La llegada de Bulma

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Vegeta admiró desde lejos las tropas de soldados Saiyajin que se habían formado frente a su palacio. No iba a negarlo, le emocionaba el imaginarse conquistando planetas, volviéndose poderoso y esa era en parte la razón que lo retenía en el planeta V2.

Había observado por días el entrenamiento de los jóvenes y dio varias indicaciones para que mejoraran la forma en que entrenaban. Vegeta sabía que esos saiyajines eran poderosos sin embargo pensaba que les hacía falta otro tipo de entrenamiento, uno mucho más riguroso aunque sabía perfectamente que no iba a conseguir que incrementaran su fuerza tan drásticamente además de que nadie iba a estar a su nivel, él era el Rey, nadie podía superarlo.

Vania había estado insistiéndole en que enviara a su ejército a los planetas vecinos para conquistarlos pero él no había cedido. Esos saiyajines eran fuertes, pero les faltaba entrenamiento duro, uno que sólo él les podía dar, por lo que le había dicho a aquella mujer que iban a esperar, aún no estaban listos del todo; ella por supuesto no se dio por vencida a la primera e insistió diariamente con el tema lo cual molestaba en demasía al nuevo rey. ¿Cuál era la insistencia de esa saiyajin? No sabía y poco le importaba pero tenía que aprender a cerrar la boca de una buena vez.

Otro asunto que lo había tenido fastidiado era el hecho de que Vania y Tarlus ya estaban viviendo en el palacio y tenía que verles las caras a todas horas. La mujer saiyajin le había dicho que como él príncipe que era, Tarlus necesitaba vivir cerca de su padre y en el castillo ocupando su lugar correspondiente. Para Vegeta era una suerte que Tarlus también se fuera a entrenar con la tropa con Vania no sucedía lo mismo; esa mujer rondaba todo el castillo, afuera de su habitación, en el comedor, la sala principal... se le pegaba todo el tiempo. Los insultos que en un inicio el nuevo rey le propinó de nada sirvieron puesto que ella contestaba con sarcasmo e indiferencia.

También inevitablemente recordaba a Bulma y Trunks. Tenía ya siete días de haberse marchado de la tierra con la promesa de develar la mentira de que Tarlus era su hijo, pero nada salió de acuerdo a sus planes. En primera, aquel muchacho tenía su sangre y en segunda un sueño que había tenido retraído en el fondo de su ser, en esa pequeña esencia de lo que algún día había sido se había cumplido: Era rey, era el más poderoso de su especie, un hombre destinado a conquistar el mundo así como siempre debió haber sido.

Vegeta se encontraba en un punto tal en el que debía escoger lo que quería hacer: regresar al planeta que consideraba aburrido y monótono al lado de su esposa y su hijo o seguir siendo el rey de aquella raza rescatada a la cual él pertenecía.

El rey maldijo por lo bajo su situación y caminó en círculos en su lugar mientras seguía el entrenamiento de los guerreros con la mirada. Indudablemente debía decidir, pero no tenía cabeza en esos momentos.

— Mañana... mañana lo decidiré —se prometió una vez más el orgulloso saiyajin, al igual que lo había hecho durante los seis días anteriores.

...

— ¡Uff! ¡Qué travesía tan más larga! —suspiró Bulma bajando de su nave—. Es una suerte que hubiera colocado un rastreador en la nave de Vegeta, sin ello me hubiera sido imposible llegar aquí.

La peli azul acababa de llegar al planeta V2 después de un día de viaje. La noche estaba entrando en aquel destino lo cual le daba algo de ventaja a la científica.

Bulma guardó su nave en una cápsula ya que no quería llamar la atención y a unos metros a lo lejos divisó la nave en la que ambos saiyajines habían viajado.

— Esa es la nave de Vegeta —se detuvo junto a aquel trasporte admirando el sello de capsule corp impreso en él—, eso quiere decir no debe estar muy lejos de aquí —dijo comenzando a caminar. Para su suerte nadie se veía por el lugar. Bulma avanzó un poco más y se dio cuenta que la nave de Vegeta estaba estacionada frente a una pequeña casita. Se acercó hasta estar en el alfeizar de la chocita y pegó una oreja en la puerta, como no escuchó ruido alguno decidió girar la perilla y entrar.

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