La extraña amistad de Ryoga y Ranma

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       Akane estuvo casi todo el día con sus amigas, disfrutando de un paseo por el pequeño parque de atracciones de Tokio. Extrañó a Ranma mientras veía a las parejas tomadas de la mano y no necesariamente porque ella haría lo mismo con el pelinegro. Y es que siendo justa, nunca tuvo ese tipo de relación con Ranma, no una cercana al menos. El tiempo pasó entre ellos y lo que pareció el inicio de algo lindo, de apoco se fue esfumando. Akane supuso que debía ser normal, porque por más que los obligaran a casarse, ellos tuvieron algo así como un amor joven y no todo romance duraba. Ciertamente el primer noviazgo se convertía en un recuerdo permanente, un aprendizaje de lo que se debe y no hacer, pero casi nunca era eterno. No estaba muy segura de en qué momento Ranma se convirtió más en su amigo que en un futuro esposo. Quizás él lo sabía, porque tenía recuerdos de él evadiendo lo importante, de él ya no sintiéndose avergonzado con respecto a ella. Eso claramente pudo parecer madurez a la vista de todos, pero no para su ojo critico. Algo cambió y le estaba mintiendo a sus seres queridos, fingiendo que estaba dispuesto a casarse y a formar una familia con ella. Akane estaba segura de ello y le dolía, le dolía como el infierno. 
       Akane secó las lagrimas que se asomaban por sus ojos, continuando con su camino como si no hubiese pasado nada, ignorando aquellos pensamientos. De pronto, en medio del cruce peatonal, un rostro conocido pasó a su lado corriendo, desesperado, como si no estuviese seguro de qué camino seguir. 
—¡Ryoga! —exclamó Akane, dirigiéndose a la vereda para tomarlo del brazo—. ¿Estás perdido? 
       Ryoga la miró feliz, al menos seguía estando en la ciudad y eso era decir demasiado. 
—N-no, yo... es decir —dijo con timidez, no deseando admitir su torpeza—. Estoy buscando a Ayame. 
—¿No mencionó dónde iría? —preguntó la chica.
—No... Ayer se comportó extraña y hoy simplemente desapareció —dijo el joven del pañuelo amarillo—. ¿Crees que me estoy preocupando por nada?
       Ese comportamiento le recordó precisamente a cuando ella "escapó" de casa. Fue algo completamente inmaduro que no admitió en su momento, pero que ahora veía con vergüenza. Tal vez Ayame necesitaba espacio y Ryoga no lo notaba. 
—¿Se pelearon? —preguntó Akane—. El otro día fuiste grosero... tal vez eso se repitió. 
       Ryoga negó con la cabeza, él jamás dijo una cosa que lo hiciese sentir mal y aunque fuese así, ¡se trataba de Ranma, no de una flor delicada a la que debían proteger! 
—Nabiki me dijo que no estaban saliendo —dijo Akane—. Tal vez sea eso.
—¿Qué quieres decir? —preguntó intrigado. 
       Akane lo invitó a que caminaran mientras mantenían esa conversación, sería ella quien lo guiaría. 
—Bueno... tal vez le irrita que no la veas de otra forma —dijo Akane—. ¿Cuántos años llevan de amistad? 
       Ryoga se puso a pensar en ello, ¿fue a los trece o catorce años que conoció a Saotome? No estaba del todo seguro. 
—Entre cuatro o cinco años... —susurró—. ¡Pero es imposible! ¡Nunca nos vimos de esa forma! ¡Nos la pasábamos peleando la mayor parte del tiempo! 
—Nadie es completamente honesto —dijo ella, un poco triste por cuan personal podía sonar.
       Ryoga se le quedó mirando, pensando en él mismo y la enorme mentira que le ocultaba. ¿Qué clase de hombre era?
—Hay confesiones que cambian todo para peor, supongo —dijo Akane, liberando un suspiro, para luego sentir como cierto arranque de energía invadía su cuerpo—. ¡Pero por eso debes encontrarla y decirle que no importa lo que pase, tú seguirás siendo su amigo!  
       A Ryoga le extrañó la forma en la que Akane se expresó, quien más encima lo tomó de la mano para correr y encontrar a "Ayame". Se limitó a sonreír por su consideración.

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       Ranma llevaba un presente amarrado a su espalda, envuelto de un particular envase rojo. Era alargado y pesaba bastante, pero no le molestaba en lo más mínimo. Su rostro estaba cubierto con la mascarilla. Usaba una falda café, junto a una blusa rosa y de cuello negro. Tenía hambre, lamentablemente gastó todo en ese paquete y ni si quiera alcanzó a desayunar. 
—¿Por qué tienes que vivir tan lejos? —susurró Ranma, considerando que aún le faltaba bastante por llegar. 
       El delicioso aroma de los bollos al vapor llamó su atención, haciendo que este voltease. Se trataba del restaurante de Shampoo, quien en su atuendo normal le hubiesen ofrecido fácilmente comida gratis, pero así no. Sin embargo y porque a fin de cuentas seguía siendo igual de astuto, se preguntó si podría dejar la cuenta a nombre del dojo Tendo, luego lo pagaría.
—Buenas noches —dijo Shampoo con amabilidad—. Lo siento, estábamos cerrando, solo quedar baozis. 
       Ranma asintió, pidiendo diez en total. De esa forma comería algunos y el resto los llevaría a casa. 
—Tome asiento, mi bisabuela le cobrará —dijo ella, dirigiéndose a la cocina. 
       Cologne, quien salió recientemente del baño, miró a la joven frente a ella. Era grande, por sobre la estatura promedio de las mujeres japonesas. Le extrañó, le recordaba a su propia gente, a las hermosas guerreras amazonas. De pronto miró con aún más detalle la mascarilla que cubría su rostro, frunciendo el ceño por lo que representaba. 
—¿Quién fue el enfermo que te regaló eso? —preguntó Cologne, levantando el bastón para picar su cara. 
       A Ranma le causó sorpresa su reacción, manteniendo su personaje de muda. Hizo un par de señas con las manos, indicando que no era capaz de responderle. 
—Eso es mucho peor... —susurró la anciana, intentando arrebatarle en un segundo lo que cubría su boca, pero Ranma era ágil y lo esquivó—. Eres rápida, me imagino que te cubres para esconder algún tipo de defecto, ¡pero si no me dejas ayudar las cosas podrían ir peor! 
—¡Aquí estar los baozis! —exclamó Shampoo, notando la tensión en el ambiente—. ¿Qué ocurre? 
—Puede que sea la mascarilla de los inseparables —comenzó a decir—. ¿Cuándo fue la primera vez que la usaste? 
       Ranma seguía a la defensiva, no estaba muy seguro de si confiar o no en lo que ella intentaba decir. No deseaba ser descubierto y que de una u otra forma el rumor le llegase a los Tendo. Así que tomó una decisión rápida, más impulsiva de lo que hubiese preferido: arrancar.
—¡Hay que seguirla! —exclamó Cologne—. Shampoo encárgate del local. Mousse, ven conmigo. 
       Ranma corrió como si su vida dependiese de ello, tan incomodo como solo una falda ajustada se lo podía permitir. Pudo ver como una bicicleta se aproximaba atrás de él. El ciego y la vieja no parecían dispuestos a dejársela fácil y el pobre Ranma temía por pasar vergüenza. No debió entrar al local.

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        Akane y Ryoga la buscaron durante bastante tiempo, rindiéndose solo porque ya era de noche y Akane debía regresar a casa. 
—Quizás ya llegó —dijo Akane, viendo como Ryoga permanecía pensativo—. No debes deprimirte por esto. ¡Ya verás que aparecerá!
—Eres muy buena conmigo, Akane —admitió Ryoga, esbozando una sonrisa—. Buscarla fue una mala idea, probablemente fue una broma de mal gusto para humillarme y hacerme lucir débil. 
—No, Ryoga —dijo preocupada—. No creo que sea de ese tipo de personas, seguramente tenía un motivo. Vamos, no todos son como Ranma. 
       Ryoga sonrió ante ese comentario. Si tan solo ella se enterase de que son la misma persona. 
—¡CUIDADO! —exclamó Mousse, aterrizando la bici de Shampoo en la cabeza de Ryoga, para envestirlo contra el suelo—. ¡Dije cuidado! 
—¡¿Qué estás haciendo?! —gritó Akane, levantando a Ryoga—. ¿Estás bien?
—La vi por aquí —dijo Cologne, manteniéndose inmóvil hasta que tiró su bastón a una zona oscura de la calle, causando que Ranma perdiese el equilibrio. 
—Ayame... —susurró Akane—. ¡Ryoga, mira! 
       Su vista se desvió en dirección a Ranma, quien se ponía de pie a duras penas. ¿Por qué estaba siendo perseguido por Mousse y Cologne? 
—¿Conocen a esta chica? —preguntó Cologne. 
—Es amiga de Ryoga —dijo Akane. 
—Es muy hábil —se burló la vieja—. Si no fuese porque se encuentra con ese vestuario tan incómodo, probablemente no la hubiésemos atrapado. 
       Mousse tiró una de sus cadenas para afirmarla, más lo único que pudo sostener era el paquete rojo en su espalda, el cual Ranma intentó tomar con todas sus fuerzas. 
—¡No queremos hacerte daño! —exclamó Mousse—. ¡Si vienes aquí lo soltaré! 
       Ranma no deseaba arriesgarse, mucho menos con Akane allí. No, no era sensato, lo sabía, no necesitaba que se lo recordasen. Pero se sentía atrapado. De pronto el tiro de ambos fue demasiado fuerte, lo que sea que trajese, se partió a la mitad, causando que Ranma bajase la guardia. 
—¡Te tengo! —exclamó Mousse, volviendo a tirar una cadena para atraparla, siendo justamente interrumpido por Ryoga, quien la cortó con su cinturón. 
       Ranma estaba en el suelo, viendo lo que fue a comprar con sus últimos ahorros, hecho trizas. Ryoga se agachó para preguntarle qué pasaba, pero lo único que veía eran sus ojos llorosos. 
—¿Por qué te están siguiendo? —preguntó Ryoga. 
—Gasté... todo... —susurró, apretando sus puños de impotencia. 
—Fue tu culpa, intentamos ser razonables —dijo Cologne, acercándose a ellos. 
       Esta vez Cologne hizo otro movimiento, arrebatando su mascarilla con éxito, pero al mismo tiempo Ranma consiguió voltearse para que no lo miraran. 
—¡¿Oiga qué está haciendo?! —exclamó Ryoga en su lugar, sabiendo perfectamente que Ranma se estaba conteniendo.
       Mientras Cologne la examinaba de más cerca, Ryoga se quitaba su ultimo pañuelo de la cabeza, entregándoselo a Ranma. 
—No lo pierdas —dijo Ryoga, viendo como el otro se lo colocaba de mala gana. 
—Esperen... —dijo Akane—. El maestro nos habló de esa mascarilla, dijo que la perdió.
—Ahora tiene más sentido, solo ese viejo imbécil andaría cargando estas cosas —respondió Cologne. 
—Dijo que era para enamorarse —aseguró a Akane. 
—¡Pues mintió! —exclamó la anciana—. Esa se suponía era la finalidad del objeto, pero hasta el más inexperto sabría que no funcionó. No logra un vínculo mágico entre dos personas, solo saca a luz los verdaderos sentimientos de estos. 
—Pero eso no suena tan mal —dijo Mousse—. ¿Por qué tanto escándalo? 
—Porque si uno de ellos no siente lo mismo por el otro, el enamorado se suicida. 
       Todos se quedaron paralizados ante esa idea, intercambiando miradas con Ranma. 
—Pero... ¿Y qué ocurre si ninguno de los dos siente nada por el otro? —preguntó Ryoga. 
—Entonces no funcionaría —dijo Cologne—. Por eso es importante saber quien fue la primera persona con la que tuviste contacto al ponértela. 
       Ranma y Ryoga se quedaron viendo, recordando específicamente cuando se pusieron a discutir dentro de la casa. 
—¡Qué alivio! —gritó Ryoga—. No se preocupe, ese fui yo. 
       Akane vio cuan despreocupado se veía Ryoga en comparación de Ayame, quien no tardó en bajar la vista. Ella tenía razón con sus sospechas. Probablemente su amiga estaba experimentando el enamoramiento que en algún punto de su vida intentó evitar. 
—Por curiosidad... ¿Existe una cura? —preguntó Akane—. Se supone que son unas toxinas que se liberan, ¿no? ¡Entonces el efecto debiese pasar tarde o temprano! 
       Cologne guardó la mascarilla consigo.
—No lo sé —admitió al fin—. La mayoría de casos registrados murió en menos de un mes. La única sobreviviente fue una amazona que dejó de sentir amor. Si uno de ustedes está mintiendo, recomiendo que sean malos con el afectado. 
—¿Y si... ambos sienten lo mismo? —preguntó Akane—. ¿No sería esa otra solución? 
—¡Pero qué cosas dices, Akane! —exclamó Ryoga, burlándose—. No hay forma de que eso ocurra.
—Akane tiene razón. No le ocurre nada a los amantes correspondidos —dijo ella, subiéndose a la bicicleta junto a Mousse—. Lamento el inconveniente, si tienen alguna pregunta, no duden en visitarme. 
       Se fueron al pasar unos segundos, dejando a los tres jóvenes bajo la luz de un poste. Ranma tomó los restos de su compra y los cargó consigo el resto del camino, mientras que Akane y Ryoga intentaban dialogar. 
—¿Dónde estuviste toda la tarde? —preguntó Ryoga—. ¿Fuiste al restaurante de Shampoo? 
—No creo que sepa quien es Shampoo —dijo Akane, viendo como Ayame ni se inmutaba—. Ryoga estuvo muy preocupado por ti... fue a buscarte. 
—Si —contestó Ryoga, viendo el extraño comportamiento de Ranma—. ¿Fuiste a comprar eso? ¿Qué era? 
       Ranma no respondió. Cuando todo ese asunto terminara, él iría personalmente a golpear a Mousse. No, tal vez lo haría al día siguiente, le reventaría el rostro en el pavimento delante de una multitud. Estaba de pésimo humor, lo dicho por Cologne solo lo deprimió aún más. Quién diría que el hambre arruinaría una vez más su vida. 
—Adiós Akane, muchas gracias por lo de hoy —dijo Ryoga con timidez, dejándola afuera del dojo. 
—Chicos... es un poco tarde, ¿les gustaría quedarse a dormir? —preguntó Akane, viendo a ambos un tanto nerviosos por la propuesta—. El papá de Ranma no está, puedes dormir en su cuarto Ryoga, mientras que Ayame dormiría conmigo. 
—¡¿Qué?! —exclamó Ryoga, molesto ante la idea—. ¡No, no lo permitiré! 
—¿No? —preguntó Akane sorprendida—. Oh... ¿Prefieren dormir juntos? 
       Ryoga no supo que responder en ese momento, confundido sobre lo que se consideraría decente o no. Sin embargo, vio como Ranma simplemente avanzaba por el dojo Tendo, olvidando el hecho de que no debería conocer nada de esa zona. De inmediato retrocedió, fingiendo no saber por donde ir. Akane le dio un recorrido por las partes principales de la casa: donde comerían en la mañana, el baño y donde dormirían. Fue bastante amable, al punto de dejarlos en paz, con la excusa de estar cansada. 
—A ver —dijo Ryoga con los brazos cruzados—. Ahora puedes hablar sin problema, ¿qué fuiste a hacer?
—Nada que te importe —dijo Ranma, bajando el pañuelo hasta el cuello—. La gente común sale a pasear y luego vuelve, todo en el mismo día. 
—Oh Saotome, eres un sueño —dijo molesto—. De todas formas, ¿qué traías contigo?
