Señor de la muerte

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Harry sabía lo que debía hacer, su traje perfectamente arreglado, su cabello peinado o tan peinado como podía estar, Luna tomaba su mano visitando un hermoso vestido largo color rojo oscuro casi vino, ambos parecían sacados de una película antigua por su vestimenta.

La puerta del salon en el palacio de Buckingham se abrió, la larga alfombra roja que contrastaba con la vestimenta de ambos, gracias a la magia de la tela, el lugar estaba lleno de lo que parecían se personas importantes y eso incomodaba a Harry, el poco tiempo que llevaba de ministro le hizo odiar a la burocracia más de lo que ya la odiaba.

- Disimula tu disgusto. - dijo Luna con una sonrisa clara, ella se divertía con las expresiones de su amigo.

Antes de poder contestar, un hombre, un cortesano, anunció su llegada.

- Lord Harry James Potter y Lady Luna Pandora Lovegood. - pronunció sus nombres con todo y título, algunos de los tantos invitados estarían pensando seguramente de dónde venía su lado noble.

Harry guío a Luna hasta el final de la habitación, la reina estaba sentada con una pose imponente, como digna gobernante.

Los modales previamente enseñados por la familia Black, hizo que ambos dieran un leve reverencia mostrando su respeto sin mostrar adoración.

Ambas figuras de autoridad se vieron a los ojos, una podía ver la poca estima en su autoridad, mientras que él podía ver a la mujer que intentaba gobernar.

El héroe del Europa mágica y muggle y la reina de Reino Unido, verde y azul, ambos se retaban con la mirada.

La dichosa ceremonia comenzó con cientos de palabras aburridas que Harry no escuchó, más ocupado observando la habitación y los ocupantes de la misma, Luna lo veía intentando no rodar los ojos al ver el poco interés y emoción que mostraba el elegido por recibir un nuevo título nobiliario.

Fue cuando lo llamaron al centro de la habitación cuando Harry conectó de nueva cuenta su atención al presente.

- Yo te nombro, Harry James Potter, Duque de Newcastle. - la espada tocó sus hombros y se vio tentando a sacar su varita, pero una mirada de Luna lo detuvo. - Que el poder que se te ha conferido sea ocupado para el bien u prosperidad de la nación.

Harry se levantó aburrido de la celebración o de todos en sí, solo había ido a la fiesta en su honor por insistencia de Walburga, la cual se veía emocionada por ello, rato considerando que era una fiesta muggle.

Luego de eso todos se empezaron retirar, la cosa esa ya estaba hecha, no había necesidad de una fiesta de celebración, los nobles seguramente estarían esperando para poder hacer conexión con él y su acompañante, cosa que Harry pensaba evitar.

-Duque Potter, tengamos unas palabras. - la huida de Harry se vio interrumpida por la máxima autoridad del lugar. - Su acompañante puede venir también.

El mencionado volteó a ver a Luna con súplica, un movimiento de varita y nadie los vería salir del lugar, un pequeño movimiento y estarían en casa hablando con los Malfoy, cosa que no sonaba tan mal.

- Por supuesto, su majestad. - murmuró Harry al ver la mirada de Luna.

Los dos magos fueron guiados por uno de los tantos empleados del lugar hasta un pequeño salón, era elegante y recto, no había lugar al desorden.

Ambos se sentaron bajo la atenta mirada de la reina, Harry realmente estaba maldiciendo por no estar muerto, eso hubiera quitado tanto peso de sus manos.

- El título que le he conferido señor Potter es realmente una formalidad. - empezó a decir la dama. - Gracias a usted aún hay reino que gobernar y el secreto de la magia sigue enterrado.

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