—¿Te enteraste de la audición?
Me giro hacia Víctor quien tomó asiento a mi lado.
—¿Uhm? No.
—Deberías presentarte —animó.
—Ni siquiera me has oído tocar —coloco mi mano en mi mejilla y lo miro desafiante.
—No es necesario. Vos me dijiste el otro día que tocas la batería, si fueras malo en eso no hubieras dicho nada.
—No tengo nada para presentar, de todas formas —respondo, evitando darle la razón a lo que dijo.
—Tampoco es necesario. Ellos te dan lo que deberás presentar. Será cuestión que sepas leer partituras.
—¿No se supone que ya debería saber leerlas?
—Siendo tú, sí. Sabes que muchos más que nada lo hacen por diversión, otros van en serio. Como vos.
Me quedé sin excusas, claro que sí.
—¿Algo más que deba tener en cuenta? Al parecer te leíste el folleto entero.
—Déjame pensar... —con su dedo índice golpeteó su mentón, como si de verdad pensara lo que me diría a continuación—. ¡Ah, sí! Que te presentes a la audición.
No tiene caso.
Antes de poder hablar, agregó:—Es el viernes después de clases.
•••
Desde muy chico me gustaron los instrumentos, pero hubo uno que llamó mi atención.
La batería.
Claro que a un niño de tres años le comprarían una de juguete, pero aún así la amé.
Desde que la primera llegó a mis manos, estas estaban ansiosas por sostener las baquetas y tocar algo.
Fueron varias noches que no dejé dormir a mis padres.
También fueron varias que me quedaba dormido en el suelo al lado de la batería. Solo me faltaba abrazarme a ella.
Mi hermana me animaba desde un rincón. Se la pasaba alardeando de que yo sería famoso algún día y ella sería mi mánager.
Siempre creyó en mí.
Muchas veces quise tirar todo por la borda cuando algo me frustraba si no me salía como pretendía.
Y ella entraba en escena.
Primero me animaba diciendo que tenía talento, y que pase lo que pase estaría de acuerdo con mi decisión.
Y luego le seguía el regaño.
Verla en modo hermana mayor me causaba risa y me regañaba el doble.
Pensar que ahora ese mismo instrumento es mi escape de la realidad, mi consuelo de tantos lamentos y pérdida, mi confidente de tantas lágrimas derramadas y tantas palabras en las letras de mis canciones.
Ese mismo instrumento que fue tantas veces mi refugio, como también mi motivación para continuar sin ella.
Un gran consuelo dentro de tanto dolor.
Me acerco al folleto que cuelga de la cartelera del colegio, y lo detallo sin emoción alguna.
Podría intentarlo. Se lo había prometido después de todo.
Saco mi libreta de la mochila, y anoto lo necesario.
Voy a hacerlo.
—Sabia decisión, Basti. Vos podés —balbuceó Tyra, mientras se acercaba a donde estoy.
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Por Siempre, Tyra ©
Short StoryBastian es todo lo contrario a lo que alguna vez fue. Y por si fuera poco, mudarse a una nueva ciudad dejando todo atrás no ayudaba con el hecho de que él debía afrontar y asumir algunas cosas. Tal vez el nuevo ambiente era lo que necesitaba para co...