CAPÍTULO SEIS

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Enyeta dormía bajo la plateada luz de la luna. Era apenas un poblado de no más cincuenta casas de humildes materiales, construidas alrededor del pozo y el ayuntamiento. Alrededor de ella se extendían los campos de cultivo, que otorgaban a sus habitantes una abundante cosecha cada verano. Algunas viviendas emitían una luz interior de velas o chimeneas, cuyo humo se esparcía en pequeñas nubes en los tejados.

Saskia caminaba con dificultad, saliendo de la entrada del desfiladero. Iba cojeando y apoyada sobre un palo que servía de bastón. Caminó hasta llegar a la entrada del poblado y una vez allí, no supo a dónde ir. Lo primero sería ver a sus hermanos. Tenía ganas de volver a abrazar a Lena, de bromear con Norman y de contarle todo lo que había sucedido en el palacio a Jason y Morrison. Quería ver cómo estaban después de la muerte de Brenda y el sacrificio de Saskia. En un solo día habían perdido a dos hermanas. Era un golpe muy duro, con lo que volver a casa era mejorar los ánimos bastante.

También podía ir a ver a Rom. Su cabaña estaba en las afueras del pueblo, cerca de los prados. Quería volver a sus brazo, contarle todo lo que había pasado y que este la besase. Echaba de menos su cálida voz, sus bromas, sus consejos, la forma cariñosa con la que trataba a Saskia. Una cálida sensación se extendió en su abdomen. Sabía que lo que sentía por Rom había madurado bastante. Necesitaba estar cerca de él, sentir su aliento y escuchar sus risas. Recordó todo lo que había pasado en Templo del Mar. Cómo Sanders la trató con violencia, la pesadilla de la liturgia, cómo rompió el anillo de Rom para casarse con Adrian. Después, todos los recuerdos que tenía del príncipe eran en su cama, mientras este la agarraba con fuerza mientras se introducía en el interior de la chica. Su cuerpo sudado, su piel transmitiendo calor, el sabor de su miembro en la boca de la chica, la forma en la que cogía el cuerpo de Saskia, su cálida y sensual voz mientras le preguntaba si podía volver a follársela. Lo que había sucedido con Adrian era una experiencia extraña y agridulce. La había traicionado, jugado con ella y tratado mal el último día; sin embargo, le había regalado a Saskia uno de sus mejores momentos. Ella nunca había probado varón realmente hasta con Adrian, y podía sentirse orgullosa de decir que había yacido con el Rey del Mar, del que había aprendido mucho.

Sin embargo, Saskia decidió ir a un tercer lugar. No se encaminó hasta su casa o a la de Rom, sino a la casa del alcalde. Tenía que contarle todo lo que había sucedido, dónde estaba Sanders, qué es lo que había pasado, por qué ella había salido del Templo del Mar, etc. Llamó con timidez a la puerta y la mujer del alcalde abrió poco después. Su expresión se congeló después de ver el cuerpo de Saskia, igual que se había paralizado el de Eternach. No supo que decir, simplemente se lanzó en sus brazos a besarla y apretarla con fuerza. Decía palabras sueltas como milagro, benditos sean los dioses o bendecida. La condujo al interior de su casa. Era una amplia cabaña de madera con tres estancias: el salón, el dormitorio del matrimonio y la biblioteca. En esta última habían sido encerrados Saskia y Sanders el día de la elección de tributos. Los retenían allí para que no pudiesen darse a la fuga si estaban asustados. De no haberlos encerrado en la biblioteca, seguramente Saskia hubiese huido lejos de Enyeta para salvarse. La esposa del alcalde abrió su celda por la noche, confiando en que la chica regresase después de despedirse de sus familiares. Lo hizo a escondidas de su esposo, solo por tener un gesto de humanidad con Saskia. Ella nunca olvidará que, gracias a ella, pudo ver una última vez a Rom.

Saskia se sentó en una silla junto a la mujer, estaban ellas solas en la casa. Le contó que había escapado del templo, que había matado a la bestia, que Sanders se había quedado atrapado allí También le contó en qué consistía el sacrificio. La mujer del alcalde no se imaginaba tal atrocidad cuando Saskia le contó las ceremonias y cómo drogaron al chico para que la violase. La mujer se horrorizó y abrazó de nuevo a Saskia. Fue a contarle la aparición Nínive en el Templo del Mar, pero un enorme chirrido sonó en el exterior. La mujer del alcalde se asomó a la ventana, esperando ver un gato maullando o algún vecino que gritaba. Sin embargo, su cara se horrorizó.

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