Ángel Missael (Missasinfonia)

Capitulo 8

-¿Y ahora qué se supone que debemos hacer?- preguntó Missa cuando ya tuvieron todos los materiales necesarios. Por suerte fueron fáciles de conseguir y ya estaban abiertos los supermercados. Solo compraron un par de velas, un poco de carne fresca para usar la sangre y mucha tinta.

-¿Nunca invocaste a un demonio?- preguntó con una sonrisa traviesa Mafer. 

-Jo, la verdad es que no, pero si es con usted- dijo acercándose a ella y tomándola por la cintura -No creo que me moleste hacerlo- luego la besó en los labios. Pronto ambos se separaron y se quedaron mirándose extrañados. -¿Por qué chingados hice eso?- preguntó extrañado -No es que no me guste besar a mi novia, pero en crisis... ¿Qué fue lo que pasó?

-Supongo que fue un reflejo. Al decirles la verdad sobre sus sentimientos puede que haya roto parte de esa visión que tenías de ella. Por eso se sintió extraño. Pero siendo realistas llevan tanto tiempo juntos que lo mas probable es que nunca termines de verla con ojos de enamorados. Mira el lado positivo, si todo sale mal, morirás con el amor de tu vida al lado. Extraño, pero el amor de tu vida en fin.

-Eso es estúpido- se quejó Mafer -Pero hazlo ya. No quiero que terminemos tarde. Si va a pasar algo, que pase ahora.

-Perfecto- dijo Lucas terminando de pintar un pentagrama en el centro de la sala - Ahora vengan conmigo, tómense de la manos y pase lo que pase, no hablen. Si yo lo invoco, yo hablo. Si alguien más habla desatará una calamidad peor a la que estamos tratando de evitar ¿Entendido?- ordenó. Ambos asintieron. 

Todos se pusieron en posición y al instante Lucas comenzó a hablar en latín y cerró sus ojos, ellos hicieron lo mismo. Una gran brisa invadió toda la sala y las velas que ellos habían prendido se apagaron. Pronto apareció en el centro del pentagrama un demonio, no era grande, no medía más de un metro cincuenta y era color marrón. Se notaba que era no era la gran cosa, pero esa era la idea, invocar a uno débil que no opusiera resistencia real. 

-¿Quién se atreve a despertarme de mi siesta?- preguntó con una voz bastante aguda que hasta causaba un poco de gracia.

-Bienvenido,  paulo exitium, te estábamos esperando.- saludó Lucas. 

-Lucas, viejo amigo. ¿En qué puedo servirte?- se podía notar en esa pregunta hasta un poco de felicidad al verlo. 

-Necesitamos información. Supongo que tu tienes oídos en todo el infierno. ¿Qué están planeando?

-Veo que tienes a un ángel de tu lado- dijo con un tono pícaro mirando a Missael -esto te saldrá muy caro.

-Dime lo que necesito, o te libero y te destruyo- lo amenazó -Sabes de lo que soy capaz. 

-Bien, bien. Pero me vas a deber una- todos asintieron y el demonio comenzó a hablar -Hoy a la tarde el mundo habrá llegado a su fin. El infierno se alzará y la tierra morirá, la destrucción reinará y la Luna lo causará. Eso dice la profecía que todos cumplen, se preparan para una batalla que no se pelea sino que simplemente se gana. No hay guerra si no se defienden, solo hay masacre.

-El cielo va a defenderse, lo ángeles van a pelear- negó Lucas.

-No, no lo harán. No pueden hacerlo, sus reglas dicen que no pueden aparecer todos en un ejercito. - había una horrible sonrisa en su rostro que no notaba que no se borraría. Al decir eso, Mafer apretó la mano de Missa, pidiendo algo de protección. 

-¿Qué tenemos que ver nosotros en toda esta revolución de los demonios?- volvió a preguntar Lucas sin mostrar expresión en su tono ni en su rostro. 

-Lucas la guiará, Missa la condenará y Mafer... mientras Mafer viva todo ocurrirá.

-Odio que digan todo con versos- susurró Lucas.

-Espera- interrumpió Missa -Si los ángeles tienen prohibido venir con un ejercito, ¿Por qué ustedes sí podrían?- tarde cayó en su error.

-Porque esperábamos que unos pendejos como ustedes nos abrieran la puerta rompiendo la única regla de una invocación. Solo habla el que lo invoca.- contestó agrandando aun más su horrible sonrisa.

-Ya ha comenzado.- dijo una voz masculina -Moon, ¿Estás lista?- 

-Claro que sí, padre. Solo debo hacer lo que mi destino me preparó, solo debo acabar con los intrusos- dijo ella con su gargantilla de dos alas doradas en llamas tornándose carmesí.