CAPÍTULO NUEVE

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La directora Elara era una mujer alta de melena descolorida por la edad. Su piel presentaba manchas que Saskia no supo identificar, que se extendían desde su cuello fino hasta sus ojos rasgados. Su actitud era seria, hierática. Portaba un cetro acabado en una esfera de cristal que parecía contener todo el poder mágico del mundo. Los chicos se habían quedado en silencio y se habían puesto de pie. Saskia estaba más avergonzada, pero Eternach fue el primero en hablar.

–Buenos días, Elara –la saludó, tendiéndole una mano. Ella no la aceptó.

–Creí que los modales que le habíamos enseñado aquí habían arraigado en usted –dijo mientras echaba una mirada de arriba abajo. Se fijó en su nueva indumentaria, en su casaca elegante y en la nueva apariencia del brujo –. No solo no me avisa de su llegada y se pone a reír a carcajadas en la puerta de la torre, sino que inflige las normas trayendo a una mundana a la skap.

Saskia bajó la cabeza ante el sermón que le estaba cayendo al chico. Él aguantaba las palabras de la mujer como una salmuera. Cuando esta terminó de hablar, Eternach se dispuso a contestar, con una sola frase, todo lo que ella le había echado en cara:

–Ha habido un problema muy gordo –acto seguido entraron a la torre.

La primera planta era una pequeña recepción, donde solo había levitadores que llevaban hasta las plantas superiores. Con el mismo mecanismo que en la montaña, los muchachos siguieron a la directora hasta arriba del todo. En orden , atravesaron el aula magna donde se daban las clases, los dormitorios de chicos y los de chicas, el comedor, la biblioteca y finalmente el despacho de Elara. Saskia estaba mareada de subir tantas veces, teniéndose que apoyar en la pared por el vértigo. Estaban en la última planta, que era una amplia sala en cuyo muro este había un enorme rosetón que dejaba ver el exterior. Unas grandes estanterías repletas de antiguos libros tapaban los muros. Incluso había una escalera para acceder a los más altos.

Eternach le contó todo a la directora: que Saskia había sido la tributo, que había salido del Templo del Mar con la princesa, la Corte Veraniega e incluso el asalto a Enyeta. La mujer se quedó pensativa durante mucho tiempo. Se levantó de su asiento y tocó una pequeña campana de plata. De un momento a otro, una chica de la edad de Saskia se materializó en la sala. Era el mismo truco de teletransportación que Eternach había usado para sacarla de Enyeta la noche del incendio.

–Dellaira, llama a Maxime y llevad a cabo el protocolo de protección –la chica asintió con firmeza –.No quiero a nadie fuera de la torre.

Con la misma facilidad para aparecerse, la chica se esfumó. Sonaron unas voces en las plantas de abajo y, por el rosetón se veía como los niños que estaban con Fero comenzaron a subir por los levitadores. La mujer se puso de pie y se dirigió hasta una estantería cercana. A diferencia d elas demás, los libros de esta estaban laminados en oro. Sacó una pequeña caja de madera refinada y se la llevó a su secreter. Los muchachos vieron cómo la abría con cuidado para sacar una escultura en madera policromada.

Una pequeña tortuga de seis brazos tenía el cuello extendido hacia la mujer. Era una pieza de talla muy refinada, en cuyos ojos del animal había topacios. Eternach supo de qué se trataba al instante. Era un objeto que estaba conectado a la barrera protectora de la torre. En realidad, la tortuga era un artilugio de Arabella, la cual lo realizó mientras dirigía la Torre skap. La directora empujó la cabeza del animal hasta meterla dentro del caparazón, haciendo lo mismo con los brazos. Las articulaciones de la tortuga desparecieron y solo quedó su rígido caparazón.

Alrededor del edificio, se levantó una cúpula de protección poderosa, que aislaba a la torre del resto de Ethernia. Saskia escuchó como esta se desplegaba con un complejo sonido de engranajes y sistema de levantamiento. La chica sintió un cosquilleo en su pecho, como si la estuviesen encerrando en una enorme cárcel.

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