       Ranma rasgó el papel y reveló finalmente el contenido completo, mostrándole a su amigo la tienda de acampar rota. Tanto los fierros como la tela eran irreparables, Ryoga lo sabía, ya tuvo daños similares en tiempos de tormentas. 
—Noté que la tuya estaba algo estropeada —dijo Ranma, mirando el suelo—. Además, era mucho más resistente al mal tiempo.
       Ryoga se le quedó viendo, esperando el chiste de remate. Ranma no era así con él, Ranma jamás sería tan considerado. Este no era el amigo con el que creció, al que retó a innumerables peleas, con el que batallaba su amor por Akane. Este definitivamente era otro, un impostor. 
—¿Fuiste a comprarme un regalo? —dijo Ryoga, con el estómago revuelto—. ¿Por qué?
—Ya te dije, vi que- 
—No... —dijo, para además negar con la cabeza, recordando casi como en forma de collage cada vez en la que Ranma le ayudó—. Me refiero a que nunca pedí nada. 
       Ranma liberó un suspiro. 
—Dijiste que prácticamente no te daban regalos, así que me pareció un buen gesto —dijo Ranma ruborizándose. 
—¿Tú haciendo algo por los demás? —se burló. 
—¡Ah, cállate! —dijo, avanzando por el pasillo—. Iré a bañarme ahora, ¿piensas quedarte o vendrás?
       Espiando desde el entretecho se encontraba un viejo sin vergüenza, viendo todo lo que ocurría allí. ¿Quién sería esa chica junto a Ryoga y por qué tomarían un baño juntos? Debía seguir investigando, le parecía más familiar que de costumbre y él jamás olvidaría el rostro de una "preciosura". Así que esperó atento a que terminaran, a que fuesen a dormir. Pero tardaron, los escuchó con atención hablar de la mascarilla y de como lo insultaban. ¿No era su voz un poco grave como para ser de mujer? ¡Y cuan alta era! Su ropa interior era una vergüenza para cualquiera, ¿en serio utilizaba calzoncillos? Quizás un set completo le haría sentir bien. Quizás algo rosa y de encaje, eso seguramente le encantaría. 
—¡¿Qué está haciendo?! —exclamó Ryoga, golpeando la cabeza de Happosai, quien no alcanzó a dar más de un par de pasos. 
—¡Ah, el amigo de Ranma! —dijo el anciano, retrocediendo. 
—¿Qué tiene en la mano? —preguntó, apuntándolo con el dedo—. ¡No venga a molestar, viejo pervertido! 
—¡¿Con qué cara me dices eso, muchacho?! —exclamó—. No soy yo el que finge ser un cerdo para acostarse con la linda Akane y que para colmo comparte pieza con esta belle- 
       Ranma les daba la espalda en un rincón de la pieza, sin el pañuelo de Ryoga en su rostro. Tenía que ser una broma. Claramente no debieron quedarse allí, ¿en qué estaban pensando?
—Oye linda, ¿qué ocurre? —preguntó Happosai—. ¿El mugroso cerdo te hizo daño? ¡No te preocupes, vengo a rescatarte! 
—Pierde su tiempo esperando una respuesta, ¡ella es muda! —dijo Ryoga. 
—Pero si vi como conversaban —aseguró Happosai—. También tuve tiempo de notar sus horribles calzoncillos, por eso le he traído un bonito regalo.
—¡Ella no lo quiere! —exclamó Ryoga. 
—¿Qué? ¿Negarás que no te gustaría verla modelar esto? —preguntó Happosai, mostrando un sostén rosado—. O es que quizás... ¿ya la has visto? 
       Ranma cubrió su rostro con una sola mano, volteándose de apoco para mirar al viejo con repulsión. Fue allí que se puso de pie, pateándolo tan fuerte que salió volando por la ventana. 
—Necesitamos irnos —dijo Ranma—. Somos un imán de inconvenientes. 
—Pero y Akane... —dijo Ryoga—. Akane aún cree que existe algo entre nosotros. ¡Si escapamos en medio de la noche, lo único que hará será reforzar esa idea! 
—¿Por qué te importa tanto lo que piense? —comentó, abriendo la ventana para asomarse. 
—¡No iremos a ningún lado! —exclamó, jalando su brazo.
—¡Entonces quédate! —dijo molesto—. ¡¿Qué es lo que esperas?! ¡¿Que Akane te traiga desayuno a la cama y confiese su amor?! 
       Ryoga pensó seriamente en sus palabras. Ranma parecía emanar rabia al momento de mencionarla. 
—¿Estás celoso? —preguntó Ryoga, riéndose de él. 
       A Ranma le incomodó el comentario mucho más de lo que el Hibiki esperaba, reaccionando mal ante ello. 
—¿Por qué lo estaría? —dijo, apretando la muralla con sus dedos, agrietándola—. Akane nunca se fijará en un imbécil como tú. 
       Debió decirlo con la mera intención de dañarlo, podía verlo en su mirar. A Ryoga le dolió bastante. Ranma comprendía perfectamente como él se sentía y aún así decidió ser un cretino. 
—Ranma —dijo Ryoga, poniéndose en guardia—. Pelea. 
       El puño de Ryoga empujó al joven directo en el estanque, transformándolo de inmediato en la pelirroja. 
—¡¿Qué mierda te pasa?! —exclamó la chica.
       Ryoga aterrizó en el pasto de los Tendo, observando a Ranma ponerse de pie. Ryoga podía estar seguro de algo: Ya no sería gentil.
—Eres una mierda —dijo Ryoga, deseando buscar conflicto—. ¡¿Crees que una simple tienda de campaña compensará todos los años de miseria por los que me hiciste pasar?!
       Ranma frunció el ceño.
—¿Sabes qué? Olvidemos la apuesta —dijo Ryoga—. Tenías razón, desde el principio tuviste la ventaja. No importa cuanto me esforzase en no perderme, al final lo haría. A diferencia de ti, que te ves tan a gusto con esos trajes. Es asqueroso. 
       Aún en medio de la noche, Ryoga suponía cual era la expresión de Ranma.
—Quizás engañaste a muchos hombres en tu forma femenina —dijo, esforzándose en ser convincente—. Pero no tienes ni la mitad de belleza que Akane, solo eres vulgar. 
       Ranma retrocedió unos pasos al escuchar eso, casi como un impulso.
—¿Por qué crees que tienes tantos pretendientes? —se burló—. Probablemente tuviste sexo con la mayoría, ¿o eso fue después de recibir tantos regalos? 
       Y en ese instante el primer golpe fue lanzado, directo al rostro de Ryoga. Ranma tenía un aura oscura a su al rededor, como hace mucho no veía. Era difícil enfadarlo últimamente, ni si quiera en sus infantiles discusiones lograba estar así. 
—¡¿Pelearás en serio?! —gritó Ryoga, saltando a él para patear su estómago, cosa inútil considerando la destreza de Ranma para esquivar—. ¿Vas a escapar como siempre? 
       Ranma no se veía interesado en responder con insultos y eso le molestaba. 
—¡Pareciera que no aprendiste nada nuevo en mi ausencia! —exclamó Ryoga, viendo a Ranma escabullirse atrás de él, tan sigiloso como un ninja dispuesto a asesinar—. ¿C-ómo? 
       La chica levantó ambas manos, tocando distintas partes del cuerpo de Ryoga. Él creyó que se trataba de su vieja técnica de las castañas calientes, o así fue hasta que su cuerpo sintió un repentino cansancio, agachándose para taclearla. 
—¡¿Qué fue eso?! —dijo Ryoga, notando la rigidez en sus articulaciones. 
       Ryoga miró unas marcas rojas en su brazos, como si se tratasen de quemaduras. ¿Apretó sus puntos vitales? No tuvo tiempo de preguntárselo, su adversario se aproximaba a gran velocidad, con innumerables golpes que casi no esquivó. Le sorprendió el silencio, Ranma era muy hablador en circunstancias como esas, era lo que generalmente irritaba al chico del pañuelo. De pronto lo vio quitarse la falda y la blusa, quedando en su camiseta blanca y calzoncillos de siempre.
—Estás muy callado... —dijo Ryoga—. ¿Tomaste tu papel de muda muy en serio? 
       Ranma llevaba mucho sin utilizar esa técnica, precisamente porque él podía controlar mejor sus emociones, porque a pesar de todo, era un optimista. Pero ese fue un mal día y no importaba como lo intentase ver, no se sentiría mejor. Entonces juntó ambas manos y las posicionó en dirección a Ryoga, liberando una enorme energía proveniente de él. 
—¡Rugido de león! —exclamó Ranma, azotando a Ryoga contra el muro de los Tendo, el cual atravesó y quedó tirado en la calle. 
       En lo único que pudo pensar Ryoga mientras se esforzaba inútilmente en colocarse de pie, fue en cuan triste debía sentirse Ranma. Lo vio aproximarse, casi en cámara lenta para terminar con su trabajo. 
—¡Golpéame otra vez, cobarde! —exclamó Ryoga. 
       Ranma se colocó encima, tomándolo del cuello para dar sus últimos golpes y verlo sangrar. Romperle alguna extremidad, dejarlo incapacitado para siempre. Su alma se llenó de odio como jamás pensó, eso era malo, él no era así. Pero veía lo que tiempo atrás era el amistoso rostro de su amigo, alguien sensible que rara vez era malo. ¿Por qué le dolieron tanto sus palabras? Con cualquier otro enemigo eso no sería tan personal. Se sintió imbécil por el regalo, por intentar llegar a él de alguna forma. 
—Quizás Akane si debiese casarse contigo —dijo Ranma, apretando su puño.
—¿Qué...? ¡¿Me estás gastando una broma?! 
       Ryoga se topó con el verdadero rostro de la miseria, iluminado por el poste cerca de ellos. No recordaba la ultima vez que lo vio así, era difícil que este no estuviese sonriendo o burlándose de él, al final era lo que lo caracterizaba. "Me odiarás aún más después de esto", pensó Ranma, justo antes de plantarle un beso. Fue breve, lindo, inocente. No existía otra forma de describirlo. 
Ryoga se quedó quieto, en completo shock porque estaba lejos de ser lo que esperaba. 
—Los amantes rechazados mueren —dijo Ranma, sonriendo con amargura.
       A Ryoga le dolió el pecho, ¿se trataba de culpa? Debía ser horrible escuchar cosas tan infames de parte del amor de tu vida. ¿Por qué fue tan grosero con él? Ni si quiera fue honesto, no sentía asco por Ranma. 
—Dile a la familia Tendo que escapé —dijo Ranma, poniéndose de pie—. Prefiero eso a que se enteren-
—¡¿Cómo se te ocurre decir eso, Saotome?! —exclamó molesto, jalando a Ranma hacia él—. ¿Piensas rendirte?!
—¿Ah? —dijo sorprendido—. No, es decir... 
—¡Tú nunca has sido así! —gritó Ryoga—. Piensa en cada ocasión que estuviste al borde de la muerte. ¡Saliste de todas! 
—¡¿Y qué quieres que haga?! ¡Ya escuchaste a la vieja! —exclamó Ranma—. ¡Llevo un año intentando dejar de pensar en ti y ya me cansé! 
       Ryoga se ruborizó al enterarse de eso, liberando una risa nerviosa. 
—¿Un año? —preguntó—. ¿Tanto tiempo...? ¿Cómo? 
—¡No me hagas hablar de esto en medio de la calle! —dijo Ranma con el ceño fruncido—. No es asunto tuyo.
—¡Por supuesto que lo es! —exclamó, tomando su mano—. De alguna manera es mi culpa...
       Ranma vio como sus dedos se entrelazaban con los de su amigo y no pudo evitar soltarlo.
—¡No seas tan presumido! —dijo irritado, dispuesto a golpear su rostro. 
—¡Ranma espera! —gritó, intentando calmarlo—. ¡Te ayudaré! ¡Te lo juro! 
       Ranma lo vio incrédulo. Después de todo, ¿qué podría hacer Ryoga por él? 






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