Tanjiro se le hizo extraño no verla en el lugar de siempre.
—Debe estar en su habitación —habló Aoi mientras sacudía la ropa—, es una posibilidad.
Agradeció y fue directamente al lugar que le dijo.
La encontró, en un rincón abrazando sus piernas; la preocupación lo invadió a tal punto de no saber que hacer.
—Oh, Kamado–San —saludó fingiendo una sonrisa, se sentía débil después de tanto llorar.
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— Hoy traté de ayudar a la Señora Shinobu en la cocina... —narró en voz baja y el peli-rojo la escuchaba atentamente.
— Tal vez no destaques en eso, pero de seguro en otras cosas eres muy buena —comentó con el pulgar hacia arriba.
Negó con la cabeza, aguantándose las ganas de llorar de nuevo.
El mayor de los Kamado no sabía que más decir, solo se quedó en silencio en compañia de la peli-rosada.
Dos toques en la puerta logró alarmarlos.
—Ara, Ara, disculpe que interrumpa—habló la pilar del insecto—, pero quería darte ánimos, Kokoro-chan, tú no tuviste la culpa del accidente en la cocina.
Se levantó e hizo una reverencia como disculpa.
—Si lo fue, disculpe los daños que le causé.
—Ya te dije que no tienes que hablar tan formal conmigo —rió levemente—, ¿Te encuentras mejor?
Miró de reojo al de aretes y una leve sonrisa se dibujó en su rostro.
—Sí, ya me siento mejor.
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