Tras volver a su apartamento después de asegurarle a Atsushi que se encontraba perfectamente, lo primero que hizo el castaño fue ponerse algo frío en su, ahora morada y maltratada, mejilla. Debía admitir que los puñetazos de ese enano iban con una fuerza desmesurada teniendo en cuenta su pequeña estatura. Así que con bolsa de guisantes congelados en mano, se dirigió a su habitación con cansancio; había sido una noche muy larga y para nada agradable, lo único que quería era dejar caer su pesado cuerpo sobre la cama y dormir profundamente, sin nadie que le moleste por el resto de su vida. Pero obviamente no se le va a cumplir el capricho. Dazai estaba seguro de que había algo en el universo que la había tomado con él y que solo quería verle sufrir y agonizar, y él odiaba el dolor, así que definitivamente lo que tenía contra él ese ente divino era algo personal.
Se sentó en la cama soltando un suspiro y con suavidad apoyó la bolsa de guisantes contra su piel, lo que provocó que soltará un quejido debido al contraste de temperaturas y al leve dolor que sentía en esa zona.
Tras cerrar los ojos unos segundos, al volverlos a abrir dirigió su mirada a su muñeca, en especial a la pulsera que le habían colocado esa tarde en el concierto, mientras las palabras de ese enano pelirrojo resonaban en su cabeza.
¿Que ese llorica había ganado? ¿Que su música le había llegado incluso a él? Estupideces. Seguía siendo un orgulloso que no aceptaba la derrota. Además, había dado por sentado que había ido al concierto para escucharle y ver a su patético grupo interpretar, lo que se suponía que eran, "canciones de éxito"; tal vez simplemente había visto el careto de ese enano engreído por alguna parte y quería asegurarse de que era el Nakahara Chuuya que él conocía. Que es exactamente lo que había pasado. Que conociera sus canciones antes de saber que eran suyas no significaba nada, ¿cómo no escucharlas si estaban en boca de todos? Y él, para ver si los rumores eran meras exageraciones o no, también le había dado una oportunidad a su música.
Cuando el paquete se empezó a descongelar lo volvió a dejar en el congelador, y esta vez antes de meterse en la cama nuevamente primero se cambió para ponerse ropa más cómoda, teniendo ya intenciones de dormir.
Aunque al parecer su cuerpo aún no estaba dispuesto a dejarle descansar.
Tras volver a estirarse sobre el mullido colchón, sintió que su cuerpo actuaba solo cuando alcanzó el móvil situado en la mesilla de noche y puso una de las canciones del grupo de Chuuya, una de las más tranquilas que tenía, aunque su estilo no era para nada tranquilo, así que esa canción tampoco era una gran excepción. Cerró los ojos mientras dejaba que la melodía le envolviese; supuso que quería reafirmar que él no veía valor ninguno en esas melodías, pero la sensación que se asentó en su pecho no le indicaba para nada eso.
Esa era una de las canciones que Chuuya había cantado en el concierto, y la imagen que había presenciado hace unas horas se reprodujo en su cabeza como una perfecta grabación. Chuuya, por una vez en todo el concierto, se había quedado quieto, y, cogiendo el micrófono con ambas manos, había cerrado los ojos un momento mientras cantaba una de las partes más calmadas de la melodía para después entreabrirlos sin dejar de cantar con la misma voz segura y potente pero realmente agradable para quien la escuchara; sus ojos zafiros brillaban gracias a la iluminación cuidadosamente escogida para la ocasión, al igual que las pequeñas gotas de sudor que resbalaban por su tersa y, a ojos del castaño, suave piel. Si te centrabas podías oír como su voz alguna vez temblaba de forma casi imperceptible, es en esos momentos en los que se podía notar que el pelirrojo cantaba con todo su corazón, que volcaba todos sus sentimientos en cada nota que entonaba.
Sin darse cuenta, la piel del castaño se fue erizando a la vez que sentía que su pecho iba a explotar por todas las sensaciones que esa música le producía. Así que cerró el móvil antes de que acabase la canción y se incorporó a la vez que llevaba una mano a su pecho y se aferraba a su camiseta, una costumbre que había adquirido desde pequeño cuando los sentimientos se empezaban a volver incontrolables.

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Backstage (Soukoku)
FanfictionChuuya Nakahara siempre ha tenido el sueño de ser cantante, de poder transmitirle al mundo todo lo que siente y piensa. Osamu Dazai siempre ha encontrado su refugio del mundo que nada significa para él en la música, dónde busca un motivo para seguir...