Kiss in the kitchen ike it's a dancefloor

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-Eleanor, necesito que hablemos.
-Claro, ¿qué necesitas, amor?
-Yo creo que deberíamos terminar, Ele.
-¿Cómo dices? Si tú y yo nos amamos.
-Eleanor, apenas hablamos, estamos hace meses juntos y yo simplemente casi no te conozco, no es una relación en la que podamos contar uno con el otro, no siento amor.
-¿Todo esto es por alguien más?
-¿Qué?
-Nada, Louis, y no vamos a terminar.

Así era siempre, desde Acción de Gracias, dos meses atrás, las cosas eran así. Iban y venían, era como un carrusel que no dejaba de girar. Harry y Louis seguían siendo los mismos, al menos una versión de ellos.

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    Louis definitivamente acababa de confesarle a Harry que lo amaba, y había sido distinto esta vez. Porque ellos siempre decían "te amo", porque desde niños había sido así. Pero él lo había dicho de otra manera, y aunque Harry lo hacía fuerte, valiente, él aún no estaba listo para contarle todo.

    Para contarle que se había dado cuenta, que no le molestaría despertar en sus brazos por el resto de sus vidas. O de que le encantaría que adoptaran a una pequeña y la cuidaran juntos, enseñándole a ser uno mismo, a luchar por lo que uno quiere. A él definitivamente no le molestaría ir a dormirse con un beso de buenas noches de Harry, o bailar todos los días en el piso de la cocina. Él definitivamente quería eso, y mil cosas más, lo había querido siempre.

-¿Qué dices, Lou?
-Estoy bromeando, tonto.
-Okay.
-Okay.

Y sí, eso era extraño, pero aún así seguían siendo ellos dos. Porque allí estaban, esa noche, acurrucados como lo habían hecho desde pequeños.

Como aquella época en la que Louis se sentía particularmente mal, tenían unos 13 y 15 años, Louis había admitido que tal vez las niñas no le gustaban. Él solía aparecer todas las noches en la habitación del rizado, a la madrugada, colarse en su cama y acurrucarse con él. Y eso estaba bien, muy bien. Está bien llamar a alguien para que te acompañe en las noches. Harry no decía nada, simplemente se movía para acercarlo más a él, hasta que ambos se quedaban dormidos.

Eso sucedió por semanas, meses, y algunas (o casi todas) las noches hasta el día de hoy. Porque ellos definitivamente lo siguen haciendo, no necesitan decirlo, así es cómo encajan. Con sus manos entrelazadas y sus cuerpos amoldados como uno solo, las noches frías se convertían en noches inolvidables, llenas de caricias y susurros dulces.

Muy jóvenes ellos habían encontrado un lugar, desde pequeños habían encontrado su hogar, su mundo.
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 Traición- AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora