Cuando llegaron al hotel se encontraron con Ukyo y Mousse, que fuera de todo el escandalo causado anteriormente, parecían felices de verlos regresar. Ukyo jaló el cabello de ambos, pidiendo explicaciones sobre el supuesto lío amoroso que pudo armarse entre los dos. Mousse por el contrario, seguía insistiendo en que aprobaba completamente esa relación, tirando confeti en sus cabezas para enfatizar en ello. Ranma deseaba morir, era el inicio de todo lo que tanto aplazó.
—¿Hay enfermería? —preguntó Ranma, bajándose de su espalda con cuidado.
—¿Por qué? —preguntó Ukyo, mirando de inmediato a Ryoga.
—¿Por qué insinúas que le hice algo? —dijo el del pañuelo.
—¿Tan mal lo dejaste? —dijo Mousse, haciendo una sugerencia subida de tono.
Un puño fue enterrado en su estómago y una espátula golpeó su cabeza. Curiosamente ningún ataque vino por parte de Ranma, quien daba pequeños brincos hasta una puerta que decía "enfermería". Cuando abrió se topó con una chica medianamente joven, durmiendo en la camilla, la cual despertó al escuchar unos golpes en la pared.
—¡Oh, disculpa! —exclamó la trabajadora, fijándose de inmediato en el hinchado pie de la pelirroja—. Ay no... ¿Cómo te hiciste eso?
—Caí mal —dijo, riéndose de sí mismo, siendo ayudado por ella a subir a la cama.
—Veamos —susurró, examinando la zona inflamada, notando cuan sensible era Ranma allí—. Parece fractura. Tienes suerte de que tengamos el equipo médico necesario. Verás, los tipos de este hotel tienen tan pocos clientes durante esta fecha, que funcionan como una pequeña consulta.
—Que oportuno —murmuró Ranma.
—¡Ranma! —exclamó Ryoga, entrando de golpe—. ¡¿Puedes aclarar las cosas con Ukyo?!
—¡¿Y qué hay que aclarar exactamente?! Estoy segura que fuiste tú el que le hizo daño —dijo la castaña.
—¡Oigan! —exclamó la encargada, regañando a los jóvenes—. Si quieren ser visitas, entonces bajen el volumen de su voz. ¿Entendieron?
Los muchachos asintieron, completamente apenados por el regaño. Luego la vieron salir, con la excusa de que iría a la bodega por unos antinflamatorios.
—Ryoga, ¿puedes dejarme a solas con Ukyo? —dijo Ranma, viendo que Ryoga se extrañó, pero no tardó en respetar su demanda.
—¿Qué pasa? —dijo preocupada, tomando su mano—. Ay no... ¿Realmente te hizo algo?
—¡No! —gritó avergonzado, comenzando a sentirse ansioso—. Ukyo... Yo debí ser mucho más claro contigo, pero no quería lastimarte.
—¿Ranma...?
—Para mí siempre has sido como una hermana, una de las personas en quien más confío —dijo con tristeza, casi sin poder mirarla a los ojos—. Sé que tú esperabas algo más, pero quiero que entiendas que no existe forma en la que me case contigo.
Ni si quiera se trataba de Akane y aún así sintió que el corazón se le salía. Él no era bueno en eso, él nunca lo fue. Ukyo notó cuan pálido estaba, el miedo que emanaba desde sus poros.
—Perdón —dijo finalmente, sonriendo con tristeza—. Me gustaría conservar tu amistad, pero estoy dispuesto a aceptar cualquier decisión que tomes.
Ukyo no pudo evitar llorar y lanzarse a los brazos de la chica frente a ella. Era una escenario muy miserable para soportar solo, pero Ranma no esperaba esa reacción, por lo contrario, se preparaba a sí mismo para una buena paliza que jamás llegó.
—No tenía idea que tus sentimientos por Ryoga fuesen tan fuertes —dijo Ukyo, soltándolo al fin.
—¡Te equivocas! —gritó avergonzado—. Yo no... ¡No es por él!
—No tienes por qué mentirme —dijo, acariciando su cabeza—. Seré una digna perdedora y me retiraré. Pero te lo advierto, no podrás sacarme de tu vida.
—Ukyo... —susurró, viéndola salir.
Cuando la mujer salió de allí su alegría se desvaneció, fijando su mirada en Ryoga, quien mantenía una despreocupada charla con Mousse. Con un paso firme se aproximó a él, tomándolo del cuello de su camiseta mientras tiritaba.
—Voy a ser muy clara contigo —dijo molesta—. Ranma siempre ha sido un buen amigo y aunque no puedo entender porqué se fijó en ti, lo aceptaré. Pero piénsalo dos veces antes de lastimarlo.
—Lo defiendes como si se tratase de un ser débil —contestó, soltándose del agarre—. ¿Y qué estás insinuando? No es como si nosotros fuésemos a estar juntos.
—¡¿Qué?! —exclamó Mousse—. ¡¿Cómo que no?!
—Pues no... ¿Qué creían?
—¡Que serían novios, obviamente! —gritó Ukyo—. ¡Ranma está loco por ti!
—¡Yo nunca dije que me gustara! —contestó, más que ruborizado.
—Ay no... es el efecto Saotome —dijo Mousse, acomodando sus lentes—. Ryoga se comporta igual que Ranma cuando le gustaba Akane.
—¡Dejen de compararme con ese imbécil! ¡¿Cómo pueden creer que disfrutaría de estar con semejante tarado?! —dijo cansado de todo eso.
—¡Oh no! ¡Si es el efecto Saotome! —dijo Ukyo, dándole la razón—. Es curioso, cuando te gusta una chica sueles ser tímido, pero lo admites. ¿Por qué con Ranma es distinto?
—¡Porque no me gusta!
—Porque es un chico y su más grande rival —afirmó Mousse, ignorando por completo a Ryoga—. ¡Ambos son unos completos cobardes!
Ryoga tomó su botella que aún conservaba agua, transformando a su amigo en un pato. Estaba harto de sentir esa presión a la que no acostumbraba.
—Ryoga, deberías admitirlo —dijo Ukyo—. ¿Nunca te ha causado ternura? Ranma es muy lindo, en cualquiera de sus dos formas.
—Es un hombre, ¿por qué debería sentir eso? —dijo, cruzando sus brazos.
—No te vas a morir por aceptarlo —añadió Ukyo, liberando un suspiro—. Mira, al menos ve a acompañarlo. Si no puedes ser su novio, se su maldito amigo.
Y Ukyo lo empujó. No era necesario, claro que lo sería, ¿qué creían que fue durante todo este tiempo en el que intentó salvarlo? Entró allí, viendo a la pelirroja dormir en la camilla, relajada como si nada malo pasase a su al rededor. Quizás lo merecía, tal vez ya era hora de que se fuese quitando peso de sus hombros. Se le quedó mirando, apreciando su belleza con cierto miedo. No podía, debía parar. Miró un hervidor en el escritorio de la encargada y decidió enchufarlo, calentando un poco de agua para que este volviese a la normalidad. Recordaría quién era y porqué no podía tener ese tipo de pensamientos asociados a él. Lamentablemente, bien sabía que devolverlo a su forma masculina no hacía mucha diferencia. Verlo ahora era tan convincente como antes. "Mierda, Ukyo tenía razón", pensó.
—¿Qué ocurre? —preguntó un somnoliento Ranma, que no alcanzó a dormir más de unos minutos.
—N-nada... creí que sería más cómodo para ti si estabas en tu forma real —dijo nervioso—. No hemos comido, ¿quieres que te traiga algo?
Ranma levantó una ceja, extrañado por su repentina ansiedad, sospechando que se trataba de lo que estaría por pasar de ahora en adelante.
—No te preocupes —dijo el pelinegro, desarmando su trenza, que debido a la "maratón" junto a Ryoga, se desordenó—. No es como si tuviese apetito.
—¿Seguro?
—Deja de tratarme así, tú nunca has sido atento conmigo —dijo, riendo mientras le daba unas palmaditas en su hombro—. No es como si fuese Akane.
Se le quedó observando, viéndolo peinar su cabello con los dedos, sosteniendo la cinta con su boca. No, no era Akane, era Ranma, el idiota que lo maldijo, su rival, su interés. Se le acercó con miedo, fue algo impulsivo que estaba seguro le traería consecuencias luego, pero prefirió evadirlo. Nunca se atrevió a tanto con Akane e incluso le costó en exceso con Akari. Pero ahí estaba, retirando el listón de sus labios para poder sentirlos otra vez, pero por su propia voluntad. Acarició su rostro, viendo a Ranma ruborizarse por lo que él sabía que pasaría, sin emitir queja alguna. Cerró los ojos, sintiendo la respiración de Ryoga tan cerca que lo hizo estremecerse, hasta que finalmente lo hizo. Fue tan suave, gentil, deseado. Era lo que él hubiese pedido en un primer beso pero que lamentablemente no obtuvo. Ranma soltó un pequeño jadeo, separándose un instante de su amigo para luego volver a él. ¿Qué hacían? Era tan experimental y arriesgado como visitar Jusenkyo, tan salvaje como ellos mismos en una batalla. Debió gustarles, porque era tan difícil que se separaran, que evitaran el contacto con sus lenguas. Volvieron a jadear, desesperados por obtener el aire que a ratos olvidaban. Estaban en su propia fantasía y eso no era del todo bueno, a fin de cuentas, la puerta permanecía abierta. De pronto, tan rápido como un cometa cayendo del cielo, un cartel aterrizó en la cara de Ryoga, arrojándolo al piso.
—¡¿Qué significa esto?! —exclamó Soun, agitando a Ranma de la camiseta—. ¡Necesitaré muy buenas explicaciones para perdonar este horrible acto de traición a la familia Tendo!
—Papá, cálmate —dijo Nabiki, quien llevaba un rato grabando—. Chicos, siento los inconvenientes, ¿pueden volver al inicio?
Genma arrojó encima el agua caliente restante del hervidor, volviendo a ser una persona.
—¡No se preocupe, Tendo! ¡Seguramente Ryoga obligó a mi hijo a realizar semejante acto! —exclamó, levantando al joven desde el cuello de su ropa—. Aunque si Ryoga tiene una buena situación financiera. ¿Quién soy yo para entrometerme en un romance tan apasionado?
Un puño noqueó a Genma, dándole una lección sobre la privacidad. Ranma parecía furioso, pero claramente avergonzado por ser visto.
—¡Fue mi culpa! —exclamó Ryoga—. Ranma no quería, él, yo... ¡Yo me acerqué!
—Ryoga, sé que no es un buen momento —dijo Nabiki—. Pero me debes dos mil yenes por cada fotografía de Ranma,
—¿Qué? —preguntó el pelilargo.
—¡No es lo que crees! —gritó nervioso—. ¡Kuno quería una de ellas y yo le dije que no porque no me parecía correcto! ¡¿Nabiki, qué intentas hacer?!
—¿Qué intento hacer? Pero Ryoga, fuiste tú quien lo besó —dijo la mediana de las Tendo—. Obviamente lo quieres solo para ti.
Ryoga se hizo piedra, no tenía cómo contestar a eso. El pánico le hizo desear desaparecer y era exactamente de lo que Ranma escapaba en primer lugar.
—Ukyo y Mousse tenían razón, si es el efecto Saotome —dijo Nabiki, esbozando una sonrisa.
—¿Disculpen? —preguntó la médico, entrando un tanto sorprendida—. ¿Pueden explicarme a qué se debe tanto desorden? ¿Y dónde está la pelirroja?
—Es él —dijo Nabiki—. Una larga historia.
—¿Qué? —preguntó la mujer, mirando a Ranma desde más cerca—. No lo creo...
Genma arrojó un vaso de agua sobre el joven, causando que de inmediato cambiara. La doctora retrocedió al ver semejante acto de magia, sacado de una novela de fantasía. Ella recordó el rumor sobre ciertos estanques encantados en China, pero nunca lo creyó. La ciencia no podía respaldar eso.
—Bien... —dijo, aún sorprendida—. ¿Ustedes son su familia, no? Deben esperar afuera.
—Ranma, chico, ¿qué te pasó? —preguntó Genma—. No me digas que el amor te hizo débil y perdiste contra...
—Bueno, quien sabe... Después de todo soy un completo holgazán, ¿no? —dijo Ranma, refiriéndose a la conversación que escuchó muchos días atrás.
—¡Oh! —exclamó nervioso—. ¡Era una broma, niño! ¡Sé perfectamente que eres capaz de derrotar a cualquiera! ¡Lo que pasa es que estaba preocupado por ti y tu desempeño!
Ranma lo golpeó otra vez, echando a cada uno de los presentes. Ryoga no quiso ir, le aterraba enfrentarse a las incómodas preguntas y probables insultos, así que se quedó allí, al lado de la pelirroja que cruzaba sus brazos.
—Cobarde —dijo Ranma.
—Mira quien habla —contestó molesto—. ¿Puedo, verdad?
La doctora sonrió y asintió con la cabeza. No estaba muy segura de su relación, pero podía garantizar que eran lo suficientemente unidos para que fuesen tan directos con el otro. Así que inició los procedimientos necesarios para su tobillo, pidiéndole que volviese nuevamente a su forma masculina. Ranma no lo entendió de inmediato, pero se debía al cambio de tamaño y como esto podría afectar al yeso. Debieron estar algunas horas ahí, entre las radiografías, las indicaciones y la inmovilización del pie. Ella fue muy clara, le advirtió que intentase no cambiar de forma y que estuviese al menos siete semanas sin realizar actividades violentas.
—Veo difícil esa última —dijo Ryoga, apoyándose en la pared—. Es demasiado terco como para no pelear.
—No es mi culpa que cada imbécil en esta ciudad se crea capaz de vencerme —contestó, sujetando su pelo en una cola de caballo.
—¿Es una indirecta? —preguntó Ryoga.
—No te preocupes, existen más imbéciles.
Ryoga le jaló ambas mejillas con fuerza, causando que el otro liberara un repentino grito de dolor. La doctora soltó una simpática carcajada y ellos no tardaron en separarse. Aún existía vergüenza en el ambiente y no lucían muy cómodos para hablar acerca de lo que ocurrió. Para Ranma aún lucía como un tipo de alucinación, pero la presencia de su "amigo" venía a recordarle lo contrario. Finalmente, ella sacó una libreta y le cobró lo correspondiente por la atención, lo cual era mucho más alto de lo que si quiera consideró en primer lugar. Supuso que allí se terminarían de ir las propinas de su primer y único día trabajando.
—¿Puedo caminar con esta cosa, verdad? —preguntó Ranma, poniéndose de pie incluso antes de que ella lo confirmara.
—Si vas de camino a tu habitación, por supuesto. Tramos cortos, no te exijas —dijo ella, entregándole una caja de antinflamatorios.
Ya era de noche en la recepción y la mayoría se cansó de esperar a Ranma. En su lugar prefirieron visitar las atracciones que ofrecía la ciudad, como si quisieran aprovechar al máximo esa repentina salida. Ryoga al final lo confirmaba, se comportaban como niños en un viaje escolar.
—Disculpe —dijo Ryoga, al administrador que vio antes—, Tatewaki Kuno reservó unas habitaciones, me gustaría saber cuáles.
—¿Nombres?
—Ryoga Hibiki y Ranma Saotome.
El hombre buscó en el libro donde cada huésped anotaba sus datos, sin obtener información alguna sobre ellos. De Ranma podría ser, considerando que iban en su búsqueda, pero aparentemente nadie pensó en el pobre Ryoga.
—Podríamos acampar afuera, es mucho más económico —dijo Ranma, volteándose en dirección a la salida.
—¡Esperen! —exclamó el sujeto—. Aquí están, su amigo Mousse reservó un cuarto para ustedes.
Ryoga frunció el ceño, un tanto desconfiado por esa extraña gratitud. Incluso lo relacionó directamente a la desaparición de todos en el edificio. Agradecieron la cordialidad y retiraron su llave para ir al ascensor, manteniendo un incómodo silencio que los acompañó el resto del camino.
—¿58? —dijo Ranma, deteniéndose frente a una puerta roja—. ¿Por qué se tomaría tantas molestias? La mayoría del tiempo desea asesinarme.
Cuando dieron un solo paso adentro, una luz cálida iluminó el dormitorio. Era una cama de dos plazas, llena de pétalos rojos. Pudieron observar cada detalle, desde la melodía erótica en la radio, hasta los condones y el lubricante en el velador. De una cosa estaban seguros: lo iban a matar.
—Yo le corto el cuello y tú lo le rompes las piernas —dijo Ryoga, haciendo tronar sus dedos.
—Debe querer mucho a Shampoo —dijo Ranma, apagando la música y tirando los pétalos al suelo.
Ryoga prendió el pequeño televisor para que la ausencia de ruido no los incomodara, seguido de eso vio una pequeña nota encima de este: "Rómpele el corazón y tendremos una charla interesante. Firma Ukyo". Ni si quiera le sorprendía.
—Me pregunto... ¿Dónde estará Akane? —preguntó Ryoga—. No apareció junto a los demás.
—Y que alivio —afirmó Ranma, con la mirada baja—. Quizás se fue...
—Tú sabes que es menos cobarde que nosotros —dijo Ryoga, intentando calmarlo—. Ella realmente deseaba encontrarte.
Ranma se limitó a suspirar, estirándose en el cubrecama para luego cerrar sus ojos. Ryoga supuso que no hablarían del beso y que como siempre, preferiría atrasar las cosas. Pero le dio la razón, él también estaba agotado.
—Me iré a duchar —dijo Ryoga, retirándose de allí.
Su ida fue suficiente para "despertar" a Ranma, quien salió haciendo el menor ruido posible, cosa difícil con ese estorbo en el pie. Aún así fue lo más parecido a un ninja e intentó ser rápido como de costumbre. Quería ver por él mismo si Akane estaba en el hotel o la ansiedad lo terminaría matando. Bajó nuevamente a la recepción, iría por el nombre y el número de los demás cuartos, todo antes de que el resto llegara.
—¿Ranma? —dijo una chica, apenas salió del ascensor. Se quedó estático, era ella, su objetivo, su mayor temor. ¿Podía arrepentirse? Quería arrepentirse.
—Akane... —susurró con timidez—. Yo... te estaba buscando.
Nadie hablaba, ningún ruido intervino. Eran ellos, frente a frente a punto de colapsar. Ranma la miró a los ojos, era tan difícil de leer como la vez pasada, con una neutralidad que aceleraba su corazón. De ella si esperaba el golpe, de ella si merecía lo peor, ¿pero qué obtenía en su lugar? ¿Era la apatía aún peor?
—Lo siento —dijo Ranma, con el estómago revuelto—. Yo...
—Lo sé.
Akane guio a Ranma afuera del hotel, esperando que pudiesen tener una charla sin interrupciones en las bancas del cercano parque. Akane iba delante, tan distante que parecían completos extraños. Finalmente, cuando lograron sentarse, Akane dio el primer paso.
—Nunca creí que se tratase de Ryoga —dijo, observando las hermosas estrellas en el cielo—. ¿Cómo inició?
—No lo sé —susurró, sintiéndose diminuto—. Fue gradual, supongo... Hace poco más de un año.
Las manos de Akane rasguñaban inconscientemente su regazo, claramente le molestó esa respuesta.
—Hace mucho... —dijo sonriendo—. Pero debo admitir que no me extraña del todo... Estuviste tan raro...
Ranma la miró sorprendido, notando las lagrimas que caían de sus ojos. Se había esforzado en no romperse, en mantenerse firme aunque fuese lo último que hiciera. Pero la idea de ya no tener un compromiso la colapsó. ¿Era libre de elegir al amor de su vida? ¿Finalmente lo era? Le dolió tanto como despegarse de su torpe romance con el doctor Tofú. No, mucho más, no existía un punto de comparación.
—Tu amabilidad no era más que culpa, ¿cierto? —dijo Akane, viéndolo hundirse en la banca—. ¿Por qué no me dijiste?
—Porque... te iba a doler —volvió a susurrar.
—Me duele ahora —dijo seria—. Si no hubiese pasado todo esto de la tonta mascarilla, ¿te hubieses quedado callado?
Ranma tardó en responder.
—Si —dijo, un poco más alto que antes.
Akane asumió de inmediato lo que significaba eso. Ranma si parecía dispuesto a sacrificar su felicidad para entregársela a ella. Ranma en serio esperaba aceptar el compromiso sin voz ni voto. Engañándose; engañándola.
—Creí que la ausencia de Ryoga me iba a curar —dijo Ranma, jugando con sus dedos—. Me di cuenta que esto era grave la última noche que se quedó en el dojo. Yo... después de eso realmente intenté dejar de pensar en él, pero no resultó.
—Ranma...
—Escuchaba a tu familia hablar sobre el futuro y a lo bien que nos comenzamos a llevar de un momento a otro... Mis padres se veían orgullosos del hombre en el que me convertí y la verdad es que todos parecían felices.
—Yo no —añadió Akane—. Era imposible que no te pasara algo.
—Tampoco dijiste nada.
—Porque me evadías —dijo molesta—. Cada vez que deseaba discutir, me decías algún estúpido cumplido o escapabas.
—¡Pero hubieron muchas ocasiones en la que te escuché atentamente y no dijiste nada! —alzó la voz.
—¡¿Y qué querías que dijera?! ¡Eras tú el fenómeno que se enamoró de otro hombre!
Una puñalada hubiese dolido menos, era exactamente como aquella vez, en la que la escuchó utilizar ese despectivo término a escondidas. Lo peor es que creía merecerlo o así fue hasta que Akane tomó su mano.
—Perdón —dijo conmocionada—. Ranma, tú no eres eso...
—¿Ah? —dijo extrañado—. Akane, no tienes que disculparte, es normal que-
—¡No! —lo interrumpió—. No puedo simplemente ofenderte por la decisión que tomaste... Ranma, amar a Ryoga no te hace menos hombre, mucho menos un fenómeno.
—¡¿Q-quién dijo que yo amara a ese cerdo?! —exclamó nervioso, viendo la acusadora mirada de Akane.
—¿En serio vas a evadir esto? —preguntó Akane, señalándolo con un dedo—. Escúchame bien, Ranma Saotome. Ryoga es un buen chico, probablemente el amigo más leal que vayas a tener en la vida. Así que ni te atrevas a romper su frágil corazón.
Ranma se hundió de hombros, frunciendo el ceño para desviar la vista.
—No es tan fácil —dijo con timidez.
—Supe que se besaron, ¿qué tan difícil puede ser?
El rostro de Ranma estalló en rubor, para ese momento él creía que Akane no alcanzó a enterarse.
—¡V-vine aquí a hablar sobre nosotros, no del estúpido de Ryoga!
—¡Pues lo quieras o no, esto lo incluye! —dijo irritada—. Siempre evades las cosas y eres pésimo reconociendo los sentimientos de los demás. Así que si Ryoga desea ser feliz a tu lado y tú también quieres eso, entonces acéptalo.
—Él ni si quiera... —alcanzó a susurrar, desviando la vista—. Mira Akane, solo fue... ¡Un beso no significa que estaremos juntos!
—¡Él te ama!
—¡No lo sabes!
Akane lo miró con sorpresa.
—¿Ryoga no te lo dijo? —preguntó Akane, suponiendo que Ryoga omitió detalles cuando lo fue a buscar.
De pronto el sonido de un pequeño cerdo llamó la atención de Akane, este corrió directo al rostro de Ranma, arañándolo con fuerza. Ranma no tardó en sacarlo, dándole un golpe en la cabeza.
—¡P-CHAN! —dijo Akane, abrazándolo con cariño—. Llevaba mucho sin verte, creí que...
—Supongo que hay cosas que jamás cambiarán —dijo Ranma, liberando un suspiro—. Estabas por decir algo importante.
Akane continuó acariciando a su mascota y Ranma gruñó por eso, porque Ryoga parecía muy cómodo en sus brazos. Entonces él tenía razón, Ryoga seguía enamorado de Akane.
—¿Sabes qué? No importa —dijo Ranma, cruzándose de brazos—. Tengo la certeza de que ese imbécil puede jugar a dos bandos cuando se encuentra indeciso.
P-chan frunció el ceño tras escucharlo.
—¿Qué? —preguntó Akane—. Eso suena más a Kuno que a Ryoga.
—¡Cui! —exclamó P-chan.
—Además, si él no te amara, no hubiese estado en peligro de muerte en tu ausencia.
Ranma levantó una ceja, intrigado por las palabras de Akane. Mientras tanto, el pobre cerdito lucía en shock, inquieto y saltarín para distraer lo suficientemente a la chica y evadir el tema. Pero Ranma se lo quitó, sosteniéndolo lo suficientemente fuerte para que se quedase inmóvil. Fue allí que Akane se sinceró con él, contándole sobre como se invirtió el efecto de las toxinas, arriesgando la vida de Ryoga.
—¿Por qué no me lo dijo? —dijo Ranma, viendo a P-chan querer morir—. No hubiese puesto mayor resistencia... ¡No tendría roto mi maldito tobillo!
—Cui.... —susurró aterrado.
—Supongo que prefirió hacerte entrar en razón y no que te sintieses obligado a regresar —dijo Akane, defendiéndolo—. Eso demuestra aún más lo mucho que te quiere.
Un pequeño rubor se asomó en el rostro de Ranma, viendo como P-chan se arrojaba a los brazos de Akane para no levantar sospecha.
—¿Puedes intentar ser honesto con al menos una persona? —dijo Akane, como una obvia acusación—. No te matará ser atento con alguien.
Akane esperó un insulto de vuelta, pero Ranma en serio parecía confundido. Si para ella ya era extraño imaginarlo en la vida en pareja, le resultaba aún más raro el verlo con Ryoga. Lo primero que venía a su mente fue el incidente de la caña de pescar, donde a diferencia de ahora, Ranma parecía gritar a todo pulmón sus sentimientos.
—Regresemos al hotel —dijo Akane, levantándose junto a Ranma y su mascota.
No tardaron demasiado en llegar, lucían exhaustos a nivel emocional. Era volver otra vez a los turbulentos tiempos de adolescencia, o al menos muy parecidos a ellos.
—¿Qué pasará con el dojo? —preguntó Ranma, subiéndose al ascensor.
—¿Tú qué crees? No te necesito para sacarlo adelante —dijo, burlándose de él.
En un acto rápido y sorpresivo para la joven, Ranma decidió abrazarla, como si se tratase de una despedida.
—Gracias —dijo Ranma esta vez, refiriéndose a mucho más que las palabras de antes.
—No es necesario —contestó, separándose de él con una sonrisa.
Ranma se bajó primero, casi como si no lo desease. La vio, notó las puertas cerrarse de apoco para finalmente irse. Akane sintió el resto del camino en cámara lenta, como si una parte de su vida que no deseaba dejar ir, se hubiese terminado para siempre. Su corazón ardía, sus lágrimas no paraban de brotar, no parecía satisfecha con la decisión. ¿Pero cómo lo estaría? ¿Qué amante rechazado lo estaba? Se apoyó finalmente en la pared, notando la ausencia de su cerdito.
—Bueno... tal vez tú también encontraste a alguien —susurró, recostándose en la almohada.
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Apenas Ranma entró en el cuarto, se dirigió al baño. Abrió la llave de agua caliente y decidió esperar, notando que no aparecía el vapor. Entonces lo intentó con el agua fría, porque en algunas casas a las que visitó, la instalación estaba mal hecha y terminaba confundiendo a quienes entraban.
—Ahora entiendo —dijo Ranma, confirmando su teoría y arrojando a Ryoga bajo la regadera—. ¿No pudiste abrir la otra llave?
—No se me ocurrió, creí que cierta persona decidió escapar otra vez —dijo molesto.
—Oh si, eso —dijo, bajando la vista—. Bueno, al menos no es tan malo como la persona que omitió detalles importantes.
—¡No quería obligarte!
—Ryoga, me perseguiste por toda Yokohama, ¿eso no es obligar?
—¡Ah, cállate! —gritó irritado—. No me arrepiento de ninguno de los actos de hoy, ¿entendiste?
—Rompiste mi tobillo —dijo molesto.
—¡Tú te caíste! —dijo, acercándose al otro—. Además, si no fuese por eso, no nos hubiesemos...
Ranma se apartó.
—Y si, vamos a hablar de eso —dijo Ryoga—. Por cierto, ¡yo no juego a dos bandos!
Ranma sonrió incrédulo.
—Nunca olvidarás a Akane, no lo hiciste al tener a Akari. ¿Por qué tendría que confiar en ti?
—Yo podría decir lo mismo, aún te quedan dos pretendientes —afirmó Ryoga—. Sin mencionar a cada hombre con el que coqueteas para conseguir cosas.
—No es lo mismo —dijo con tristeza—. No me gustan.
¿Por qué se sentía como un cretino?
—Tú... —dijo nervioso, se trataba de Ranma, podía hablar perfectamente con él, no era una chica, no ahora al menos—. Te debo un helado.
Ranma inclinó la cabeza, confundido por la elección de sus palabras. ¿Qué tenía que ver todo eso ahora?
—Cuando estábamos en el túnel, ¿recuerdas? —preguntó Ryoga—. Te dije que...
—¿Quieres una cita?
—¡Si! —exclamó con fuerza, convencido de que eso sería lo correcto.
Ranma no tardó en retroceder, volviendo a sentirse avergonzado al respecto. Debía parar, era Ryoga, no podía lucir vulnerable todo el tiempo frente a él. Pero es que seguía siendo tan extraño y el hecho de que estuviese desnudo no ayudaba en lo más mínimo.
—¿Vas a tomar esto en serio? —dijo Ranma, jugando con sus dedos.
—¿Tú no?
—Bueno... ¿Qué hay de Akane?
Ryoga lo tomó de ambas manos y lo miró, Ranma pensó que volvería a besarlo, pero no fue así.
—Te juro lealtad, Saotome —dijo Ryoga—. No importa donde esté, yo no volveré a pensar en otra persona.
Ranma le dio un empujón en el rostro, causando que Ryoga lo soltara.
—¡Lo entendí, lo entendí! —exclamó Ranma, bastante acelerado—. ¿Pero podrías dejar de ser tan raro?
—¿Raro? —preguntó Ryoga—. ¿Cómo creías que te iba a tratar si empezábamos a salir?
—¡Como siempre!
—¿Mal? —se burló—. Dios, eres un masoquista.
Ryoga nunca notó del todo cuan tímido podía ser Ranma. Él siempre lucía seguro a la hora de pelear e incluso se burlaba de sus sentimientos. ¿Realmente odiaba el buen trato o no deseaba admitir lo feliz que estaba?
—Travesti pervertido —dijo Ryoga, recibiendo un golpe en la quijada—. ¡¿Lo ves?!
—¡¿A quién le gustaría escuchar ese insulto?! —gritó molesto, encogiéndose de hombros—. Solo... sé el Ryoga de siempre.
Ranma intentó retirarse para que Ryoga se terminara de bañar, pero este lo detuvo.
—Podrías bañarte conmigo, ya sabes —dijo Ryoga.
—Tengo esta cosa en el pie, preferiría que no.
—La doctora nos dio un plástico protector.
—Si, bien... Lo haré solo.
Ryoga se burló del pelinegro, viéndolo retirarse de allí. Obviamente evadiría cualquier tipo de escenario comprometedor, lo cual era bastante hipócrita de su parte, considerando que exigía normalidad. El resto de la ducha lo terminó indagando entre lo que podría pasar esa noche. Después de todo, ese cuarto era para ellos, ¿no?
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Debían ser las diez y media para ese instante, cuando Ranma secaba su cabello mientras buscaba comida en el refrigerador. Era bastante, pero por lo que Ryoga dijo, era mucho más cara que en el exterior. Entonces, Ranma recordó el regalo que le dieron antes de retirarse del trabajo. Le preocupaba que estuviese estropeado, buscó en su mochila y sacó una caja mediana donde venía un pastel.
—¡Se salvó! —dijo feliz, buscando algún objeto para dividirla, encontrando servicios de plásticos en la nevera.
—No deberías hacerlo en la cama —dijo Ryoga, viéndolo partirla—. Disfrutas mucho de estas cosas.
—Era raro obtener cosas dulces durante mi infancia, la mayoría del tiempo-
—Me refiero a los regalos —lo interrumpió.
—Estoy seguro que ya hablamos de esto —dijo Ranma, empezando a comer—. Tú también tendrías un obsequio de no ser por el imbécil de Mousse.
—Lo había olvidado... —dijo Ryoga, mirando con más atención la habitación—. Hubiese sido agradable tener más espacio.
—Supongo.
Cuando terminaron de comer y Ranma dejó los utensilios en el velador, un nuevo silencio molestaba a Ryoga, quien no hacía otra cosa que mirar los condones y el lubricante. Él era el pervertido, el idiota que no podía evitar pensar en ello. ¿Pero qué hacía Ranma mientras tanto? ¿Por qué lucía tan relajado en las frazadas? Leía un comic, siempre cargaba alguna historieta consigo para no aburrirse. En muchas peleas en la que se enfrentaron fue así: él sentado en un mantel, comida y entretención. Le resultaba tierno hasta cierto punto, tan despreocupado como hace tiempo no lo veía, le gustaba. Se aproximó de apoco donde él, volteando su rostro para el siguiente encuentro. Ranma no tardó en apartarse de la lectura, era una distracción lo suficientemente grande para desviar su atención. Ryoga se puso sobre él, acariciando su rostro mientras lo besaba, disfrutando de esa conexión. Ni él podía entender de donde sacó el suficiente coraje para su osadía, porque nunca vivió algo así en el pasado, hasta el más mínimo roce e insinuación a ello lo terminaba por colapsar. ¿Por qué ahora era distinto?
Fue cuidadoso, no podía creer lo lindo que le resultaba un hombre, lo caliente que lo ponía deslizar sus manos bajo su camiseta blanca. ¿Qué había con esos pequeños gemidos liberados por su "rival"? Nadie podía ser tan temible en la pelea y tan dócil en la cama, ¿o si? Aquella comparación lo volvió a excitar.
Ryoga se salió de allí unos segundos, desvistiéndose mientras Ranma lo imitaba, alcanzando los condones y el lubricante. Solo allí entró en pánico, notando lo que haría por primera vez con otro sujeto; con Ryoga.
—¿Qué pasa? —preguntó Ryoga, sacándolo del trance y quitándole un condón—. Ranma, si tú... No tenemos que hacerlo ahora, entiendo si te retractas.
—¿Quién te crees que soy? —dijo molesto.
—¿No vas a tomar este momento como una especie de desafío, verdad? —dijo Ryoga, sentándose a su lado—. No voy a obligarte.
—¿Puedes simplemente dejar que las cosas pasen? —preguntó irritado.
Ryoga accedió, levantando las piernas de Ranma con rapidez, sorprendiendo a su compañero.
—Estás distraído —dijo Ryoga, burlándose de la expresión del otro.
—Debes sentirte muy bien al ganarle a un lisiado —dijo Ranma, devolviéndole la broma para luego atraerlo a él.
Volvió a besarle, esta vez por ciertas zonas muy sensibles en Ranma. Desde su suave cuello hasta sus tonificadas piernas. Se aproximó de apoco a la erección, dando un par de lamidas en la punta de su miembro. Ranma nunca sintió algo parecido, era muy distinto a masturbarse, extraño, pero lejos de estar mal. Ryoga sintió los jadeos, escuchar su suave voz pedir más. ¿Cómo podría con eso? Volvió a deslizarse, a la zona que Ranma tanto temía que tocara. Pero no sintió dedos, nuevamente su lengua se encargó de realizar el trabajo, siendo un tanto torpe al ser su primera vez, pero lo suficientemente hábil para conseguir liberar otro fuerte gemido. Se preguntaba como fue capaz de esperar tanto por una sensación tan placentera, y eso que aún faltaba para que terminasen. Ryoga sacó un poco de lubricante de la botella, esparciéndola por toda la zona. Cuando logró introducir el primer dedo, escuchó a Ranma ahogar un grito de dolor.
—¿Estás bien? —preguntó preocupado, viéndolo fruncir el ceño—. Tienes que avisarme si no estás cómodo.
—¿Puedes continuar sin interrupciones?
—Eso fue muy grosero —dijo Ryoga, introduciendo un segundo dedo, notando lo mucho que le dolía. Ryoga intentó masajear en su interior, volver esa experiencia lo más agradable posible, a pesar de que Ranma no pareciera colaborar—. ¿Mejor?
No respondió, pero era cosa de ver su rostro para entenderlo. ¿Cómo el dolor y el placer podían crear algo tan bueno? Necesitó utilizar su propia mano para morderse y recordar que las paredes no eran tan gruesas como se veían, que no era capaz de confiar en la ausencia de inconvenientes. De pronto, el ruido de un paquete rompiéndose llamó su atención. Ryoga se detuvo, se colocaría el condón.
—Espera —dijo Ranma, arrodillándose en su dirección—. ¿Puedo hacerte sexo oral?
—¿Por qué lo preguntas? —dijo avergonzado, admirado su desordenado cabello—. Por supuesto... pero no sé si aguante tanto después.
—No lo haré por mucho.
Ranma se agachó frente a él, lamiendo con cuidado a medida que lo masturbaba. Ryoga tampoco era un experimentado en el tema, quizás lo vio en algunas películas subidas de tono, pero su inocencia le hizo considerar que llegaría casto al matrimonio, que se guardaría para una buena chica que lo quisiera. Que equivocado estaba. Las miradas provocadoras por parte de Ranma no hacían otra cosa que tentarlo más y si no se retiraba a tiempo se vendría en su rostro. Lo alejó y apenas lo hizo se colocó el preservativo.
—¿Estás listo? —preguntó Ryoga, viendo como el otro asentía, mucho más tenso que en un inicio—. Relájate...
Ryoga volvió a los besos, rozando los pezones de Ranma con ambas manos. Necesitaba que se entregase por completo, que olvidara el dolor que podría llegar a sentir. Ranma levantó ambas piernas y Ryoga comenzó a empujar. El colmilludo vio las lágrimas recorrer su rostro, claramente le dolía.
—Tranquilo —susurró Ryoga.
Lamió su cuello, dio pequeñas mordidas que convirtió el miedo en gemidos. Estaba dentro y podía moverse. Era su turno para jadear, para sentirse pleno, y es que el pelilargo se sentía tan bien, era lejos lo mejor que probó en la vida. Ranma se aferró a sus hombros, sintiendo los empujones mucho más lentos de lo que deseaba, presionando al otro para que aumentara la velocidad. Ryoga lo hizo, dio lo mejor de sí para que la experiencia de Ranma fuese tan satisfactoria como la de él, y considerando los repentinos movimientos en su cuerpo y la acelerada respiración, lo estaba logrando. Notó como unas uñas clavaban su espalda, pero con suavidad, como si realmente controlara su fuerza. Ryoga volvió a besarlo, silenciando sus gritos, deseando correrse, pero soportando para que él lo hiciese primero. Era una competencia en la que no odiaría llegar segundo.
Finalmente, cuando se vino y notó mayor calma en el pelinegro, él decidió imitarlo, siendo tan ruidoso como lo fue Ranma.
—¿Quieres llamar la atención? —preguntó Ranma, cubriéndole la boca con su mano.
—Mira quien habla —se burló Ryoga, respirando agitado para luego tirarse como peso muerto sobre él—. Oh dios...
—¿Planeas estar "allí" toda la noche? —dijo frunciendo el ceño, sin recibir una respuesta—. ¡Ryoga!
—Llegué al cielo y me patearon de vuelta.
Se hizo a un lado, aún exhausto por lo que sucedió, aún feliz e incrédulo.
—Te ves contento —dijo Ranma, levantándose adolorido—. Necesitaré más antinflamatorios.
—¿Te sientes bien? —preguntó Ryoga, siguiéndolo al baño.
—Si, ¿por qué no? —dijo Ranma, limpiando su abdomen con agua tibia de la ducha.
—Bueno... —susurró inquieto, arrojando el condón a la basura—. ¿Te gustó? Era nuestra primera vez, así que es normal que-
Ranma levantó la regadera, con la intención de arrojarle agua fría, pero este con mucha suerte lo esquivó.
—¡¿Qué intentas hacer?! —gritó el colmilludo.
—¡¿Puedes estar un minuto sin hablar?! —exclamó, continuando con sus intentos para que este cambiase de forma—. Al menos P-chan fastidiaría menos.
—No te mataría intimidar conmigo, ¿o si? —dijo, riéndose de Ranma—. Eras incluso más afectivo cuando te convertías en chica para engañarme.
—¿Tú crees? —dijo sonriendo.
Ranma se arrojó agua fría encima, evitando que su pie lo tocara. Ryoga no tardó en desviar la vista, a pesar de todo, aún le avergonzaba el cuerpo femenino desnudo.
—¿Te gustaría tomarme de esta forma también? —dijo Ranma, con mucho más atrevimiento que antes—. ¿Quieres que estos labios digan lo bueno que eres?
—Oh... yo, si tú... Es decir...
Un enorme chorro frío mojó a Ryoga, volviéndolo en unos segundos el pequeño cerdito negro.
—Yo gano —se burló, escuchándolo gruñir.
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La mañana siguiente fue interrumpida por un panda entrando en la habitación, intentando ser sigiloso pero no lográndolo en lo absoluto. Ryoga lo vio, notó como tomaba la mochila de Ranma y se llevaba a su hijo en el hombro.
—¿Qué cree que hace? —dijo Ryoga, aventándole una lámpara en la cabeza. Él escribió: "No lo entiendes, su madre nos matará si se entera de esto".
—¿Ah...? —susurró Ranma, medianamente adormilado—. ¿Qué pasa?
—Tu papá planea escapar —dijo Ryoga, apoyándose en la puerta.
—¿Qué...? —preguntó Ranma, dando un golpe en la cabeza del animal para zafarse de ahí—. ¿Servirán desayuno en este hotel? Muero de hambre.
—¿Quieres ir a ver? —dijo, para luego leer el nuevo cartel de Genma: "¡No crean que no sé lo que pasó anoche, esto es mucho más grave de lo que creen!", ponía.
—¿Ah si? —dijo Ranma, dando otro golpe en su rostro—. Entrometido, lo que sea que haga en mi vida intima, no te incumbe.
—Tu familia es muy rara —dijo Ryoga—. ¿Qué es todo ese asunto de que tu madre te matará?
—Bueno...—dijo Ranma, sintiendo como unos peludos brazos lo alzaban al aire—. ¡¿Qué te pasa?!
El panda volvió a correr con él en su hombro, siendo seguido por un Ryoga cansado de ser un imán de inconvenientes. Podía ver como Ranma pateaba el hinchado rostro de su padre, sin conseguir resultado alguno. Muy parecido a la primera vez que llegó donde los Tendo. Pero para la suerte de ellos, precisamente en las escaleras, una fuerte cocinera los vio. Usando su gigantesca espátula para amenazarlo.
—Qué escena más familiar, ¿no cree? —dijo Ukyo, viendo a Ranma caer al suelo—. ¡¿Va a impedir la felicidad de otra pareja?!
—¡No iré a ningún lado! —gritó el artista marcial, levantándose—. Mamá lo entenderá, ¡sigo siendo un hombre!
—¿Puedes explicar todo esto? —dijo Ryoga, leyendo el nuevo letrero de Genma: "No sean entrometidos, Ranma estará feliz mientras aún respire", decía.
—¿Nunca la conoció? —dijo Ukyo—. Ryoga, el señor Genma le juró a su esposa que si Ranma no volvía hecho un verdadero hombre, podría matarlo... Pero había retirado el castigo.
—Algo así... —dijo Ranma, liberando un bostezo—. Sigue sacando su espada cada vez que no me considera masculino.
Ryoga los vio incrédulo, como si realmente le estuviesen tomando el pelo.
—¿Una madre puede ser así de cruel? —murmuró Ryoga—. Realmente subestimé tu miseria.
—Mira papá, sé como manejar esto —dijo, con los brazos cruzados—. Resolveré todo en un par de años.
Ryoga jaló su cabello, algo que se volvió una costumbre cuando deseaba mantenerlo quieto.
—¿Cómo que en un par de años? —dijo Ryoga—. ¿No aprendiste nada sobre ocultar secretos?
—Cierto, ¿qué tal si le dices la verdad a Akane? —susurró Ranma, viendo como el otro entraba en pánico.
—No es lo mismo —contestó molesto—. Es tu madre, tarde o temprano se dará cuenta de que no te casarás con tu prometida.
—Bueno... si —dijo, soltándose de Ryoga—. Ok, ella lo sabrá en cuanto ponga un pie en Nerima.
—¡Esa es la actitud! —exclamó Ukyo.
Mientras tanto, un viejo panda se escabullía para jamás volver, siendo detenido por la familia Tendo.
—¿No planeaba huir como un completo cobarde, verdad? —dijo Soun, en su forma de espectro, el cual atemorizaba hasta al más valiente de los mortales.
—Ni si quiera me sorprende —dijo Nabiki, aún en pijama.
—El efecto Saotome —susurró Akane.
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La apuesta
Fanfiction"Ryoga vuelve a Nerima después de un año vagando por tierras extranjeras. No pasa demasiado tiempo para que tanto Ranma como él hagan un pequeño viaje de entrenamiento, donde surgen todo tipo de preguntas con respecto a su ausencia. He allí donde in...