TANJIRO se encontraba pensando profundamente en cómo lograr que Kokoro deje de estar tan triste. En estos meses que la había conocido se había dado cuenta que ella casi nunca sonreía y tenía una baja autoestima.
Pero él, quería cambiar eso.
—Kentaro. —escuchó la voz ronca de Inosuke y volteó a verlo, él solo se quedó en un gran silencio que puso en duda al peli–rojo.— Kotoro está en la puerta hacer rato.
—¿Kotoro? —preguntó volteando a ver donde le indicó su amigo, cruzando miradas con los ojos rosados de la chica, a la cual se sonrojó y salió corriendo. — ¡Espera, Kokoro! —gritó y salió detrás de ella.
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—Repite después de mi....Kokoro.
—Kotoro.
—¡Kokoro, es Kokoro, Inosuke! —el rubio chilló llevándose sus manos a su cabello.
Mientras tanto Tanjiro solo observaba a la joven que dibujaba el cuarto en donde se encontraban.
—Por cierto, Kokoro–chan —habló Zenitsu dejando de gritar— ¿Cómo llegaste aquí? No eres una cazadora de demonios, ¿verdad?
La nombrada movió suavemente su cabeza, negando.
—Fui atacada por demonios y la señora Shinobu me rescató —contestó con una leve sonrisa.
—¿Y tus padres? —siguió preguntando algo angustiado.
Kamado se había dado cuenta como esa sonrisa se estaba borrando lentamente, y sus ojos se volvían vidriosos.
—Fui abandonada desde pequeña, Agatsuma–san. Viví sola desde muy chica.
El rubio hubiese seguido preguntando, pero Tanjiro lo botó de la habitación junto a Inosuke, para hablar a solas con ella.
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Se encontraba nuevamente en un rincón, tratando de contener sus lágrimas que amenazaban con salir en ese instante.
¿Por qué tenía que ser tan torpe? Siempre se preguntaba. Hoy solo trató de ayudar a Aoi llevando la medicina pero en el camino se le cayeron los vasos.
Shinobu entró con sumo cuidado, extendió los brazos con una sonrisa triste, Kokoro corrió y la abrazó echando en llanto, la pilar solo le daba palmaditas en su cabeza.
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—¿Sabes, Kokoro? —volteó a mirarlo— Nadie es perfecto, bueno, tampoco nada es perfecto. Sólo es cuestión de tiempo a que cada uno de nosotros nos demos cuenta que nuestros propios defectos forman parte de nosotros mismos, y nos vuelven únicos, ¿No crees?
Ella sólo lo miró aún con los ojos rojos de tanto llorar.
—¿Tú de verdad lo crees, Kamado–San?
—No creo, estoy seguro. —sonrió y empezó a acariciar su cabello.
—Gracias....
[★ ] En vez de fijarte en tus defectos y odiarlos, empieza a aceptarlos.
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