La Reina

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— ¿Medio hermano..? —susurró el guerrero saiyajin fuera de si.

— Si y creo que el parecido que tiene contigo no es más que por el padre que tienen en común y bueno Vegeta, Vania te ha estado viendo la cara todo este tiempo —señaló Bulma observando el semblante de su esposo que comenzaba a pasar de la sorpresa al enojo—. Así que esto viene a cambiar totalmente la concepción del asunto —comentó Bulma algo pensativa.

— ¡Maldición! —gritó el enfurecido guerrero haciendo añicos la hoja del estudio de ADN— ¡Esa maldita mujer me las va a pagar! Ahora entiendo... esa mujer —gruñó avanzando hacia la puerta.

— ¿A dónde vas? —exigió saber la científica al ver que Vegeta ponía la mano sobre la perilla de la puerta.

— A buscar a esa estúpida, la haré pagar por...

— No, de aquí no te mueves —dijo Bulma con semblante serio. Vegeta la miró con cara de pocos amigos como si ella acabara de hacer una broma de muy mal gusto.

— ¿Pero que...?

— Si sales de aquí arruinarás mis planes. Ya sé que tienes ganas de matarla y no eres el único a mi me encantaría cruzar algunas cuantas palabras con ella —dijo Bulma con una sonrisa en los labios, gesto que Vegeta había aprendido a interpretar bastante bien, su esposa sin duda traía algo entre manos — Es tarde, todos duermen ¿Quieres causar un alboroto a estas horas?

— Me da igual la hora mujer.

— Pues a mi no, te recuerdo que viajé un día entero para llegar hasta acá. Estoy cansada, buenas noches Vegeta.

Dicho eso Bulma giró en sus talones y se metió a la cama ante la mirada de un Vegeta estupefacto.

Vegeta permaneció de pie un poco más hasta que se dio cuenta de que ella hablaba enserio. El rey Saiyajin lanzó unas cuantas maldiciones antes de irse a la cama también, molesto. Se acomodó en su lado del lecho, dándole la espalda a Bulma como ella lo hacía con él. Era evidente que la científica estaba molesta pues casi nunca dormían de esa forma, o más bien ella no solía darle la espalda; todas las noches ella se abrazaba a su espalda buscando un poco de afecto, pero él no cedía tan fácilmente, sino que a veces sólo permanecía dándole la espalda, resuelto a dormir.

El temperamental guerrero cerró los ojos y concentró sus fuerzas en dormir pero no lo conseguía, en cambio, se dedicó a escuchar las pausadas respiraciones de la mujer que tenía al lado. Le había hecho falta sentirla junto a él, escucharla a su lado en las noches; oírla gritar y darle órdenes, escuchar cómo su tono de voz subía al hablar con él haciéndose notar e indicando que no le tenía miedo alguno; le hizo falta admirar sus profundos ojos azules que combinaban a la perfección con su boca pintada con color carmesí, había extrañado sentir su determinación y pasión por las cosas, pero sobretodo había extrañado sentir su cuerpo entre sus brazos.

Sin pensarlo mucho, movido por el acelerado latido de su corazón, Vegeta se dio la vuelta para encontrarse la sutil silueta de Bulma a su lado. El ex príncipe se acercó a ella posando una mano en su cintura y depositando un suave beso en el blanco hombro de ella.

Bulma que ya dormitaba abrió de sopetón los ojos al sentir la delicada caricia en su hombro; el corazón se le aceleró de inmediato y tuvo que recordarse que no estaba exactamente contenta con Vegeta por todo el tiempo que había pasado fuera de casa jugando al rey en otro planeta.

—Vegeta... mira yo no...—susurró ella adormilada.

— Pensé mucho en ustedes —confesó aún aferrado al cuerpo de Bulma.

— Tanto que te quedaste aquí por varios días... Vegeta ni siquiera tenías planeado regresar pronto, estoy segura de eso. Creí que habías cambiado...

El Otro HijoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora