Coqueteo y pureza

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"Bien bien, no es para tanto, debo estar tranquilo. Es sólo una persona más, alguien sin importancia, ¿no? ¡Ay por favor!" Yokozawa se encontraba mirando su reflejo en los ventanales de un local, el castaño lo había "citado" en una zona algo tranquila de la ciudad.
"Es mi culpa, debí decirle que no, que yo no quiero nada, que ya he tenido suficiente sufrimiento... ¿por qué acepté? Quizás porque mi lobo tiene una leve esperanza de que las cosas sean distintas" .

Era miércoles, un día algo inusual para una cita, pensaba Yokozawa, sin embargo no se negó y ahora se encontraba ahí, veinte minutos antes de la hora indicada. Para su suerte, no tuvo que lidiar con Kirishima desde la salida del trabajo, ya que estaba dando sus primeros rondines por las librerías para establecer lazos de trabajo y proyectar los nuevos movimientos de publicidad que se llevarían a cabo, por eso se encontrarían y no se acompañaría desde la editorial.

No iba a negar que estaba algo tenso, desde aquel beso su cuerpo volvió a la normalidad, si se podía decir de alguna manera. Los temblores, sonrojos y excesiva sensibilidad se normalizaron, ¿por qué? Desconocía la respuesta. No obstante, ese hormigueo en sus labios y cuello seguían presentes, era como si estuvieran hechizados.

"Dios, ya va a ser la hora" vio por quinta vez el reloj.

No sabía si debía traer algo consigo, la verdad es que nunca había vivido algo parecido pues ser omega sin parecerlo ocasionaba usualmente rechazo. Para su lástima, ese era su caso.

- Supongo que la puntualidad es otra de tus muchas cualidades, Yokozawa - y ahí estaba, esa voz fuerte y sedosa. El vendedor giró despacio hasta encontrarse a un hombre castaño, que respiraba con cierta dificultad. - Perdona, calculé un poco mal el tiempo y tuve que correr para llegar, ¿esperaste mucho?

- En realidad no - mintió.

Kirishima recobró la postura que le daba un aire relajado y juvenil, desde esa posición, Yokozawa pudo ver que se veía un tanto diferente, pero no supo qué con exactitud.

El castaño se encontraba feliz, pues había puesto más énfasis en su apariencia ese día lo que había dado como resultado aquella mirada que el peliazul le regalaba. Se sentía orgulloso de recibir la atención de esos ojos que le observaba con sumo detalle. Las cosas empezaban muy bien, se acercó con lentitud hasta quedar a solo un pequeño paso del omega que, al percatase de la cercanía se sonrojó e intentó alejarse, cosa que el mayor evitó tomando su brazo.

- ¿Te incómoda mi cercanía?

- No es eso - en parte sí lo era, pero era aún más la vergüenza de lo que pasó aquella vez. - Solo que aún no me acostumbro a esto, ya sabes... desde ésta distancia puedo olerte y eso descontrola mi cuerpo.

Un brillo especial se instaló en los ojos miel del alfa, ¿cómo era posible que éste sujeto no tuviera miles de pretendientes rogando por una sola mirada? ¿A caso no se daba cuenta que con esa clase de gestos lo único que provocaba era que lo adorara más y más? Desde aquel encuentro, meditó lo que el vendedor le había declarado. Si bien, eran destinados y era justo que no solo se dejarán guiar por el calor de sus cuerpos, el cuál era muy fuerte, sino crear y disfrutar lo más meloso que conlleva encontrar a tu alma gemela, a la persona que fue hecha para ti, esa que te amará, te aceptara, apoyará en todo. Crear ese vínculo tan fuerte y pasional para disfrutar aún más la entrega de sus cuerpos.

Pensar de aquella manera, propia del omega, solo ocasionó una fuerte oleada de fermonas que lo llamaban para formar un vínculo, sin duda, el vendedor era alguien demasiado puro, tanto así que sentía la necesidad de corromperlo, sacar su lado más salvaje, así como ese deseo carnal.

- Prometo que algún día, no muy lejano lo harás. Mi olor siempre estará impregnado en ti.

- ¡Cállate! - susurró. - ¿Cómo es posible que digas cosas tan vergonzosas?

La pasión de Yokozawa (trifecta) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora