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El miércoles a pesar de no querer bajar a la cena, lo tuvo que hacer

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El miércoles a pesar de no querer bajar a la cena, lo tuvo que hacer. Solo pensaba en Eros y la manera en cómo habían terminado las cosas con él. El hombre que tenía frente a su cara hablaba y hablaba, y no lo estaba escuchando. Era como si le hubiera apretado el botón del off y solo se veían los labios del tipo moverse.

Estaba ofuscada de tanta pavada junta que decía hasta que se levantó de la silla y le ladró.

Era un estirado al igual que lo era ella y se quedó pasmada con la asquerosidad en cómo decía las cosas, por lo que pidió disculpas y se retiró de allí dejando a los tres en la mesa.

―¿Adónde vas? ―quiso saber su padre.

―A un lugar donde esté más a gusto, no lo soporto.

―¿Me estás despreciando? ―preguntó indignado el invitado.

―Exacto. No te tolero. Así que lo mejor sería que te fueras ―escupió muy molesta.

Morena solo escuchaba y veía la escena, la sonrisa estaba enorme en su cara. Su hija la estirada, había visto frente a frente lo que era ser igual que ella o peor, y con eso, se dio cuenta que al único que quería era al Guarro del barrio. El mecánico.

―Que poca educación tienes.

―No lo pretendo ser contigo, un aburrido con traje ―acotó con asco.

Amador quedó perplejo y con los ojos muy abiertos, y las cejas levantadas.

Apenas le dijo eso, salió de la casa para encaminarse hacia la casa del vecino. Estaba decidida a decirle que estaba enamorada de él, no le importaba más nada ya. Sentía que tenía que decírselo porque con su confesión dependía todo.

Cuando se dirigió a la entrada para tocar el timbre, vio la puerta recién abierta y una mujer que lo abrazaba por el cuello. Miró a ambos y se quedó de piedra. Eros levantó la mirada al verla allí.

Fifi...

La mujer abrazada al hombre se separó y clavó la vista en la chica.

―Lo siento, he llegado en un mal momento ―admitió y se giró en sus talones volviendo a su casa.

Si pensaba que tenía alguna posibilidad con el mecánico estaba muy equivocada, agachando la cabeza caminó sin mirar atrás pero el grito de Eros hizo que girara su cabeza.

―No te esperaba.

―No te preocupes, quizá debí enviarte un mensaje. Quise venir porque necesitaba contarte algo, pero no es importante. La última vez que nos vimos las cosas no fueron bien entre nosotros.

―Si viniste es porque lo es.

―Ya no. Solo olvídalo.

―¿Es por la mujer? ―ella calló―, es mi hermana y acaba de llegar. ¿Acaso creíste que era una mujer que había conocido? ―Nieves volvió a callar, esta vez incómoda.

La lista del hombre (casi) Perfecto ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora