algo tan grave cómo el doble compromiso y hurto? Porque Nodoka amaba a su hijo y no permitiría acciones tan deshonrosas.
—¿La otra prometida, verdad? —dijo Nodoka, como si no pasara nada—. Si, tu padre me contó. Cometió bastantes errores, pero que bueno que al fin estás conmigo.  
       Volvieron a palidecer, notando la superioridad en el rostro de Genma. Obviamente decía: "¿Qué más tienen?". Estaba preparado, se organizó, ¿en qué momento semejante vejestorio se volvió un estratega tan temido? ¿O es qué siempre lo fue? 
—Ya recordé otro gran momento... Creo que fingieron ser prometidos, ¿no? —dijo Genma, incluso arrepintiéndose de sus propias palabras. Temió, porque no creía que los jóvenes pudiesen evadir eso, pero no lo admitiría, era parte del juego, parte de la estrategia. "Oh dios, por favor digan algo", pensó.
—¿Qué...? —dijo Nodoka, sacando su fiel katana, la cual se escondía bajo la mesa—. Eso no es para nada- 
—¡Lo hizo para ayudarme! —exclamó Ryoga, sin saber como continuar con la mentira—. Porque... ¡Vino una chica extraña a decir que yo me debía casar con ella y solo se retiró al luchar con Ranma! 
       Y Ranma sudó frío, porque Nodoka parecía dudar. Genma siguió comiendo, pero se sentía igual, masticando una servilleta accidentalmente. 
—Que alivio —aclaró ella, guardando el arma—. Me alegra la idea de que sean tan unidos ustedes dos. 
       Existió un pensamiento colectivo entre los hombres: "Si supieras cuanto", sonaba en sus mentes. Ranma bajó la vista, molesto; derrotado; miserable. Se le escapaban los últimos rastros de fe en su propia mamá y supuso que lo único que quedaba era ser directo. ¿Podía serlo sin interrupciones? ¿Sin dudas? 
—Akane y yo terminamos —dijo de repente, pensando en que técnicamente nunca iniciaron. Fue rápido, algo que Genma no logró evadir y que normalmente Ranma no hubiese sido capaz de hacer tan preciso—. No habrá boda. 
       Nodoka quedó en shock. Su sorpresa era incluso más grande que al descubrir el secreto de Ranma. ¿Cómo era posible? ¿Era ese tal vez el motivo por el que vinieron a visitarla?
—¿Cómo? —dijo acongojada—. Ustedes se amaban... 
—En algún punto, si... —dijo el pelinegro, bajando la vista. 
—¿Fuiste tú? ¿Tú la dejaste? —preguntó. 
—Si —respondió, con un nudo en su garganta—. Ya hablamos. Ella... lo comprendió. 
       Nodoka se levantó de su asiento y fue directo a sus brazos. Tal vez realmente lo necesitaba, su contención jamás tendría punto de comparación con la de cualquiera. 
—Estas cosas pasan —dijo ella, acariciando la cabeza de su hijo—. Eres joven, aún puedes amar. 
       Ranma miró a Ryoga, quien tras escuchar eso se veía tan incómodo como él. 
—Bueno... esa es otra cosa que necesitaba decirte —dijo Ranma, soltándose del agarre—. Yo... 
       El ronroneo de un enorme gato plomo en su pierna lo hizo estremecerse. ¿Qué era eso? ¿Cómo era posible? Ranma chilló, alejándose, usando a Ryoga de escudo. Nodoka no lo comprendía, nunca lo vio tan aterrado. ¿A qué se debía? No existían amenazas en el cuarto y era imposible que algo tan lindo le aterrara. ¿Cierto? 
—¡Oiga, esto es bajo hasta para usted! —gritó Ryoga.
—¡¿Crees que fui yo?! ¡Esto también me expone! —respondió Genma.
—¡Sáquenlo! ¡Por favor! —exclamó, viendo al felino aproximarse a él—. ¡NO! ¡SAL! 
—¿Qué ocurre...? —dijo Nodoka, confundida—. ¿Te dan miedo...?
       Ryoga lo tomó en sus brazos, era medianamente dócil, tal vez buscaba comida y entró por la ventana. Agarró una croqueta de su plato y se la entregó, dejando al animal afuera para luego cerrar. Volvió a ver a Ranma, continuaba temblando, sus ojos cubiertos de lágrimas. Nunca se burló de su miedo, lo entendía, nadie merecía pasar por un entrenamiento tan hostil. 
—Oye —dijo Ryoga, sentándose frente a él para acariciar su rostro—. Tranquilo, ya no está. 
       No duraron mucho en esa posición, porque recordaban en qué lugar se encontraban. Se apartaron, rojos como tomates. Genma aprovechó la instancia para escabullirse, no existía forma de salir vivo de ese cuarto. 
—Nadie se mueva —dijo Nodoka, refiriéndose a su cobarde esposo.
       Genma no deseó hablar, ese jamás fue un tema que quiso poner en la mesa. Creyó que lo evitaría por siempre, que de alguna forma se zafaría. La maldición de Ranma ya era lo suficientemente grande, esto de alguna forma era un plus. 
—Bien —dijo Genma, liberando un suspiro—. Te explicaré todo, pero deja que los chicos se vayan. 
—No... ¿Por qué? ¡¿Qué es tan grave?! —exclamó Nodoka—. ¡Algo están ocultando otra vez! ¡Los conozco! 
       Nodoka se aproximó a su hijo, tomándolo de la mano. 
—Ranma, por favor... Tengo derecho a saber. 
—No te dirá nada porque sabe que lo matarás —dijo Genma—. Tienes que jurar que no importa cuan grave sea todo, tú no volverás a esa descabellada idea de asesinarnos. 
       Nodoka parecía aterrada, ¿qué era tan grave como para jurar aquello? Ranma era el terror personificado, ¿era ella quien le aterraba? ¿Su propio hijo le tenía miedo? Nodoka dudó, pero terminó afirmando, porque no podía vivir así, entre tanta mentira, entre tanta incertidumbre.
—Yo... —dijo Ranma—. La razón por la que terminé mi compromiso, fue... Me comenzó a gustar alguien más.
—¿Ukyo? —dijo preocupada.
—No —dijo, casi como un susurro—. No es... No es una ella. 

       Y ese fue el click que necesitó. Se volteó a Ryoga, el atento joven que parecía tan cercano a él. El que le dio paz cuando su curiosa fobia se asomó. El que venía en sus brazos en su forma animal. De pronto todo le dio vueltas, pero no se desmayaría, no en una situación como esa. 
—Ustedes... 
—Si —contestó Ryoga. 
       Nodoka era un mar de emociones. Seguía siendo una noticia difícil de procesar, algo nuevo para ella. Los miró durante mucho, analizando a los jóvenes en silencio. Si de algo podía estar segura, es que no disfrutaba de ver a Ranma sentirse mal. 
—¿Ven un futuro en esto? —dijo ella, interesada en el significado de todo.
       Era muy pronto para hablar, ni si quiera terminaron esa charla estando en el bus. Se vieron, inseguros de lo que les deparaba, con la mera certeza de que existía el amor. 
—Debemos hablarlo aún —dijo Ranma sonriendo, porque así era, medirían la situación y disfrutarían de cada momento juntos. Todo a su propio ritmo. 
       Nodoka sintió su cariño, esa forma en la que no necesitaban decir demasiado para entender al otro. Tenían razón, se amaban y nadie podría entrometerse entre ellos.
—No terminamos de comer —dijo Nodoka, sonriendo como si nada hubiese pasado—. Deberíamos celebrar lo de ustedes. 
—¿Ah? —dijo Ranma, sorprendido—. ¿Tú...? ¿No me vas a...? 
—Querido —dijo, viéndolo feliz—. Quiero tu felicidad... Quizás no es la más convencional, pero sigue siendo tuya. 
       Ranma seguía en shock, mientras Ryoga y el propio Genma soltaban lagrimas de emoción, conmovidos por las palabras de su madre.
—Llorón —dijo Ranma a Ryoga.
—Mira quien habla. 
—Ahora solo queda otra pregunta —dijo Nodoka, levantando la Katana en dirección a Genma—. ¿Por qué le dan miedo los gatos? 
—Uh... —dijo Genma, volviendo a preocuparse—. Larga historia. 

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