Celos

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kirishima veía con una profundo amor al omega, quien aún estaba dormido. Se daba el lujo de apreciar su cuerpo el cual tenía sus marcas de aquel encuentro desenfrenado, quería tomarlo en el auto que los llevó hasta su departamento pero declinó al pensar que alguien podría ver la tan erótica cara de su oso mientras estaba en sus brazos, ¡jamás permitiría que lo vieran! Antes muerto. Pero tomarlo en el comedor salvajemente fue una experiencia bastante estimulante y, luego, lo mimó en su baño juntos y, ¿por qué no? También lo tomó ahí, después en la cama. 

Recuerda cómo todo él ardía, su lobo había tomado posesión de su cuerpo satisfaciendo su necesidad que solo su pareja podía. Los intensos rasguños que recibía por parte del menor en su espalda, brazos e incluso pecho le indicaban que lo estaba haciendo bien; que su omega estaba viendo las estrellas junto con él. Takafumi cantaba con su hermosa voz mientras lo embestía como todo un semental, su interior lo absorbía exquisitamente, lo apretaba, le compartía su calor... toda esa tarde y gran parte de la madrugada (casi amanecer) él fue bien recibido en aquella entrada. Ni hablar de el aroma, toda una guerra de fragancias para ver quien enloquecía más. 

Regresaron a la cama para cerrar su celo después de que Kirishima lo arrastrada aún unido a él a la sala, pues también quería reclamarlo ahí al igual que en algunas paredes. Quería morderlo, quería dejar su marca y también su aroma para que nadie se le acercara con otras intenciones pero no era el momento, eso tenía que ser decisión de ambos, así que evitaba tal pensamiento y sensación atacando aquel cuerpo. Mordiendo con rudeza sus pezones, sus muslos, su cadera, su espalda, hombros y trasero. 

Ahora ya era muy entrada la tarde, antes de abrir los ojos fue consciente de la mezcla de ambos aromas como si fueran uno, eso casi lo enloquece. No iba a mentir que se sentía de maravilla, al abrir los ojos se topo con el bello cuerpo de su amado; Yokozawa estaba acurrucado en sus brazos, se veía tan diferente dormido, todo un ángel. Lo apreció un buen rato pero su estómago rugió por comida, después de gastar tanta energía su cuerpo la pedía de regreso y era justo. Quería que el menor durmiera un poco más, sabía que le esperaría un montón de reproches por el inevitable dolor en las caderas y ano pero, a pesar de eso, el oso se había mostrado complaciente ante su lujuria, había soportado su celo y eso era algo que le recompensaría. 

Con pesar se levantó, buscó su ropa en la entrada de la sala halando solo el pantalón, ¿y su camisa? Tampoco era como si la necesitara, podría pasearse desnudo incluso en el departamento. Él no poseía nada nuevo que el vendedor no hubiera vista ya. Llamó a un buen restaurante y pidió un surtido menú, también buscó los preservativos que fueron arrojados a quien sabe donde cuando fueron usados y mientras lo hacía una sonrisa lasciva se marcaba más y más en su rostro. Recorrer cada parte de esa casa era una nueva experiencia, ahora le daría nuevos y estimulantes recuerdos. 

Pasó un par de veces por la recamara de su amante para checar que estuviera bien, este parecía estar aún en el quinto sueño, ¿tanto se había exigido? Lo tuvo que despertar una vez que la comida llegó. Se acostó a su lado mientras ideaba una manera para despertarlo, ciertamente no se le ocurrió nada así que solo optó por besarlo y, para su sorpresa, este le correspondió. Cuando acordó, el peliazul estaba a horcadas sobre él, abrazándolo por su cuello y él tenía las manos firmes en su buen trasero, rozando intencionalmente su entrada, estremeciéndolo. 

— Vamos a comer... se enfriará... — habló entre besos. Si no paraban no saldrían de la cama hasta el día siguiente. Yokozawa detuvo el movimiento de sus labios para mirarlo. 

— ¿Cocinaste? — habló con sorpresa. 

— No al menos que quieras que arruine tu cocina. Compré comida, así que vamos, no quiero que te descompenses.   

La pasión de Yokozawa (trifecta) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora