Capítulo 6: Un rubio idiota.

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Capítulo 6: Un rubio idiota.

POV IZAN.

Me bajo violentamente de mi motocicleta, mientras observó la color fuego frente a mi y sin evitarlo aprieto mi mandíbula tratando de controlarme. Unos fuertes pero lentos aplausos son los que me percatan de que no me encuentro completamente solo, en aquel oscuro y solitario lugar alejado de todos los murmullos de las cientos de personas que seguro llenaban el tétrico y viejo lugar.

—Pero cuanto tiempo...–suelta engreído el contrario atrás de mi, y lo reconozco, vaya que reconocía esa horrible y asquerosa voz, la sangre me hierve tan solo de recordar su nombre.

Me voltee para enfrentar al rubio cenizo que se encontraba mirándome desafiante y con una sonrisa tétrica en su rostro, da algunos pasos hacia mi. Sonrío de lado siguiendo su estupido juego.

—Mucho O'Nell, mucho tiempo desde la última vez que vi tu horrible rostro.–el idiota se ríe, y yo solo puedo fruncir mi ceño al percatarme del olor que este emanaba, es un asco.– Estás drogado, imbécil. ¿Piensas correr así?, Sabía que eras un idiota, pero no me imaginé que tanto.–asiente con su sonrisa aún presente.

—No puedo creer que el gran Izan Baker me recrimine por correr drogado, ¿o que, Izan?, ¿acaso olvidaste nuestro último encuentro?.–después de eso suelta otra carcajada, como si el tema para él fuera lo más gracioso del mundo.

—¿Como olvidarlo?, Casi muero por tu culpa.–otra risa, y juro que si vuelvo a escuchar otra carcajada salir del imbécil, le rompo la cara.

—Si... Lástima que falle. Me sentí tan bien cuando te vi en esa cama de hospital, inconsciente.–y, otra, estúpida risa fue el final de mi poca paciencia. Así como lo jure, lo cumplí; mi puño fue estampado directamente en su pálida cara y una corriente de satisfacción recorrió mi cuerpo al ver que este caía al suelo de golpe, sosteniendo su nariz, ahora sangrando. Me observa con odio y yo no me quedó atrás.—Ojalá hubieras muerto, Baker.–hago una mueca fingida de tristeza.

—Uhh, lamento decepcionarte, idiota. Ahora si me disculpas; tengo una carrera que ganar.–le doy la espalda, me monto en mi motocicleta, otra vez, pero cuando estoy por arrancar, lo escucho escupir con odio.

—Te arrepentirás, tus hermanos no estarán siempre contigo. Juras no tener puntos débiles, pero te equivocas, todos los tenemos.–después otra irritante y estúpida carcajada, que hace acelere hasta la parte trasera del enorme taller en donde se daba inicio a las tan afamadas carreras, y sí, son ilegales. Me detengo justo enfrente del enorme y fortachón hombre morocho que se encargaba de checar los autos y motocicletas que eran utilizadas en las carreras. El tipo me mira con su tan famoso ceño fruncido y esa sonrisa casi nula que lo hacía ver intimidante.

—¿Que hay, Marcus?, Te ves muy feliz; ¿encontraste por fin a alguien que te soportara?.–bromeo, a lo que el hombre niega burlesco, levantando un poco más las comisuras de sus labios, y comienza a hablar:

—Eres imposible, Baker. Apuesto a que Inhar debió amar cuando le contaste de tu regreso a las carreras.–me responde desafiantes y yo solo puedo reír divertido.

—Le encantó tanto que me dejó venir sólo, ¿puedes creerlo?.–reimos juntos. El tipo podía verse realmente intimidante, pero era bueno y eso me lo ha demostrado.

Mientras el hace su trabajo yo me retiro en busca del organizador de todo esto, el mencionado se encontraba justo en el que él llamaba su “despacho”, sentado en una silla giratoria con dos chicas; una rubia y otra pelirroja, justo en sus piernas.

—¡Pero si es el famosísimo Izan Baker!, ¿regresaste a hacerme ganar dinero, muchacho?.–niego divertido. Me señala una silla frente a el y aceptando la invitación, me siento en ella.

Los hermanos BakerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora