El verdadero reto

706 72 2
                                    

       Aquella mañana era muy parecida a la de otros días, con la excepción de los invitados de la familia Tendo. Ranma tenía el pañuelo de Ryoga en su boca y comía con rapidez para no ser descubierto. Lamentablemente no lograba tomar grandes porciones de comida al mismo tiempo que se descubría la boca. Era complicado, sobre todo cuando el resto de los Tendo se le quedaba mirando. 
—Así que... ¿entraron ladrones? —preguntó Soun, viendo el enorme agujero en el muro de su patio. 
—Eso dicen Ryoga y Ayame —dijo Kasumi—. Que suerte que los pudieses expulsar, Ryoga. 
—La verdad es que Ayame hizo mucho más que yo —admitió Ryoga, intentando ser amable. 
—¿En serio? —preguntó Soun—. ¿Qué estilo practicas? 
       Ayame no le respondió. Parecía que no todos estaban al tanto de su supuesta incapacidad para hablar. 
—Estilo libre —respondió Ryoga por él. 
—Pero Ryoga, déjala hablar —dijo Happosai, quien recién se levantaba y dirigía a la mesa—. La pobrecita debe estar cansada de tu comportamiento. 
—¿Qué está diciendo, maestro? —preguntó Akane—. Ayame es muda, obviamente Ryoga debe responder por ella. 
—¿Ah si? Pues qué extraño, porque ayer la vi conversando de lo más normal —dijo el anciano, comiendo de su platillo de arroz. 
       Todos se sorprendieron al escuchar eso y Ranma negó innumerables veces con la cabeza. Ryoga no supo que inventar para cubrir la mentira, pero necesitaba ser rápido. 
—Lo que pasa es que... ¡Ella odia su voz! —exclamó con torpeza, recibiendo de forma instantánea un golpe de Ranma. 
—¿Es eso cierto? —preguntó Akane—. Ayame, no pasa nada, no te vamos a juzgar.  
—Akane tiene razón, nadie es perfecto —dijo Kasumi—. Además, estoy segura de que no es tan mala. 
—Es un poco grave —dijo Happosai—. Pero sigues siendo muy linda para Ryoga, ¿eso debería bastar, no? 
—¡¿Qué está insinuando, viejo pervertido?! —exclamó Ryoga, apuntándolo con el dedo—. ¿No le bastó con querer colarse en nuestra habitación? ¡Sino que también inventa cosas!
—¡¿Es eso cierto, maestro?! —exclamó Akane—. ¡No puede tratar así a nuestra invitada! 
—No creo que Ryoga esté en posición de llamarme así —dijo Happosai, intimidando al chico del pañuelo.
       Ryoga no tardó en retroceder, entendiendo que era una amenaza directa a revelar su identidad como P-chan. Ranma notó esto y se preparó a sí mismo para silenciar al vejestorio. 
—Después de todo, fue Ryoga el que se bañó con Ayame —dijo finalmente, dejando a cada uno de los presentes con la boca abierta. 
       Ambos se ruborizaron, pero fue Ranma el que sacó volando a Happosai de un solo golpe. 
—No lo entiendo, ¿entonces son novios o no? —preguntó Nabiki. 
—¡No lo somos! —exclamó Ryoga, sintiéndose aún más avergonzado al recordar el beso del día anterior.
—Entiendo su pasión de jóvenes, muchachos. Pero en esta casa no se permiten ese tipo de cosas —dijo Soun, regañando a ambos—. Además, comentaron que durmieron juntos, eso también es inapropiado. 
—Pero papá —dijo Akane, deseando defenderlos de alguna manera—. Ellos son muy buenos amigos, se tienen confianza... 
—¿Tanta confianza como para verse desnudos? —preguntó Nabiki. 
—¡Nabiki! —exclamó Akane—. Seguramente el maestro exageraba, ¿no es así? 
       Ranma afirmó con la cabeza y Ryoga lo imitó, evitando más malentendidos. De pronto un panda entró por el pasillo, sentándose entremedio de los demás. 
—Tío Genma —dijo Kasumi—. Ayer desapareció, ¿dónde estuvo? 
       Genma levantó un cartel de madera, este decía: "Fui a buscar a Ranma". Entonces fue al baño, dejando a todos con la intriga. 
—¿A Ranma...? —preguntó Ryoga, viendo como su amigo lo miraba nervioso, dándole la señal de que debían irse—. ¿No sería muy sospechoso? 
       Ranma bajó la cabeza, aceptando que Ryoga tenía razón. Pero se trataba de su padre, quizás qué cosas diría. Fue así que lo vio llegar convertido en humano, sentándose mientras Kasumi le servía arroz. 
—¿Y lo encontró? —preguntó Akane. 
       Ranma esperó alerta, el decir que no estaba podía resultar un tanto sospechoso.
—Mi hijo... —comenzó a decir Genma—. Es un holgazán. 
       Ranma tomó un vaso con agua, con intención de arrojárselo encima, pero Ryoga lo detuvo. 
—Cuando llegué se encontraba durmiendo frente a una fogata, tuve que recordarle lo que significaba un buen entrenamiento —dijo Genma, probando un bocado de su comida, viendo que Ryoga y una chica estaban al otro lado de la mesa—. ¡Oh, Ryoga! ¿Cómo estás? ¿Quién es tu amiga? 
       Ranma emanaba un aura maligna por los dichos de su papá. Estaba seguro que fue a perder su tiempo a algún lado de Nerima, porque claramente no subió a las montañas. 
—Yo creo que con lo débil que está Ranma, debiste derrotarlo muy fácilmente cuando se vieron, ¿no? —preguntó Genma.
—Ah... no, es decir —dijo Ryoga, viendo a Ranma cada vez más molesto—. A mí no me parece un mal contrincante en lo absoluto. 
       Akane sonrió ante su comentario, pensaba en cuan modesto podía ser Ryoga, aún con la ausencia de Ranma. 
—Eres muy amable Ryoga, pero no es necesario que finjas —dijo Genma—. Ranma ha bajado mucho su nivel este último tiempo, me preocupa que sea incapaz de mantener el dojo. 
       La mirada de Ranma cambió en ese instante. Se veía sorprendido, con otro tipo de enojo. 
—Saotome, ¿cómo puede hablar así de su propio hijo? —dijo Soun. 
—Es la verdad —dijo Genma, comiendo un trozo de pescado—. Lleva un tiempo distraído, él solía estar en alerta al más mínimo movimiento. ¿Pero ahora? 
—El tío tiene un punto —dijo Nabiki, apoyando sus codos en la mesa—. ¿No han notado que algo le pasa a Ranma? 
       Un intercambio de miradas apareció repentinamente, donde todos comenzaron a sacar sus conclusiones. Aparentemente nunca tuvieron esa conversación, pero la mayoría coincidía en ello. 
—Está mucho más servicial —dijo Kasumi—. ¿Recuerdan que ha trabajado con Ukyo y en algunos locales del centro? Pues... cuando tiene dinero, me pasa un porcentaje para las compras. 
       Akane no tenía la más mínima idea al respecto y aparentemente nadie además de Kasumi lo sabía.
—¿Pero eso es bueno, no? —dijo Nabiki—. Eso habla de que es más responsable... A mí me preocupa su estado de ánimo. Siento que ha evadido convertirse en chica durante estos meses, por su culpa me estoy quedando sin fotos. 
—Eres una abusiva —dijo Akane—. Pero no lo había notado... Es decir, Ranma era mucho de sacar provecho a su lado femenino con los chicos, pero lo dejó. 
—Tal vez le ocurrió algo —dijo Nabiki, causando que todos se sintiesen incomodos. 
       Ryoga observaba a Ranma, intentando obtener aunque sea una señal de lo que pasaba por su mente en ese momento. Pudo ver como sus manos se apretaban por debajo de la mesa, como si desease irrumpir la charla. 
—Nabiki, no digas esas cosas... —dijo Akane—. Probablemente seríamos los primeros en enterarnos de algo como eso, ¿no? 
—No lo creo —aseguró la castaña—. Siendo justa, ¿si no hubieses visto el beso que Mikado le dio, te lo habría dicho? 
—No... —susurró, mirando a Ryoga—. Pero Ryoga si. 
       Su vista se giró al hombre de los colmillos, quien no tardó en alarmarse. 
—Ryoga, se honesto con nosotros... ¿Ranma no te confesó nada cuando entrenaron? —dijo Akane. 
—Eh... no —dijo inseguro, sabiendo perfectamente que existía algo que le guardaba a su amigo. 
—Ryoga —dijo Genma, golpeando la mesa—. Sé completamente honesto con nosotros. Somos su familia, debemos estar al tanto de él. 
       Ryoga sabía perfectamente que el secreto de Ranma estaba a salvo con él, pero no pudo evitar sentirse presionado. Se preguntó a sí mismo si ellos lo sabían, como si fuese una especie de prueba para comprobar su honestidad. Miró a Akane a los ojos, quien lucía realmente preocupada por su prometido. Eso pudo ser suficiente en su adolescencia, pero ahora no. Ahora estaba del lado de Ranma, sería leal. 
—Lo siento —comenzó a decir—. Pero él nunca dijo nada, les juro que sería la última persona al que le confiaría sus inseguridades o problemas. 
—No es cierto —interfirió Akane—. Ryoga, sé que Ranma puede molestarte mucho, pero eres el amigo que más quiere. Ni si quiera puedo contar la cantidad de veces que lo has salvado. 
       Ryoga sonrió, viendo como Ranma quería morir en ese mismo instante.
—Aún así —dijo Ryoga—. No tengo idea de que podrá ser. Ayame, creo que es hora de irnos, ¿verdad? ¡Gracias por su hospitalidad!
       Ranma afirmó de inmediato, retirándose de allí junto a su compañero, despidiéndose con una reverencia. 
—Yo si creo que oculta algo —susurró Nabiki. 

--------------------------------------------------
       Tanto Ryoga como Ranma salieron lo más pronto posible del dojo, dispuestos a dirigirse a la casa de Ryoga. Ranma aún parecía tenso después de esa conversación. Como dijo la noche anterior: eran un imán de inconvenientes. 
—Así que... ¿algo más que debería saber? —preguntó Ryoga, viendo a Ranma de reojo. 
—No. 
—¿Seguro? —dijo preocupado—. Ya probé mi lealtad, le mentí a Akane por ti. 
       Ranma llevó sus manos atrás de su cabeza, una postura que lo caracterizaba mucho cuando andaba caminando.
—¿Qué me podría haber pasado? —dijo Ranma. 
—No lo sé... Tú dijiste, a veces drogaban tu comida —afirmó Ryoga, un poco inquieto por lo que podría escuchar. 
—Si, supongo —admitió, intentando reducirle la importancia al asunto—. Hace más de un año un tipo me invitó a comer, ¿y sabes? No me pareció la gran cosa, al menos no hasta que me siguió al baño y cerró con pestillo. 
       Ryoga se detuvo, mirándolo consternado. ¿Cómo podía decirlo como si no fuese tan grave? 
—¿Y qué hiciste? —preguntó Ryoga. 
—Lo golpee y salí de allí —dijo Ranma, mirando el rostro de su amigo—. ¿Qué? 
—¿No te tocó? —preguntó Ryoga—. ¿Te hizo daño? 
       Ranma se burló.
—¿Quién te crees que soy? Por supuesto que no. Ryoga, muchos hombres han intentado... tú sabes. 
       Ryoga sintió tanta pena en ese momento, la forma despreocupada en la que Ranma lo decía, como si fuese una costumbre. 
—Supongo que me consideraban vulgar —dijo Ranma, refiriéndose a sus dichos anteriores. 
—No —contestó Ryoga—. No lo dije en serio. 
—No importa, p-chan —dijo, intentando desviar el tema—. Aún así, no fueron los motivos reales por los que dejé de hacerlo.
       Ranma se le quedó mirando, sintiendo el calor subir a su rostro. La única verdad allí era que cuando iniciaron sus sentimientos por Ryoga y él comenzó a replantearse su sexualidad, no disfrutó mucho de coquetear con otros. Lo evitaba, prefería que fuese así, porque estaba harto de imaginar a Ryoga cada vez que un sujeto le daba un helado. 
—¿Fue por mí? —dijo el chico del pañuelo, que ahora mismo no lo llevaba con él—. Mira Ranma, esto será difícil, espero lo entiendas.   
       Ranma se burló del comentario.
—No necesito tu compasión—dijo, tirando un golpe que su amigo no tardó en detener.
       Ryoga sonrió, al menos disfrutaba verlo animado. 
—Bien, imbécil. 

--------------------------------------------------
       Cuando llegaron a casa, lo primero que hizo Ranma fue darse un baño. Ryoga también lo hizo, pero a diferencia de algunas veces en las que no hubieron problemas al bañarse juntos, ahora fueron duchas individuales. 
—¿Qué haces? —preguntó Ryoga, viendo a Ranma vestir su camiseta roja de manga larga y amarrar su cabello en una coleta. 
—¿Vestirme...? 
—¡¿Y quién te dio permiso de cancelar la apuesta?! 
—Tú lo hiciste —dijo despreocupado, estirado en el sillón de Ryoga—. ¿Lo olvidaste? 
       Por supuesto que lo hizo, pasaron muchas cosas en tan pocas horas que Ryoga terminó por traspapelarse. 
—¡No podemos cancelarla! —exclamó Ryoga—. Si Akane viene... Te verá aquí. 
—De ser así me escondo, no es un gran problema. 
       Ryoga se sentó a su lado. Utilizaba una camiseta negra de manga corta y un pantalón del mismo color. Ranma lavó su pañuelo y lo tendió en el patio, por lo que por primera vez en tiempo, no llevaba un poco de amarillo en él.  
—No me parece justo —dijo Ryoga—. Ayer exageré en un montón de cosas. ¡Levantemos la apuesta, Ranma! 
—¿Para qué? Después de todo, si no me curo tendrás los caminos abiertos para conquistar a Akane... ¿O es que quieres verme en pantimedias? 
       Ryoga frunció el ceño. Si debía ser totalmente justo, no es que desease continuarla por el mero hecho de poder conquistar a Akane, sino también, que en el interior supuso que Ranma necesitaba una distracción, o al menos esa fue su excusa. 
—¡Vamos! —exclamó Ryoga. 
—No.
—¡Te ayudaré a vivir! ¡¿No lo puedes considerar un pago?! —exclamó. 
—¿Quieres que te pagué vistiendo de mujer? 
—¡No! —gritó molesto. 
—¡Entonces deja de molestarme! Si quieres hacer algo útil, dime cómo piensas salvar mi vida. 
       Ryoga se le quedó mirando, intentando plantearse lo que pensó gran parte de la noche. La anciana lo dijo, el enamorado debía dejar de amar. 
—Necesito que me odies —dijo Ryoga, viendo a Ranma enderezarse—. ¿Qué cosas odias?
       Ranma se quedó pensando en la mayoría de situaciones que lo sacaron de quicio alguna vez. 
—¿Que me hostiguen? —dijo Ranma, mirando el techo de la habitación—. Es cosa de sumar las características de Kuno y Shampoo, tal vez. 
       Ryoga pensó seriamente en ello, considerando que si tuviese que imitarlos, debería estar pegado a Ranma. Aunque debido a las condiciones, él no creía que este se disgustase demasiado. Fue allí mismo que lo recordó, ese ego tan frágil por parte de su amigo. Supuso que se debía a cuan popular era y a que honestamente si era bien parecido. Pero ahí recaía su punto débil. 
—Ranma —dijo Ryoga, llamando la atención de este—. Eres feo como la mierda. 
       Ranma frunció el ceño. 
—¿Qué estás haciendo? —preguntó, esforzándose en no golpearlo. 
—Eres horrible, tu cabello es desaliñado, vistes mal —comenzó a decir—. ¡Cobarde, afeminado, travesti, pervertido, asqueroso!
       Un puño golpeó su rostro, silenciándolo de inmediato, causando que Ryoga cubriera su adolorida nariz. 
—¡Me estoy esforzando en ayudarte! —exclamó Ryoga, 
—Se nota que la pasas mal —dijo molesto—. Esto no funcionará. Necesito algo que me impacte lo suficiente. 
       Ranma se levantó, con intención de ir donde Cologne para ser aconsejado o al menos ser más instruido al respecto. 
—Oye Ranma, ¿quien fue el que usaba la mascarilla? ¿Tú o la tal Ayame? 
       Ranma rodó los ojos. Claramente debía ir como ella. 

--------------------------------------------------
       Ambos entraron en el bonito restaurante chino, esperando ser inmediatamente atendidos por la vieja. 
—¡Bienvenidos! —gritó Mousse, viendo como una patada le llegaba directo la mandíbula—. ¡¿Y eso por qué?!
—Está molesta por lo de ayer —dijo Ryoga, viendo como Ranma le tiraba agua fría al hombre de lentes—. Pero no venimos por eso. 
—Ustedes —dijo Cologne, saltando al mesón—. ¿Cómo están controlando el efecto de las toxinas? 
—Eso queremos preguntar —dijo Ryoga—. Verá... la verdad es que mi amiga si siente atracción hacia mí...
       Cologne no se sorprendió, supuso que su visita no podía significar otra cosa. Fue así que se ausentó por un instante, dejando a ambos chicos esperando con ansiedad. Cuando llegó llevaba una joya en la mano, colocándola en el pecho del vestido de Ayame. 
—Es la misma que Shampoo utilizó hace bastante —dijo la sabia mujer—. Voy a ser franca con ustedes, no sé cuan efectiva sea, pero recomiendo utilizarla por al menos el resto del mes. No sé cuan pronto se manifieste el efecto total de las toxinas, pero necesitas vigilarla Ryoga. Algunos pasan por severos cuadros depresivos y otros experimentan lo más similar a un viaje, todos con el mismo final. 
—Lo entiendo... —dijo Ryoga, viendo a Ranma salir corriendo de allí—. ¡Oye! 
—Oh y la joya causará que te odie, asegúrate de no voltearlo —dijo Cologne, viendo como Ryoga salía de su local. 
       Ryoga no tenía idea de si funcionaría, pero Ranma realmente parecía empeñado en evitarlo. 
—¡Déjame en paz! —exclamó Ranma, colocándose en posición de pelea—. Si no lo haces, le diré a Akane quien es P-chan. 
       Ryoga retrocedió unos pasos al escucharlo, ¿realmente era capaz? 
—¡Tranquilo Saotome! —gritó—. Solo guíame hasta mi casa y  te dejaré tranquilo. ¿Está bien? 
       Ranma sonrió con malicia, retirándose de esa zona lo más rápido posible, intentando que Ryoga se perdiese. Pero su amigo no era tan estúpido, él hizo lo mejor posible para no perderlo de vista, probablemente su mayor esfuerzo para no extraviarse hasta la fecha. Cuando finalmente lo alcanzó, un solo golpe en su pecho fue suficiente para desprender el broche de él, quedando confundido en el acto. 
—¿Qué? —preguntó Ranma, viendo a Ryoga exhausto con la joya en su poder—. ¿Por qué me lo sacaste? 
       Ryoga entendió cuan efectivo podía ser ese pequeño objeto y no estaba muy seguro de si podría convivir con un Ranma tan irritable. Pero él juró ayudarlo, así que correría el riesgo. Se sintió orgulloso de sí mismo por ser tan leal y luego volvieron a casa. 
—Ok, vamos a poner un par de reglas aquí —dijo Ryoga—. No permitiré que salgas. 
—¿Te da miedo que le diga a Akane la verdad? —dijo Ranma, sentado junto a él. 
—¡Obviamente! —exclamó—. Y ya lo dijiste antes, somos un imán de inconvenientes. Por alguna razón nuestros planes siempre son estropeados por terceros. 
—Genio —dijo Ranma, interrumpiendo la planificación de Ryoga—. ¿Y quién irá a comprar? ¿Tú? 
       Ryoga se sintió avergonzado, no pensó en ese enorme detalle. Les quedaba comida para la semana, pero en algún momento deberían salir. 
—Encargaremos a domicilio —dijo Ryoga, más ocurrente que de costumbre—. Ranma, hablo muy en serio. Te amarraré de ser necesario. 
       Ranma sintió eso como una amenaza. Al menos le hacía feliz el hecho de que Ryoga lo quisiera tanto, a fin de cuentas, él podría estar convertido en p-chan, en la cama de Akane si quisiera. 
—¡Ahora prepárate! —exclamó Ryoga, volviendo a colocar el broche en su pecho. 
       La expresión de Ranma cambió de un segundo a otro. No lucía enojado, mucho menos deseoso de apartarse de allí. En su lugar se acercó aún más a Ryoga, sentándose en sus piernas. 
—¿Que...? ¡¿Qué?! 
—Ryoga... —susurró, tomándolo del rostro para acercarlo a él—. Quiero ser parte de tu vida. 
       El corazón de Ryoga se aceleró, notando como su amigo se acercaba aún más para plantarle un beso, pero esta vez en su forma masculina. Ryoga notó que se debía al broche, que debió ponerlo en la posición contraria. Cuando lo volteó, el encantador rostro de Ranma se llenó de el más puro odio, comenzando a estrangular a Ryoga. 
—¿Qué se supone que hacías? —dijo, con una voz mas grave e intimidante—. Que tengamos que vivir juntos no significa que puedes hacerme lo que se te da la gana, ¡¿entendiste?! 
       Cuando finalmente lo soltó, fue en dirección al cuarto de Ryoga. Se demoró un poco y volvió con su atuendo de siempre, colocándose el delantal de cocina.
—Oye —dijo Ranma, llamando la atención de su amigo—. Muévete, yo no te pienso cocinar. 
       Ryoga liberó un suspiro, ya comenzaba a extrañar al otro Ranma. 

--------------------------------------------------
       Su limite fueron nueve días, estaba seguro de ello. Cualquiera que pensaba vivir el peor de los tormentos, no vivió junto a la personalidad alterada de Ranma Saotome. Lo golpeaba, quemaba su cena a propósito, lo mojaba cada vez que podía y no contento con eso, intentaba escaparse por lo menos dos veces por noche. Como deseaba matarlo con sus propias manos, él no merecía ese dolor en lo absoluto. 
—¿Quieres ir al cine? —preguntó de repente el pelilargo—. ¿Algún estreno de terror? 
—Tengo suficiente contigo, gracias —contestó, observando la ausencia del broche—. Espera... 
—Si, se me salió —dijo sonriendo—. ¿Cómo ha sido la convivencia? 
       Ryoga emanaba un aura oscura de su cuerpo, la respuesta era obvia. 
—¿Te he dicho cuan buen amigo eres? —dijo, recibiendo el control remoto directo en la cara.
—Saotome, déjame en paz. No quiero ir a una cita con un chico.
—Los amigos también van al cine —dijo Ranma, con el ceño fruncido—. Si gustas... podemos invitar a Akane. 
       Ryoga esbozó una sonrisa nerviosa, el bastardo sabía muy bien como jugar sus cartas. 
—Bien —dijo Ryoga, viendo como Ranma sonreía con naturalidad, cosa que no ocurría al llevar el broche—. ¿Puedo preguntarte algo? 
—No te dejaré solo con Akane —dijo Ranma, frunciendo el ceño. 
       Ryoga se burló al respecto. 
—¿Por qué te empecé a gustar? —preguntó, dejando a Ranma hecho piedra frente a él. 
—¿Cómo se te ocurre preguntar eso? —dijo ruborizado—. No es... Yo... ¿Acaso sabrías responder eso si te preguntan sobre Akane? 
—Bueno... Ella es muy amable conmigo —dijo Ryoga avergonzado—. Algo similar debí provocar en ti. 
—¿Te estás vengando, verdad? —dijo Ranma.
       Ryoga apoyó sus codos en la mesa, esperando a que Ranma respondiese. Si, era incómodo para ambos, pero sobre todo para él. Ryoga soportó muchas humillaciones en la semana, lo justo es que fuese recíproco, ¿no?
—Querido amigo —dijo, dándole un masaje de espalda que pronto se transformó en un ahorcamiento—. No seas un cretino. 
—¡N-no lo soy! —gritó desesperado, tomando a Ranma para tirarlo con todas sus fuerzas al sillón—. No te trato muy bien que digamos... ¿Es mi apariencia? 
       Ranma le tiró una silla y este a duras penas la esquivó.
—Ultima advertencia, Ryoga —dijo Ranma, esta vez completamente serio—. No vuelvas a preguntar. 
       Ryoga no creyó que se pondría así, pensó que le seguiría la corriente y de alguna forma continuarían bromeando al respecto. Pero estaba equivocado, se trataba de algo serio para Ranma, después de todo, eran sus sentimientos los que se veían afectados. ¿O sería la mascarilla...? 
—Perdón —dijo Ryoga, viendo a Ranma meter sus manos a los bolsillos. 
—Iré a... ya sabes, Ayame y todo eso —dijo, caminando en dirección al dormitorio—. Llama a Akane. 

--------------------------------------------------
—Sé que ya lo dije, pero enserio agradezco su invitación —dijo Akane, quien en esa ocasión utilizaba pantalones de mezclilla azul y una camiseta naranja. Los tres esperaban atentamente en los asientos de afuera, ya que la función empezaría en veinte minutos. 
—No es nada —dijo Ryoga, con el rostro rojo—. Ha sido idea de Ayame. 
       Ranma parecía distraído, con la mirada baja, perdido entre sus propios pensamientos. Le entristecía verlo así, porque aunque de vez en cuando asentía y fingía pasarlo bien, él no evitaba las lindas charlas que mantenía con Akane. Era tan extraño, pensar que hasta la fecha jamás pudo tener una cita real con ella sin que Ranma se involucrara, y ahora —que aunque estaba presente— no los interrumpió en lo más mínimo. ¿Por qué no podía disfrutarlo? 
—Ay no, la sala está casi llena —dijo Akane, intentando buscar espacios—. Allí hay dos asientos, pueden ir ustedes. 
       Ranma negó con la cabeza, insistiendo que los usaran. 
—¿Estás segura? —preguntó Ryoga y Ranma asintió, señalando un puesto vacío atrás. 
       De esa forma se separaron. Akane vio el rostro de preocupación de Ryoga, estaba tenso y no necesariamente por tenerla a su lado. Le preocupaba Ranma, el imbécil que parecía dar su aprobación en bandeja en cuanto a la relación con Akane. ¿Qué se creía? ¿Por qué hacía todo tan fácil? ¿Acaso no tenía el más mínimo interés por su propia felicidad? 
—Ryoga —dijo Akane, jalando su brazo—. Ayame no está. 
       Ryoga se dio la vuelta y lo notó, no podía verlo en ninguna parte del cine. Intentó mantener la calma, quizás le dieron ganas de ir al baño en el último momento. Su estómago se revolvió, las posibilidades eran muchas y lamentablemente no tenía tiempo para esperar. Se levantó de inmediato y Akane lo acompañó. Le preguntaron sobre "Ayame" a quienes cortaban los boletos afuera de la sala, y solo una mujer aseguró haberla visto salir. 
—Mierda —susurró Ryoga—. Ese imbécil... 
—¿Tú crees que esto sea obra de la mascarilla? —preguntó Akane, totalmente preocupada. 
       El grito de unas cuantas personas les advirtió sobre algo malo. Una multitud miraba la azotea de un edificio, donde una "mujer" permanecía sentada. Debían ser al menos veinte pisos de altura, salvarse sería imposible. Akane volteó en dirección a Ryoga, estaba dispuesta a resolver esto junto a él, mas cuando lo hizo notó su ausencia.
       Ryoga corrió directo a esa zona, rogando no perderse a medida que subía cada maldito escalón, rogando llegar a tiempo a lo que parecía la sentencia de muerte de Ranma. Pero no lo dejaría, no estaba dispuesto a perderlo.
—¡Saotome! —exclamó, derribando la puerta de la azotea, viendo al joven pelilargo sentado en la orilla, con el pañuelo de Ryoga en la mano. No obtuvo una respuesta, pero consiguió que se levantara y lo viese. ¿Qué ocurría con él? Sus ojos eran de un color violeta brillante y no parecía estar en todos sus sentidos—. ¿Ranma...? 
       Supuso que no se trataba de lo más extraño, porque de pronto él mismo comenzó a marearse, pero no como si estuviese a punto de perder el conocimiento, era una sensación distinta, causada posiblemente por las toxinas de la mascarilla. ¿Dónde estaba? 

       



La apuestaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora