El vidrio

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— ¡Sácalo! — las pocas personas a mi alrededor dan un brinco asustados por mi precipitado grito, pero es que, ¡joder!, duele como un infierno.

— Deja de quejarte Carmen, ¡por amor a Dios!, eres una maldita floja - miro con dolor a Laura, mi amiga y compañera de trabajo.

— Claro, como no eres tu quien tiene un bendito vidrio clavado en el pie — murmuro entre dientes aguantando el dolor, mientras que Laura en lugar de sacar el maldito vidrio está moviéndolo de un lado a otro, ¡como no es ella a quien le duele! — . ¿Lo vas a sacar o no? — sacudo mi pie haciendo que ella me mire mal.

— ¡Quédate quieta, carajo! Entiende que debo ver qué tan profundo está, para allí sí sacar esta cosa, eres una llorona — refunfuña mientras que yo me cruzo de brazos e inflo mis mejillas — . Mocosa — escuchó pronunciar entre dientes a Laura antes de volver su atención a mi pie herido. Ahora el dilema, ¿cómo llegó ese vidrio a mi hermoso y sensual pie? Es una linda y encantadora historia, nótese el sarcasmo, que procederé a contar ahora.

Como todos los días, me levanté bien temprano, tipo 7:00 am para ir a trabajar, (trabajo de 8:00 am a 4:00 pm), dadas las 7:30 am ya tenía todo listo y estaba preparada para salir rumbo a la pizzería, pero como tengo la peor de las suertes, cuando baje no había ni un puto taxi cerca, y el bus justo hoy pasó más temprano por lo cual estaba jodida, estuve 15 minutos esperando que algún taxi apareciera, pero no pasó, ¿qué tuve que hacer? Exacto, correr, y no crean que la pizzería queda cerca de mi departamento, ¡queda como a 15 minutos en taxi, ahora imagínense yo corriendo...

<<¡Ve al punto! >>.

Ella es Marta, mi conciencia, porque sí, tengo conciencia.

<<Todo el mundo tiene conciencia bruta>>. 

¡Pero, no todos hablan con ella!

Me quedo unos segundos callada esperando a que Marta diga algo, pero no dice nada.

— Em, Carmen, cariño, ¿te encuentras bien? — mi mirada se topa con la de Laura, ella me observa aun sosteniendo mi pie en sus manos, y el vidrio sigue enterrado en el.

— ¿Uh? ¿Por qué no estaría bien?— ella me mira algo raro y suspira.

— Olvídalo, ya debería de acostumbrarme a este tipo de cosas contigo — murmura y vuelve su atención a mi pie herido, rasco mi cuello sin entender, ¿que hice? Me encojo de hombros y suspiro, luego me doy cuenta que lo último lo dije en voz alta. ¡Qué vergüenza!.

<<¿No estabas contando el cómo te enterraste el vidrio?>>. Allí está Marta de nuevo
Y sí, gracias, Marta. ¿Por dónde me quedé?
<<¡Ibas por donde empezaste a correr!, qué vergüenza tengo de ser tu conciencia>>
Gracias Marta, siempre tan generosa, que se note el sarcasmo.

Volviendo a la historia, em, ¿ya dije que iba corriendo porque no habían taxis para ir a mi trabajo? Pues, si no lo dije, ya saben, y ¿también dije que del trabajo a mi departamento en taxi son...?

<<¡Ya todo eso lo dijiste, continúa con la maldita historia pedazo de bruta!>>
¡No te enojes! — nuevamente Laura me observa de reojo y niega con una sonrisa, bueno ella sabe que a veces mi conciencia y yo hablamos, ya mejor seguiré contando el cómo me enterré el vidrio antes de que Martita se enoje.

Y... me olvide por donde iba.

Estaba corriendo, tiré al suelo a alguien, llegué a mi trabajo 30 minutos tarde, en el trabajo me fue bien — ¡No tuve accidentes!, bueno, no en la pizzería — cuando me mandaron a entregar unas pizzas, me persiguieron como tres perros, se me hizo tarde y tuve que correr nuevamente para llegar a la pizzería, volví a tirar a otra persona al suelo y me di cuenta que fue la misma persona con la cual tropecé horas atrás. ¿Creen que había perdido un broche que llevaba y no me había dado cuenta?

La cosa es que el chico, porque era un chico, parecía algo tonto, no hablaba, y se quedó sentado en el suelo, ¿será que con el primer golpe que le di y lo mandó al suelo lo deje así tonto?, ay, ojala que no.

<<No te desvíes del tema, Carmen>>.
Arrugo la frente, ¿cuál tema?
<<¡¿Estas contando cómo te enterraste el vidrio?! ¡¿o todo lo que hiciste hoy?!>>.

Oh, suspiró y rasco mi cuello mirando de reojo a Laura quien está concentrada mirando en mi pie no sé qué cosa.

<<¡Sigue!>>.
Ay, ya voy.

Suelto otro suspiro.

— ¿Te está doliendo? — escuchó decir a Laura y niego mirándola.

— Es Marta — ella rueda los ojos y suelta una risa.

— Saludala de mi parte — esta vez es mi turno de rodar los ojos y reír, Marta no dice nada y así es mejor.

Contaba que tumbé al chico, tal vez quedó algo tonto o ya era así, ¿quién sabe? De la prisa que llevaba, ni me molesté en verlo bien, además tenía unas gafas que no dejaban ver bien su rostro y...

<<¡El vidrio Carmen, el vidrio!>>
Ya voy, ya voy.

Marta no tiene paciencia.

El vidrio me lo enterré luego de que dejé al chico ahí tumbado, empecé a correr rumbo a la pizzería de nuevo, ya estaba oscureciendo, no vi por donde iba, pise popo de perro la cual hizo que patinara y me fuera de cara al suelo, mi mandíbula chocó contra el pavimento lo cual me generó un dolor terrible, me levanté despacio y me quité los zapatos. ¡No iba a caminar con ellos llenos de popo de perro!

<<Mensa>>
Sabes que somos la misma persona, ¿no?

Marta no dice nada, claro cuando le conviene se calla la muy descarada. Siempre hace lo mismo, cuando estábamos en...

<<¡El vidrio Carmen, termina de decir cómo te enterraste el puto vidrio!>>
¡Tenme paciencia!

El vidrio me lo enterré cuando empecé a correr hacia la pizzería, estaba frente al local cuando me lo enterré, Laura estaba en la puerta, me vio, fue a auxiliarme y ahora estamos aquí.

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Carmen en multimedia

Una historia con sabor a pizza (Borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora