Sin pensarlo mucho, sin ser consciente de lo que a ella le apetecía o no, se subió los pantalones y salió de su habitación todo lo rápido que pudo. Para no despertarlo, anduvo de puntillas hasta la entrada y tras oír llamarla por su nombre, cerró la puerta a su espalda. Tenía que ser así.
Montó en su coche e inhaló profundamente, justo en el mismo momento en el que le vio salir del portal completamente desnudo y en su busca.
"¡Arranca ya!", se gritó mentalmente, y con un fuerte chirrido de ruedas sobre el asfalto, desapareció.
En el pequeño habitáculo y mientras conducía, rememoró todos los momentos que había pasado junto a David. Todos los sentimientos que había dejado en aquella habitación, los jadeos que aún sonaban dentro de su cabeza, las caricias que sentía en su piel impresas, los besos apasionados que consiguió arrebatarle, la esencia y el olor varonil que, impregnado en su cuerpo, le recordaba que jamás volvería a tenerlo cerca.
Reflexionó durante un segundo en la expresión de su rostro al correr tras el vehículo. En esos momentos, él no era consciente de que sería lo último que vería de la pobre Laura, dejándole desconcertado al no saber el porqué de su huida. Pero las cosas tenían que terminar de aquel modo.
Una vez pasada la media mañana, Laura llegó a su casa, tan vacía y lúgubre como la dejó el día anterior. Desplomándose en el sillón de tela anaranjada, se permitió, por última vez, recordar todo lo ocurrido en la que sería la mejor noche de su vida.
El momento en el que David la llevó hasta su cuarto en brazos, cuando la dejó con ternura y cuidado sobre la colcha, como si fuera a romperse, como si manejara un tesoro, el más valioso. La manera en que la miró por un instante, con devoción, antes de que apareciera el deseo en sus ojos, en forma de llamas dentro de las retinas que de él se despedían con violencia.
Unas manos expertas la despojaron de sus ropas y recorrieron su cuerpo de principio a fin, sin dejar rincón vacío de su tacto. Cálidas caricias que, en ese instante, le dieron la vida y por el contrario ahora, le ocasionaban un dolor intenso.
Cerró los ojos mientras en la oscuridad de sus recuerdos todo era luz, todo eran imágenes de aquel rostro acercándose a sus rodillas, muslos, a la cara interna de éstos, a los labios entreabiertos... ese aliento rozando su sexo, las cosquillas que transmitía dicha cercanía, el cómo su lengua saboreaba por primera vez sus partes más íntimas. Unas manos fuertes agarrando su trasero, para acercar su cuerpo a la boca del deseo; el orgasmo repentino tras colar, varias veces, su lengua expuesta al fondo de sus pliegues, activando el botón correcto en el que la lujuria no tenía contención. Todo era calor y rojo, mucho rojo dentro de Laura.
Le besó en los labios, degustó su propia esencia en ellos, mordió su lengua con picardía, trazó surcos con sus caderas al tiempo que le sentía penetrar en su yo interno, colmando esa zona ahora llena de lubricación y saliva. Embestidas certeras y compases simultáneos, locos acercamientos y penetraciones hasta el extremo. Sexo, mucho sexo.
Recordaba haberlo visto sonreír estirado sobre las sábanas, intentando restablecer su ritmo cardíaco y acompasar la respiración desordenada. Laura no quiso esperar más tiempo y empezó a besar su cuello, bajando por el pecho y lamiendo hasta el ombligo, para llegar a su glande y de un solo movimiento, tragárselo. El sexo de David reaccionó con urgencia, extendiéndose y recuperando su forma de alerta, hasta llegar al fondo de aquella caverna reinada por una salvaje lengua. Tras varias rotaciones, salidas y entradas, él volvió a descargar, esta vez sobre la boca de su compañera que, sonriente, le guiñaba un ojo traviesa.
David se había quedado dormido sobre su pecho, tocando y masajeando sus pezones, mientras que ella intentaba no pensar en cómo terminaría aquel paraíso que habían construido.
El teléfono sonó sacando a Laura de sus sueños y lágrimas más profundas. Al mirar la pantalla, decidió darle la contestación que seguro le exigiría.
"¿Qué ha pasado? ¿Por qué te has ido?", dijo a voz en grito con evidente preocupación.
Ella cerró los ojos con fuerza y sabiendo que serían sus últimas palabras, las que él siempre recordaría, susurró: "Porque me he enamorado".
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Recolecta Erótica
RandomEn este recopilatorio podréis encontrar varios relatos eróticos, aliñados muchas veces con suspense, intriga y alguna que otra mezcla más. Espero que os guste la selección y que disfrutéis de su lectura. Iré colgando el resto de textos en capítulos...