Capitulo 9

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Anahi


No puedo entender, pensé que debería contarlo todo, que debería contarles toda la historia, pero la última parte no parece haber sido muy bien aceptada por Phillip y Alfonso. ¿Podría ser que esta práctica también sea normal aquí? No puedo pensar en ninguna otra razón por la que estaban en silencio. Llegamos a la casa de Alfonso y él me guía adentro, como si automáticamente, me lleva al sofá, se sienta a mi lado y me toma de las manos, acariciándome. -Lo que dijiste sobre los bebés, - firmo, no quiero interrumpir y no me arriesgo a quedarme sin una explicación - Philip perdió a su esposa e hijo hace unos años, tenía solo tres meses cuando murió.
-Oh, lo siento mucho! - Ahora entiendo por qué Phillip se quedó así. ¡Cielos! Debe haber sido como abrir una gran herida.
-Todo bien mi ángel. No tenías forma de saberlo, ni siquiera sospechaba que este Joe podría llegar tan lejos.
-No quería traerle a Phillip recuerdos tan tristes. Ustedes están siendo tan amables conmigo, no quería lastimarlo. -No es así, ángel. - acaricia mi mejilla y yo inclino mi rostro hacia su toque, cerrando los ojos - No has traído recuerdos tristes, Phill vive con ellos desde la pérdida de su familia, se tortura todos los días, insiste en no olvidar nunca. Se culpa a sí mismo y se niega a escuchar a cualquiera que diga lo contrario.
Abro los ojos de nuevo y veo la intensidad de la mirada de Alfonso, algo en él me llama, me calienta, me hace sentir viva. Me siento tan segura con él, sé que debería ser cautelosa, que debería aprender un poco más sobre este hombre que me salvó, pero mi corazón parece ignorar las órdenes de mi cerebro por completo, así como todo mi cuerpo que me atrae hacia él. Sus ojos bajan a mi boca y lo veo cada vez más cerca.
-Mía.
Susurra antes de tocar sus labios con los míos, es un toque ligero y vacilante, cierro los ojos y puedo oler cómo me invade, una mezcla cítrica y leñosa, tan potente y sorprendente como él. Alfonso pasa su lengua entre mis labios, exigiendo el paso y acepto sin dudarlo, quiero esto tanto como él. Nunca me han besado y estoy más que feliz de tener mi primer beso con él, mi héroe. Insegura de qué hacer, lo dejé controlarlo. El beso se profundiza, siento que mi cuerpo arde por más, quiero tocarlo, quiero que me toque, necesito sentirlo mucho más allá de esa conexión. Un beso no es suficiente para mí.
Mis manos vuelan hacia su camisa, agarrándolo y abrazándolo, siento que mi corazón se acelera y escucho su respiración, fuerte y rápida. Mi espalda se hunde contra el sofá y el peso del cuerpo de Alfonso sobre el mío es la sensación más maravillosa que he sentido en mi vida. Siento que su mano sube por mi vientre debajo de mi camisa, alcanzando mi pecho cubierto solo por el sujetador de algodón, mis pezones se endurecen contra la tela y jadeo ante el contacto. Su boca se aleja de la mía y me mira a los ojos.
-¡Mía! - La palabra sale como un gruñido y calienta un punto entre mis piernas. -¡Mía! ¡Di, Anahi, di que eres mía! La otra mano que estaba libre se aprieta alrededor de mi cintura y puedo sentir la humedad en mis bragas. -Tuya, solo tuya.
Alfonso deja escapar otro gruñido y cuando está a punto de besarme otra vez, suena su teléfono, tratamos de ignorarlo, pero sea lo que sea, la otra persona en la línea no quiere darse por vencida.
-¡Joder! ¡Voy a matar a este desgraciado! Al alcanzar su teléfono, su expresión cambia y se aleja para contestarlo, no puedo entender nada, mi corazón es tan rápido que puedo sentirlo latir en mis oídos, hay un dolor creciente entre mis piernas, una sensación de vacío ahora que Alfonso no esta aquí.
Me siento de nuevo y me paso la mano por el cabello, debe ser un verdadero desastre. Respiro hondo y me paro con las piernas temblorosas para mirar las fotos en la mesa de la esquina tratando de distraerme. Hay una foto de Alfonso abrazando a una dama, por lo que parece ser su madre, hay un pequeño pastelito en su mano y velas de cumpleaños. Treinta años, aparentemente esa es la edad de mi Alfonso. Una sonrisa tira de mis labios, me gusta cómo suena.
Mi Alfonso.
No lo escucho regresar, solo siento sus brazos envolver mi cintura y me acurruco contra su pecho.
-Esta es mi madre, fue en mi cumpleaños en enero. Ella sabe que no me gustan mucho las fiestas, así que cada año hace un pequeño pastel o pastelito y viene aquí para celebrar conmigo.
-¿Tienes hermanos? - Siento curiosidad y sed de información sobre él.
-Tengo una hermana pequeña que vive con mi madre en Portland. Savanah tiene veinte años y asiste a la facultad de derecho, quiere ser una gran fiscal y mi madre, Hillary, es profesora jubilada. Uno de estos días te llevaré a conocerlas.
Me giro para mirarlo y descanso mis manos sobre su pecho, quiero mirarlo a los ojos mientras le agradezco todo lo que ha hecho por mí.
-Gracias por todo.
Me quita el pelo de la cara con tanta suavidad que apenas puedo sentir el toque.
-No me agradezcas, soy un puta bastardo egoísta. Necesitas saber, Anahi, que incluso después de que estés a salvo y hayas establecido una nueva vida aquí, seguirás siendo mía. No puedo dejarte ir.
-Eso está bien, porque no quiero ir a ningún lado.
Me pongo de puntillas y lo beso, Alfonso se levanta y deja escapar un pequeño grito de sorpresa cuando me lleva escaleras arriba. No dijo una sola palabra sobre la llamada y realmente no me importa, no quiero romper este momento mágico haciendo una pregunta estúpida, así que solo escondo mi rostro en su cuello mientras me lleva a la habitación. Siento el suave colchón debajo de mi espalda y abro los ojos para ver la cara de Alfonso a unos centímetros de la mía, tiene una sonrisa cantante, está tan caliente y pervertido que me hace sentir como si las mariposas volaran en mi estómago nuevamente. Necesito presionar mis muslos uno contra el otro para aliviar esa sensación agonizante entre mis piernas. Él aparta la vista de la mía y sus ojos bajan por mi cuerpo, siento sus manos alejarse de mis piernas y cierro los ojos, paso la lengua entre mis labios secos y jadeo suavemente mientras su mano continúa subiendo.

La ElegidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora