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Eran las nueve de la noche cuando los tres estaban listos y con la mesa servida, y fuera de la casa había un hombre indeciso por tocar el timbre o volver a su vivienda

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Eran las nueve de la noche cuando los tres estaban listos y con la mesa servida, y fuera de la casa había un hombre indeciso por tocar el timbre o volver a su vivienda. Decidió que lo mejor era enfrentar la situación y con paso firme caminó hacia la entrada de la casa vecina.

Un solo timbrazo fue suficiente para asustar a Nieves.

―Ya ni los esperaba.

―¿Por qué no les abres mejor tú? Yo mientras sacaré la comida del horno.

―De acuerdo.

El taconeo que Eros escuchó detrás de la puerta, hizo que se pusiera nervioso. Solo la había visto por la tarde y sintiéndose así era como no haberla visto durante semanas. Ella puso a un lado la cortina de la ventana de entrada y quedó de piedra cuando lo vio. Él también clavó los ojos en ella. Quitando el cerrojo, abrió la puerta y su boca se quedó espesa.

―Hola, tu madre me invitó a cenar.

―No lo sabía, pasa ―admitió y lo invitó al interior.

Nieves estaba sorprendida y demasiado. Aquel hombre de pantalón de mezclilla, camiseta relativamente ajustada al cuerpo y blazer oscuro no era el mecánico. Quedó anonadada.

―¿Tus padres?

―En la cocina, vayamos allí.

Cuando él se dio vuelta, los ojos de Nieves quedaron fijos en el trasero bien trabajado del hombre y por error el pensamiento lo dijo en voz alta.

―Apurémonos a cenar que ya tenemos el pan dulce.

―Te hizo mal juntarte conmigo, Fifi ―emitió por lo bajo dándole una sonrisa de lado y volvió a guiñarle un ojo.

―Desfachatado ―rio tapándose la boca con la mano―. ¿Ese culo está hecho? Solo le falta hablar. Creo que me hizo mal acostarme contigo.

―Solo tiene ejercicios. Pero acepto que me lo toques, si sientes curiosidad ―levantó una ceja mientras la miraba con fijeza a los ojos.

―Descarado ―habló con falsa indignación pasando por su lado.

La joven presentó a los hombres y Eros le entregó la botella de vino tinto que había traído consigo.

―Es mi favorito, muchas gracias, lo beberemos esta noche.

―Qué bueno haber dado con el correcto.

―¿Y tu hermana? ―preguntó Morena.

―Dijo que tenía ganas de juntarse con una amiga que hace mucho no veía y hoy arreglaron para encontrarse.

―Qué lástima pero estoy segura que pronto habrá otra ocasión.

―Disculpa si te pareceré un metido, pero... ¿es posible que seas el Eros Trento que corría motocicletas en los Rallys juveniles?

La lista del hombre (casi) Perfecto ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora