Capítulo 8

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Desperté con un aroma que solo tiene los hospitales, no me gustaba aquel olor, además de que tampoco me gustaba estar en un hospital. Abriendo mis ojos poco a poco, observé a mi madre sentada en el sofá leyendo una revista de moda. Al ella notar que ya estaba despierta, se levantó con una sonrisa leve en su rostro.

- Mi princesa. ¿Cómo te sientes? – me preguntó mi madre, acariciando mi cabello suavemente.

- Estoy mejor. – gemí un poco al intentar acomodarme en la cama. Mi madre me ayudó a pararme para poder ir al baño y lavarme la boca ya que me incomodaba estar así. – Gracias mamá. – le sonreí.

- Es con todo mi amor. – mi madre se acerca y me da un beso en mi frente, después de haberme acomodado en la cama.

Solo éramos ella y yo, compartiendo mucho mas que antes, realmente por el trabajo de mi madre no estábamos juntas en muchas ocasiones, el tiempo era muy poco para que nos dedicáramos ser madre e hija. Era agradable estar con ella, no quisiera que este día pasara.

- ¿Y qué ha pasado con aquellos chicos que me contaste? – mi madre me pregunta curiosa.

- Pues, digamos que las cosas han mejorado un poco. – Mentira. Agaché mi mirada un poco apenada por su pregunta.

- ¿Cómo que un poco? – vuelve a preguntar mi madre.

- Sino que, a veces ellos son muy extraños. – mi madre me mira algo confundida. – Realmente, son unos chicos muy atentos, pero ellos cada vez que se ven, se quieren matar a golpes. Últimamente he dudado mucho de ellos, pues ambos me han contado dos versiones de porque son tan rivales, pero ambas historias no concuerdan, por lo cual a veces no sé qué pensar sobre ellos. Tal vez una de esas historias sea la correcta o ambos me están mintiendo. Todo lo que ha pasado es raro.

- ¿Crees que uno de ellos oculta la verdad o realmente no crees en ellos? – dijo mi madre.

- No lo sé, siento que uno de ellos tal vez me este mintiendo respecto a eso. Es más, uno de ellos me dijo que no confiara en el otro, ya que este había golpeado a su hermana y que no quiere que me suceda lo mismo, pero es muy raro esto, ya que el otro me a demostrado que es una persona calmada en ese sentido y que sabe tratar bien a una mujer, es por eso que no si creer o no. – miré a mi madre confundida.

- Annie, recuerda que las apariencias engañan. Tu amigo se puede mostrar el hombre mas santo del mundo, pero realmente no sabes que intenciones tiene en su corazón, lo mismo con tu otro amigo. Primero antes de dar conclusiones, es mejor que mires su corazón antes que sus rostros.

- Tienes razón, mamá. Gracias por haberme escuchado. Haré lo que me has dicho, eso te lo aseguro. – le sonreí levemente a mi madre, por lo cual ella hizo lo mismo.

Minutos después, mi madre se fue a su respectivo trabajo, pues era su obligación si quería sobrevivir conmigo.

Estaba en aquella habitación, nuevamente sola. Encendí la televisión, ya que todo me aburria y pues tal vez había algún programa que me hiciera reír. Mientras miraba, sentí como la puerta había sido abierta, por lo cual vi que entró un hombre vestido de enfermero. Aquel hombre me sonrió levemente y yo simplemente hice lo mismo. Vi como él sacaba una aguja y la inyectaba por un tubo pequeño que conectaba con el suero que recorría hasta llegar a mi vena.

Aquel hombre se fue y yo seguía viendo televisión, pero sentía como un gran sueño me invadía, por lo cual poco a poco cerraba mis ojos hasta quedarme completamente dormida.

. . .

- Annie... - escuché una voz grave susurrándome, parecía que era de un hombre, pero no sabía de quien se trataba. Sentía como un dolor en mi pecho aumentaba, sentí un olor extraño, era como cemento mojado. Poco a poco abrí mis ojos, al abrirlos, vi que todo estaba opaco. ¿Dónde estaba realmente?

Voces ConfusasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora