Capítulo 2

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Sirius le dio una calada a un cigarrillo, ahí se habían ido parte de la paga, ahora su estómago gruñía, y necesitaba comer, pero por alguna razón no se atrevía a robar, casi se había cagado la última vez lo que había hecho.

Se mordió el labio con fuerza al recordar a aquel estúpido anciano, pero ya estaba pensando en como vengarse, tenía claro que no dejaría a ese tal Remus ir, así como así, no, él le haría pagar el que ahora se estuviera muriendo de hambre y que hubiera desperdiciado una tarde entera en aquel horrible y caluroso disfraz de conejito.

Sus amigos, si es que podía llamar así a algunos drogadictos con los cuales se juntaba lo miraban curioso, pues Sirius había negado recibir algo de hierba, el muchacho necesitaba estar lúcido, no quería seguir metiéndose mierda, ya había consumido lo suficiente, de seguro para una vida entera.

Se levantó y sin más se alejó, necesitaba ver donde pasar la noche, porque no le apetecía dormir en esa casa llena de problemas, gente drogada, orgias y otras cosas, quería algo de paz. Bueno, quizás dormir en el banco de una plaza no era tan malo, no es como si fuera la primera vez que lo hiciera.

Al día siguiente espero a que pasara un poco la hora, es más, pasó fuera de la librería sólo para asegurarse de que Remus estuviera trabajando, por suerte pudo divisarlo antes de ser descubierto, así que apuró el pasó y fue decidido a hacer lo que quería hacer.

Soltó un par de maldiciones al entrar por el patio trasero, luego como bien sabía hacer, logró abrir la puerta. Con sigilo y siendo cuidadoso recorrió el lugar, llevaba su rostro cubierto, no quería llegar a ser descubierto, porque se negaba a volver a la cárcel, de pensarlo un escalofrío recorría su espalda.

Lo que primero le llamó la atención fue el horrible desorden que tenía el hombre, él se veía ordenado y pulcro, pero su casa era otra cosa, llena de envases de golosinas, al parecer chocolate, tiradas por todos lados, un par de botellas y quien sabe cuanta porquería.

Casi dio un grito, en una mesita había una foto, estaba Remus y otro hombre, ambos policías, ahora entendía porque el tipo conocía al policía de la estación, y el por qué tenía tanta fuerza, sus brazos aún tenían sus dedos marcados y la hinchazón y dolor punzante en su muñeca se lo recordaba día a día. Vio un par de billetes al lado de la foto, los tomó sonriendo, pensando en que más llevarse cuando un ruido lo asustó, así que salió corriendo, sin siquiera cerrar, sólo le importaba huir, ya ni siquiera podía ser una venganza el haber robado un par de billetes, nadie echaría de menos tan poco dinero, pero al menos podría tener algo de comida, con lo mucho que la necesitaba.

Pero la curiosidad fue más, un par de días después no se resistió a ir a la librería, era un estúpido y se reprendió todo el camino, pero cuando se dio cuenta, ya había una pelirroja de brillantes ojos verdes dedicándole una divertida mirada con una ladina sonrisa.

— Rems no está aquí — dijo la mujer, aunque él no había preguntado nada.

— ¿Qué? Yo...nada — Sirius estuvo seguro de que sus mejillas se habían puesto rojas, cuanto odiaba tartamudear cuando estaba nervioso, pero esa bruja estaba loca, él ni siquiera estaba buscando al anciano.

— No me importa, estoy aquí para ver un libro, si un libro — definitivamente se quería golpear por su estupidez, porque el primer lugar ni siquiera sabía que título inventar, y en segundo, ni siquiera tenía dinero para unas galletitas, mucho menos iba a tener para un libro.

Pero orgulloso como era, dio la vuelta y comenzó a recorrer los estantes, mirando título por título y fingiendo estar buscando algo, muy concentrado en su labor. Pero no pudo evitar dar un respingo cuando vio al policía de la estación, quien fue directo donde la pelirroja.

Encuentro Inesperado (Wolfstar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora