Capitulo 2

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¿¡Por qué!? Pensaba aterrada.

¿¡Por qué estaba él ahí!?

¿Por qué se aparecía en el único lugar en el que se sentía segura?

En cuanto habia entrado al salón, había dejado de respirar. Ni siquiera se había dado cuenta en qué momento. Y cuando lo presentaron como el nuevo maestro sintió como su estómago se oprimía dentro de ella.

Y ahora le había pedido que se quedara y ayudara con los utensilios.

¿¡Por qué no se había ido antes!? Deprisa, sin que él se percatara de su presencia. Era una tonta, tonta, tonta. Seguía tan aturdida por la repentina aparición de ese hombre en su escuela que no había podido encontrar el valor para mover sus pies más rápido y haber salido de ese laboratorio antes.

Pero se había dado cuenta de algo, no estaba sola. El chico alto y rubio a unos metros de ella aún no se iba y algo en su interior se calmó tan sólo un poco. Al menos ya no se encontraría sola con ese sujeto.

Tan sumida estaba en sus pensamientos y en su irresistible temor, que no alcanzó a oír lo que el hombre le decía al chico. Sólo vio como éste se marchaba del salón por la puerta dejándola una vez más sola… sola con ese sujeto.

Sus manos empezaron a temblar y Hinata no se atrevía a voltear a verlo. Sintió como él se alejaba por detrás del escritorio y se dispuso a recoger dos tubos de ensayo que tenía en la mesa más próxima y levantar algunas hojas. Si se distraía y lo ignoraba a lo mejor no se percataría de ella, acabaría rápido con eso y podría irse a salvo.

Pero que tan equivocada estaba.

Al tener las cosas en sus manos giró su cuerpo para pasarse a la siguiente mesa, pero la repentina presencia que se posó justo frente a ella la hizo dar un brinco hacia atrás soltando los tubos y demás de sus manos.

Pero antes de que éstos cayeran al suelo y se rompieran deliberadamente, unas manos grandes, duras y ásperas, le rodearon las suyas fuertemente deteniendo así la caída.

-Deberías de tener más cuidado con estas cosas Hina-chan – su voz profunda y lasciva la desconcertó, sus manos no dejaban de temblar mientras su rostro se hundía cada vez más tras su cabello. – Podrías haberte lastimado. – las ásperas manos de pronto apretaron las suyas en una caricia. – Y no queremos que eso suceda ¿verdad?

La gélida mano del hombre frente a ella acariciaba su antebrazo subiendo lentamente hasta llegar a su codo y Hinata se estremeció.

-¿Verdad? – volvió a preguntar remarcando su tono de voz algo autoritario en esa pregunta, pero sin perder en ningún momento esa turbadora sonrisa.

Hinata logró asentir con su cabeza mientras trataba de no temblar. No quería que ese monstruo notara lo débil que era, lo vulnerable y tonta que se sentía.

¿Por qué no simplemente se apartaba y ya? En realidad era una tonta pues no tenía el valor para simplemente alejarse, su cuerpo no le respondía. Y se odiaba por eso.

Fue en ese momento cuando sintió un irresistible alivio al ver como el hombre se alejaba repentinamente de ella. Hinata escuchó un ruido a sus espaldas y el alma le volvió al cuerpo al ver como el rubio volvía al salón.

Vio horrorizada como le entregaba unos papeles al mayor y como éste le decía que se podía marchar. Entonces el miedo la inundó una vez más.

Si él se marchaba entonces ese hombre volvería a acecharla.

El chico tomó su mochila dispuesto a marcharse mientras Hinata se encontraba temblando de miedo y ¿frustración? Dos sentimientos que se cruzaban en su pecho atormentándola. No tenía el valor de moverse y hablarle, de decirle a ese chico que no se fuera, que no quería estar ahí, que no…

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