Ser unos desgraciados

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— Déjame verla — le pedía Fran a Alberto, su amigo de infancia y confidente.
— Ni de coña tío, mi polla es solo cosa mía — respondía éste.
— Ya, y de medio barrio chino.
Fran podía resultar de lo más exasperante, pero al fin y al cabo sus comentarios siempre eran acertados. Los tres amigos estaban incómodamente sentados en una de esas mesas en las que ya de por sí, cuesta encontrar sitio para depositar tu copa. Mientras, se revolvían en el asiento intentando aparentar una normal tranquilidad.
Hasta que Jorge sacó el tema que sabían todos, del que era inevitable hablar.
— ¿Cómo van las cosas con tu novia, Fran? ¿Ya sabe manejarse o qué?
— Qué va, tronco, la muy cabrona no se entera. De verdad que me esfuerzo por enseñarle a comérmela, o para que se mueva con más fluidez, pero se sigue pareciendo a una cucaracha, con las piernas para arriba y sin hacer esfuerzo alguno. Y ya ni te cuento cómo me pone lo de "¿lo estoy haciendo bien cariño?" cada dos minutos, ¡joder, así se desconcentra cualquiera! — Decía Fran con gesto cabreado.
— No tiene que ser tan difícil enseñar a una tía a follar bien, ¿no?
— No es difícil, en el caso de mi novia es imposible. Ya probé de todo y sigue con los mismos conocimientos, o sea, ninguno... Te digo que si no llega a ser porque tiene un coñito de veinte y un cuerpo de puta de lujo, ya la habría largado, esto está durando seis meses y sigue sin tener ni puta idea. Frustrante.
— Fran, por lo menos la tuya esta disponible todas las veces que te apetezca — decía Alberto llevándose la mano a su entrepierna y sintiendo aquel incómodo dolor de huevos — Yo, para tener sexo con mi novia, tengo que estar rogando durante días, hay veces que semanas, y la verdad es que lo hacemos de puta madre, ¡joder! Que parece que estoy con tres a la vez. Nos lo pasamos muy bien, somos buenos en la cama, no sé por qué coño es tan frígida luego.
— A ver si el único que se lo pasa bien eres tú, Alberto — se mofaba Fran dándole un codazo.
— ¡Quita, gilipollas! Que es la tuya la que no tiene ni puta idea... nosotros somos unas máquinas. La mayoría de las veces se me corre en la cara, y créeme si te digo que no es fingido, mi novia es de las que te deja líquida marca. ¡¡Mierda!! Ya estoy de nuevo empalmado, esto es un suplicio, me la casco más ahora que cuando tenía quince, joder.
— Pues sí que es raro sí. Si se lo pasa tan bien, no entiendo cómo no pide más todos los días.
— Pues no lo sé. Jorge, mira tú, con el tema de la cantidad no tienes problemas ¿no? Según tú, follas a diario. Ya me gustaría poder decir lo mismo — le contestaba Alberto con evidente envidia en la mirada.
— Creo que tampoco te afecta mi problema. Tu piba sí que sabe moverse, ¿verdad? Definitivamente, eres el que mejor se lo monta de los que estamos aquí, serás cabrón con suerte.
Pero Jorge no despegaba su vista de la copa de whisky barato ni un momento. Estaba decidido a contarles su problema desde hacía días, pero algo le decía que quizás sus amigos no lo entenderían del todo... es verdad que follaba y mucho, que su novia era una diosa en la cama, la mayoría de las veces le ordeñaba hasta tal punto, que sentía un vacío real dentro de sus huevos. Vamos, el sueño de todo macho cabrío. Pero luego estaba ese detalle, esa pequeña cosa que le traía de cabeza, ese gesto de autoestima que fallaba y que ya iba siendo hora de sacarlo fuera.
— Tengo un problema aún mayor que vosotros dos — dijo llevándose el vaso a la boca, quemando su garganta, hasta que tragó todo su contenido.
— Pues cuenta, que nos tienes con la curiosidad. Si folla bien y lo hace siempre que a ti te apetece ¿Cuál es el problema? — Decía Alberto todavía presionando sus testículos.
— ¿Vuestras tías disfrutan de las relaciones, tienen orgasmos múltiples y tal?
— ¡Claro, joder! Ya te lo he dicho. La mía es de las que eyacula y hasta se me mea encima por no poder controlarse en el momento. Ni te imaginas lo que es eso, a ella le da vergüenza, pero para mí es un señor halago.
— ¡Joder, Alberto! Eso era demasiada información. Bueno, mi follinovia no será buena en la cama, ni en nada la verdad, pero cuando la perforo, tío, grita que da gusto. Además, hasta tiene calambres y convulsiones, y como parece que follo con una momia, pues viene muy bien — continuaba diciendo Fran.
— Pues a eso me refiero; mi novia es una máquina en la cama, pero nunca tiene orgasmos. Dice que no siente nada, que está a gusto, pero que no sabe qué es eso de eyacular y demás. ¡Me cago en mi puta vida! Me hace sentir una mierda. A veces creo que el problema es mío. Yo me esfuerzo a tope y le dedico tiempo, pero nada, ni se inmuta, es como si follara con una muñeca hinchable de muy buena calidad. Y sé que se esfuerza por mí, que lo busca, que hace todo lo posible... pero nada. Estoy pensando en dejarla. Llevamos dos años juntos pero creo que no soy su hombre, no sé.
Los dos amigos se quedaron mirando, mientra asimilaban la información que acababa de darles Jorge, con miradas cómplices y sin saber qué contestar hasta que Fran por fin habló.
— Pero no tienes que preocuparte por eso, tronco, quizás el problema sea que no puede tener orgasmos y punto, si le has hecho lo de...
— Créeme, le he hecho de todo: por delante, por detrás, los dos al tiempo; se lo como sin control alguno, más despacio, más deprisa, ya no se qué hacer... ¡Joder! Si hasta usamos aparatos de esos, los que se compran en las reuniones de la maleta roja, "tuppersex", o yo que sé qué coño. Según nos contaron, eran para excitar más a la mujer, pero solo conseguí correrme antes. Aunque ya os digo que mi problema tampoco está relacionado con la eyaculación precoz, hay veces que puedo durar unos cuarenta minutos, sin contar los preliminares. Me he leído mas libros y revistas de "cómo satisfacer a una mujer" que ejemplares de la Biblia hay repartidos por el mundo.
Alberto seguía sin parpadear, todavía no entendía como ninguno de los tres era plenamente estable con respecto a las relaciones sexuales, aunque quizás por eso se debían estos encuentros.
— En definitiva los tres somos unos subnormales. Tú no puedes hacer que tú piba joda como es debido, aunque te la puedas tirar cuando te plazca. Yo, por mi parte, la hago pegar botes y es una maldita orgía estar con ella... pero me lo da con cuentagotas. Y ahora, el único que merecía algo de admiración, va y me cuenta que su novia, a parte de hacerlo que te cagas y tantas veces como desees, no siente una mierda. Tíos, ¡somos unos desgraciaos!
Alzaron su tercera copa en alto y brindaron por su imponente tribulación, justo antes de que se escuchara una voz ronca a sus espaldas.
— Caballeros, sus chicas les están esperando. Cuando quieran, pueden acompañarme a las habitaciones.
Al menos hoy, cada uno conseguiría lo que le faltaba.

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