-¿Ves aquella mujer?, la pecosa robusta al lado de la delgada jovencita-
- Si -
- Se llama Yoleiba, estudio conmigo el sexto grado, con ella fue mi primer beso y... ¡con lengua! –
- ¡Ja ja! ¿Por qué no vas y la saludas? –
- ¡No!, no se acordaría de mí. Las personas cuando crecen, se casan, tienen hijos, se hacen mayores y envejecen se van olvidando que fueron niños y jóvenes, además, cambian físicamente, tanto, que la figura del niño o del joven se transforma, los rasgos se pierden y se convierten en seres diferentes.
Lo digo porque hace un par de meses atrás me encontré con una compañera del bachillerato y no me reconoció, - estas muy cambiado – me dijo, luego de entornar los ojos con un gesto de fastidio cuando mencioné el nombre del colegio, como si esa etapa ya la hubiese olvidado, estuviera perdida en sus recuerdos, extraviada entre su día a día como madre, esposa y comerciante.
Ahora imagina que me acerque a Yoleiba y le diga: -¡Hola! ¿te acuerdas de mí? – respondería que no. Entonces le diría que estudie con ella en la escuela y en sexto grado nos dimos unos besos. Primero me observaría con desconfianza. Por mi aspecto escondería el celular, apretaría su bolso en el regazo con sus brazos y miraría hacia los lados buscando auxilio, negaría nerviosa y luego cuando me marchara reiría, diciendo para sí: - ¿la escuela?, de vainas me acuerdo de lo que paso el mes pasado -.
A Yoleiba la he visto en varias ocasiones. Una vez en la cola de la gasolina por la 16, sentada en el puesto de copiloto de un taxi, un Daewoo Cielo, mientras conversaba con un par de hombres recostados a la pared frente a ella. Otra vez en el mismo taxi estacionado por la plaza Páez, sentada igualmente en el puesto del copiloto hablando animada con alguien en el puesto de atrás, el cual no pude ver porque las ventanillas de las puertas traseras estaban arriba y los vidrios tenían papel ahumado. Llevaba puesta una franelilla escotada que realzaba sus grandes senos. Su tez sencilla y su rostro era igual de cuando era niña, sus rasgos un poco endurecidos por los años, pero los gestos y su expresión al hablar hizo que comprobara que no había cambiado mucho, seguía siendo la misma chiquilla inocente y alocada de la escuela.
Hace muchos años, No recuerdo con exactitud si aún estaba en bachillerato o ya cursaba el primer semestre de la universidad, lo cierto es que tendría entre 17 o 18 años al igual que ella, me dirigía a casa sentado en el puesto del autobús, al lado de la ventana por donde miraba abstraído el paisaje. Vi a Yoleiba cuando cruzaba el puente del Elevado en dirección al mirador. Llevaba un bebe que sostenía con el brazo izquierdo y con el derecho llevaba de la mano una niña de unos dos o tres años que caminaba torpemente. Yoleiba se veía cansada, caminaba a prisa, estresada por la carga.
- O sea que es una madre precoz –
- ¡Vaya si lo es! Al verla sentí pena, más bien lastima, experimentando esa sensación de alivio y placer al ver a otro jodido y uno tan despreocupado. Suspire con alegría pensando que a mí no me había tocado aún, viéndola con desdén, como si su vida hubiese acabado, su futuro estaba truncado por no aguantarse, por adelantarse y no cuidarse.
-¿Cómo fue el beso? –
- ¡Ya!, ya te cuento. Cuando la vi en aquel puente sentí que aquellos niños eran consecuencia de aquel beso...-
- ja ja ja ¡por favor!, no estás muy viejo como para creer que una mujer pueda salir embarazada por un beso –
- ¡No!, no es eso. Fue la intensidad del beso, su desesperación. Cuando nos besamos en casa de Arthur era evidente que su curiosidad por descubrir cosas de adultos era muy grande. Tenía muchas ansias de anticiparse a vivir la vida de los mayores y la conoció de manera muy precoz –

ESTÁS LEYENDO
El primer beso de Yoleiba
Romantizm¿Recuerdas tu primer beso?, ¿recuerdas con quién?, ¿el lugar?, ¿si estaban solos o había más personas?, ¿a qué edad fue? ¿fue tan agradable como un beso cotidiano en la actualidad?, o no tanto. Tienes ese recuerdo guardado en un altar en tu interior...