Un paseo por el tiempo

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       Ryoga despertó en la cama de su casa, acelerado, sin comprender del todo lo que ocurría. Estaba sudando frío y le dolía la cabeza. Lo primero que sintió fue un delicioso aroma provenir desde la cocina, ¿sería Ranma? ¿Tan temprano? Restregó su rostro con ambas manos y se puso de pie. Algo andaba mal, algo era extraño. Salió de allí medianamente adormilado, miró su viejo pijama verde, el que debió botar porque le quedaba pequeño. ¿Por qué lo tenía?
—Ryoga, ¿quieres huevos revueltos o fruta picada con tu arroz? —preguntó una voz femenina. 
       Ryoga levantó la vista para observarla, era su madre, a quien llevaba al menos dos años sin ver. No podía creerlo, ni si quiera salieron palabras de su boca. ¿Era real? ¿En qué momento apareció? Las lagrimas comenzaron a brotar de sus ojos, pero no le importó. Una sensación de calidez y emoción llenaban su pecho como solo su familia podía hacerlo.
—Oh, cariño, ¿qué pasa? —dijo ella, acariciando su rostro. 
       Ryoga negó con la cabeza, no era nada más que felicidad. Ayudó a poner la mesa y se sentó frente a su mamá, comiendo lo que claramente era un desayuno. 
—Supongo que ya te topaste con Ranma —dijo Ryoga, viendo como ella levantaba una ceja. 
—¿Ranma? —preguntó, viendo que Ryoga puso más servicios en el puesto a su lado—. ¿Tu compañero de clases?
—¿De clases? —dijo Ryoga, incrédulo, considerando extraño ese factor, porque él mismo dejó de asistir a la escuela hace algún tiempo. 
—¿Lo invitaste a que se quedara? —dijo sorprendida, para luego sonreír—. ¿Eso significa que arreglaron sus diferencias? Es lindo escuchar que estás haciendo amigos. 
       Si bien las palabras de su madre pudieron avergonzarlo, ese no era el motivo para estresarse en aquel minuto, porque existía una sola pregunta en su cabeza: ¿En qué año estaba?
—¿Qué edad tengo? —preguntó Ryoga, mirándose en el reflejo de la tetera en la mesa. 
       La señora se burló, sonaba bastante despistado hasta para su propio hijo. 
—Catorce, Ryoga, tienes catorce —respondió, para comenzar a comer. 
       Ryoga no podía creerlo, ¿a esto se refería Cologne con lo del viaje? ¿Era real? ¿Estaba allí? ¿Una maldita mascarilla podía hacer todo eso? 
—¡Ryoga! —exclamó la señora, quien aparentemente llevaba mucho intentando que prestase atención—. Termina de desayunar y ve a bañarte, debes salir al mismo tiempo que los chicos de la zona, solo así no te perderás. ¿Está bien? 
       Había olvidado esa rutina diaria, la de perseguir a los demás estudiantes para ir y llegar correctamente. Era tan extraño y lo veía con grata nostalgia. Devoró los alimentos en la mesa, dispuesto a darse un baño caliente, pero cuando llegó a la bañera abrió sin querer la temperatura fría. 
—¡No! —gritó, como acto de reflejo, notando que mantenía su figura humana—. Yo... aún no voy a Jusenkyo. 
       Era cierto, a los catorce no tenía más responsabilidades que la de la escuela. No viajó, no era un maldito cerdo, no buscó a Ranma.
—¿Ranma...? —pronunció en voz baja. 
       Apenas terminó de ducharse y se arregló, salió corriendo de casa con su mochila. Hizo caso, persiguió a quienes llevaban su mismo uniforme, llegando medianamente pronto al colegio. Supuso que el problema era su sala, ¿en qué curso iba en primer lugar? 
—¡Hibiki! —exclamó un tipo alto, el mencionado Hiyori le daba unas cuantas palmaditas en el hombro—. ¿Cómo estás para el examen? 
—¿Qué examen? —preguntó Ryoga. 
—Me sorprende, ¿no eres más responsable que yo? —se burló, avanzando hasta el salón. 
       Cuando Ryoga llegó, se quedó mirando cada aspecto de la sala. Con razón tenía dificultades sociales para hablar con mujeres, el convivir netamente con hombres era diametralmente opuesto. 
—Allí viene el marica —dijo Hiyori, viendo a Ranma entrar—. ¿Cómo está todo, Saotome?
       Ranma se limitó a ignorarlo, parecía desconcentrado, viendo su entorno con asombro. De lo que al menos estaba seguro, es que ya se conocían. 
—¿Ranma? —se atrevió a preguntar, sentándose delante de él—. ¿C-cómo estás?
       Se veía tan joven en ese entonces, tan pequeño. Se preguntó si podría vencerlo en alguna batalla ahora, pero lo descartó, ese Ranma no debía ser ni la mitad de fuerte que su versión actual y eso sería injusto, ¿no?
—¿Qué quieres? —dijo el chico de la coleta. 
       Él no sabía muy bien que decir y es que seguía en shock al parecer. Ranma por su lado se veía curioso, notando las miradas de sus compañeros a su al rededor. 
—Tengo entendido que practicas artes marciales desde niño, ¿no? —dijo, intentando ser amable.
—¿Ah? —dijo Ranma, sorprendido—. Espera, ¿eres tú?
       Ranma golpeó su frente con uno de sus dedos, sin intención de buscar conflicto, pero lo suficientemente fuerte como para que al otro le doliera. 
—¡¿Y eso por qué fue?! 
—¡Ryoga, soy yo!
       Ryoga se le quedó mirando, atento a su forma de actuar. ¿Era él? ¿A qué se refería exactamente? 
—¡P-CHAN! —exclamó, intentando que Ryoga lo notase. 
—¡TÚ! —dijo, esbozando una sonrisa—. ¡Ranma, eres tú! 
—¡Por supuesto que soy yo! 
       Un golpe directo en su cabeza se asomó en ese instante. 
—¡¿A quién llamas P-chan?! —exclamó Ryoga—. ¿Sabes lo que pasa?
—Parece una alucinación... —dijo, intentando pensar en un momento similar a ese—. Una vez... quedamos atrapados en el sueño del maestro, pero a diferencia de este escenario, la situación era absurda. 
       Ryoga recordó lo que Cologne dijo sobre la mascarilla y sus efectos. Lamentablemente salió persiguiendo a Ranma y poca fue la atención que mantuvo. 
—La anciana dijo algo sobre un viaje, quizás a esto se refería... ¿Serán nuestros propios recuerdos? —dijo Ryoga, viendo como podían interactuar perfectamente con su entorno—. ¿Qué significará?
       Ranma se quedó mirando la ventana a su lado. Era grande, caía perfectamente allí. Ryoga vio como se levantaba, como se colocaba en el marco de ella y gritaba: "¡Sígueme!" 
—¡RANMA! —exclamó aterrado, imitando su audaz gesto de saltar a la nada, aterrizando en una bañera con agua caliente—. ¡¿Estás enfermo?!
—¡Ryoga! —exclamó la versión femenina de Ranma, quien permanecía frente a él, sin vestir prenda alguna. No pudo evitar sonrojarse al ver su pecho descubierto—. ¡Hablemos de esto! ¡No sobrerreacciones!
       Ranma parecía inquieto, como si supiera que Ryoga lo golpearía. Entonces lo notó, era el día que se enteró de la maldición de Ranma y de que fue "ella" quien lo condenó al estanque del cerdo ahogado. 
—¡¿De qué estás hablando?! ¡¿Por qué saltaste?! —gritó Ryoga, viendo como de inmediato la pelirroja se calmaba. 
—Eres tú... —suspiró aliviado—. Seguí mi intuición y acerté. Si te pones en el suficiente riesgo, puedes escapar. 
—¿Escapar a dónde? —dijo Ryoga, incrédulo—. Lo único que hiciste fue meternos en otro estúpido "recuerdo".
       Ranma gruñó avergonzado, el muchacho del pañuelo tenía razón. 
—¡Pero tal vez debemos hacerlo hasta encontrar una salida! —exclamó, poniéndose de pie.
—Ni si quiera estás seguro —dijo Ryoga, imitando a Ranma para salir de allí—. Te recuerdo que estás en riesgo de muerte. 
       Ranma negó con la cabeza, abriendo la puerta para salir junto a su amigo. 
—Eso es en el mundo real —afirmó Ranma, viendo a Ryoga sin deseos de salir—. ¡Por eso debemos apresurarnos, o moriré! ... ¿Qué estás haciendo? 
       Ryoga no tenía ropa en ese momento y a diferencia de Ranma, quien no parecía importarle, el joven si se sentía apenado al respecto. 
—¡Esto no es real, Ryoga! ¡Nunca pasó así! —exclamó, jalándolo para que saliera. 
—¡Pero nuestro entorno reacciona! ¡No quiero que Akane me vea! 
—¡No es ella! —gritó. 
       El forcejeó duró bastante, pero se detuvo de un momento a otro en el que resbalaron, por culpa del cuerpo empapado de Ryoga. Fue así que el más alto cayó sobre la pelirroja, quedando en tan comprometedora posición. El corazón de Ryoga no tardó en acelerarse, viendo a la chica ruborizada bajo de él. 
—Ok... ¿Cuándo piensas salir? —dijo Ranma, con una risa nerviosa. 
       Un grito llamó su atención, quienes no hicieron otra cosa que levantarse y cubrir sus partes íntimas. Para su sorpresa se trataban de Akane y un alborotado panda que soltaba lagrimas de decepción. 
—¡No es lo que piensan! —exclamaron al unísono, viendo a Akane sacar un martillo. 
—¡Debiste decirme que tenías ese tipo de inclinación! —gritó enfurecida, golpeándolos con tanta fuerza que atravesaron el suelo. 

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       El escenario era distinto, hacía frío y Ryoga se sentía mucho más pequeño, envuelto en los brazos de la misma chica que anteriormente lo maltrató. Era el tierno P-chan, notando que se encontraba en la pista de patinaje, con ese molesto collar que la irritable castaña le colocó. 
—¡Mira, no sé quien seas tú, pero mientras yo sea la pareja de Ranma, ganaremos! —exclamó Akane con seguridad. 
       Ryoga estaba muy seguro de que en ese instante Ranma debía pedir ayuda, que de hecho era el inicio del desastre, el beso robado que tanto lo perturbó. Sin embargo, en vez de eso la pelirroja intentaba salir de la pista a duras penas, arrastrándose con cuidado. Seguía sin ser muy talentoso en ese deporte, a pesar de que no parecía tener "tantos" problemas a la hora de competir. Ryoga se movió incómodo de los brazos de Akane, cosa que le extrañó. El cerdo saltó directo a la pista de hielo, corriendo en dirección a Ranma. 
—Necesitamos salir de aquí —dijo Ranma, alcanzando la salida y afirmando a P-chan con su mano. 
—¡Ranma! —exclamó Akane, viéndolo escapar—. Qué raro... 
       Tiró a Ryoga a la ducha de agua, viendo como se transformaba delante de tanta gente. 
—Te salvaste —dijo el muchacho, viéndolo mojarse para cambiar de forma. 
—Si... —aseguró, frunciendo el ceño con asco—. Espérame. 
—¡¿Oye, dónde vas?! 
       No tenía ropa a mano y aunque no acostumbraba a hurtar, tomó las prendas de otro hombre en la ducha. 
—¡Oye! —gritó el tipo. 
—¡Perdón! —dijo Ryoga, corriendo directo a la pista, con la esperanza de no perderse. 
       Ranma no llevaba los patines puestos, en su lugar simplemente avanzaba descalzo, teniendo un equilibrio y una destreza mucho mayor. Cuando llegó donde Mikado, su primer instinto fue el de golpearlo directo en la cabeza, pero Mikado fue mucho más veloz, después de todo, era su terreno. 
—¿No te parece injusto atacar a alguien por sorpresa? —preguntó Mikado—. Aún no estamos compitiendo, niño... ¿Realmente eres tan cobarde para no utilizar los patines? 
       A Ranma no pareció importarle, siguió utilizando su fuerza bruta contra él. El truco de las castañas calientes fue efectivo en su estómago, dejando a Akane sorprendida. ¿Qué era esa misteriosa técnica empleada por Ranma? 
—¿Qué te parece, imbécil? —preguntó Ranma, viendo a Mikado tiritar del dolor empleado, sin embargo este lo tomó de la muñeca y la cintura, muy similar a lo que ocurrió en ese entonces. 
—¿A quién planeas engañar, preciosa? —dijo Mikado, dejando a Ranma en shock—. ¿Crees que puedes cambiar tus recuerdos, así como así? 
       Ranma no lo entendía, no solo dio golpes que derrotarían a personas más fuertes que él, sino también que era un hombre en ese momento. No supo que hacer, parecía aterrado por la repercusión de sus propios actos. No podía eliminar sus traumas, de alguna forma volverían, de alguna forma se apoderarían de él. ¡No deseaba repetir ese primer beso! 
—¡Ranma! —exclamó Ryoga, pateando el rostro de Mikado para tirarlo al suelo—. ¡¿Por qué viniste aquí?!
       Ranma se sintió humillado, con una mezcla de emociones que expresaban su malestar.
—Esto es más real de lo que creí —dijo Ranma, viendo como Mikado se aproximaba a él con gran determinación. 
—¡No dejaré que se vaya! —exclamó, empujando a Ryoga al suelo con tanta fuerza que consiguió que el suelo se agrietara—. ¡Ven aquí querida! 
—¡Déjame en paz! —exclamó Ranma, dando una patada a su pecho, sin que este se inmutara.
       Ranma tomó a Ryoga del brazo, arrastrando al joven con dolor de cabeza que no tardó en ponerse de pie y seguirle el ritmo. No paraban de correr sin avanzar en lo más mínimo, como si el hielo en la pista fuese infinito. ¿Qué sucedía exactamente? Era la primera instancia en la que un recuerdo se retorcía tanto y Ryoga supuso que era culpa de Ranma. Aquello no era cualquier cosa para él, no estaba relajado en lo absoluto, incluso peor, emanaba un aire de profunda ira. 
—¡Necesitas calmarte! —exclamó Ryoga, manteniendo el paso. 
—¡¿Cómo quieres que lo haga?! —gritó molesto—. ¡No eres tú el que tiene a un acosador atrás tuyo! 
—¡Entiendo que fuese tu primer beso pero es tu pánico el que está alterando todo! 
—¡Ni si quiera lo sabes! —exclamó, sintiendo un par de manos que lo abrazaban por la espalda. 
—¡Te tengo! —dijo Mikado, recibiendo un puñetazo por parte de Ranma. 
       Ranma intentó correr aún más, sin conseguir nada. Estaba frustrado, temeroso por lo que le depararía. Se golpeó la cabeza en el suelo numerosas veces para intentar salir de allí, solo para obtener fracasos. 
—Quizás... —comenzó a decir, con el más profundo de los miedos—. Tal vez deba besarlo... 
—Me alegra que lo entiendas —dijo Mikado frente a él, tomando su mano con delicadeza—. No tomará mucho tiempo. 
       Ranma cerró los ojos, no estaba dispuesto a mirar su desagradable cara. Quizás si, efectivamente lo obligaban a revivir esa situación, aunque él no lo deseara en lo más mínimo. Nadie sabía lo mucho que lamentó ese día, incluso cuanto odió a Ryoga por decirle a las hermanas Tendo. No fue justo, no fue justo que lo llamaran exagerado, que le quitaran importancia a su propia vergüenza. Ryoga era un imbécil cuando se lo proponía y luego lloraba cuando se burlaban de él.
—¡No pienso hacerlo! —gritó Ranma.
        De pronto escuchó un ruido subterráneo, interrumpiendo cada acción en ese sitio. Ryoga utilizó el truco de la explosión, consiguiendo que todos cayeran directo a las profundidades del agua. Afortunadamente, eso bastó para salir de allí. 

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       Ranma volvió en sí en medio de un escenario, donde todos parecían emocionados por lo ocurrido. Para su sorpresa, sus labios se juntaron con los de su prometida, pero con una cinta que cubría su boca. Cuando su beso terminó y el telón fue cerrado, la chica se burló de él, siendo tan amistosa como algunas veces demostraba ser. Él recordaba perfectamente esa instancia, una de las primeras veces que sintió algo por Akane. Le resultaba triste pensar en ello, la culpa no hacía otra cosa que apuñalarlo en el rostro. ¿Alguna vez pensaba decirle la verdad? Siendo completamente justo, prefería ocultarlo. Cuando se olvidase de Ryoga, fingiría que todo seguía normal entre ellos. Se maldijo a sí mismo por tener que involucrarse en recuerdos tan dolorosos, claramente todo parecía estar empeorando a medida que avanzaban. 
—¿Ranma? —preguntó Akane, notando su tristeza—. ¿Qué ocurre? ¿Fue por la cinta? 
       Ranma volvió en sí, soltando una risita nerviosa. 
—¿Qué es tan gracioso? —dijo la chica, frunciendo el ceño.
       Ranma negó con la cabeza, saliendo de allí para buscar a Ryoga. ¿Dónde podría estar? Considerando que él no estaba presente en aquel momento. Atravesó el telón, siendo observado por una multitud que ignoró completamente. 
—¡Ryoga! —gritó, avanzando por el patio—. Imbécil desorientado... 
—Oye —dijo Akane, justo detrás de él—. ¿Qué estás haciendo?
       El pelinegro pegó un brinco. ¿Por qué lo seguía en primer lugar? Él recordaba que recibió muy buenas criticas de su actuación después de ser Julieta y que se quedó allí por al menos media hora, hablando con sus amigas y su pequeño grupo de "fans".
—Te escuché mencionar a Ryoga, ¿le pasó algo? 
       Seguían con sus disfraces en aquel momento y de alguna forma eso era un mal presagio. ¿Cómo terminó la historia de amor de Romeo y Julieta? Él no lo sabía en ese entonces, pero ahora si. Eso no significaba precisamente que morirían, bueno, al menos ella no. 
—Él me dijo que... estaría aquí —mintió Ranma—. Quería verte. 
       Esa Akane no le creyó y estaba seguro de que la real también dudaría. Se le notaba en la cara, en la forma que desviaba la vista. 
—Esperaré contigo —dijo ella. 
—No es necesario. 
—Dijiste que me quería ver, ¿no? 
       Ranma no tenía muchas mentiras para elegir o así fue hasta que vio un pequeño cerdo aparecer por los arbustos. 
—¿P-chan? —dijo Akane, acercándose a él—. ¿Qué haces aquí, pequeño? 
       Y ese fue el momento del escape. Ranma tomó a su amigo en los brazos y salió corriendo, medianamente sin rumbo. Akane no lo alcanzó, no pudo por culpa del incómodo atuendo. "¿Y ahora qué?", pensó Ranma, viendo a Ryoga desesperarse. 
—¡¿Quieres quedarte quieto?! —exclamó Ranma, llegando a unos baños públicos donde no tardó en saltar junto a su amigo. 
—¡¿Qué mierda te pasa?! —gritó Ryoga, viendo a Ranma frotar su adolorida cabeza—. ¡¿Qué fue eso?! 
       Ranma se extrañó, no solo por los dichos de él, sino también que el golpe en la bañera no fue suficiente para trasladarlos. Miró sus manos, golpeó su propio rostro para salir de allí. ¿Qué ocurría? 
—Creo que finalmente perdiste la cordura —dijo Ryoga, viéndolo alarmado—. ¿Estás bien? 
—¿Eres tú? —preguntó Ranma—. ¿Sabes de la apuesta? 
       Ryoga levantó una ceja. 
—¿Apuesta? 
       Ranma se quedó inmóvil, angustiado por el significado de eso. Estaba solo, Ryoga se perdió. La historia de su vida. ¿Estaría en otro recuerdo? ¿Habría muerto? No lo sabía, no podía asegurarlo. Esa era su culpa, si algo le ocurría sería su culpa. 
—¡Ranma! —exclamó Ryoga, sujetándolo de los hombros—. ¿Qué te ocurre? 
—Un edificio... —susurró, intentando salir de allí. 
—¡Oye! —gritó, tomándolo de la mano—. Me trajiste aquí, al menos dime que mierda te pasa. 
       Ranma golpeó su rostro para que lo dejase ir. Salió hecho un cometa, viendo el primer edificio de doce pisos cerca de él. ¿Eso sería suficiente para un buen golpe, no? No se tardó demasiado en llegar a la azotea, era casi como si el tiempo transcurriera de una forma distinta. ¿Funcionaría o le dolería mucho? Le aterraba. ¿Qué estaba pasando? Supuso que se debía a la ausencia de su amigo, ¿pero cuándo lo necesitó para arriesgarse? Él hizo un montón de hazañas solo y la mayoría casi lo mató, eso hablaba muy bien de su osadía y pésimo de su sentido común.  
—Bien... uno, dos... uno... —comenzó a decir, con la respiración agitada—. ¡Tres! 
       Los brazos de alguien lo sostuvieron en el aire, arrastrándolo hacia atrás como si no pesase nada. Luego de eso lo abrazaron y pudo escuchar claramente como lloraban en su espalda. ¿Era un hombre? Claramente lo era. 
—Ranma... —susurró Ryoga. 
       Ranma se dio la vuelta, intentando calmar al colmilludo. Él entendía lo que pudo parecer, pero definitivamente no pensaba suicidarse. Él tenía una vida, algo complicada y probablemente deprimente, pero si estaba peleando ahora, era precisamente para vivir. 
—Ryoga, no es lo que crees... —dijo, sintiendo como nuevamente lo rodeaban entre brazos. 
—¡Estabas a punto de saltar! —exclamó—. Y te veías tan alterado antes, obviamente tú... 
—¡No! —dijo, deseando separarse de él—. Yo... no... es que... 
       ¿Cómo podía explicarle? Nada de eso era real, él lo sabía. Ni si quiera debía ruborizarse, era falso. No era Ryoga. 
—Te entiendo —dijo el chico del pañuelo, soltándolo pero manteniéndose aún cerca—. Es difícil admitirlo. 
       Ranma quedó atento a esas palabras. ¿Lo entendía? 
—Yo también he vivido momentos frustrantes —admitió con tristeza—. La mayoría lo ha pensado, pero muy pocos lo confiesan... Ya sabes, no es un tema muy bien recibido.
       Los ojos de Ranma se apagaron, contagiándose con la pena de su amigo. ¿Realmente él pensó en quitarse la vida? Siempre supo de sus cuadros depresivos, de cuanto podía afectarle algo. Eso, combinado con la soledad en la que se veía envuelto en cada viaje y su amor no correspondido. Al final del día, debía ser una puñalada. 
—No tenía idea —dijo Ranma—. Ryoga, si tu... 
—Necesitamos bajar de aquí —dijo, levantándose y sosteniendo su mano—. ¿Quieres ir a algún lado en especifico? ¿Llamo a Akane? 
—No... tú... ¿Por qué nunca me dijiste?
       Ryoga ignoró el tema, no creía ser el importante en ese momento.  
—Puedes quedarte conmigo si quieres, pero tendremos que hablar de esto con los Tendo —dijo, con la voz rota—, ya sabes, esto podría repetirse. 
—¡No! —alzó la voz—. Imbécil, yo... Soy tu amigo, tú...
       No podía completar una frase, se sentía lleno de una inmensa culpa que golpeaba sus entrañas. Ryoga siempre fue un buen tipo, dedicado, preocupado por la gente que lo rodeaba. Esos eran los principales motivos por los que se enamoró de él. Podía ser emocionalmente inestable, pero se arriesgó tanto por quienes más lo necesitaban, por él. Lo daba todo por Akane, en su momento era lo que más feliz lo hacía y aún así Ranma se involucraba, lo molestaba, persistía en llamar su atención. Tal vez Ryoga si tenía razón al decir que arruinó su vida, tal vez merecía que lo dijese las veces que fuesen necesarias. 
—Perdón —dijo Ranma, con los ojos llorosos—. Yo... nunca creí... Yo no quería... 
—No es tu culpa —sonrió el otro—. Eres un buen amigo, Saotome. 
       Ranma salió de allí.

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       Ryoga estaba con alguien pero no podía asegurar con quién. Parecía una chica, estaba seguro que ciertos bultos rozaron su brazo. ¿Pero por qué se agachaba? ¿Se escondían de alguien? 
—¡Ryoga! —exclamó una voz a la distancia, probablemente la voz de Akane. ¿Lo buscaban? 
—Estuvo cerca... —dijo quien estaba a su lado, levantándose junto a él. Era Ranma, lo sabía, podía recordar ese día a la perfección. Fue una de las tantas veces en las que la pelirroja se vistió adorable para engañarlo, fingiendo que era su prometida. 
—Ven, debemos salir de aquí —dijo Ryoga, tomándolo del brazo. 
—¿Qué? ¿Dónde quieres ir, querido? —dijo Ranma, en un tono lindo que él supuso era para molestarlo. 
—¿Cómo que dónde? Hay que escapar, quizás si saltamos al lago y- 
—¿Por qué querrías saltar al lago, P-chan? —preguntó, viendo como Ryoga se molestaba. 
—¡Ranma, deja de molestar y muévete! —exclamó, jalándolo con más fuerza. 
       Ranma retrocedió, confundido por como lo nombró. ¿Pudo ver a través de su disfraz? 
—Tú... ¿Sabes quien soy? —preguntó Ranma, asustado por lo que Ryoga sería capaz de hacerle. 
       Y en ese mismo instante Ryoga lo entendió. No era el Ranma con el que se adentró en ese caos, el que le declaró sus sentimientos en plena noche post pelea. Solo se trataba de un recuerdo, lo que significaba que estaba solo. 
—¿Ryoga, que ocurre? —preguntó ese Ranma—. ¿Cómo es que no estás molesto? 
       El joven colmilludo se limitó a escapar, porque la separación de él y su amigo podía terminar muy mal si se enfrentaba a otro de sus traumas. Lo que de inmediato le hizo pensar en él mismo, en que si sería posible que también le afectase a él. "¿Qué grandes miedos podría vivir y como se retorcerían en su contra?", fue lo que pensó justo antes de saltar al agua. 
—¡Ranma! —exclamó Ryoga, saliendo de allí, notando que permanecía donde mismo y que para fortuna de él no cambió de cuerpo—. ¿Qué...? 
—¿Qué estás haciendo? —preguntó Ranma desde un bote—. ¿Por qué no cambiaste? 
       Ni si quiera entendía porqué no pudo salir de es recuerdo y le iba a explicar la ausencia de su maldición. Todo era simplemente absurdo, tal vez el golpe que obtuvo al chocar con el agua no fue lo suficientemente fuerte. ¿Era eso? ¿Necesitaba un mayor impacto? 
—¿Oye? —preguntó Ranma, aún con el vestido y la peluca—. ¿Necesitas ayuda? 
       Ryoga pudo ver como le estiraba la mano, como parecía genuinamente preocupado por él y su accionar. Decidió aceptarlo, subir junto a él. 
—¿Curaste tu maldición? —preguntó Ranma—. ¿Cómo? 
       Ryoga no le respondía, en su lugar miraba el remo a su costado. Lo levantó con fuerza y se lo entregó a su amigo, pidiéndole que lo golpeara. 
—¿Te sientes mal? —dijo Ranma, con una clara preocupación—. Descubriste mi disfraz, no te volviste un cerdo y ahora deseas-
—¡Hazlo! —lo interrumpió, dándole un puñetazo que el otro no tardó en esquivar. 
—¡Oye! No estoy buscando pelear, realmente me importa lo que te pasa —dijo, estirándose hacia atrás.  
—¡Te estoy diciendo que me ataques! —volvió a gritar, sin conseguir otra cosa que evasiones. 
       De pronto, Ryoga lo afirmó de la cintura, tirándolo hacia atrás con la suficiente violencia para conseguir un jadeo de dolor en Ranma. 
—¡¿Quieres que te de un motivo?! 
       No supo como interpretar lo que pasaba delante de él. La peluca y los lentes ya no eran parte del disfraz y el vestido se deslizó lo suficiente para revelar parte de su pecho. Entonces estaba allí, sobre un Ranma indefenso que parecía asustado. ¿Era eso lo que su rostro representaba? ¿Miedo? Le pareció particularmente extraño, porque el Ranma que conocía lo hubiese tirado lejos, con asco. El Ranma que conocía no podría temerle en lo más mínimo, no de la manera que parecía hacerlo. Pero analizó sus palabras, la forma en la que una de su mano tocó su pierna ligeramente bajo la ropa. No intentaba ser sucio, no era un desgraciado como Kuno o cualquier otro imbécil que intentó aprovecharse de su condición. Solo deseaba pelear, pero las circunstancias aparentaron otra cosa. 
—Perdón —dijo Ryoga al fin, alejándose—. Sabes que yo nunca- 
—Si... —aseguró, desviando la vista. 
       Ryoga se sintió como un imbécil, ni si quiera trataba con una persona real, era un tipo de recuerdo interactivo, o como fuese. Pero cada maldito gesto proveniente de él lucía legitimo. "¿Quieres que te de un motivo?", se repitió en su mente, causando que su estómago se revolviera. 
—Ranma... —dijo de repente—. Te quedaste quieto.
—Lo sé. 
—Si hubiese sido alguien con otras intenciones... ¿Te habrías defendido, verdad? 
—¡Por supuesto! —aseguró—. Es solo que... me tomaste por sorpresa. 
       Ryoga no le creyó. Siendo justo, él vio a Ranma escapar de los bastardos que se atrevían a tocarla. Pero también recordaba lo fácil que era drogarla, abrazarla, robarle un beso. ¿Con cuantos actuó igual? 
—No confío mucho en los hombres, al menos no cuando estoy convertido —dijo Ranma—. Digo, no es un asunto de peleas, puedo pelear, lo sabes... Lo que pasa es... ¿Por qué te cuento esto de todos modos? 
       Ranma bajó la vista. "Sería la última persona al que le confiaría sus inseguridades", eso le dijo a los Tendo. 
—No pasa nada —dijo Ryoga, intentando tener el mayor tacto posible—. No le diré a nadie.
       Ranma nunca fue completamente honesto con lo que sentía, le era difícil. Si decía algo, de alguna forma se terminaba transformando en una broma. Las pocas veces que no fue así, tartamudeaba nervioso, con el rostro ruborizado o en su defecto no lo tomaban en serio. Siempre le costó ser vulnerable, quizás en parte se debía a como se educó. No estaba seguro.
—¿Y bien? —preguntó Ryoga. 
—Es que... Tú eres el hombre más cercano a mí y... prácticamente el único con el que me siento seguro en mi forma de chica —dijo, con las mejillas rojas—. Digo, sé que hasta te avergüenza verme sin ropa y si puedes voltear, lo haces. Cuando te vi sobre mí, solo por un segundo... me aterró la idea de que siempre fuiste igual a todos. 
       Las palabras de Akane volvieron: "Eres el amigo que más quiere". No estaba muy seguro si en esa época ya sentía algo por él, pero lo intuía. De no ser así, era como Akane lo decía y eso lo hizo avergonzarse. Si lo pensaba bien, tenía sentido, Ranma se disfrazaba y le coqueteaba continuamente, la mayoría del tiempo para molestarlo. No era algo que no hiciese con otros, sin embargo, su actuación era mucho más consistente con él. Ranma sabía que Ryoga no era asqueroso, que no le haría nada. Sin embargo, la burbuja de Ryoga se reventó al recordar como intentó besarla aquella vez, obviamente sin saber quien era, pero que aún así estuvo mal. 
—Perdón —dijo otra vez, refiriéndose implícitamente al casi beso—. Yo no... Me emocionó la idea de tu cariño y... En serio, nunca... 
—Lo sé —sonrió con ternura, acariciando el rostro de Ryoga—. Tienes que seguir avanzando,
P-chan. 
       Ryoga salió de allí. 

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       Aparecieron en el mismo sitio esta vez. Era un túnel donde parecían haber salido recientemente de las duchas. Afuera estaban Ukyo y Akane, aparentemente esperando por ellos. 
—¿Ryoga? —preguntó él, sin notar exactamente donde estaba—. ¿Eres tú? 
—Si —respondió el otro, esbozando una sonrisa—. Creo que me perdí en algún punto, pero tampoco es novedad. 
       Ranma se le quedó mirando, aún desanimado por la conversación que tuvo antes. Supuso que debía ser verdad o mínimo acercarse a ello, después de todo, lucía realmente como él. 
—El túnel del amor perdido... —susurró Ryoga—. Quizás solo necesitamos cruzar la salida. 
       Ranma siguió el camino delante de Ryoga, para que este no se perdiese. Intentaron ser rápidos, sabían perfectamente que de lo contrario, tanto Ukyo como Akane los alcanzarían y no estaban dispuestos a más inconvenientes. 
—¿Dónde estuviste? —preguntó Ryoga. 
       Ranma tartamudeó, era difícil llevar esa charla de nuevo a la mesa.  
—Cuando estuve en una obra escolar —dijo Ranma, intentando ser ambiguo. 
—Oh... ¿Dónde besaste a Kuno? —preguntó. 
—¿Tienes que hacer esto más incómodo? —dijo molesto, para enseguida retractarse—. Y no, fue después de eso. 
       Ranma no estaba dispuesto a contarle el beso con Akane, no solo porque no lo fue realmente, sino también porque prefería evitarle el dolor. 
—¿Y tú? —preguntó Ranma. 
—Cuando te hiciste pasar por mi prometida. 
—Oh...
       El resto del camino se mantuvieron en silencio, con una clara tensión en el ambiente. Suponían que a cada uno debió pasarle una experiencia similar, porque de no ser así, el otro intentaría charlar como si nada hubiese pasado. 
—¿Podemos hablar? —preguntó Ranma, desviándose a otra zona para que no los molestasen. 
—No me parece pertinente, tu vida está en riesgo —dijo Ryoga, intentando zafarse.  
—¿Has pensado visitar un terapeuta o algo? 
       Ryoga levantó una ceja, confundido por sus dichos.
—Quizás... eso te ayudaría —dijo Ranma, sin poder mirarlo a la cara—. Eso he escuchado al menos.
—¿De qué estás hablando, Saotome? 
—Hablé contigo... bueno, tu sabes, el Ryoga que estaba allí. Él me vio intentar saltar de un edificio y creyó que... Él tenía conocimiento al respecto... ¿Sabes a lo que me refiero? 
       Ryoga se quedó inmóvil, ¿realmente tendrían esa conversación allí? Era estúpido, ni si quiera en sus días normales se atrevió a ser tan directo. No era el tipo de cosas que disfrutaba de hablar, no solo porque abría viejas heridas, sino que la mayoría no lo terminaba de entender. 
—Lo siento —dijo Ranma, esbozando una sonrisa amarga—. Se lo dije a tu otro yo, pero no es lo mismo. 
—¿Por qué te disculpas? —preguntó intrigado. 
—Siempre estás diciendo que arruiné tu vida, supuse que debía disculparme.
       Ryoga pudo sentir a personas continuando el sendero, mientras ellos permanecían ahí, ocultos, dándose explicaciones. 
—No puedo creer que te des tanto crédito —dijo Ryoga, cruzándose de brazos—. Yo nunca me deprimiría por tu ineptitud. 
—Eres un cerdo por mi culpa, no tienes a Akane por mi culpa y según tú, me la paso molestándote —aseguró—. Sé que estoy involucrado. 
       Ryoga liberó un suspiro, entre molesto y agotado por esa charla. Ni si quiera podía insultar a Ranma por la forma que estaba pensando y es que parecía llevar demasiado peso sobre sus hombros. ¿Ranma le hizo cosas malas? Ciertamente ese era un punto a debatir. Nada de lo que Ranma hiciese era tan destructivo e intencionalmente malo. Él era bueno, un imbécil entrometido tal vez, ¿pero acaso él era mejor? Recordaba perfectamente las ocasiones en las que lo fastidió o fingió que lo ayudaba para obtener un resultado egoísta. El viaje para luchar con Herb era prueba de ello. 
—Es un tema superado —aseguró Ryoga—. A pesar de cuanto caos existió en mi vida por las repercusiones de tus actos. La respuesta es no, no eres la causa. 
       Ranma suspiró, aún parecía culpable. 
—Incluso... tal vez hasta fuiste una de las razones por las que no lo hice —admitió Ryoga, viendo como el ánimo de Ranma parecía recuperarse—. Me has dado los motivos suficientes para mejorar. 
—¿En serio? 
—Tampoco te creas tanto —dijo, burlándose—. ¿Listo para seguir? 
       Ranma sonrió, quizás abordaría el tema más adelante, si es que Ryoga se lo permitiese. Siendo justo, él tampoco disfrutaba hablar de como se sentía con algunas cosas. Nunca le dijo a nadie sobre las numerosas pesadillas que tuvo con respecto a su futuro y sobre lo angustiante que podía resultar todo. De como sentía que no podría casarse con Akane, que en algún punto ella sabría la verdad y lo echarían. Estaba aterrado, era débil, era un pobre imbécil que no podía seguir mintiendo, pero que si no lo hacía se vería envuelto en aún más problemas. No existía forma de ganar, ahora lo veía. ¿Cuál era el sentido de salir de allí? 
—¿Ranma? —preguntó Ryoga, viendo como este permanecía quieto—. ¿Vendrás o no?
       El pelinegro afirmó con la cabeza, avanzando sin seguridad alguna. Ryoga lo notó extraño, el ánimo que tuvo por al menos unos segundos se esfumó. Ranma no era el depresivo aquí, así que cuando le pasaba algo era notorio para la mayoría. Supuso que por eso la familia Tendo lo sospechaba, pero era Ranma, si se hundía salía a flote solo, a su tiempo. ¿No?
—Oye —dijo Ryoga, llamando su atención—. Cuando salgamos de acá, podría invitarte uno de esos helados...
       Ranma levantó una ceja.
—¿Gracias...? —dijo incómodo, sonriendo de todas formas—. ¿Me estás invitando a salir?
—¿No puedo decirte nada sin que termines molestándome? —dijo Ryoga, curiosamente sin pegarle o empujarlo—. Solo... acepta.
       ¿Podía ser ese su motivo para salir de allí?
—Bien —dijo sonriendo, en el tono juguetón con el que normalmente utilizaba cuando algo lo emocionaba—. No puedo negarme a un chico que me dará comida gratis.
       Ryoga rodó los ojos ante ese comentario, pero alegrándose de verlo bien. Últimamente se sentía muy feliz cuando Ranma lo estaba, era curiosamente satisfactorio que actuase como siempre, que pudiesen convivir como si nada estuviese pasando. De hecho, casi por un momento, Ryoga olvidó lo que ocurría a su alrededor. En su lugar, era como si estuviese disfrutando de un paseo, recordando los viejos tiempos con armonía. Era curioso, pasar por ese túnel sin ser pareja. Ranma ni si quiera se enteró de las intenciones de él y Ukyo para separarlo de Akane, he ahí otro motivo para considerarlo un bastardo. Pero en fín, ya pasó suficiente agua bajo ese puente.
—¡Ranma! —exclamó Akane a la distancia.
—¡Tú! —gritó Ukyo, golpeando a Ryoga con su gigantesca espátula.
—¡Oye! —se quejó Ryoga—. ¡¿Qué crees que haces?!
—¡¿Qué crees que haces tú?! ¡Te llevaste a Ranma contigo y continuaste como si nada hubiese pasado! —dijo, para acercarse a él—. ¿Se te olvidó el maldito plan?
—Ya no me importa —confesó.
       Ryoga continuó avanzando por el único sendero frente a él, era imposible perderse. 
—¡Ryoga! —exclamó Akane—. ¡Espera, quiero ir contigo! 
—¡Lo arruinaste todo! —gritó Ukyo, molesta por la traición, mientras que Ranma se mantenía a su misma altura a mano derecha. 
—No somos una pareja, así que no deberían molestarnos —dijo Ranma, aumentando la velocidad junto a Ryoga. 
       Pero cuan equivocados estaban, porque no dieron un solo paso por el delgado camino y los fantasmas se les tiraron encima. A diferencia de la vez pasada, ahora que conocían como funcionaba todo, no tardaron en seguirles el juego para que los dejasen en paz. Realmente rezaban para que funcionase. 
—¡Saotome, eres un imbécil! —exclamó Ryoga, empujando a los espíritus. 
—¡Al menos no soy un cerdo! —gritó, brincando a través de sus cabezas—. ¡Espero te pierdas y no regreses más! 
—¡¿A quién creen que engañan?! —gritaron al unísono, empujando a Ryoga hacia lo que parecía un vacío, pero que para fortuna suya, Ranma logró sujetar—. ¡Lo sabíamos! 
       Una inmensa cantidad de seres jaló a Ranma hacia arriba, intentando que sus manos se separaran. Curiosamente recordó la ocasión en la que patinaron y Ryoga no lo pensó dos veces para dejarlo ir. Ese no era el caso ahora, ambos se aferraron, utilizando mucha más fuerza de la que creían tener, hasta que finalmente Ryoga consiguió volver a subir. 
—¡Ryoga! —exclamó una chica atrás de él, quien al igual que Ranma era apretada por los fantasmas—. ¡Auxilio! 
       Su grito sonó tan auténtico que movió una fibra sensible dentro de él. No podía ir, no era real, no estaba ni cerca de ser la Akane verdadera. ¿Pero cómo se lo decía a su cerebro? ¿A esa sensación extraña en su pecho? Akane lo llamaba, Akane pedía ser rescatada solo por él. Era la mujer de su vida, siempre lo fue, ¿no? Miró al otro lado, notando como Ranma lo daba todo para escapar pero parecía no lograrlo. Sus golpes ya no eran útiles y la brutalidad con la que lo apretaban era tan violenta, que Ryoga estaba seguro que en la vida real eso pudo fracturarle unas cuantas costillas. 
—¡Vete! —exclamó Ranma, con la poca fuerza que le quedaba—. ¡Sal de aquí! 
—¡¿Quieres lucirte?! ¡Porque te está saliendo fatal!
       Ryoga brincó, intentando sacar a cada ser que lo estrujaba. Ranma intentó hacer lo mismo por su parte, pero lo único que obtuvo fue ver como Ryoga quedaba igual de atrapado que él. 
—¡Imbécil! —gritó, liberando un jadeo de dolor, para luego cerrar sus ojos, como si ya no tuviese más fuerzas para mantenerse
—¡Ni creas que te dejaré morir después de un insulto tan patético! —respondió irritado, intentando alcanzar el brazo de su amigo—. Solo... un poco... solo... ¿Ranma?

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       Ryoga despertó en un lugar conocido. Era un dormitorio, el mismo en el que estuvo hace no tanto tiempo. ¿Cómo llegó a la casa Tendo? Miró su ropa, no era la misma que en el viaje, esta parecía exactamente la que llevaba puesta antes de que la situación de la azotea pasase. 
—Buenos días, Ryoga —dijo una voz suave, reconociendo enseguida a Kasumi—. Es un alivio que estés bien. 
—Yo... —murmuró, mirando a su derecha para ver a Ranma aún inconsciente. Seguía vestido como Ayame, pero la ausencia de su pañuelo lo delataba. Obviamente era Ranma, así debió ser para todos también. ¿De todos los lugares a los que pudieron ser trasladados, por qué tuvo que llegar donde los Tendo? 
—¿Cuánto llevo aquí? —preguntó él.
—Un día y medio —dijo Kasumi, viendo a Ranma con preocupación. 
       Unos fuertes pasos se aproximaron a la habitación donde se encontraban. Toda la familia apareció en la puerta, además de un par de invitados extras que llegaron tan pronto al enterarse de que Ranma estaba inconsciente.
—¡¿Qué le hiciste a mi pobre Ranma?! —exclamó Ukyo, arrojándose sobre Ryoga—. ¡Debiste hacerle algo muy serio para que continúe así! 
—¿Tan mala impresión tienes de mí —pronunció Ryoga, empujándola. 
—¡¿Y por qué lo obligaste a hacerse pasar por una chica?! —exclamó Shampoo. sacudiendo al colmilludo—. ¡Hay algo muy sucio aquí, hombre cerdo!
       Lo único que alcanzó a hacer fue desviar su vista a Akane, quien a diferencia de las demás pretendientes, lucía más decepcionada que molesta. 
—Su corazón late aún —dijo Cologne, midiendo el pulso de Ranma—. Creo que lo salvaste, Ryoga.
—¿Salvé...? —preguntó el chico, medianamente avergonzado. 
—¡Ryoga! —exclamó Genma, con los brazos cruzados—. Quiero saber los motivos por los que el hijo que supuestamente entrenaba en las montañas, pasó en tu casa vestido de chica. ¡Y sin siquiera convertirse en una! 
—Oiga Saotome, creí que dijo que fue a las montañas y vio a Ranma. ¿Estuvo mintiendo como de costumbre? —preguntó Soun. 
       Un balde de agua fría fue arrojado sobre Genma, probablemente por sí mismo. Se convirtió instantáneamente en un panda y sacó uno de sus famosos carteles: "No tengo idea de lo que habla", decía. 
—¡Siempre es lo mismo con usted! ¡¿Qué clase de enseñanzas le dio a su propio hijo?! —gritó Soun. 
       Ryoga se arrodilló al lado de su amigo, manteniendo la vista en una Akane que acariciaba su rostro con ternura. No recordó haberla visto así antes, era un escenario melancólico, y tan triste si ella supiese los verdaderos sentimientos de su prometido. 
—¿Así que Ranma se enamoró de Ryoga? —preguntó Nabiki, echando más leña al fuego. 
—¡Eso ser imposible! —gritó Shampoo—. ¿Cierto bisabuela? 
       Kasumi le había ofrecido una taza de té a la anciana, quien parecía reflexionar sobre lo ocurrido con los supuestos rivales. 
—¡Ryoga! —dijo Mousse, colocandose al lado de él para darle unas palmadas en la espalda—. Tienes mi total apoyo en esto, a fin de cuentas el amor es amor, no importa lo que digan los demás. 
—Lo mismo digo —dijo Kuno, entrando por la puerta en dirección a Ryoga—. Deben aprovechar su juventud y que mejor manera de hacerlo que iniciar una bonita relación. No se preocupen por Akane, yo la consolaré. 
—Y yo lo haré con Shampoo —afirmó Mousse. 
       El golpe de dos chicas los sacó de allí, rompiendo el techo de la casa. Obviamente lo merecían, sus comentarios no eran más que una oleada de oportunismo con el que no creía estar de acuerdo. 
—Son unos idiotas —dijo Ukyo, volviendo a ver a Ryoga—. Aún esperamos que respondas lo que pasó y más te vale ser completamente honesto. 
       Ryoga deseaba morir en ese instante, sobre todo porque explicar algo tan grande como eso era complicado. Aún así, bajo la presión de los ojos pendientes de cada movimiento suyo, él habló. Eligió bien sus palabras, no parecía dispuesto a perjudicar la vida de ninguno. No diría la parte en la que Ranma lo besó ni aunque lo amenazaran, porque él no era un traidor. Cuando finalmente todos terminaron de escuchar, la abuela lo miró medianamente incrédula, como si en el fondo le dijese: "Faltan detalles". 
—Así que una apuesta... —dijo Nabiki—. ¿Cuál era el premio? 
       El corazón de Ryoga se aceleró, mencionar el compromiso con Akane solo arruinaría aún más las cosas. 
—Solo deseaba molestarlo —dijo, soltando una risa nerviosa—. Lo de la mascarilla fue un accidente. ¡Por culpa del maestro que deja las cosas en cualquier parte!
—Ya me ocupé de ese viejo —dijo Cologne, recordando que lo amarró a un árbol, cerca de un panal—. Si bien ustedes no son responsables de lo que ocurrió, la mascarilla no funciona sola. 
       Ryoga se ruborizó al escuchar eso, sabía perfectamente donde se dirigía esa conversación. 
—Pero eso ya lo sabes —dijo Cologne, esbozando una sonrisa—. Después de todo, aquí la única sorpresa es lo que tú llegaste a sentir. 
—¿De qué está hablando, bisabuela? —preguntó Shampoo. 
—"No le ocurre nada a los amantes correspondidos" —contestó Akane, completando lo que Cologne deseaba decir.
       El sonido de un bostezo llamó la atención del resto. Ranma se estaba estirando, quitando su largo cabello del rostro. ¿Qué ocurría allí? Su vista se dirigió a Ryoga, quien con una sola mirada pareció informarle de toda la mierda que tendrían que soportar a partir de ese momento. 
—¡Ranma! —exclamó Shampoo, saltando sobre él—. ¡¿Es verdad que tú y el chico cerdo se aman?! 
—¡¿Cuándo pensaban decirnos?! —gritó Ukyo. 
—¿De qué están hablando...? —susurró Ranma avergonzado, viendo como Akane no fruncía el ceño como las demás.
       El enorme panda se asomó más cerca de su hijo, proporcionándole un golpe con uno de sus tantos carteles: "Chico, ¿al menos Ryoga tiene dinero?", ponía. 
—¡Cállate! —exclamó Ranma—. No es... ¡Todo es un enorme malentendido! 
—¿En serio? —preguntó Akane, con una tranquilidad que parecía asustar aún más a Ranma—. ¿Entonces no estuviste casi un mes en la casa de Ryoga, con la excusa de la apuesta para lograr estar junto a él?
       No, no fue así. ¿No lo fue? ¿Por qué aceptó la apuesta en primer lugar? Nada de eso hubiese pasado, ni si quiera debió ir a entrenar con Ryoga. Definitivamente no tuvo que hablar de sus emociones, a nadie le importaba, todos estarían mejor sin la verdad. La culpa volvió junto al pánico y es que no se salvaría de ser juzgado. Él no quería que fuese así, él no lo eligió de esa forma. ¿Elegir? ¿Cuándo fue la última vez que pudo hacerlo? Su corazón latía fuerte, el terror sobre el futuro volvía.
—¿Ranma? —preguntó Ryoga, con una extraña sensación recorrer su cuerpo. Algo pasaría, ¿él realmente lo salvó? 
—Lo siento —dijo el pelinegro, con la mirada baja mientras apretaba los puños. A simple vista no pareció estar dirigido a una sola persona, probablemente era para todos, por no ser capaz de cumplir con las expectativas de nadie. Ryoga supuso que se trataba de una despedida y no tardó en confirmarlo cuando vio a Ranma dar un gran salto en dirección a la ventana, sin conseguir que lo detuviesen a tiempo. ¿Dónde pudo ir ese imbécil?








 



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